Читать книгу Pack Bianca y Deseo enero 2021 - Varias Autoras - Страница 9
Capítulo Cuatro
ОглавлениеLa siguiente hora pasó dolorosamente despacio. Nancy utilizó su apellido para conseguir que fuesen de un laboratorio privado a hacerles la prueba a la oficina. El hombre pinchó a Douglas y a Nancy, y después a Keaton y a Logan.
Y, en cuanto se hubo marchado, Honor se excusó.
–Lo siento, pero tengo una reunión con un cliente dentro de media hora, espero que me podáis perdonar.
Nancy le sonrió.
–Por supuesto, Honor. Estaba pensando que podríamos cenar en familia esta noche en casa, para tener la oportunidad de conocer a Logan un poco mejor.
–Lo siento, pero Keaton y yo tenemos otros planes para esta noche –le dijo ella, mirando a su prometido–. Salvo que tú quieras…
–Sí, mamá, no cuentes con nosotros. Tal vez en otra ocasión.
Logan supuso que Keaton tenía la esperanza de que no surgiese otra oportunidad. Su hermano gemelo emanaba hostilidad. Y era comprensible. Durante treinta y cuatro años había sido el único hijo de la familia, pero le había salido competencia. Kristin tampoco parecía contenta.
Era normal que una familia como aquella tuviese cuidado, que intentase proteger su imperio. Aunque el gesto de felicidad de Nancy al verlo también era innegable. Y Douglas también parecía menos reticente que sus hijos.
Se puso cómodo en su sillón. Llevaría tiempo demostrarlo, pero estaba seguro de que tenía tanto derecho como los demás a estar allí.
Y luego estaba el enigma de la fascinante Honor Gould. Era evidente de que se había quedado de piedra al descubrir que se había acostado con el gemelo equivocado, pero ¿qué decía eso de su relación con Keaton? ¿Cómo no se había dado cuenta de que solo se parecían físicamente? Logan tenía la sensación de que su hermano era un hombre emocionalmente muy contenido. ¿Sería también así en la intimidad?
Lo que sintió al pensar en su hermano y Honor en la cama, no le gustó. Sacudió la cabeza. En cualquier caso, aquello no era asunto suyo. Si Honor quería fingir que no se conocían, le parecía bien. Al menos, por el momento. Con el tiempo, la situación se volvería muy incómoda, estaba seguro. También se había fijado en el anillo de compromiso. Un anillo que no había llevado puesto la noche anterior.
Uff, la noche anterior. Qué noche. Tenía que dejar de pensar en Honor Gould, pero le iba a resultar muy difícil teniéndola delante. Había dicho que tenía una reunión, pero seguía allí, hablando con Keaton entre susurros y haciendo algún gesto. Por suerte, enseguida echó a andar hacia la puerta.
No besó ni abrazó a Keaton para despedirse. Interesante. Tal vez estuviesen prometidos, pero no parecían estar demasiado unidos. De hecho, Logan habría apostado en aquel mismo instante que había estado más cerca de Honor la noche anterior que su hermano en mucho tiempo.
«Basta», se dijo. «No puedes competir con un hermano cuya existencia desconocías hasta hace un par de meses por la mujer con la que está prometido». Ni siquiera conocía a Honor, no sabía qué le gustaba desayunar, qué la enfadaba, qué música era su preferida ni qué libros leía. Ni tampoco conocía a su hermano. Tal vez, bajo aquel exterior tan frío hubiese un hombre de sangre caliente.
Logan cruzó miradas con él y le sonrió, pero la expresión de Keaton no cambió. De hecho, se giró mientras murmuraba una excusa y salió por la puerta poco después de Honor. Lo que lo dejó con Kristin y sus padres.
–Entonces, Kristin… ¿O prefieres que te llame Krissie?
–Kristin. Odio que me llamen Krissie –le respondió ella en tono beligerante.
–Me ha quedado claro. Al informarme acerca de la empresa antes de venir aquí, leí que eres directora financiera y que estás muy implicada en la parte de arrendamiento del negocio…
–¿Nos has investigado?
–¿No has hecho tú lo mismo en cuento has sabido de mi existencia?
Era un farol, pero Logan la había visto sacar el teléfono mientras les hacían la prueba de ADN.
–Tal vez.
–Es normal que quieras informarte acerca de la persona que tienes delante.
–Tiene razón, Kristin –le dijo Douglas.
Aquello pareció molestarla y Logan decidió intentar tranquilizarla.
