Читать книгу Casada con un extraño - Tracy Sinclair - Страница 5

Capítulo 1

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NICOLE Trent parecía preocupada mientras revisaba las facturas en la mesa de la cocina. ¿Cómo se las arreglaban las demás madres solas para sobrevivir con un sueldo escaso? Nunca se había dado cuenta de lo caro que era criar a un niño. Sobre todo en una ciudad como San Francisco. Aunque no era que se arrepintiera del tiempo o del dinero invertido, ya que Robbie era lo mejor de su vida.

Cuando pensó en su sobrino, dormido en su cuarto, las facciones se le suavizaron. Después del accidente donde habían muerto sus dos padres, ella había jurado que Robbie seguiría teniendo todas las ventajas que tenían los demás niños, por muchos sacrificios que ella tuviera que hacer.

Cuando sonó el teléfono, lo descolgó sin imaginarse lo que se le venía encima.

Una profunda voz masculina, con un musical acento francés, dijo:

—Soy Philippe Galantoire y me gustaría hablar con la señorita Nicole Trent.

Ese nombre la afectó. Había informado a ese hombre de la muerte de su hermano solo por cortesía, pero no se había esperado saber más de la familia de su cuñado, Raymond Galantoire, ya que él llevaba años sin estar en contacto con su familia. Ella ni siquiera había sabido cómo ponerse en contacto con su hermano hasta casi un mes después del accidente, cuando encontró un papel con la dirección de Philippe.

No tenía ni idea de lo que podía querer ahora ese hombre.

—Gracias por notificarnos la trágica muerte de Raymond —dijo el hombre sin ninguna emoción en su voz.

¡Ese hombre debía tener hielo en las venas!

—Ya sé que no ha hablado con su hermano desde hace cinco años, pero pensé que era lo adecuado —respondió ella.

—En su carta mencionó que mi hermano ha dejado un hijo. ¿Qué edad tiene?

—Cuatro años.

—¿Cómo se llama?

—Robaire, aunque todo el mundo lo llama Robbie.

—¿Dónde está ahora? ¿Quién lo está cuidando?

—Está viviendo conmigo, pero no solo temporalmente. Se va a quedar conmigo permanentemente.

Se preguntó a qué venía ese interés. ¿Es que ese hombre le iba a ofrecer ayuda para criar a Robbie? No le vendría mal, pero no de una persona que había considerado a su hermana como no merecedora de pertenecer a su familia. Una familia fabulosamente rica. Poseían una de las mejores bodegas de Francia, aparte de grandes fincas de viñedos. El dinero no debía significar nada para ellos, así que solo sería para acallar su conciencia culpable.

—Yo pretendo criar a Robbie, así que no tiene que preocuparse por él.

—Es usted la que no se tiene que preocupar, señorita Trent. Yo no permitiré nunca semejante cosa. El niño es un Galantoire y será criado por mí y por mi familia.

—¡No voy a permitir que se queden con mi sobrino! ¡Usted es un completo desconocido! ¡Ni siquiera sabía de la existencia de Robbie hasta que yo se lo dije!

—Desafortunadamente, eso es cierto, pero no fue solo por mi culpa. ¿Cómo podía saberlo? Raymond se limitó a desaparecer después de su matrimonio.

—¡Vaya una sorpresa! Lo único que hizo usted fue decir cosas insultantes sobre su novia y amenazaron con desheredarlo si se casaba con ella. ¿No le parece bastante?

—No tengo que justificarme ante usted —dijo Philippe fríamente—. Solo dígame cuándo puede poner a Robbie en un avión con destino a París. Yo me ocuparé de todo y le enviaré el billete. ¿Cuándo puede estar listo?

—¿Qué le parece si le digo que nunca?

—Había esperado arreglar esto amigablemente, pero si está decidida a ponerlo difícil, como quiera.

Entonces Robbie entró en la cocina y le dijo:

—¿A quién le estás gritando, tía Nicky? ¿Pasa algo malo?

Ella tapó el auricular con la mano y sonrió al niño.

