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EXHUMAR LA LUZ*

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PRÓLOGO

Socorro Venegas (SV): Hacer este libro ha sido una oportunidad extraordinaria para ir creciendo en nuestro conocimiento de la literatura latinoamericana escrita por mujeres. La pandemia nos puso a investigar y a leer quizá con más terquedad, sorteando las bibliotecas y las librerías de viejo cerradas. Vindictas es también una larga conversación atravesando un océano y jornadas de intenso trabajo intelectual y emocional; un trabajo que ya anuncia sus frutos. En otro momento has hecho el símil con el Decamerón, pues es cierto que hemos vivido prácticamente confinados y compartiendo historias. Por eso me parecía fundamental que el prólogo reflejara el diálogo sostenido en este tiempo tan excepcional. Empecemos con esa decisión tuya de asumirte como antóloga junto conmigo en esta compilación de cuentistas latinoamericanas, Vindictas.

Juan Casamayor (JC): Empecemos con este viaje en el tiempo y en el espacio. Ha sido un placer trabajar contigo, con un equipo maravilloso y con la red de corresponsales constituida por escritoras y profesoras jóvenes que nos han allanado e iluminado el camino. Además, el objeto de la antología era descubrir escritoras. Por tanto, gracias a la lectura de todas ellas y a nuestros encuentros, se ha borrado la distancia. Como ves, solo me puedo considerar antóloga.

Este diálogo se ha extendido de febrero a septiembre de 2020. El proceso de leer casi adictivamente ya había comenzado en 2019, pero durante estos meses intensificamos una metodología semanal de deliberación e intercambio de opiniones y reflexiones sobre nuestra lectura, con sus hallazgos y sus sorpresas. Todo ello ha sido la savia de este libro.


SV: Uno de los aspectos más importantes del método de trabajo fue tejer una red de corresponsales formada por escritoras, académicas, especialistas, voces con las que pudiéramos espejear desde distintas latitudes, y hablar de nuestras madres literarias, buscar esas voces tutelares, trazar una genealogía indispensable para volver a mirar el canon literario del siglo XX, del que ellas están ausentes. Es la manera como trabajamos en la colección de novela y memoria Vindictas, de la UNAM —de donde toma su nombre esta recopilación de cuentos—, y no deja de asombrarme lo que ocurre cuando preguntamos: ¿a qué autora latinoamericana del siglo pasado te gustaría volver a leer? Si hacemos un esfuerzo y vamos atrás en nuestra historia lectora, todos tenemos libros en la oscuridad, que ya es imposible conseguir y quisiéramos que se rescataran. Hasta ahora no he encontrado a alguien que no me diga al menos el nombre de una autora que, pese a la calidad de su obra, solo es conocida por unos pocos. Vindictas es dar paso a la luz para que nos revele a esas autoras que injustamente no fueron publicadas o reeditadas y quedaron en el olvido. Es un esfuerzo de memoria colectiva el que se requiere para traerlas de nuevo ante los ojos de los lectores.

JC: Se trata de interpelar al diálogo. Desde el principio teníamos las ideas muy claras de cómo debíamos sortear algunos obstáculos y cómo llegar a algunos destinos. En cambio, nos hemos enfrentado a dificultades que tienen que ver con los criterios de la edición y el concepto mismo de realizar una antología de cuentos. No solo se trataba de iluminar a escritoras que estaban absolutamente en la periferia por ser mujeres, sino también por ser cuentistas. Nuestro debate acerca de esa doble realidad ha hecho factible el descubrimiento y una confirmación esperable; por supuesto que había escritoras cuentistas.


SV: Es fundamental cuestionar y desestabilizar la convicción de que ya hemos leído a los mejores cuentistas latinoamericanos. Como en muchos otros campos, los lectores se han perdido, ni más ni menos, que la mitad de la creación literaria, concebida por la otra mitad del mundo: se han perdido la mirada de las mujeres, su mundo interior contado por ellas mismas. Escritoras que muchas veces no solo trabajaron el cuento, eran también autoras de ensayos, de crítica, de novelas; hay varias poetas. Creadoras en toda la extensión de la palabra, que si leemos sus semblanzas veremos cuánto lucharon por construir su habitación propia en sociedades donde la invisibilización de las mujeres era la norma.

JC: Has enfrentado dos verbos importantes, desestabilizar y cuestionar, con un sustantivo, convicción. Este sustantivo pesa mucho como para modificarlo y transformarlo por sí solo. Hay que asediar con argumentos, que no son otros que las obras y las escritoras, a una convicción larvada a lo largo de más de un siglo, un canon sujeto a un espacio heteropatriarcal blanco, que fundamenta una mirada de leer excluyente y, por tanto, crea una invisibilidad. No estamos hablando simplemente de olvido. Para olvidar tiene que haber una voluntad de querer recordar. Y aquí no se ha querido recordar. Estamos frente a la invisibilidad. Estamos sin memoria.

