Читать книгу El Cabanyal - Trinidad Simó Terol - Страница 7
ОглавлениеINTRODUCCIÓN
Motivaciones
Por los años 70 redacté mi tesis doctoral sobre la arquitectura de Valencia, que abarcaba desde las últimas décadas del XIX hasta las primeras del XX. En el capítulo que trataba del modernismo había una parte dedicada al Cabanyal que denominé «el modernismo valenciano popular».
Recuerdo –y hace ya 40 años– a Francesc Jarque y a mí recorriendo las calles, dejándonos llevar por el propio placer, él tomando fotografías y yo apuntes. Ambos estábamos entusiasmados, y él me insistía en la idea de que lo popular ha sido siempre en gran parte ignorado.
Preguntamos a unas personas que estaban sentadas en la calle junto a la puerta de sus casas tomando el aire fresco que venía del mar –era mitad tarde–, cómo se habían hecho esas casas, por qué. Nos contestaron que fue en una época en la que se construyeron tres grandes obras en Valencia, la Estación de Norte (1906-1917), el Mercado Central (1910) y el Mercado de Colón (1915), las cuales marcaron un punto de inflexión, de avance tecnológico y de modernidad estética en la ciudad. Varios de los obreros que trabajaron en alguna de ellas eran del Cabanyal, y eso influenció fuertemente su gusto. Ellos hicieron una recreación (como lo son todas las creaciones, por otra parte) viva, diversa, colorista y alegre. De manera que allí estaba su ciudad, o una parte de ella, representada de una forma que imprimía a su barrio –el Cabanyal– ese nuevo gusto. Lo trabajaron en técnicas diversas: azulejos de diferentes tamaños, formas y colores colocados de manera distinta: damero, diagonal, trencadís, mosaico etc.
CALLE ESCALANTE, 262
Todas las tonalidades tienen cabida en el Cabanyal, pero sobre todo el azul y el verde, los colores del mar. El clasicismo y cierto toque árabe se mezclan.
La memoria estaba ahí, y perduraría mientras las casas se mantuvieran en pie. Un verdadero arte popular, hecho para el pueblo y por el pueblo, personalizado, pues eran sus propias casas las que estaban construyendo o meramente revistiendo las fachadas, con sus características de ingenuidad, espontaneidad y metáforas sencillas y directas.
En 2011, de la mano del mismo fotógrafo, ahora viejo amigo, recorrimos de nuevo el Cabanyal. Jarque me dijo ¿por qué no vamos y lo vemos detenidamente de nuevo? ¿No deberíamos dejar constancia de todo esto ahora que la alcaldesa ha dicho que no está dispuesta a rehabilitar sino a derribar? Entendí que tenía razón. Fuimos. Nos pusimos a trabajar.
Indudablemente constatamos cambios. Cuarenta años son muchos, pero quizá ese paso del tiempo puede darnos una perspectiva en cierto sentido interesante. En líneas generales el barrio está peor, mucho más deteriorado en algunos puntos, con algún solar fruto de derribos. No, no está como antes.
Pero su pulso sigue vivo, su especialísima trama urbana es la misma, existen todavía en pie muchos de los edificios que le dan carácter, y la calle, aunque con muchos más coches, continua siendo el lugar de vecindad, donde se habla, se intercambian opiniones, se mira y se toma tranquilamente el fresco. Sin embargo, hay un elemento que se ha introducido, el televisor, y eso sí, como en todos los hogares del mundo, debilita la vecindad.
El largo rectángulo
Lo que vamos a nombrar desde ahora para simplificar, el Cabanyal, es una larga cuadrícula con calles paralelas al mar cortadas por otras de menor longitud, las travesías, que van a morir a la playa. Las manzanas son rectangulares, divididas en pequeños solares donde se asientan las casas de los pescadores. Éstas a menudo dan a dos calles. Las travesías, un poco más anchas, van desde el oeste al este y siguen el curso de las viejas acequias.
En realidad son tres barrios los que conforman el conjunto: de sur a norte, el Canyamelar (llamado así porque antes se cultivaba caña de azúcar o cáñamo), el Cabanyal (cuyo nombre viene de las cabañas) y el Cap de França (ya que a los pescadores les parecía lo más lejano, cerca ya de Francia). En cuanto a las vías perpendiculares al mar, en un principio accidentes naturales, estaban, también, de sur a norte, El Riuet, ahora calle Mariano Cuber, la sèquia d’en Gasch o del Gas, que da paso al Canyamelar, ahora avenida del Mediterráneo, la sèquia de Pixavaques o de Los Ángeles, ahora calle Pintor Ferrandis, donde se asienta el Cabanyal, y la sèquia de la Cadena, ahora calle Remonta, que inicia el Cap de França.
CARTOGRAFÍA
Los comienzos de los asentamientos, aunque quizás taambién podamos remontarlos a mucho antes. Cartografía militar de 1808.
Fuente: Herrero et al., «Cartografía histórica de la ciudad de Valencia. 1704-1910». p. 42.
CARTOGRAFÍA. AÑO 1877
El largo rectángulo. Aquí se ve claramente el Cabanyal: hileras de casas frente al mar... pero encerradas entre dos líneas de ferrocarril en esta época.
Fuente: Herrero et al., «Cartografía histórica de la ciudad de Valencia. 1704-1910». p. 100.
El Cabanyal tiene dos playas, las Arenas y las Termas Victoria, que coinciden con los dos
antiguos balnearios y, más al norte, en una gran superficie, ahora muy conocida y popular, la Malvarrosa.
Nuestro patrimonio
Creo que a estas alturas, toda la gente de buena voluntad, que se siente nacida y arraigada en el País Valenciano, y sobre todo los que son de Valencia capital, saben que el Cabanyal (el Canyamelar, el Cabanyal y Cap de França, que como habíamos dicho ya desde ahora llamaremos el Cabanyal, aunque los que viven allí continúan, cuando hablan entre ellos, puntualizando cada una de sus partes) forma parte de nuestro patrimonio, el cual debemos proteger y ayudar. Y, si se me apura, diré, como Juan Cruz, que por sus características irrepetibles es «patrimonio de Valencia, de España y de la civilización popular y mediterránea que simboliza».
Aclaraciones terminológicas
Según callejeros y datos antiguos, la actual calle José Benlliure, primero se llamó calle Mayor y después calle San Telmo; la calle de la Reina se denominó calle de la Libertad; la del Progreso, calle Nueva. La calle transversal, llamada ahora avenida de Mediterráneo, era la sèquia d’en Gasch o de Gas; la calle Escalante, Amparo Guillem; la calle Pintor Ferrandis era la sèquia Pixavaques, más tarde la de los Ángeles; y la actual travesía de la Remonta, sèquia de la Cadena.
Dudo que estos sean los únicos nombres alterados de las calles a lo largo del tiempo, pero sí son todos los que he podido comprobar hasta este momento.