—Todo va bien, querido, no estaba gritando. Supongo que no me he dado cuenta de que estaba hablando demasiado alto. Vuélvete a la cama y dentro de un momento volveré a arroparte de nuevo.

—Primero quiero beber agua.

—Ya te la llevaré yo. Ahora deja que me libre de… Quiero decir, deja que termine esta conversación.

Cuando el niño se marchó, Philippe le dijo:

—¿Era ese Robaire? ¿Qué hace el niño levantado a estas horas? ¡Allí deben ser las nueve!

—Las nueve y cuarto —dijo ella sin molestarse en aclararle que había acostado al niño hacía una hora.

—No tengo experiencia personal con niños, pero sé que los pequeños han de estar en la cama bastante antes de esta hora. Si es así como cuida de mi sobrino, estará bien que la releve de esa molestia.

—¡Ni de broma, compañero! Robbie es mi sobrino también y, al contrario que usted, yo no lo considero una molestia. ¡Así que olvídese de tenerlo en Francia porque eso no va a suceder!

Luego colgó sin esperar respuesta.

Se obligó a sonreír cuando le llevó un vaso de agua a Robbie, pero cuando volvió al salón la furia se apoderó de ella.

¡Ese tipo tenía valor! ¿Cómo podía pensar que le iba a ceder a Robbie? Después de la forma en que había tratado a su propio hermano, no se fiaba nada de él. La familia Galantoire solo quería a Robbie porque tenía su apellido. Seguían pensando que Sandra era de clase más baja que ellos.

Sandra y Raymond se habían conocido el verano en que ella se graduó. Fue en un bistro de París frecuentado por gente joven. A pesar de lo que creían los Galantoire, ella no sabía que Raymond fuera de familia adinerada.

Ella no lo supo hasta que él le pidió que se casaran y la llevó a su casa para que conociera a su madre y a su hermano. Philippe había llevado los negocios familiares desde la muerte de su padre unos años antes.

Nicole no era tan inocente como para pensar que Philippe dejara la cosa tal cual. Su orgullo de macho no le permitiría que una mujer lo hiciera retroceder. De todas formas, no había nada que él pudiera hacer. Ella tenía tanto derecho a la custodia de Robbie como él.

Después de unas pocas llamadas amenazantes más, él se daría cuenta de ello, pensaría en alguna excusa para salvar la cara y volvería a su imperio y a perseguir chicas. Por lo que Raymond decía, tenía mucho éxito en eso.

A la mañana siguiente, Philippe Galantoire era solo un mal recuerdo; la vida de Nicole era demasiado agitada como para permitirla pensar en tonterías.

Apenas podía recordar esas tardes después del trabajo, cuando se solía dar un buen baño y luego se iba a cenar a un buen restaurante con alguno de sus numerosos admiradores. No le extrañaba que entonces tuviera más dinero, ya que no se gastaba casi nada en comida o diversiones, ya que la invitaban casi siempre.

Se dijo a sí mismo que tenía que verlo por el lado bueno y que debía pensar que así ya no se tenía que gastar dinero en ropa. Eso lo pensaba al verse con la camiseta mojada y los vaqueros que había usado para bañar a Robbie. Bueno, al fin y al cabo, nadie la iba a ver así.

Fue entonces cuando sonó el timbre de la puerta.

Dejó al niño en el baño y fue a abrir la puerta.

Allí se quedó helada por la sorpresa.

Un hombre alto y de anchos hombros, vestido elegantemente y con el cabello oscuro levemente despeinado, la miraba desafiante. Tenía un rostro fuerte, mandíbula cuadrada y boca firme que parecía severa y sensual al mismo tiempo.

Se miraron por un momento antes de que él le dijera:

—Estoy buscando a la señorita Nicole Trent.

Ella reconoció inmediatamente esa voz. Philippe Galantoire parecía tan amenazante como sonaba por teléfono. Eso no la sorprendió, pero sí que fuera tan atractivo. Aunque a ella eso no le importaba.

—Yo soy Nicole Trent. ¿Cómo ha llegado tan rápidamente a California? —le preguntó al tiempo que se tiraba del borde de la camiseta, que le dejaba un poco de estómago al aire.

