Читать книгу Casada con un extraño - Tracy Sinclair - Страница 6

Capítulo 2

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NICOLE consiguió estar lista a la tarde siguiente, aunque no durmió casi esa noche. Cuando llegó Philippe, le sorprendió ver que él parecía bien descansado y tan perfectamente vestido como la noche anterior.

Tuvo que admitir que estaba bien eso de tener a un hombre que le organizara el viaje. Irían en primera clase, por supuesto. Robbie se sintió un poco intimidado por la cantidad de gente que había en el aeropuerto, se agarró a la mano de Nicole e ignoró a Philippe, pero una vez dentro del avión, sus aprensiones se desvanecieron y sintió curiosidad por todo, sobre todo por los auriculares que había en el brazo de su asiento.

Mientras trataba de quitarle la chaqueta al niño, una muy atractiva auxiliar de vuelo se acercó y le preguntó:

—¿Querrá que les traiga algo de beber al niño y a usted después de despegar, señora Galantoire?

Estaba claro que había pensado que Nicole era la esposa de Philippe, ya que habían embarcado juntos con un niño.

—Ella no es la señora Galantoire, es mi tía Nicky. Y él dice que es mi tío —dijo Robbie—. Pero yo y tía Nicky no…

Nicole lo interrumpió.

—Siéntate junto a la ventanilla para que puedas ver los aviones —le dijo.

El rostro de Philippe no reveló nada, pero cuando se alejó la auxiliar, le dijo a Nicole:

—Solo se lo está poniendo más difícil a Robaire cuando muestra su disgusto hacia mí. Creía que habíamos llegado a un acuerdo.

—¡Como si hubiera podido elegir!

—Dado que se da cuenta de que no lo ha podido hacer, ¿por qué no disfruta de la situación? Si insiste en luchar contra mí, Robaire será el que más sufra.

A Nicole le fastidiaba tener que rendirse ante él tantas veces, pero lo que había dicho era cierto, desafortunadamente. Iba a tener que convencer a Robbie de que Philippe le caía bien o, por lo menos, iba a tener que ocultar mejor sus sentimientos.

Después de que el avión despegara, Nicole se pudo relajar por primera vez. Por fin, no tenía nada que hacer, salvo mantener entretenidoal niño, lo que no iba a ser fácil en un viaje tan largo. Así que echó atrás la cabeza y suspiró.

—Parece cansada —dijo Philippe.

—Supongo que sí. La mayoría de la gente dispone de semanas para preparar un viaje a Europa y yo he tenido menos de veinticuatro horas. Eso no me ha dejado mucho tiempo para dormir.

—¿Por qué no se cambia de sitio conmigo y se echa una siesta?

Él estaba sentado al otro lado del pasillo, sin nadie en el asiento de al lado.

Antes de que Nicole pudiera responder, Robbie dijo:

—¡No! Quiero que ella esté a mi lado.

—Tienes muchas cosas con que jugar —dijo ella—. Yo estaré aquí mismo.

El niño pareció conformarse entonces y se cambiaron de sitio. Ella reclinó un poco el asiento y cerró los ojos.

—El asiento se inclina más —dijo Philippe.

Entonces Nicole abrió los ojos de nuevo y lo vio encima de ella.

—Ya lo sé, pero no me voy a dormir. Solo voy a descansar un poco.

—Pero se puede poner cómoda mientras lo hace.

Philippe reclinó más el asiento hasta que estuvo casi plano y luego sacó una manta y una almohada del compartimiento de arriba y la acomodó bien. Después la arropó con sorprendente gentileza. Sobre todo con lo aparentemente enfadado que estaba con ella, pensó Nicole.

—Esto es casi tan bueno como estar en la cama —dijo relajándose.

El rostro de él no mostró ninguna expresión, pero ese comentario le produjo una imagen mental muy erótica. Se la pudo imaginar perfectamente en la cama, junto a él, relajada y adorable, después de haber hecho el amor.

Se enderezó repentinamente.

—Descanse un poco —le dijo.

Eso era lo que Nicole había planeado, unos minutos de descanso, pero se quedó dormida casi en el momento en que cerró los ojos.

Como Philippe no tenía ninguna experiencia con los niños y Robbie no era precisamente amable con él, pasaron por un momento incómodo hasta que Gloria, la auxiliar de vuelo, llegó al rescate.

Le dio al niño una bolsa con bloques de construcción de plástico de los que siempre hay en los aviones para casos así.

El humor del pequeño cambió instantáneamente y se puso a jugar.

—Es usted mi salvavidas —le dijo Philippe.