–Lo entiendo. Yo odio llegar a los sitios con los ojos cerrados. Y, sí, admito que tal vez debí pedir a mis abogados que se ocupasen de informaros de mi existencia. Aunque, en realidad, solo quería conocer a mi familia. A mi familia de verdad. La mujer que me crio me quiso, lo mismo que su familia, pero yo siempre me sentí diferente. Era diferente. ¿Podéis imaginaros la sensación?
La mirada de Kristin se suavizó y Nancy murmuró unas palabras compasivas. Logan esperó unos segundos antes de continuar hablando.
–Así que comprenderéis mi necesidad de conoceros al descubrir los diarios. No pretendo que me incluyáis en vuestras vidas, pero es evidente que me gustaría que tuviésemos relación, ya sea a nivel personal o profesional.
–¿Profesional? ¿En serio? ¿No era la excusa para llegar a papá y mamá esta mañana?
–No era una treta. Si has buscado información acerca de mí en Internet ya sabrás que soy un experimentado arquitecto y que estoy especializado en reconvertir y renovar edificios antiguos.
–Si tú has buscado información en Internet sabrás que nosotros nos dedicamos a tirar abajo edificios antiguos.
Logan se echó a reír ante el beligerante tono de su hermana. Le gustó ver que no retrocedía.
–Ese es el motivo por el que pienso que estáis perdiendo una buena oportunidad.
–Cuéntame más –le pidió Douglas, inclinándose hacia delante y apoyando los codos en el escritorio.
Pasaron las siguientes horas hablando de las ventajas e inconvenientes de sus respectivos negocios. Hacia el final de la tarde, Douglas se relajó en su sillón y sonrió.
–Si eres quien dices ser y no te hubiesen secuestrado de bebé, no sé dónde estaría ahora mismo Richmond Developments.
–Venga ya, papá. Ni siquiera sabemos si es de la familia –protestó Kristin, que todavía no parecía dispuesta a aceptar a Logan como hermano.
–Kristin, cuanto antes te hagas a la idea de que la dinámica de esta familia va a cambiar, mejor.
–Bueno, para mí no va a cambiar nada, ¿no? Al fin y al cabo, siempre habéis querido que Keaton, vuestro hijo mayor, tomase el timón cuando os jubilaseis. ¿Va a ser ahora Logan quien lo haga?
Logan miró primero a su padre y luego a su hermana con sorpresa. No había esperado nada de eso ni tampoco lo quería. Además, no tenía ningún derecho a quitarle a Keaton su lugar en la empresa.
–Ya sabes cuáles son mis deseos –le dijo Douglas muy serio–. Y te agradecería que no me causases problemas.
–Papá, deja de tratarme como si tuviese cinco años.
–Deja de comportarte como si tuvieras cinco años.
Kristin miró a su padre como si aquello le hubiese dolido.
–Será mejor que vuelva a mi despacho.
Y, sin más, se marchó.
–Siento que hayas tenido que presenciar esto –le dijo Douglas a Logan–. Kristin tiende a dejarse llevar por las emociones.
–Eso no es justo, Doug. Tú la has provocado –objetó Nancy.
–Y tiene que aprender que en ocasiones hay que utilizar la cabeza y no el corazón.
Logan observó a sus padres.
–Bueno, al parecer, nos hemos quedado los tres solos –añadió Nancy–. ¿Por qué no vamos a casa? Logan, ¿te gustaría quedarte con nosotros hasta que encuentres un alojamiento?
–Tengo una habitación en un hotel –le respondió él–. Además, mi idea es volver a Nueva Zelanda, no instalarme aquí.
–No –gritó Nancy–. Llevo treinta y cuatro años sin ti. No te puedes marchar tan pronto.
–Bueno, no inmediatamente, pero en algún momento tendré que volver, tengo que seguir dirigiendo mi empresa.
–Y tal vez otra más –añadió Douglas en tono enigmático–, pero, por el momento, vas a venir a cenar con nosotros, ¿verdad?
–Sí, eso sí que me gustaría. Gracias.
Todavía tenía muchas preguntas pendientes. Podían continuar con la conversación durante la cena, aunque no estuviesen sus hermanos. «Ni Honor». Porque, aunque no quisiese pensar en ella, era evidente que su cuerpo no iba a poder olvidar a la prometida de su hermano.
Honor esperó en tensión a que Keaton llegase a su apartamento. Comprobó que la mesa estaba bien puesta, encendió las velas y recolocó las flores que había comprado de camino a casa.
Todo parecía perfecto. Al menos, lo parecía. Aunque ella tenía la sensación de que su vida iba a cambiar de manera irrevocable. Eso la aterraba. Un error iba a echar por tierra todos sus planes y un futuro por el que llevaba años trabajando.