SV: Me gusta mucho que hables de voluntad. Es una palabra que nos ayuda a entender por qué estas obras no son conocidas. Leer a escritores es mucho más importante. Así funciona el heteropatriarcado: nos enseñaron que la voz masculina vale más. Nos enseñaron que era normal publicar y reconocer más la escritura masculina. En cambio, leer a las escritoras representa un esfuerzo. ¡Para empezar hay que encontrar sus libros! Un proyecto como éste, que busca reivindicar, en primer lugar significa la voluntad de encontrarlas, de leerlas.

JC: La voluntad de leer partiendo de ese esfuerzo es el hecho diferencial que nutre a una antología no solo de una sensibilidad, sino también de una rigurosidad y una falta de prejuicio a la hora de acercarse a la obra literaria. Venimos de una falta de profundidad lectora temible. Lo digo como lector, editor y filólogo. El resultado que genera esta irresponsabilidad no es únicamente un canon sesgado, sino perpetuado. Poco importa que su origen esté mediatizado por una tendencia ideológica, una metodología de trabajo o una sensibilidad académica: el síntoma es unívoco, no hay escritoras ni en la bibliografía primaria ni en la secundaria que hemos consultado. Contra esa convicción había que ir.


SV: Revisamos varias antologías canónicas de cuento hispanoamericano y latinoamericano del siglo XX —antologías que tuvieron y tienen reediciones—, la ausencia de escritoras es asombrosa. Pienso que al paso del tiempo esos antologadores pudieron revisar, revalorar y rescatar lo que no habían visto en un primer momento. No existió esa mirada que las buscara. Ahora, pensemos si en verdad era tan difícil encontrarlas. Durante el proceso de trabajo en este libro investigamos para construir las semblanzas de las autoras. Eran editoras, profesoras de literatura, periodistas, algunas estudiaron posgrados en el extranjero, se ve que con esfuerzos familiares importantes. Silda Cordoliani, por ejemplo, fue directora de Monte Ávila, la emblemática editorial venezolana. ¿De verdad era tan difícil encontrarlas? Imagínate todo lo que tuvieron que luchar en su campo de trabajo para dejar una huella que pudiera ser rastreada gracias a las escritoras e investigadoras que nos ayudaron.

JC: Una antología es una historia de ausencias. Vindictas no viene a ocupar todo un territorio, sino que es una señal a seguir. Vindictas pone sobre la mesa que durante décadas se ha antologado de espaldas a las escritoras. Mencionabas esas antologías que recorren Latinoamérica. No era suficiente y descendimos un escalón más. Consultamos diferentes antologías nacionales, temáticas, especializadas en un género particular y siempre el mismo síntoma: apenas incluían escritoras. Vindictas es un grito que apela a ese esfuerzo de búsqueda y lectura; es una ventana abierta y ojalá se lea como tal. Desde las ilustraciones que acompañan la edición se pretende simbolizar este mensaje: enfocar con un pequeño destello una maravillosa cueva por descubrir. Ahí es precisamente donde el lector y la lectora van a tener que moverse y quiero pensar que con esta propuesta van a andar menos a tientas.


SV: La ilustradora Jimena Estíbaliz y la diseñadora Clarisa Moura, quien también diseñó la colección de novela y memoria Vindictas, encontraron el registro perfecto para mostrar algo que se percibe en los propios textos: que las puertas estaban cerradas para estas escritoras; vieron cómo se construyó el canon sin ellas y vieron esas antologías magníficas, unas más relevantes que otras, según desde donde se producían. Ellas no estaban incluidas. Eso tiene que ver con la propuesta de ilustración de este libro, donde las puertas se abren y la luz va pasando de una mano a otra. Si muchas escritoras hoy podemos escribir y contar lo que queremos, lo que nos mueve, lo que nos duele, lo que nos interesa, es gracias a que otras escribieron antes. Esa deuda llega, si quieres, hasta Sor Juana, para hablar de una autora que representa tanto para las hispanoamericanas.

JC: Se ha logrado hacer un libro bello que reúne la geografía del español a lo largo de veinte autoras, una por país. Casi todas ellas han nacido entre los años treinta y los cincuenta, salvo seis escritoras, desde la chilena Marta Brunet (1897) hasta Mimí Díaz Lozano (1928). En estas páginas se dan la mano generaciones de mujeres que van a escribir y publicar en las condiciones adversas y los años convulsos de la segunda mitad del siglo XX.


