Читать книгу Vida en marte - Tracy K. Smith - Страница 14

Оглавление

DIOS MÍO, ESTÁ LLENO DE ESTRELLAS

1.

Nos gusta equipararlo a lo que ya conocemos,

Aunque más grande. Un hombre contra las autoridades. O un

Hombre contra una ciudad de zombis. Un hombre

Que no es, en realidad, un hombre, enviado para entender

A la ristra de estadounidenses de culo inquieto

Que ahora lo persiguen. Un hombre que huye.

Un hombre que debe coger un barco, desechar una carga,

Este mensaje lanzado al espacio… Aunque

Tal vez se parezca más a la vida debajo del mar: silenciosa,

Boyante, extrañamente benigna. Reliquias

De un diseño obsoleto. Hay a quienes les gusta imaginar

A una madre cósmica mirando a través del polvo de las estrellas,

Diciendo sí, sí, cuando nos tambaleamos hacia la luz,

Mordiéndose el labio si titubeamos al borde de algún precipicio. Anhelando

Estrecharnos contra su pecho, ella confía en que todo saldrá bien.

Mientras el padre irrumpe a través de habitaciones contiguas

Vociferando con la fuerza del Venga Tu Reino

Sin preocuparle nada lo que pudiera mordernos con su mandíbula.

A veces, lo que veo es una biblioteca en una población rural.

La amplia sala repleta de estanterías. Y los lápices

En una taza de Tráfico, mordisqueados por todo el vecindario.

Los libros han vivido aquí desde siempre, perteneciendo

Por largos periodos a uno u otro en la breve secuencia

De apellidos, hablando (sobre todo por la noche) a un rostro,

Un par de ojos. Las más extraordinarias mentiras.

2.

Charlton Heston está esperando a que lo dejen entrar. La primera vez lo pidió

[educadamente.

La segunda vez, con fuerza desde el diafragma. La tercera,

Lo hizo como Moisés: con los brazos alzados, el rostro un blanco apócrifo

Camisa impoluta, traje de corte, se inclina un poco al llegar,

Luego se estira. Examina la habitación. Permanece de pie hasta que le hago una señal,

Entonces se sienta. Los pájaros comienzan su charla nocturna. Alguien enciende

Una hoguera afuera. Si me queda, tomará whiskey. Si no, agua.

Le pido empezar por el principio, pero empieza su narración a la mitad.

Así fue una vez el futuro, dijo. Antes de que el mundo se volviera loco.

Héroe, superviviente, la mano derecha de Dios, yo sé que él ve la blanca

Cara de la luna donde yo veo un lenguaje construido con ladrillo y hueso.

Se acomoda erguido en su asiento, toma un largo y melodramático aliento,

Después lo deja escapar. Por lo que sé, fui el último hombre verdadero en la tierra, Y:

¿Puedo fumar? Las voces de fuera se apagan. Los aviones sobrevuelan yendo y viniendo.

Alguien grita que ella no quiere irse a la cama. Pasos sobre nuestras cabezas.

Una fuente en el patio del vecino balbucea para sí, y el aire de la noche

Suena dentro. Eran otros tiempos, dice, comenzando de nuevo.

Fuimos pioneros. ¿Vas a luchar para sobrevivir aquí, cabalgando la tierra

¿Hacia Dios sabe dónde? Pienso en la Atlántida sepultada bajo el hielo,

Un día perdida de vista, la orilla de donde emergió ya glacial y desolada.

Nuestros ojos se acostumbran a la oscuridad.

3.

Quizá el gran error sea creer que estamos solos,

Que los otros vinieron y se marcharon –en un abrir y cerrar de ojos–

Cuando en toda su extensión, el universo podría estar congestionado,

Repleto hasta los bordes de energías que jamás sentimos

Ni vemos, que se adhieren a nosotros, viviendo, muriendo, decidiendo,

Pisando con pies de plomo cualquier planeta

Doblegándose ante las estrellas gigantes que dominan, arrojando rocas

A cualquiera de sus lunas. Viven preguntándose

Si son los únicos, sólo conocen el deseo de conocer,

Y esa gran distancia negra en la que ellos –y nosotros– palpitamos.

Quizá los muertos comprendan, sus ojos por fin abiertos,

Viendo las luces largas de un millón de galaxias titilando

En el crepúsculo. Oyendo la ignición de los motores, bocinas

Que no dan tregua, el frenesí del ser. Lo quiero

Rayando la locura, como una radio sin dial.

Completamente abierto, para que todo se inunde de una vez.

Y bien sellado, para que nada escape. Ni siquiera el tiempo

Que ha de enrollarse sobre sí mismo y hacer un anillo como el humo.

Entonces yo podría estar ahora sentada con mi padre

Mientras pone un fósforo encendido en el hueco de su pipa

Por primera vez en el invierno de 1959.

4.

En esas últimas escenas de 2001, de Kubrick,

Cuando Dave es transportado al centro del espacio,

El cual se despliega en una aurora de luz orgásmica

Para luego abrirse ampliamente, como una orquídea salvaje

Para una abeja perdidamente enamorada, y después diluirse

Como la pintura en el agua, una gasa ondulando arrastrada por el viento,

Y, finalmente, la marea de la noche, luminiscente

Y confusa, se arremolina dentro, una y otra vez…

En esas últimas escenas, mientras él flota

Por encima de los grandes cañones y mares de Júpiter,

En los llanos inundados de lava y en las montañas

Congeladas, en todo ese tiempo, él no parpadea.

En su pequeña nave, pilotando a ciegas, transportado

A través de la pantalla panorámica del tiempo indivisible,

¿Quién sabe qué brillará en su mente?

¿Sigue siendo su vida a través de la cual se mueve,

O termina ésta al final de lo que puede nombrar?

En el plató, una toma tras otra hasta que Kubrick esté satisfecho,

Después el vestuario vuelve a sus estantes

Y la gran sala iluminada se apaga.

5.

Cuando mi padre trabajaba en el Telescopio Hubble, dijo

Que trabajaban como cirujanos: desinfectados y vestidos

De verde, un frío aséptico y luz blanca en la sala.

Leía a Larry Niven en casa, y bebía whiskey escocés con hielo,

Sus ojos exhaustos y enrojecidos. Eran los años de Reagan,

Cuando vivíamos con el dedo sobre El Botón y nos esforzábamos

Por ver a nuestros enemigos como a niños. Mi padre pasó temporadas enteras

Postrado ante el ojo del oráculo, hambriento de hallazgos.

Su rostro se iluminaba cada vez que alguien le preguntaba, y levantaba los brazos

Como si flotara confortablemente en la interminable

Noche del espacio. En el patio, atábamos a los globos mensajes

De Paz. El príncipe Carlos se casó con Lady Di. Murió Rock Hudson.

Aprendimos nuevos nombres para las cosas. Cambiamos de década.

Las primeras imágenes llegaron borrosas, y me sentí avergonzada

De todos aquellos alegres ingenieros, mi padre y su tribu. La segunda vez

Las lentes acertaron. Vimos hasta el confín de todo lo que allí había–

Tan brutal y tan vivo, que parecía observarnos.

Vida en marte

Подняться наверх