Gloria sonrió.

—Solo hago mi trabajo.

Luego se marchó a atender a los demás pasajeros, pero se pasó de vez en cuando para charlar con Philippe y, poco después le preguntó:

—¿Quiere beber algo?

—Un café, por favor. Iré con usted —dijo y la siguió por el pasillo.

Al cabo de unas cuantas preguntas, la chica averiguó su relación con Nicole y Robbie y le dijo:

—Lo que necesita usted es una esposa.

—¿Es que no tengo ya suficientes problemas? —respondió él divertido.

—Lo que pasa entonces es que aún no ha conocido a la mujer adecuada —dijo Gloria mirándolo provocativamente.

Nicole se despertó poco después y vio indignada que Robbie estaba jugando solo mientras que Philippe y la auxiliar estaban charlando tranquilamente lejos de allí. Estaba claro que la bonita auxiliar de vuelo estaba embobada con él. Pensó que Philippe podía ser muy encantador cuando quería. Incluso había tratado de usar ese encanto con ella para hacerla cambiar de opinión acerca de Robbie.

Philippe volvió tan pronto como vio que ella se había despertado.

—¿Se siente mejor? —le preguntó sonriente.

—No, dado que he visto que Robbie ha estado aquí sentado solo todo el rato.

—No estaba solo. Solo lo he dejado unos minutos para tomarme un café. Gloria y yo lo hemos mantenido divertido.

—Ella me cae bien —dijo Robbie.

Philippe le dijo entonces a Nicole:

—¿Puedo hablar un momento a solas con usted?

Nicole se levantó de mala gana y lo siguió por el pasillo.

Cuando estuvieron lejos de Robbie, él le dijo:

—No me importa lo que usted piense de mí, pero no quiero que se lo deje tan claro a Robbie. ¡No me extraña que él me tome por un ogro!

—No me culpe a mí de eso. Los niños juzgan muy bien los caracteres.

—Entonces va a tener que irse acostumbrando a ese hecho.

—No necesariamente. Usted solo ha ganado el primer asalto, no el partido. No está grabado en piedra que Robbie vaya a vivir permanentemente con usted.

—Ni se le ocurra retarme —dijo él suavemente—. Yo siempre consigo lo que quiero, sin que me importen los medios.

Se miraron fijamente a los ojos y Nicole contuvo un estremecimiento. Ese hombre podía aplastar cualquier cosa que se cruzara en su camino sin el menor remordimiento. ¿Podría ella encontrar una manera de salir de aquello para Robbie y para sí misma?

Entre ellos el ambiente fue muy tenso el resto del viaje, pero cuando llegaron a París, a Nicole le resultó difícil continuar de mal humor.

A pesar de que era medianoche, el aeropuerto estaba abarrotado de gente de todos los rincones del mundo, cosa que, para una provinciana como ella, era muy exótico y excitante.

Como hasta entonces, Philippe se ocupó de todas las formalidades, pero esta vez ella no lo agradeció tanto como al salir. Después de su discusión en el avión, estaba ansiosa por pelear, y esta vez, ganar.

Tan pronto como salieron de la aduana, ella le pidió su pasaporte, que él se había guardado con los otros dos. Pero estaban en la zona de recepción de equipajes y él estaba buscando a la vez las maletas y al conductor del coche.

—Se lo daré en el coche —le dijo.

—¿Cuánto se puede tardar en darme un pasaporte? —insistió ella.

—En este momento estoy un poco ocupado y no lo necesita ahora mismo. Ya hemos pasado la aduana.

—Lo quiero —dijo ella tercamente.

Philippe maldijo en francés, se metió la mano en el bolsillo y se sacó el pasaporte en cuestión.

—¡Tenga! ¿Está contenta ya?

Era una pequeña victoria, pero la llenó de satisfacción.

—Más que antes.

Cuando llegó el conductor, llamado Max, fue a por los equipajes y Philippe los condujo a una limusina negra que estaba aparcada fuera de la terminal. Poco después, Max volvió y salieron de allí.

Mientras atravesaban la ciudad, Nicole se sintió muy excitada, se olvidó de sus problemas con Philippe mientras miraba por la ventanilla sin perderse detalle. Al pasar cerca del Arco del Triunfo, se inclinó sobre Philippe para verlo mejor.

A Philippe también le desapareció el enfado. Era imposible seguir enfadado cuando el cuerpo de ella se apretaba contra el suyo.

—Debería haberla dejado sentarse junto a la ventanilla —dijo él.

—Así puedo ver bien.