SV: Es muy importante establecer ese puente temporal que abarca la antología y leer el contexto en que vivían estas 20 autoras, la época deja su marca de agua en el relato individual de cada una: el siglo de la tercera ola de la lucha feminista, del acceso a la píldora anticonceptiva, de las discusiones sobre el aborto o la reconsideración del papel de la maternidad. Al mismo tiempo que nacían movimientos literarios como el boom —tan sonoro—, había una implosión, un trabajo silencioso y silenciado. Mientras se servía el gran banquete donde se destacaban las voces de escritores, las voces de ellas hacían lo suyo. Tú detectaste que incluso en la edición, en el trabajo final de dar a luz a un libro —que tiene que ver con publicarlo—, allí las escritoras tenían la consciencia de que la puerta estaría cerrada. Una autora lograba terminar un libro contra viento y marea. ¿A quién recurría para publicarlo?

JC: En su mayoría son voces silenciadas a la hora de editar sus libros y de establecer su presencia literaria. Ello supone un obstáculo muy profundo para visibilizar su escritura. Nos hemos enfrentado técnicamente a obras publicadas en editoriales minúsculas o de una existencia muy breve, con tiradas casi ínfimas, con una factura editorial precaria. Nos hemos topado con alguna obra que vio la luz gracias a la aportación económica de amistades, como es el caso de Puros cuentos, de Bertalicia Peralta. Es muy reseñable cómo algunas reediciones las han hecho sus descendientes. Los hijos de Mimí Díaz Lozano o María Luisa Elío así lo hicieron. Del mismo modo este silencio está provocado por la falta de reconocimientos, de premios, de trabajos académicos. Pongamos por ejemplo el caso de la escritora dominicana Hilma Contreras, nacida en 1913, que obtuvo el premio nacional en su país el año 2002, con casi 90 años. Me pregunto, ¿no se lo podían haber otorgado durante su juventud, a los 70 años? ¿Había que esperar tanto? Esta es la convicción a doblegar y tumbar.


SV: Daniel Balderston, investigador de la universidad de Pittsburgh, hizo un recuento de varias antologías. Cuenta que, en 1959, Ángel Flores publicó su Historia y antología del cuento y la novela en Hispanoamérica. Entre 59 autores, que van de Fernández de Lizardi a Miguel Ángel Asturias, solo se incluye a una mujer, que es justo Marta Brunet, de quien también sumamos un cuento en Vindictas. La exclusión fue una constante. Tampoco se trata, como ocurre en algunas recopilaciones, de forzar que se incluyan apartados con etiqueta feminista. A mí me queda la sensación de que cuando encuentras un capítulo sobre feminismo en una antología de literatura, más bien se ha creado un gueto. No es una reivindicación, es una manera de decir: gracias a que marcharon, a que protestaron y alzaron la voz, van a ser incluidas en una antología literaria, no por el valor de su escritura, sino porque son mujeres. Tal vez esa condescendencia es la que lleva a pensar que estas publicaciones se hacen para cumplir con una cuota de género.

JC: Estás exponiendo perfectamente la respuesta que hay que dar a los responsables de cómo se ha leído, cómo se ha estudiado la historia de la literatura y cómo se ha editado. No hay otro diagnóstico que una falta de rigor y de profundidad lectora y un estereotipo forjado desde el olvido y desde el prejuicio. En pleno siglo XXI la evolución de los feminismos activa un contexto lleno de respuestas y también de nuevos interrogantes. Es en las literaturas latinoamericanas donde las hijas y las nietas de estas vindictas habéis tomado una responsabilidad cultural, política y social. Vuestra literatura también se establece y se entiende dentro de estas coordenadas. Este activismo coincide con una revolución de la bibliodiversidad protagonizada por sellos pequeños e independientes, ágiles y atentos a las fisuras y grietas de estructuras más grandes. Pienso que una de las cumbres recientes de este movimiento es la colección Vindictas.