Philippe apenas la oyó. Estaba mirando fijamente la forma en que la camiseta se pegaba a sus senos como una segunda piel. La tela húmeda no solo le marcaba los senos, sino también los pezones. ¡Cielo Santo! Esa chica tenía el cuerpo de una diosa del amor.

—¿Qué está haciendo aquí? —le preguntó Nicole impacientemente—. Creía que se lo había dejado muy claro por teléfono. No se va a llevar a Robbie.

—¿De verdad que se creía que lo iba a dejar así?

—No, esperaba que me molestara un poco más, pero no pensé que fuera tan tonto como para venir al otro lado del mundo para nada.

—No me conoce bien, señorita Trent, yo persigo lo que quiero. Y no cedo hasta que no lo consigo.

—Mala suerte que su racha ganadora haya llegado al final —dijo ella con los ojos echando chispas.

—No cuente con ello.

Se estaban mirando fijamente cuando Robbie llamó desde el cuarto de baño.

—¿Dónde estás, tía Nicky? ¿Te has marchado y me has abandonado?

—¡No, querido, estoy aquí!

Dejó a Philippe en la entrada y corrió a por su sobrino. Robbie se estaba acostumbrando bien a la situación, pero aún se ponía ansioso a veces cuando no sabía dónde estaba ella.

Philippe la vio alejarse descalza. Era una chica muy atractiva. Con un cabello rubio claro que le enmarcaba la graciosa cara, parecía irresistible.

Respiró profundamente. ¿Qué le estaba pasando? Nicole Trent era innegablemente sexy, pero no era nuevo para él tratar con mujeres hermosas y esa era su oponente. Era imprescindible que recordara eso. Si era tan inteligente como hermosa, él no se podía permitir bajar la guardia.

Así que entró en la casa y siguió el sonido de la voz de Nicole.

—Terminó la hora del baño —estaba diciendo ella—. Te van a salir aletas como una rana si no sales del agua.

—Yo quiero ser una rana —dijo Robbie riendo cuando ella lo sacó de la bañera—. Así no tendría que darme más baños ni comer brécol o…

Miró por encima del hombro y le preguntó a Nicole:

—¿Quién es ese?

Ella miró también y se tensó.

—¿Quiere esperar en el salón? —le dijo a Philippe—. O mejor aún, llámeme más tarde. Como puede ver, este no es buen momento.

Él no le hizo caso y siguió mirando emocionado a Robbie.

—Te pareces a tu padre —dijo suavemente—. Él tenía el cabello castaño oscuro, como tú. Pero sus ojos eran castaños en vez de azules.

—Yo, mi tía Nicky y mi madre todos tenemos ojos azules. Pero mi mamá se ha ido —dijo el niño mirándolo con curiosidad—. ¿Conocías a mi mamá?

—No muy bien —respondió Philippe—. Pero conocí a tu papá. Era mi hermano. Yo soy tu tío Philippe.

Robbie miró inseguro a Nicole.

—¿Lo es de verdad?

—Supongo —respondió ella enfadada.

—Lo sabe —exclamó Philippe—. Primero trata de mantener al niño apartado de nosotros, ¡y ahora quiere negarle la existencia de la familia de Raymond!

Robbie le rodeó el cuello con los brazos a Nicole y le dijo:

—Este hombre no me gusta.

Ella le dio la bienvenida al club mentalmente, pero le sonrió.

—No te preocupes, no se quedará aquí mucho tiempo.

Luego lo tomó en brazos y se enfrentó con Philippe.

—Espero que no le importe que no lo acompañe hasta la salida, he de acostar a Robbie.

—Esperaré.

—Puede que tarde un buen rato. Le voy a leer un cuento, uno muy largo.

—Tómese su tiempo. Yo no voy a ir a ninguna parte.

Nicole tuvo mucho cuidado para que Robbie no le notara el enfado, ya que eso solo lo preocuparía más, pero le costó un gran esfuerzo no decirle a Philippe lo que pensaba de él.