Nicole le puso una mano en el hombro y se pegó más a él para ver el Arco del Triunfo por el cristal trasero. No se dio cuenta de lo juntos que estaban sus cuerpos, pero él sí e, inconscientemente, le rodeó la cintura con un brazo.

Ella lo miró sorprendida y se apartó.

—Lo siento —balbuceó—. Supongo que me he dejado llevar.

—París le hará eso.

—Sí, bueno, ciertamente es una hermosa ciudad.

Cuando llegaron a la imponente mansión de los Galantoire, salieron del coche y el conductor se hizo cargo de los equipajes. Robbie tenía sueño y Philippe les enseñó sus habitaciones.

La del niño era enorme. Todo en ella lo era, la cama, los armarios y demás, incluyendo unos ventanales que daban a una balconada. Era tan distinta de la que había tenido en San Francisco que Nicole temió que se asustara, pero el pequeño tenía demasiado sueño como para percatarse de lo que le rodeaba.

—Su habitación es la siguiente —le dijo Philippe—. He pensado que querría estar cerca de Robaire.

Era tan espaciosa como la del niño, pero decorada más femeninamente.

—El baño está en esa puerta y el vestidor da a él. Espero que esté cómoda aquí.

—Seguro que sí —dijo ella.

—Si yo no estoy cuando se despierten, los sirvientes les servirán el desayuno. Paul es el mayordomo y su esposa Heloise es la cocinera.

Cuando él se marchó, Nicole se puso un camisón y se acostó enseguida, durmiéndose casi inmediatamente.

Se despertó de golpe cuando oyó un fuerte llanto. ¡Algo le pasaba a Robbie! Saltó de la cama y salió al pasillo. Estaba muy oscuro y, cuando entró en el cuarto del niño, solo unos rayos de luz de luna entraban por las cortinas.

—¡Estoy aquí, Robbie! —le dijo cuando llegó a la cama y lo abrazó—. ¿Qué te pasa, querido?

—¡Hay un monstruo allí! —gimió el niño señalando al armario—. Está ahí dentro.

—¿En el armario? —le preguntó ella y encendió la lámpara de la mesilla de noche—. Solo es un mueble. He metido allí tu ropa.

—No, es su cueva. ¡Me va a comer!

Entonces apareció Philippe en la puerta con cara de sueño. Iba despeinado y solo llevaba encima los pantalones del pijama.

—¿Qué pasa? —preguntó.

Después de que Nicole se lo explicara, se acercó al armario y lo abrió de par en par.

—¿Ves? —dijo—. No hay nada dentro. Solo has tenido un mal sueño.

Robbie miró a Nicole y no la soltó.

—No me importa. No quiero estar aquí solo. Quiero que duermas conmigo.

Philippe habló primero.

—Ya te he mostrado que no hay nada que temer. Tu tía estará en la habitación de al lado.

—¡La quiero aquí! —dijo Robbie empezando a llorar de nuevo.

Nicole miró indignada a Philippe, pero le dijo suavemente al niño:

—No llores, me quedaré contigo. Túmbate y vuelve a dormirte. Yo voy a hablar un momento con tu tío. Estaré ahí fuera.

Tan pronto como estuvieron los dos fuera, Nicole le dijo furiosa a Philippe:

—¿Cómo puede ser tan despiadado? ¿Es que no ha visto lo asustado que estaba el pobre niño?

—He tratado de hacerle ver que estaba completamente a salvo.

—¿Cómo? ¿Haciéndolo dormir solo ahí?

—Tiene que acostumbrarse a ello. No puede dejar que un niño de cuatro años dicte las reglas.

—No lo voy a dejar solo y aterrorizado en esa habitación.

—Eso no es problema. Mañana lo instalaremos en otra.

—Seguro que en una tan grande y espantosa como esa.

—Lamento que a usted no le guste mi casa, pero Robaire se acostumbrará con el tiempo.

—Lo dudo mucho. ¿Es que no va a admitir que desarraigar a un niño y arrastrarlo aquí ha sido un gran error?

—¿Ha decidido usted eso en tan poco tiempo?

—Lo he sabido desde el principio, pero no he podido convencerlo a usted.

—Y sigue sin hacerlo. Mi sobrino está aquí para quedarse —dijo Philippe.

—¿Aun si es infeliz?

—Eso es cosa suya. Si sigue insistiendo en hacer de mí el malo de la película, Robaire y yo nunca crearemos un vínculo. ¿Es ese su plan?

—Usted puede hacer cualquier cosa para salirse con la suya, pero yo nunca caería tan bajo.

—Eso hace que esto sea una pelea muy desigual, ¿no?