SV: La colección nació para recuperar novelas de escritoras latinoamericanas que durante el siglo XX hubieran estado creando, produciendo, publicando, pero sin tener los espacios adecuados. No hubo lugar para ellas, muchas veces a pesar de que se trataba de libros premiados, es el caso de Tita Valencia con Minotauromaquia, una novela espectacular, con una profunda voz poética, que desde su forma está cuestionando lo que podría esperarse de una novela. Ganó el premio Xavier Villaurrutia en 1976. En su libro habla de un gran escritor mexicano, Juan José Arreola, en términos que al establishment de la cultura en ese momento le parecieron ofensivos. Tita se sintió acosada y se propuso nunca más volver a escribir sobre algo que la tocara íntimamente. Me pregunto por qué tendría alguien, cualquier creador, que renunciar al aire que impulsa sus velas para emprender un proyecto literario. A eso fue obligada ella. Esa renuncia me parece espantosa. No es muy distinto de lo que le pasó a una de las autoras incluidas en esta recopilación: la boliviana María Virginia Estenssoro, quien vivió el mismo tipo de linchamiento porque se atrevió a contar algo para lo cual la sociedad no estaba preparada. Escribió sobre una relación extramarital y un aborto. Se agotaron sus libros porque los compró gente escandalizada que lo que quería no era leerla, sino esconderla, silenciarla, hacer creer que ese libro no existió. Estas son las condiciones en las que las escritoras del siglo XX trabajaron y publicaron, escribiendo a contracorriente en un mundo que las consideraba transgresoras y las llevaba todavía a orillas más lejanas.

Cuando le conté de este proyecto de rescate de novelas a Jorge Volpi, coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, comprendió como escritor la naturaleza de esta empresa, la apoyó muy generosamente y además tuvo la idea de extenderla a las cuentistas y a todas las disciplinas artísticas. Ya publicamos siete novelas y seguimos. Que sean escritoras jóvenes las que escriben los prólogos de las novelas ha construido un puente intergeneracional, una mirada actual que nos dice por qué hoy sigue siendo relevante leer a estas autoras. Además amplié el concepto de la colección más allá de la novela para extendernos a la memoria, pues encontré libros preciosos en los que las escritoras se preocuparon muy poco por romper los límites de los géneros y mucho más por lo que tenían que contar y cómo lo querían contar. De esas escritoras es de las que seguimos aprendiendo.

JC: Cuando tuve noticia del lanzamiento de la colección, percibí que estaba ante una sistematización real de visibilizar a escritoras y situarlas en librerías y bibliotecas. En las últimas décadas ha habido iniciativas similares en España: de la Biblioteca de Escritoras de Editorial Castalia a la reciente propuesta La mitad ignorada del sello granadino Cuadernos del Vigía. En este panorama la colección Vindictas debe ser la proa de esta labor en nuestro idioma. Junto a estos proyectos tan necesarios, surgen otros que vienen a saldar la deuda con escritoras en algunos espacios literarios que están absolutamente huérfanos. Voy a poner un único caso porque conozco de primera mano su elaboración. Me refiero a Insólitas. Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España. Ante una sentencia tan cuestionable como que apenas hay escritoras dedicadas a la literatura fantástica (desde la ciencia ficción al terror pasando por todos sus registros), sus antólogas cuestionan el canon y reúnen veintiocho escritoras activas. Lo insólito, y lo importante de este esfuerzo, es que esta selección es una ventana abierta a más de trescientas escritoras latinoamericanas vivas que escriben y publican literatura fantástica. Como filólogo que soy, ¿cómo puedo estudiar una literatura sesgada de antemano?

En este sentido, nuestra antología Vindictas es una mirada en el tiempo que recupera qué nos quieren contar las escritoras y por qué. Es iluminador y sorprendente cómo las jóvenes corresponsales debaten y dialogan con esas voces del pasado. He aquí la clave de este esfuerzo. En palabras de la escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero: “son escritoras exhumando escritoras”. ¿Cómo es que estas voces están tan presentes hoy para lectoras jóvenes? Sin duda sus contenidos podrían haberse escrito ya no ayer, sino dentro de algunos años.


SV: Esa frase de María Fernanda ha sido tan luminosa como difícil de asumir, si pensamos en lo que significa una exhumación; lo asocio con tumbas sin nombre, con un indispensable ejercicio de justicia, de recuperación, y eso no se hace sin voluntad verdadera. En efecto, cada obra que merece ser leída es una tumba sin nombre si no llega a los lectores.

Vindictas es una palabra que me parece muy generosa en sus distintas acepciones, y tú como filólogo lo sabes. Significa venganza pero también resguardar, proteger, reivindicar. De esa generosidad hay que seguir alimentando estos proyectos. Una generosidad que los lectores pueden ejercer dando tiempo, dando la oportunidad a estas autoras de entrar a sus lecturas, estantes y bibliotecas; y de los libreros y mediadores de lectura pedimos que apuesten por estas obras para que de nuevo estén disponibles. Solo así reivindicamos realmente, volviendo a poner en las manos de los lectores libros que debían haber estado ahí desde hace mucho tiempo.