Poco después, cuando hubo acostado a Robbie, Nicole se reunió con Philippe en el salón y se sintió un poco avergonzada por el desorden reinante.

—Todavía no he podido arreglar esto —le dijo.

—Sí, ya lo veo.

—¡Esto es por su culpa, por presentarse sin avisar!

Él levantó una ceja.

—¿Que yo soy el responsable del estado en que está esto?

—¡Exactamente! Probablemente usted tenga sirvientes que le arreglen la casa, pero la mayoría de la gente no los tiene. Yo he trabajado todo el día, luego he recogido a Robbie de la guardería y he hecho la cena. Normalmente lavo los platos, hago la colada y recojo sus cosas mientras él se baña, pero gracias a usted me he retrasado. Llámeme poco hospitalaria, pero no tengo tiempo para visitas no deseadas.

—Esta no es una visita social. Si no me hubiera colgado el teléfono, habríamos terminado entonces con esto.

—Por lo que a mí respecta, lo hicimos.

—Sabe que no es así. Robaire es un Galantoire. Pretendemos…

—Y también lo era su hermano Raymond —le interrumpió ella—. Pero usted lo echó de casa. ¿Qué piensa hacer con Robbie si no hace lo que usted quiere? ¿Dejarlo en un orfanato?

—¡No sea absurda! Además, está equivocada con Raymond. Fue él quien se marchó.

—Eso es lo que hubiera hecho cualquier hombre decente si alguien insulta a la mujer a la que ama. Sandra era una mujer maravillosa. No tenía ningún mal pensamiento en la cabeza.

—¿Y cómo lo podíamos saber nosotros? —dijo Philippe ablandándose por primera vez—. Se conocían de muy poco tiempo y el matrimonio es un gran paso. Le pedimos a Raymond que esperara hasta que estuvieran seguros de sus sentimientos. ¿Es eso algo tan terrible?

—Usted hizo más que aconsejarle que esperara. Le dijo que Sandra solo estaba interesada en su dinero.

—Lo que no es raro entre una chica de clase media y un joven rico.

—Salvo que Raymond no tenía ningún dinero propio y Sandra siguió con él. ¿Tiene idea de lo duro que fue para ellos? Raymond no sabía hacer nada, salvo hacer vino, ya que eso era lo único que había hecho hasta entonces en sus bodegas.

—No era un trabajo para tontos ricos, como parece que quiere decir. Raymond trabajó en las bodegas desde que era niño, aprendiendo el negocio.

—Pues la verdad es que fue un inconveniente, ya que no sabía hacer nada más. Y Sandra no pudo trabajar en nada por la dificultad para conseguir permiso de trabajo en Francia. ¡Se vieron reducidos a la miseria!

Unas profundas arrugas surcaron el rostro de Philippe.

—Raymond pudo pedirme dinero a mí. Él debía saber que yo no se lo habría negado.

—Usted no debe tener nada de orgullo. Además, ellos eran jóvenes y estaban enamorados, así que no les importó la pobreza. Sandra me dijo que, incluso, llegaron a no poder comer.

El rostro de Philippe reflejó una cierta agonía, pero se lo merecía, pensó ella.

—Por lo menos me alegro de que fueran felices —murmuró él—. Pero no tuvo que ser de esa forma.

—No, no tuvo que ser así.

Philippe se metió las manos en los bolsillos.

—Y usted cree ahora que yo soy el hermano mayor malo que le robó su herencia a Raymond, pero se equivoca. Yo estaba sinceramente preocupado por él. Lo quería. Y no quería que cometiera un error.

—Si usted lo quería, ¿por qué no trató de arreglar las cosas con él? ¿Es que su orgullo es tan importante?

—No soy el monstruo que usted cree. Cuando se me pasó el enfado, traté de ponerme en contacto con él, pero él no respondió a mis llamadas. Después de un tiempo, decidí que debíamos sentarnos y hablar como adultos. Fui a verlo, pero se habían mudado de la dirección que yo tenía y no lo pude encontrar. Lo busqué por todo París, pero nadie pudo o quiso decirme dónde estaba. ¿Cómo me iba a imaginar que había abandonado el país?