Llamaron a la puerta. Debía de ser Keaton. Era la única persona a la que dejaba subir el portero sin anunciarla antes. Honor atravesó la habitación, abrió la puerta y le dio un beso.
–Te he echado de menos –le dijo.
Él se apartó enseguida de sus brazos.
–Honor, hemos estado juntos esta mañana.
–Pero no estábamos solos. Tengo la sensación de que ya nunca tenemos tiempo para nosotros.
Él la miró con extrañeza.
–Lo siento. Ha sido un día horrible. Entra, siéntate. ¿Quieres tomar algo?
–Por supuesto. Abre esta botella.
Keaton le dio una botella de merlot y entró en el comedor.
Honor miró la etiqueta e hizo una pequeña mueca al ver que era un vino neozelandés.
–Huele muy bien –comentó él.
–Es lasaña –le respondió ella.
Sacó dos copas de la cocina y fue con ellas al salón. Keaton abrió la botella y llenó las copas. Le tendió una a Honor y ambos se sentaron en el sofá.
–¿No te gustaría que hiciésemos esto todas las noches al volver del trabajo? –le preguntó ella.
Ya le había sugerido antes que viviesen juntos, pero Keaton siempre le había respondido con evasivas. Honor quería a Keaton, y admiraba su ética en el trabajo, pero le molestaba que tuviese tanta facilidad para evitar contestar a sus preguntas.
–Admito que tendría ventajas –le dijo él, dándole un beso en la punta de la nariz.
Honor hizo una mueca.
–Esa no es la manera de besar a la mujer con la que vas a casarte –protestó, dándole un beso en los labios.
Se acercó a él con ganas, con la esperanza de no haber destruido su relación la noche anterior. Keaton no respondió al principio, le gustaba llevar la iniciativa. Y a ella eso no le había molestado demasiado, hasta entonces. En esos momentos, no lo podía soportar.
¿Por qué no quería hacerla suya, devorarla? Habían estado varios días sin verse, debía tener ganas. No obstante, mientras lo besaba, notó que él se contenía. ¿Adónde había ido a parar la pasión?
¿Acaso la había habido alguna vez?
Odió estar dudando de una relación que se suponía que iba a ser para toda la vida. O que, al menos, iba a serlo hasta que se había dado cuenta de que se había acostado con el hermano equivocado. ¡No! No podía pensar así. Había pensado que estaba con Keaton. Había pensado que su prometido, un hombre serio, estirado y adicto al trabajo se había vestido con ropa distinta a la habitual y había fingido tener un acento extranjero para darle algo de emoción a su relación.
Honor se apartó de Keaton y dio un sorbo a su copa de vino. Le tembló la mano mientras se llevaba la copa a los labios y no fue por cómo la había besado Keaton, sino porque era consciente de que la noche anterior se había dado cuenta de que había cosas que no cuadraban y había decidido ignorarlas.
Así que le había sido infiel a Keaton. Y sabía que lo correcto era admitir el terrible error que había cometido, devolverle el anillo a Keaton y dimitir de su puesto de trabajo, pero, si lo hacía, lo perdería todo.
Keaton suspiró y ella lo miró con preocupación. Keaton nunca suspiraba. Nunca se mostraba débil. Nunca.
–¿Estás bien? Ha sido un día terrible, ¿verdad?
–Por decirlo de algún modo. ¿Piensas que es sincero?
–¿Quién? ¿Logan?
–Sí.
–Lo cierto es que sí. ¿Tú por qué pensabas que estaba muerto?
Keaton sacudió la cabeza.
–No lo sé. Supongo que oí a papá y a mamá hablar del hijo que habían perdido y di por hecho que había fallecido. Y dado que el tema les causaba tanto dolor, nunca les hice preguntas. Solo tenían una fotografía suya, conmigo, de recién nacidos.
–¿Y todavía la tienen?
–Sí, mi madre la tiene en su dormitorio, para poder verla todos los días. A mí me resultaba morboso, pero supongo que ella jamás perdió la esperanza de que volviese a casa algún día.
–Y lo ha hecho.
–Todavía no es seguro –le respondió Keaton, poniéndose a la defensiva, pero después volvió a suspirar–. Aunque supongo que es así. Y yo tengo la sensación de que llevo toda la vida intentando compensar la ausencia de mi hermano, intentando ser el mejor hijo para mis padres, dejándome la piel para que no lo echaran tanto de menos. Al parecer, estaba equivocado.
–No digas eso, Keaton. Tus padres te adoran. Saben lo mucho que trabajas. Saben cómo eres.