JC: La idea de la exhumación no solo tiene un significado metafórico para describir la injusticia literaria en la que se encuentran las escritoras, sino que revela aspectos que el lector va a hallar en estas páginas. Las mujeres son asesinadas, acaban en tumbas sin nombre, se borra su memoria en muchas partes del mundo. Has mencionado “tumbas sin nombre”, sintagma que describe la dificultad de gestionar los derechos de autor de algunas participantes que han quedado en el olvido. Nadie quería hacerse cargo de ese nombre literario. En algunos casos ha tenido que ser la editorial la que nos ha dado permiso. La exhumación es doble. No solo es exhumar una obra literaria, sino también un nombre.


SV: A veces es la propia familia de la escritora la que preferiría que su obra permaneciera enterrada y que nadie más recordara que escribió. No asumen lo que las escritoras asumieron en algún momento de sus vidas: el compromiso con su escritura y su voz, con una libertad que les costaba todo.

JC: Unas escritoras que asumieron además una selección literaria variadísima en estrategias narrativas, sensibilidades y estéticas del cuento. En algunos casos asistimos a una aproximación fantástica, en otros más realista; nos aproximamos a respuestas apegadas a un canon más tradicional de lo breve y, al mismo tiempo, a aquellas que escapan a cualquier normalización del género. Y junto a esta riqueza, la diversidad de temas y contenidos que son la sangre y la esencia de la antología.


SV: Ya que mencionas la sangre, podríamos empezar por hablar de las representaciones del cuerpo.

JC: El cuerpo de la antología es el cuerpo de ellas.

SV: Y es el portal que hay que franquear para conocer estas historias. En estos cuentos se escribe del cuerpo sin esconder sus fluidos; se habla de sangre, de lágrimas, de olores. Está presente una fisiología que hace avanzar las historias a través de lo que se va secretando. Pienso en la historia de Marta Brunet, acerca de la sangre como un vehículo de la memoria. Ella comprende que junto con la sangre que escapa de su cuerpo, también se van sus memorias, y debe decidir entre la vida o la pérdida infinita de esos recuerdos escasos que atesora.

JC: Me gusta pensar en la lectura de esta antología como un portal. Antes mencionábamos las voces silenciadas, también podríamos hablar de los cuerpos silenciados. En el cuento “Desaparecida”, de Ivonne Recinos, se descubre un cuerpo ante un espejo que rompe el silencio con un significativo grito. Se detecta en la antología, desde el compromiso y la libertad, una escritura como política y lenguaje del cuerpo. Un discurso que muestra un cuerpo silenciado, mutilado, golpeado, asesinado y, simultáneamente, un espacio de sensualidad y sexualidad, pero también de reflexión y de proyección estética y literaria. Toda una declaración de intenciones sobre el cuerpo, sobre mí o nuestro cuerpo. Es un eje fundamental.


SV: La colombiana Marvel Moreno se refiere a una “jubilosa consciencia” del propio cuerpo. En el cuento “Reunión” de Gilda Holst hay una mujer con un olor que no puede evitar emanar, que parece grosero porque es violentamente femenino. Ella traslada esa noción del aroma a su propia voz. Es el olor y la voz de una mujer que dicen fuerte aquí estoy. Con un aroma que solo le pertenece a ella penetra allí donde no puede entrar el cuerpo completo; en esos salones de gente bien donde las mujeres deben quedarse calladas y aceptar la intolerancia. Y ahí aparece este personaje disidente, ahí vemos el punto de quiebre en el que una mujer decide asumir su soledad, su libertad, dar un paso adelante. Si mirara hacia atrás, lo que encontraría es un mundo que ha querido anularla.

JC: Un aspecto básico de la antología es la consciencia que abre el diálogo entre el cuerpo propio y su entorno. La consciencia de mi cuerpo es mi reivindicación y mi transgresión dentro del orden político que establece la marginación de la mujer. El cuento de Hilma Contreras, “La espera”, reivindica el encuentro de los cuerpos del mismo sexo.

SV: Las escritoras de esta antología se juegan el cuerpo y lo convierten en lenguaje. En esa consciencia de sí mismas, de su corporeidad y de lo que implica, está la consciencia de que son capaces de sentir placer. Pero también en muchos casos tienen que reconocer que están con parejas que solo las ven como objetos. Un subtexto presente es la prescripción social de que las mujeres se casan para siempre y tendrán que soportarlo todo, lo que sea que les haya tocado en el azar de la vida matrimonial. Vemos personajes femeninos con mundos interiores asombrosos, mientras viven a expensas del marido o amo, reducidas al cuidado servil del hogar o incluso asumiendo tareas de manutención sin ganar nada con ello, ni reconocimiento ni revalorización. Son vidas que ellas viven para alguien más.

