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«La historia humana se caracteriza fundamentalmente por la ruptura del pacto. Somos una raza definida por la disfunción relacional y la desintegración, una raza de víctimas y verdugos, una raza de no-amantes». Capítulo Siete IDENTIDAD DEL PACTO

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Antes de cruzar el puente que nos lleva del Antiguo Testamento al Nuevo —de las sombras de las figuras mesiánicas hasta el mismo Mesías-hagamos una pausa para asegurarnos una clara comprensión de lo que

la Biblia quiere decir con la noción de “alianza”, porque este es el motor teológico que impulsa la historia bíblica hacia adelante, como ya hemos observado.

Por su valor puramente conceptual, “pacto” es una de las palabras más significativas de la Escritura. Es la idea que más plenamente define quién es Dios y cómo Dios actúa. Dios es el Dios del pacto, que actúa a través de su pacto, y que interviene siempre y unicamente dentro del flujo relacional dinámico de pacto.

Entonces, ¿qué significa esta palabra altamente cargada de sentido?

Hablando a través del profeta Oseas, Dios revela las intenciones de su corazón en favor de Israel y de toda la humanidad en términos de pacto:

Porque misericordia quiero y no sacrificios; conocimiento de Dios más que holocaustos. Pero ellos, como Adán, violaron el pacto; allí han pecado contra mí (Oseas 6: 6-7, ESV).

En primer lugar, observa que el “pacto” implica “amor inquebrantable”. Observa también que la caída de Adán y, por extensión, el estado caído de la humanidad como un todo, se define con las palabras “ellos… violaron el pacto”. Está claro, entonces, que el “pacto” abarca todo el relato bíblico, remontándose al propósito original de Dios para la humanidad, y alcanzando el último “deseo” de Dios para el mundo.

Hablando a través del profeta Isaías, Dios expresó la esencia de su pacto en estos términos:

«… Porque los montes se moverán

y los collados temblarán,

pero no se apartará de ti mi misericordia,

ni el pacto de mi paz se romperá»,

dice el Señor, quien tiene misericordia de ti (Isaías 54: 10).

Escucha y ven a mí;

escucha, para que puedas vivir.

Haré un pacto eterno contigo,

mi fiel amor prometido a David (Isaías 54: 10).

¡Qué hermoso y rico significado relacional!

Aquí, de nuevo, vemos que la alianza con Dios tiene una dinámica relacional que conlleva:

 amor inquebrantable,

 amor incondicional

 y amor fiel.

O dicho de otro modo: el pacto implica vivir con una integridad relacional inquebrantable. Decir que Dios es un Dios de pacto, es decir que Dios es fiel en todas sus relaciones, a todos, por encima de sí mismo y por fidelidad a sí mismo, y a cualquier costo, hasta a costa de sí mismo. El pacto es, por lo tanto, una noción bíblica que comunica la identidad esencial de Dios, la esencia de su carácter. A la pregunta, ¿quién es Dios?, la Biblia responde, ¡Dios es fiel a su pacto!

Pero el pacto no solo revela quién es Dios, sino que también revela lo que realmente significa ser humano. En el texto de Oseas 6, el Dios del pacto solo desea una cosa de los seres humanos: su amor verdadero, es decir, su fidelidad al pacto. Por contraste lógico, romper el pacto equivale a lo que pasa cuando los seres humanos dejan de estar en sintonía con su verdadera identidad. Observa cómo Isaías formula la idea:

Y la tierra fue profanada por sus moradores,

porque traspasaron las leyes,

falsearon el derecho y

quebrantaron el pacto eterno.

Por esta causa la maldición consumió la tierra

y sus moradores fueron asolados (Isaías 24: 5-6).

La historia humana se caracteriza fundamentalmente por la ruptura del pacto. Somos una raza definida por la disfunción relacional y la desintegración, una raza de víctimas y verdugos, una raza de no-amantes.

El pacto es una noción relacional. Vivir dentro del pacto es vivir para todos los demás con amor fiel. La ruptura del pacto ocurre cuando los individuos viven para sí mismos en detrimento de los demás. Según Isaías, la ruptura de nuestro pacto ha impactado de manera nociva a la Tierra misma. El propio ecosistema ha sido “profanado” y “deteriorado” por nuestra violación del sistema de pactos que nos comprometía con la tierra. En resumen, todo el mal del mundo se debe a la ruptura de la alianza, es decir, todo lo malo del mundo se debe a relaciones rotas, al amor violado. Todo lo que Dios desea para el mundo es que nuestra fidelidad al pacto sea restaurada y que ese sea nuestro modo fundamental de existir. Dios solo desea que cada uno cuide del bienestar de todos los demás.

El pacto es, en pocas palabras, amor omnidireccional: amor entre Dios y los seres humanos, amor entre los seres humanos y el amor entre los seres humanos y la creación, que está a su cargo.

Pero obviamente, eso no es lo que está pasando en el mundo.

Por eso Dios se hizo hombre, para vivir los términos relacionales del pacto para nosotros, por nosotros, en nosotros, y como nosotros.

Por medio de Isaías, Dios le dijo al Mesías por venir: «yo, el Señor, te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré, y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones» (Isaías 42: 6). Después vino Daniel y predijo que el Mesías que vendría “confirmaría el pacto” y sería llamado “el Príncipe del pacto” (Daniel 9: 27; 11: 22). Finalmente, Malaquías cerró el Antiguo Testamento llamando al Mesías venidero el mensajero del pacto (Malaquías 3: 1).

El Mesías es:

 La personificación del pacto de Dios con su pueblo.

 El amor inamovible de Dios extendiéndose en todas las direcciones en relaciones de integridad perfecta.

 La fidelidad “confirmada” del pacto divino para con la raza humana.

En resumen, la Biblia narra la historia de Dios viviendo a través del pacto su amor por nosotros con el objetivo de restaurar el amor del pacto en nosotros. El plan de la salvación es el proceso histórico a través del cual Dios sigue amándonos a pesar de todo, reproduciendo la imagen de Dios en la humanidad por medio de su propio sacrificio (Juan 12: 23-32). Jesús vislumbró lo que ocurriría finalmente a la humanidad redimida precisamente en estos términos. Oró «para que el amor con que me has amado [el Padre], esté en ellos, y yo en ellos» (Juan 17: 26). El deseo de Dios es que los seres humanos entrasen de nuevo en el amor que fluye libremente entre el Padre y su Hijo fiel a su pacto, Jesús Cristo.

Hay un propósito central que impregna toda la narrativa bíblica, y es este:

Dios está procurando completar el ciclo relacional de la fidelidad del pacto entre él y la raza humana, para restaurar la integridad relacional dentro de la humanidad, de modo que el amor que fluye de Él hacia nosotros pueda fluir finalmente también hacia Él desde nosotros y en torno nuestro hacia nuestros semejantes. Jesús es el Hijo de Dios a través de quien este proyecto fue creado y procreado, actualizado y transmitido, logrado y difundido, producido y reproducido.

Si entendemos bien esta idea, comprenderemos la lógica interna básica de toda la Biblia. Cada promesa y cada profecía, cada historia y cada himno, cada poema y cada parábola de este libro están al servicio de este gran argumento narrativo.

Con esto en mente, ahora estamos listos para entrar en el Nuevo Testamento. Vamos a empezar con una panorámica general, recorriendo de un breve vistazo todo el conjunto, y luego vamos a volver para ver en detalle otras consideraciones.

El hijo de Dios

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