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Capítulo dos Leer la Escritura en sus propios términos

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Tengo la impresión de que nuestro empeño en luchar para dar sentido a la noción de filiación aplicada a Cristo se debe a una lectura selectiva y estrecha de las Escrituras que ignora la historia general del libro. No es que nadie tenga la intención de leer la Biblia selectivamente o con un enfoque estrecho. A la mayoría de los cristianos se les ha enseñado a abordar la Biblia como si fuera un libro de texto sobre doctrinas, suponiendo que funciona como una enciclopedia, usándola para construir una serie de declaraciones teológicas. Así que, en realidad no leemos la Biblia integralmente, sino que tendemos a peinar sus páginas en busca de versículos, declaraciones, incluso frases parciales y palabras aisladas, y luego reunimos esa masa inconexa de “versículos” en categorías temáticas a partir de las cuales componemos “creencias”.

Los propios escritores de la Biblia parecen no saber nada de esta manera temática de concebir la verdad. Es aparentemente ajena a la antigua forma hebrea de entender la realidad. Ellos, al contrario, ven y transmiten la verdad en forma de poemas y cantos, símbolos e historias, sobre todo relatos, ya que incluso los poemas, los cánticos y los símbolos se utilizan para contar los relatos.

Cuando la Biblia se estudia a partir de “textos-prueba” pero sin tener en cuenta su contexto, es posible servirse de muchos de sus versículos para formular casi cualquier doctrina que alguien pretenda creer. El estudio de la Biblia con este enfoque es un ejercicio bastante subjetivo, en el que uno busca versículos para apoyar premisas que se quieren defender con la Biblia, y no es sorprendente que se encuentre apoyo para lo que se está buscando.

Al utilizar el enfoque de textos-prueba en la Escritura, podemos fácilmente, y con la mejor de las intenciones, tomar la palabra “hijo”, cuando se la utiliza en referencia a Jesús, y luego apelar a la razón, al margen del relato bíblico, para deducir que él debió haber salido de Dios en algún momento, hace mucho, mucho tiempo. El “Hijo de Dios” no puede ser Dios eterno en el mismo sentido en que el “Padre” es Dios, argumentamos, o de lo contrario no sería llamado “el Hijo”.

Entonces, para explicar los otros “versículos” que presentan a Jesús como Dios, nos vemos obligados a aventurar explicaciones filosóficas y abstractas que la Escritura no ofrece. Decimos cosas del estilo de: “Sí, Jesús siempre existió en el Padre antes de que fuera engendrado por el Padre; por lo que no fue creado por el Padre, sino que emergió del Padre”. Y pensamos que hemos dicho algo significativo y profundo, aunque en realidad no tenemos ni idea de lo que hemos dicho, y sabemos que la Biblia, por supuesto, no dice tal cosa. Pero, cuando utilizamos el método de textos-prueba, que no tiene en cuenta el contexto, no tenemos más remedio que llenar los vacíos con especulaciones que no son inherentes al texto. En otras palabras: tenemos que inventar cosas.

Por supuesto, no podemos culpar a nadie por tratar de dar sentido a un pasaje difícil. Cuando se trabaja con la metodología de textos-prueba, concentrándonos en unos pocos árboles y dejando de ver todo el bosque, es un gran desafío entender que “Dios” pueda a la vez ser “engendrado” como “Hijo de Dios”. Así que, o dejamos de lado los versículos que no encajan, o los interpretamos de modo abusivo. Quienes defienden la posición contraria generalmente responden ensartando su propia lista de versículos y ofreciendo sus propias interpretaciones forzadas. Así que, terminamos atrapados en un callejón sin salida, oponiendo mis textos probatorios escogidos contra los tuyos y los tuyos contra los míos.

Pero hay una solución, y veremos muy claramente que es la solución una vez que nos comprometamos con ella y veamos a dónde conduce:

Lee la Biblia.

De tapa a tapa.

En sus propios términos.

Cuando leemos la Biblia como un relato en desarrollo, como la gran historia que realmente es, con personajes clave presentados en una línea argumental con una intención concreta, el significado de la filiación de Cristo se vuelve evidente de manera inequívoca. En otras palabras, si realmente queremos entender el sentido en el que Jesús es el Hijo de Dios, necesitamos salir de nuestra selección personal de versículos para entrar en el gran relato histórico que los profetas están contando.

En caso de duda, mira el panorama completo.

Cuando lo hacemos, se abre ante nosotros todo un nuevo mundo de comprensión bíblica, y no hay necesidad de interpretaciones forzadas. Sencillamente, lo vemos. La historia completa nos muestra la verdad de maneras en las que la microgestión de versículos aislados no lo puede hacer.

Así que, vamos a hacer justo eso. Leamos la Biblia en sus propios términos, y veamos a dónde nos lleva.

Esto promete ser emocionante.

Jesús, el Hijo de Dios

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