—No tuvieron más remedio después de que Robbie naciera. Las facturas se les amontonaban y la cosa iba a ir de mal en peor. Si volvían a San Francisco, por lo menos Sandra podría conseguir un trabajo decente para mantenerlos mientras Raymond se preparaba para cualquier otro trabajo.

—¿Les fueron mejor las cosas aquí?

—Sí, todo les fue muy bien. Raymond resultó ser muy bueno con la electrónica y consiguió un gran trabajo en Silicon Valley, así que se compraron una casita preciosa. Luego, una noche lluviosa, cuando volvían a casa del cine, un conductor borracho chocó contra su coche. Los dos murieron instantáneamente.

—Lo siento —murmuró Philippe.

Ella asintió y no dijo nada. La animosidad entre ellos se había evaporado. Nicole sintió el deseo inexplicable de apoyar la cabeza en los anchos hombros de él y dejar que él la abrazara.

—Los dos hemos sufrido una gran pérdida —dijo Philippe—. Y ahora hemos de ver lo que es lo mejor para su hijo.

El momento de debilidad de ella pasó inmediatamente y se preparó para la batalla.

—Si lo dice en serio, entonces estoy segura de que se dará cuenta de que Robbie estará mejor conmigo.

La expresión de Philippe se endureció.

—No estoy de acuerdo. Seguramente usted admitirá que un niño necesita un hogar estable.

—¡Hay que ver lo pomposo que puede llegar a ser usted! ¿Es que esta casa no le parece suficientemente bien solo porque hay algunas cosas tiradas por el suelo?

—Está claro que nuestra definición de unas pocas difiere algo. Pero este no es el momento de hablar de cosas sin importancia. Tenemos cosas más importantes que aclarar.

—Ya las hemos aclarado. Robbie se queda conmigo y usted se va a su casa a pisar algunas uvas para ganar más dinero, que es lo único que le importa.

—¿Qué clase de trabajo hace usted? —le preguntó él inesperadamente.

La pregunta la pilló por sorpresa.

—Yo… Bueno, trabajo para una fábrica de ropa.

—¿Qué es lo que hace allí?

—Patrones.

Nicole no quiso contarle que su ambición era ser diseñadora y que había empezado a trabajar allí para aprender todos los aspectos del negocio.

—¿Y qué importancia tiene mi forma de ganarme la vida? —le preguntó.

—Mucha. Su trabajo no le permite tener suficiente tiempo para Robaire. Supongo que estará todo el día al cuidado de desconocidos, así que solo lo puede ver brevemente por las noches. E, incluso entonces, está demasiado ocupada para prestarle toda su atención.

—¡Eso no es cierto! Lo que cuenta es la calidad del tiempo que estamos juntos, no la cantidad.

—Un razonamiento muy débil —dijo Philippe—. En mi casa en París, donde debe estar, Robaire tendrá cuidados constantes.

—De una niñera cuya mayor preocupación será su sueldo, ¿no? Yo le puedo dar algo que usted no le puede comprar con todo su dinero. Pero seguro que usted no sabe nada de algo tan poco productivo como el amor.

Philippe la miró y pensó que, si esa mujer era capaz de desarrollar semejante cantidad de pasión por un niño, ¿cómo sería en brazos de un hombre?

Agitó la cabeza para no pensar en esas cosas precisamente en semejante momento. Había mucho en juego como para dejarse llevar por su imaginación.

—Ese es un sentimiento muy noble, señorita Trent, pero Robaire necesita algo más que amor. Necesita tener un futuro garantizado, algo que ese dinero que usted desprecia, sí que le puede proporcionar.

Siguieron discutiendo cada vez con más ganas, hasta que, por fin, Philippe tuvo que sacar su mejor carta, la que le tenía que dar el triunfo. Estaba basada en una premisa incierta, pero Nicole no lo sabía.

—Había esperado que usted colaborara por el bien del niño, pero realmente no necesito su permiso para llevarme a Robaire de vuelta a París. Él nació en Francia, de padre francés. Eso hace de él ciudadano francés.