JC: La consciencia del cuerpo supone también una consciencia no solo del placer sino también del deseo. Estas escritoras se zambullen en el derecho al placer y en un lenguaje del deseo con las parejas sentimentales y sexuales. En sus historias no hay un reconocimiento de la sexualidad de la mujer. Nuevamente estamos ante un cuerpo silenciado, un cuerpo despojado de su sexualidad, ante un proceso de cosificación de la mujer por parte del hombre. En “Guayacán de marzo”, de Bertalicia Peralta, la pareja de la protagonista es un hombre cuyo único lenguaje es la violencia. En el cuento de Susy Delgado, “La sangre florecida”, la sexualidad va quedando con el paso del tiempo cercenada. Los personajes femeninos pasan a ser simplemente un objeto de propiedad del hombre. Ahí se acaba cualquier tipo de diálogo. Esta denuncia surge, sin duda, de un compromiso de narrar en libertad.

SV: Al mismo tiempo, la magia y el arte literario de estas autoras van muchísimo más allá de una sensualidad frustrada. El cuento “Cuando las mujeres quieren a los hombres”, de Rosario Ferré, es un artefacto único. Qué cosa tan exuberante y rica, un deslumbramiento total con la capacidad verbal de la autora. Una historia magnífica que toca el tema del doble, la prostitución, las relaciones de poder más íntimas, y donde aparece esa figura compleja que es la amante como reverso de la esposa, una especie de oxímoron. Un hombre que gestiona su vida con dos mujeres, y las dos se llaman Isabel. Dos personajes a través de los cuales vemos la construcción del mundo masculino y el poder que viene de la capacidad económica y la tolerancia social. El hombre va de un lecho a otro, disponiendo de las vidas de esas mujeres incluso después de muerto.

Y por otro lado, en “Barlovento” de Marvel Moreno la protagonista está a punto de casarse y entrar a una vida perfectamente planificada; pero antes de eso tiene que cumplir con un destino que han seguido otras mujeres en su familia, una experiencia iniciática que está por ocurrir en la selva. Fíjate en el consejo que le da la abuela: tú puedes hacer todo, pero en secreto. Cómo van encontrando estas mujeres de universos tan distintos, por vericuetos disímbolos y asumiendo los costos, sus caminos para llegar a sentirse libres.

JC: En “Guayacán de marzo” su protagonista debe luchar sola, sin medios y en secreto por su propia vida y la de sus hijos. Un personaje que se enfrenta al derecho a decidir sobre su cuerpo abriendo un debate pendiente en pleno siglo XXI. Es un perfil de personaje recurrente por la ausencia del hombre, que voluntariamente abandona a la mujer y muchas veces a los hijos. Una consecuencia de esta situación es la mujer como responsable única del ámbito doméstico. Antes hablabas, Socorro, de personajes que gritan, y este personaje de Bertalicia Peralta nos impresionó mucho porque bramaba en la montaña.


SV: Es una expresión que asociamos con los animales. Hay un dolor tan profundo, tan sin márgenes, que la única expresión que halla la autora para transmitirlo es un bramido. Ahí escapa todo lo acumulado. Me gusta mucho encontrar esos momentos en que los personajes descubren la posibilidad de cambiar algo o a sí mismos. El lugar común dicta que nadie cambia. La literatura nos muestra lo contrario, y lo tremendo que puede ser eso. En estas historias los personajes centrales, que generalmente son mujeres, ahondan en las grietas para revelarnos con frecuencia una transformación inesperada. En el cuento de Magda Zavala, “De la que amó a un toro marino”, se da cuenta de un matrimonio de esos que pueden durar toda una vida o ni un minuto más. Es una de las pocas historias donde se habla del cuerpo del marido, una descripción breve del amado en donde ella está abarcando las esquinas que le importan de su vida cotidiana. Y descubre que existe la posibilidad de la separación. Recordemos que estamos ante escritoras viviendo intensamente su tiempo, cuando ya se puede y se debe hablar de divorcio. Llegamos a ese punto en la historia (con hache minúscula y mayúscula) donde las mujeres saben que el matrimonio no es el único destino posible.

Lo vemos también en el cuento de Susy Delgado, y allí me interesa mucho cómo se habla de la sexualidad en la vejez. La autora escribe en guaraní y en español, y en este cuento introduce palabras y expresiones en ese idioma que están debidamente traducidas por ella misma para los lectores. Gracias a Susy podemos mostrar una arteria fundamental de algunos territorios de la literatura latinoamericana, también invisible: la enorme riqueza de las lenguas originarias. Susy es una autora que decide —y es una decisión política— no dejar al margen su lengua materna, sino ponerla en juego y expresarla en su historia. “Jacinta Piedra”, de Mercedes Durand, también narra el cuerpo envejecido, oculto bajo “una piel de cebolla arrinconada”.

