Читать книгу Odio Barcelona - Varios autores - Страница 6
ОглавлениеRíos perdidos, Javier Calvo
Dedicado a Tomás Nochteff y Carmen Burguess
1. sinclairiana
Una mitología de resistencia, materialista y psicoanalítica.
Material martirológico para una guerrilla imaginaria. Todas las guerrillas necesitan murales en su territorio. Los nombres y las caras de sus mártires, para reforzar la moral de las tropas. Para representar públicamente el significado de la lucha. El martirio como sentido último de los eventos de la historia, una idea procedente del periodo poscanónico del judaísmo, de justificación doble: (1) el martirio representa una necesidad causal en la gran lucha entre el orden divino y el satánico. El Gran Adversario no permite una puesta en práctica pura del plan de Dios, por lo menos no en la era presente. (2) Al mismo tiempo, el martirio hace de antesala de la nueva era. La muerte se convierte en victoria, el martirio es un sacrificio expiatorio y a Satanás solamente se lo destronará mediante ese sufrimiento aceptado. Ésa es la doble justificación del martirio en la literatura apocalíptica precristiana: causalmente es ineludible y teleológicamente está completamente lleno de sentido.
El terreno de batalla de nuestra guerrilla imaginaria será el tiempo. Expulsados de la ciudad corporativo-institucional, los resistentes buscaremos el punto débil del ocupante: el tiempo. El tiempo como Camino de Baldosas Amarillas que lleva al Mercado Global de Oz. Y para asaltar el tiempo, nuestro mesías será Iain Sinclair, el apóstol de las desapariciones. Al tiempo del progreso capitalista, le opondremos el tiempo del regreso sinclairiano. Dice Sinclair: «Es posible acceder caminando a lo previo, como acontecimiento, todavía fiel al momento presente … El pasado es una ficción que nos absorbe. No necesita pasaporte, doblas la esquina y está contigo. Las cosas que se hacen ahí son naturales, son cosas que haces tú. Desprendido de esa sombra no eres nada, no hay nada. No tienes ninguna otra existencia». Y más adelante: «Te permites a ti mismo quedar saturado de esa solución del pasado, involuntariamente, sin querer, hasta que el lugar donde estás se ha convertido en otro. Y entonces puedes vivirlo, y entonces existe».
Al tiempo congelado de la hiperrealidad turística le opondremos el tiempo secreto del ritual sagrado. Al tiempo posmoderno de la «Tradición más Modernidad» del psc le opondremos el tiempo infinito de lo desaparecido para siempre. De la piedra arrancada.
Un idioma de runas ilegibles. Un signario estrictamente pagano, anterior a toda cultura imperial, a todo idioma institucional. Bustos de diosas primitivas, Deméter/Tánit, trozos de piedras y huesos de santos. Grafitis de resistencia.
tesis 1: En el antiguo sitio sagrado, el mural reactiva el altar.
2. el manantial de la diosa
La ciudad corporativo-institucional es un acto de magia negra. No es Barcelona, no es Bárkeno-Laie. En el nombre reside el poder. El nombre marca la continuidad, de los elementos a las reliquias. Del bosque al megalito al templo a la basílica. El nombre básico barc se compone del radical prerromano b-r/v-r («elevarse») con el sufijo posesivo arcaico -k («de»). El radical alude a la divinidad solar que se eleva en el horizonte. Un dios marino y celeste, común a muchas teogonías antiguas. La divinidad solar Bara o Vara se presenta a menudo en los topónimos en forma posesiva barc-. Tiene una doble función solar y acuática, sin que ello sea contradictorio, ya que como divinidad se relaciona íntimamente con ambos elementos. berci-cnos lleva el segundo término cnos, forma sincopada de kenos/genus, que apunta a uno de los principales epítetos de la diosa: la virgen. El radical gen-/ken-/cen- constituye por un lado el nombre de la diosa madre arcaica gena, bena o vena, y por otro lado actúa como nombre común de la base arcaica bann/benna, mujer o doncella. El nombre de divinidades como «Brigit», «Birgit», etc., proviene también del radical b-r más el sufijo -d o -t que debe de ser el título de divinidad. Son formas sincopadas de las anteriores, por pérdida de la vocal intermedia, las que empiezan barc-/barg-/brig-, etc. Por tanto hay un paralelismo basado en el esquema básico b-r-(c/g) o v-r-(c/g). La desinencia posterior, -ona, es probablemente una palabra ya existente que adoptaron los celtas, Onno, Onna, que quiere decir por un lado, río, y, por otro, manantial.