—¡Tonterías! Su madre era estadounidense, así que Robbie es tan de aquí como francés.

—No cuando su lugar de nacimiento fue Francia.

Esa fue una sorpresa muy desagradable. Nicole no sabía si lo que ese hombre le estaba diciendo era verdad, pero ciertamente tenía algo de sentido. Incluso aunque la reclamación de ella sobre el niño fuera válida, Philippe tenía dinero suficiente como para meterse en pleitos indefinidamente. Ella solo ganaba lo suficiente para sobrevivir muy justamente, así que poco dinero le quedaba para abogados. Los Galantoire podían conseguir docenas de ellos, todos muy caros y ansiosos por meterse en pleitos.

Decidió que su única posibilidad era apelar al sentido del juego limpio de él, algo no muy prometedor.

—Creo que está equivocado con respecto al estatus de Robbie, pero supongo que ninguno de los dos lo quiere ver en medio de un litigio con juicios por medio —dijo razonablemente—. ¿No se da cuenta de lo mal que se sentirá viviendo con usted? No solo no lo conoce, sino que le tiene miedo.

—Lamento de verdad haber levantado la voz en su presencia, pero le aseguro que no volverá a suceder.

¿De verdad que él pensaba que se iba a creer eso?

—Desafortunadamente, el daño ya está hecho. Robbie acaba de perder a sus dos padres y ahora usted está diciendo que se lo quiere llevar y apartarlo de la única persona con la que se siente a salvo, para hacerle vivir en un país extraño y rodeado de desconocidos. No me puedo creer que nadie sea capaz de ser tan cruel con un niño pequeño.

—En eso tiene cierta razón —dijo Philippe dudando por un momento.

Luego su expresión se aclaró y añadió:

—Muy bien. Usted puede venir con nosotros y quedarse hasta que el niño se haya acostumbrado.

Nicole lo miró llena de ira.

—¡Es usted increíble! ¿Se supone que debo dejar de trabajar e irme a vivir al otro lado del mundo solo porque usted quiere?

—No por mí, sino por Robaire. Si el niño le importa tanto como dice, no debería pensárselo dos veces. Y, con respecto a lo de dejar su trabajo, eso no parece una gran pérdida. Estoy seguro de que podrá conseguir otro igual o mejor a su vuelta.

Nicole casi se quedó sin habla por la ira.

—¡Es usted el hombre más irritante e imposible que he conocido en mi vida!

La sonrisa de él le transformó todo el rostro. Philippe Galantoire se transformó delante de sus ojos en un hombre diabólicamente atractivo y con un picante sentido del humor.

—Esa es la primera impresión que doy a menudo, pero mejorará.

—No se apuesta el castillo —murmuró ella.

—Haré las reservas para los billetes —dijo como si ella ya hubiera accedido—. Doy por hecho que usted ya tiene el pasaporte, ¿no?

Nicole vio un destello de esperanza.

—Yo sí, pero Robbie no. No podría ir con usted aún cuando yo se lo permitiera.

—Yo me ocuparé de eso. El Cónsul francés puede arreglarlo todo. Esté lista para marchar mañana por la tarde.

—No puedo tan pronto —protestó ella.

—Tonterías. Llame a su jefe, meta algunas cosas en una maleta y cierre la puerta. Si se olvida de algo, se lo podrá comprar en París y enviarme a mí la cuenta.

—¿Cree usted que el dinero lo resuelve todo?

—Nunca ha sido un estorbo. Mañana hay un vuelo a París a las cinco de la tarde. Reservaré tres asientos.

—¿Por qué nos tenemos que marchar tan pronto?

—Porque yo tengo que volver al trabajo.

—Perdóneme por no haber pensado en eso —dijo ella irónicamente—. Ciertamente no quisiera que gastara su tiempo en asuntos personales tan sin importancia.

Él la miró impasiblemente.

—Vendré a buscarla a las cuatro y media. Esté lista.

Luego, sin esperar respuesta, salió por la puerta.

Casada con un extraño

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