JC: En este desarrollo de los personajes femeninos hay puntos de inflexión ante la ausencia del otro o una presencia invisible. En “La sangre florecida”, por ejemplo, Susy Delgado muestra un matrimonio envejecido en el que ella toma una decisión definitiva que condiciona el cuento. No todos los personajes deben decidir sobre la convivencia con un hombre. La decisión cabe esperarla de la amenaza imprevisible que puede llegar a encarnar el personaje masculino. Al respecto hay dos cuentos que conversan. En “Las chicas de la yogurtería”, de Pilar Dughi, la protagonista, insertada en una ciudad desconocida se enfrenta al ataque de un hombre, y en el cuento de la venezolana Silda Cordoliani, “Sur”, una mujer viaja hasta una zona fronteriza, inestable y salvaje. Allí, de quien menos lo espera, un médico, recibe una propuesta inesperada. La antología dibuja esta cartografía poblada de hombres que empujan a los personajes femeninos a decidir.


SV: En ese sentido, uno de los personajes masculinos que me parece más interesante es el que perfila María Luisa Puga, gran escritora mexicana que nos muestra la crisis de una relación que está en términos más igualitarios en su cuento “Inmóvil sol secreto”. A diferencia de otras historias, allí no encontramos infidelidad masculina. La narradora, con una enorme sabiduría, va deshaciendo una madeja para comprender la historia que vive. El naufragio arroja a dos seres que tienen que reconstruirse, pero lo que tienen que salvar no es necesariamente el amor de pareja, sino el propio.

En otra tesitura, la escritora hondureña Mimí Díaz Lozano nos ofrece el que quizás es el gran cuento sobre la maternidad en este libro. Entramos de golpe a la escena de un parto donde la mujer es asistida por un médico y está presente el marido, una figura sumamente violenta. Siento que en él hay una oscuridad, un egoísmo, un hoyo negro que solo podía llevarse cosas. Lo que me conmueve mucho en esta historia es cómo la madre habla del niño y cómo le concede una dignidad. Le reconoce al recién nacido una soledad que lo hace único, humano.

JC: En ese cuento, “Ella y la noche”, más allá de la revelación final, durante el transcurso del parto se modela la verdadera naturaleza del padre. Es un presagio terrible. Se subraya con fuerza el grito del que hablábamos. Ese grito que se conecta con el bramido de “Guayacán de marzo”. Este cuento posee un mar de fondo que es la infancia y la maternidad. Pienso que la infancia no es un tema esencial aquí, pero sí es un condicionante para los personajes.

Por otro lado, si asistimos a una procesión de hombres ausentes, maltratadores, malos amantes, ¿qué espacio queda para estos personajes? ¿Qué tipo de relación pueden establecer? El personaje se ve abocado a la maternidad como último reducto. Se cierra así un gran tema que arranca con el cuerpo. Un cuerpo que es poderoso y palpita en toda la antología. La maternidad y esa infancia adquieren de este modo una funcionalidad narrativa de peso: un lugar desde donde pensarse, construirse y rebelarse.


SV: Y quizá la única historia donde hay niños o adolescentes como protagonistas es en el cuento de María Luisa de Luján Campos, “Cómplices de extraños juegos”, donde se rompe con al menos dos lugares comunes: la condescendencia hacia los niños, pensar que de ellos solo pueden esperarse actuaciones simples o anodinas, como si la infancia fuera ese territorio blanco donde no ocurre nada o lo que llega a ocurrir no es importante; y se rompe también con la condescendencia hacia los pobres, de manera que vemos a un grupo de niños capaces de tener pensamientos crueles o de asumir un papel de superioridad ante los desfavorecidos. Están llevando una caja de muerto a un barrio de pobres, además es para un niño, un “angelito”, lo llaman. En ese viaje, narrado por una niña, vamos descubriendo una estructura de muñecas rusas, pasando poco a poco de una realidad a otra, asfixiándonos para saber más de los personajes, de las relaciones de poder infranqueables que se tejen entre niños, y que por supuesto existen. Un cuento difícil de asir.

JC: Ese cuento tiene una capacidad extraordinaria de desubicar e incomodar al lector. Conmueve cuando hay eslabones tan complicados de unir como es la infancia y la muerte, jugando la una con la otra. Y además María Luisa de Luján lo realiza con la naturalidad anatómica de un forense. La muerte en esta antología es un rumor que cohesiona distintos cuentos, apareciendo de un modo central o simplemente tangencial. Ocurre algo similar con el tema de la infancia. Son esos elementos casi invisibles que confieren coherencia a la antología. Desde este punto de vista la antología es orgánica y un continuo diálogo entre los textos a través de canales más visibles unas veces, subterráneos otras. Asimismo, en la atmósfera que hemos otorgado a esta selección, “Cómplices de extraños juegos” apuesta un poco a despistar. Sucede también con los cuentos “Muerte por alacrán”, de Armonía Somers, o “Locura”, de María Luisa Elío, que asaltan el ritmo y enriquecen la propuesta de lectura. El broche de esta intención es “El occiso”, de María Virginia Estenssoro, un cuento poético y bello, un instante de quietud, la epifanía del cuerpo más allá de la muerte.