Nicole decidió que no podía dejarle ver lo impotente que la hacía sentirse, así que le dijo desafiante:

—Yo tengo algunas armas secretas propias.

—Ya me he dado cuenta —respondió él recorriéndola con la mirada—. Tal vez haya hablado demasiado a la ligera.

Las palabras de Philippe fueron un mecanismo de defensa para disimular la oleada de deseo que lo invadió al verla tan escasamente vestida.

Nicole cruzó los brazos por delante de los senos como para protegerlos de su mirada y se ruborizó. Por primera vez fue consciente de la semidesnudez de él. Su piel bronceada hacía que destacaran los músculos del torso, en el que no sobraba ni un gramo de grasa.

Se obligó a mirarlo a la cara y le dijo:

—Se engaña si cree que voy a usar el sexo para tratar de influenciarlo. Hay algunas cosas que me resultan demasiado desagradables.

—¿Cree que hacer el amor conmigo lo sería? —le preguntó él irónicamente.

—No es lo primero en mi lista de cosas que he de hacer.

—Pues para mí sería un placer revisar esa lista —murmuró él mirándola a los labios.

—Perdería el tiempo.

Pero lo cierto era que la boca se le secó al pensar en la cantidad de cosas que podía hacer ese hombre para agradarla. Incluso pensó que la podía hacer retorcerse de deseo entre sus brazos.

A Philippe le brillaron los ojos al ver su rostro soñador. Extendió una mano para acariciarle la mejilla, pero la dejó caer inmediatamente.

—Esta discusión no lleva a ninguna parte. Estamos en mitad de la noche y ambos necesitamos dormir algo. Váyase a la cama —le ordenó.

Nicole se sintió como si le hubieran echado por encima un jarro de agua fría. Philippe cambiaba de actitud con la facilidad de un camaleón. En un momento la estaba mirando lleno de deseo y al siguiente se ponía a darle órdenes como un sargento de artillería. No era que ella quisiera que se pusiera en plan amoroso, ¡pero tampoco le iba a permitir que le ordenara nada!

—Me iré a la cama cuando y donde yo quiera —dijo.

—Muy bien, como quiera.

Luego se volvió y se dirigió a su propia habitación.

Nicole entró en la de Robbie llena de emociones contradictorias. Era imposible tener una discusión razonable con ese hombre. Si no estaba lleno de ira, trataba de seducirla. ¿De verdad que él pensaba que le iba a funcionar una táctica tan evidente?

Admitía que era un hombre extremadamente atractivo, sobre todo semidesnudo. Incluso ella, a la que ese hombre no le gustaba nada, había respondido a su magnetismo.

¡Eso era lo que encontraba más exasperante! ¿Cómo podía ella olvidar ni por un momento que era su enemigo? Era crucial para ella recordar eso. Él no dudaría en utilizar cualquier ventaja que tuviera en su contra, y ya tenía bastantes.

Se acercó a la cama y miró al niño que dormía en ella. El futuro de Robbie dependía de ella y no le podía fallar.

Philippe estaba pasando por su propia crisis emocional. ¿Cómo había podido permitir que esa mujer lo pillara desprevenido? El poderoso torrente de deseo que lo había inundado lo había pillado completamente por sorpresa.

Se dijo a sí mismo que había sido solo cosa de la situación. ¿Qué hombre normal no se habría visto afectado por la tentadora visión de semejante cuerpo? Por un momento de locura había querido quitarle el camisón para admirar la desnuda perfección de su cuerpo.

¡Qué error habría sido! Por suerte, había recuperado el sentido a tiempo. No podía permitirse dejarse influenciar por una mujer bella, pero peligrosa, que estaba decidida a apartar a Robaire de él.

Mientras paseaba por la habitación, recordó esa tarde de hacía cinco años que lo había conducido a esa situación. ¿Cómo había subido tanto la discusión con Raymond? Los dos tenían un carácter fuerte, pero él era el mayor y debería haber hecho que su hermano se diera cuenta de que él no tenía nada contra Sandra. Lo único que les estaba pidiendo era que se dieran tiempo para conocerse mejor el uno al otro antes de dar un paso tan grande.

Por todo lo que estaba averiguando ahora, Sandra era una chica maravillosa. Podían haber tenido una buena vida juntos si Raymond no se hubiera alejado de su familia. Dios sabía que había tratado de localizarlo, pensó desesperado.

Bueno, eso era el pasado. Le había fallado a su hermano y no pretendía cometer el mismo error con el hijo de Raymond. Robaire iba a tener la vida que se merecía, le gustara a Nicole o no.

Casada con un extraño

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