Keaton sonrió de medio lado y Honor sintió pena por él. En realidad, eran muy parecidos. Ambos tenían objetivos y luchaban por ellos. Y, en el fondo, él seguía buscando la aprobación y la aceptación de sus padres.
Y en esos momentos existía la posibilidad de que su hermano gemelo le quitase el puesto. Honor podía entender que se sintiese mal. Y sabía que debía intentar olvidarse del error que había cometido y asegurarse de que Keaton no se enterase jamás.
Sonó una alarma en la cocina y ella se puso en pie.
–La cena está lista –consiguió decir sin que le temblase la voz–. Vamos a la mesa.
En su lugar, Keaton la siguió hasta la cocina.
–¿Te puedo ayudar?
–Llévate la ensalada. Ah, y deja la botella de vino en la mesa. Creo que esta noche la vamos a necesitar.
Él sonrió de nuevo, en esa ocasión con algo más de ganas.
–Buena idea.
Hablaron de trabajo durante la cena, y ya habían recogido la mesa y estaban poniendo el lavaplatos cuando Honor decidió tocar un tema más personal.
–Keaton, he estado pensando.
–¿Sí?
–Pongamos fecha a la boda. Una fecha de verdad. Pronto. No hace falta que organicemos una gran fiesta. Los dos trabajamos demasiado como para hacer nada demasiado complicado. Yo sería feliz con una ceremonia en casa de tus padres, en el salón con vistas al lago. ¿Qué te parece?
–¿Qué tal el próximo verano?
Ella tomó aire.
–Si pedimos permiso mañana, tal vez podríamos hacerlo antes, quizás a finales de enero o principios de febrero. Pocas personas, un cóctel en vez de un banquete rodeados de desconocidos… ¿Qué te parece?
–Veo que lo has estado pensando mucho.
Keaton volvía a evitar responder con claridad y eso la enfadó. ¿Acaso no deseaba que consolidasen su relación?
–Por supuesto –le respondió–. Tenemos que poner fecha, Keaton. Llevamos así demasiado tiempo.
Él hizo una mueca.
–Enero es demasiado pronto.
Honor empezó a protestar, pero él levantó una mano para interrumpirla.
–No, escúchame. Los dos estamos muy ocupados ahora en el trabajo como para organizar una boda para el mes que viene. Además, no sería justo para mamá. Ya sabes lo mucho que le gusta organizar las celebraciones con tiempo.
Honor se preguntó si para Keaton la felicidad de su madre era más importante que la suya. Intentó apartar aquello de su mente. Nancy era una mujer cariñosa, adorable, que la había acogido en su familia desde el principio. Era una actitud infantil pensar que Keaton estaba anteponiendo a su madre, aunque lo sintiese así.
–¿No te quieres casar? –le preguntó, no pudo evitarlo.
–Sí, quiero –dijo él–. ¿Ves? Ya estoy practicando para el gran día.
Ella sonrió.
–Mira, ¿por qué no lo reflexionamos antes de tomar una decisión?
La agarró por la cintura y se inclinó hacia ella para besarla, pero Honor apartó la cara en el último momento. Después, para arreglarlo, le mordisqueó el cuello. No había podido evitarlo. Ya no quería medias tintas con él. Lo quería todo. Quería que su amor fuese apasionado. No quería besos automáticos. ¿Y si hacían el amor? No quería ni pensarlo, sobre todo, después del recuerdo que tenía de Logan grabado en su mente.
Se apartó de él.
–Es tarde –le dijo.
–¿Quieres que me marche? –le preguntó Keaton sorprendido.
–Lo siento. Estoy cansada y creo que esta noche prefiero estar sola.
Keaton apretó los labios. Era el único modo en el que expresaba su enfado o irritación.
–Creo que no voy a entenderte jamás, Honor. Tan pronto insistes en que nos casemos como me echas de tu casa. ¿No te habrás enfadado porque no quiero que nos casemos tan pronto?
–No, por supuesto que no. Lo siento. No debía haber insistido en el tema de la boda. Ahora no es el momento. Estoy cansada. Nos veremos mañana en el trabajo.
–Por supuesto.
Keaton se dio la media vuelta, pero Honor supo que estaba molesto con ella.
–¿Keaton? –lo llamó.
Él se detuvo y se giró hacia ella.
–¿Sí?
De repente, Honor se sintió tremendamente vulnerable. La noche anterior había hecho algo terrible, pero acostarse con Keaton esa noche habría sido como traicionarlo todavía más.
–Vamos a estar bien, ¿verdad?
Él la miró a los ojos y Honor contuvo la respiración.
–Por supuesto –le dijo.
Y se marchó.