SV: El cuento de Estenssoro revela una muerte larvaria, donde ya no hay ni siquiera un cuerpo: queda solo la consciencia de la muerte, y porque existe esa consciencia sigue habiendo vida, si es que se le puede llamar así. Se publicó en 1937, lo menciono porque podría haber cierta resonancia con Pedro Páramo de Rulfo, que se publicó casi veinte años después. Imposible no recordar también La amortajada, de María Luisa Bombal, publicada en 1938. Historias inquietantes en las que no existe la vida y sin embargo hay un hecho vital, la enunciación de la muerte rodeando a esos seres.

JC: Hay un cuento que debemos mencionar, “Nadie llama de la selva”, de Mirta Yáñez, un texto crepuscular, intencionadamente moroso y con una carga simbólica poderosísima. Habla del final del camino y de esa soledad a la que parece que estamos destinados. Ese eco de la muerte y de aquellos que la pueblan resuena en “Jacinta Piedra”, de Mercedes Durand, donde los personajes pudieran estar vivos o solo ser un recuerdo de quien vive la plenitud de la muerte. En el proceso de lectura te confesé mi enamoramiento pleno con el texto de Mercedes Durand.


SV: Un cuento brevísimo, intenso, de una belleza que nos traspasa. Hay una economía del lenguaje y una austeridad que tiene que ver con la forma de hablar de una etapa terminal de la vida. Está en la vejez, pero más allá. Son muertos pero se les ha olvidado, como si la muerte fuera una distracción que se prolonga conversando.

JC: Por otro lado, hemos incluido cuentos muy cortos que tienen una capacidad elíptica maravillosa. “Desaparecida”, de Yvonne Recinos, una historia de dos páginas, es un ejemplo clave; pasa lo mismo con “Jacinta Piedra”, o “Locura”, de María Luisa Elío, con su fragmentación.


SV: Igual que a ti, me ha sorprendido María Luisa Elío, cómo es posible que no la haya leído antes. Esa reconstrucción que ella hace de la memoria, esa ambigüedad entre lo que ocurrió en la realidad patente y verificable, y lo que sucedió en un plano onírico, en una secreta vida interior, y todo eso mezclado constituye su universo narrativo.

JC: Ella hace perfectamente lo que no debe hacerse en un cuento y por eso crea una obra maestra. Es lo que hemos perseguido con esta antología: ese momento en que cierras sus páginas y sientes que has tenido entre tus manos algo que nunca habías leído. Si lo hemos logrado, la ventana estará abierta, la luz vindicta prenderá.

Después de tantos meses de pasión por esta antología siento que podría estar hablando horas y horas. Sin embargo, antes de terminar, quiero volver a decirte Socorro que trabajar durante todos estos meses, en momentos tan terribles para todos, ha sido un placer, un oasis y un bálsamo de lectura. Estoy feliz de participar como editor en la recuperación de escritoras latinoamericanas que debemos reivindicar y vengar. Esta convicción debe sustituir la pasada, y abrir puertas y ventanas para que entre la luz y no volvamos a ver tumbas sin nombre.


SV: Me ha encantado editar a cuatro manos, Juan. Nos tocó el tiempo más extraño para hacer un libro, pero al mismo tiempo pienso que tuvimos una suerte enorme y mucha solidaridad y apoyo de amigas escritoras e investigadoras. Eso hace este libro entrañable para mí. La posibilidad de amplificar aquí las voces de estas autoras, vale todo. Por otro lado, es duro pero necesario decir que la invisibilización de las mujeres es un hecho histórico, pero no del pasado. Vindictas nos reafirma en la convicción de que no podemos abandonar la lucha permanente para exigir sociedades igualitarias y tener el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras historias; la lucha para que nos lean sin prejuicios, que no haya debate ni discusión sobre “lo que necesitan las mujeres” sin nosotras, que no se organicen programas académicos sin nosotras, ni coloquios ni enseñanza de la literatura sin escritoras, y que el mundo entero sea una habitación propia.

*Este prólogo procede de una conversación vía Zoom que tuvo lugar el 21 de agosto de 2020, desde Madrid y Ciudad de México.



Vindictas

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