El topónimo, por tanto, contiene el nombre de la antigua diosa-madre mediterránea, cuyo esquema es b-n o b-r, pero también adopta las formas b-r-c y b-r-g, mientras que el segundo elemento contiene la antigua palabra -onna, que designa el río, la fuente o el agua. El topónimo debía de aludir en su origen a la divinidad a la que se consagró el agua y al enclave que lo rodeaba.
¿Cuándo descendió la Diosa sobre el manantial? ¿Cuándo la vieron emerger del agua por primera vez los antepasados del Monte Táber? En ese momento perdido se inicia la Historia. Los Magos Negros se encargarán de terminarla. ¿Llegó la Diosa en el Paleolítico? Un cuchillo de sílex encontrado en Sant Gervasi en 1917 y fechado en 25.000 años a.C. es el testimonio más antiguo de pobladores del Llano. Los humanos del Paleolítico, con su magia simpática y sus conjuros apotropaicos.
En todo caso, los diversos yacimientos de la Edad del Bronce encontrados en el Raval durante la última década ya seguro se corresponden con adoradores de la Diosa. Los yacimientos del Parque de Sant Pau del Camp, del cuartel de la Guardia Civil de Sant Pau del Camp y de las calles Robadors, Riereta y Reina Amalia. Todos organizados en torno a ese mismo núcleo original, presente desde hace cuatro milenios en medio de la Oscuridad Boscosa, resguardado entre torrenteras, vórtice de energías, Centro Sagrado del Raval.
¿Cómo fue la Noche Primal del Llano? La Ciutat Vella estaba cubierta por las aguas. El mar penetraba unos dos kilómetros más adentro del litoral actual, hasta donde empieza la elevación del terreno en la que se encuentra hoy la Plaça de Sant Jaume. Del litoral para arriba, por todo el llano que subía hacia las colinas, casi todo era bosque poblado de lobos y atravesado por torrentes. Cerca del mar, a la derecha de la actual Plaça de Sant Jaume, se extendían las marismas. Más arriba, aquí y allá, media docena de pequeños cerros, en cuya cima el bosque había sido talado con el fin de alojar a un poblado reducido y amurallado con piedra seca. Esos cerros eran los únicos núcleos poblados. El Puig Castellar. El Turó de Monterols. El Putxet. El Turó del Guinardó. El Turó de la Rovira. Montjuïc. Y por supuesto, el Monte Táber, en la actual Plaça de Sant Jaume, frente a la orilla del mar, cuyas olas batían donde hoy está la Plaça Regomir.
Hacia el siglo vi a.C., el monte Táber/bárkeno estaba poblado por unos cuantos centenares de indígenas que se denominaban a sí mismos layetanos, laiesken o «gente de laye». Agricultores, cazadores, pastores y alfareros, los layetanos invocaban a los espíritus de ultratumba en los bosques sagrados de los alrededores. Como todos los pueblos íberos, adoraban a la Gran Diosa, Démeter/Tánit, cuyo rostro nos dejaron en cerámicas, exvotos y pebeteros. El buitre, el lobo y los osos señoreaban el territorio boscoso que rodeaba el poblado de Bárkeno. Desde su pequeño promontorio, dominaban un llano cubierto de bosques y ríos. Manantiales y oscuridad. Con el espolón de Montjuïc adentrándose en el mar, coronado por el poblado más cercano, donde hasta hace pocos siglos se conservaba un dolmen. Adoradores de los bosques y de los santuarios en la espesura, los layetanos hablaban una lengua que nunca se ha descifrado y escribían en caracteres ibéricos. En Montjuïc se encontraba la cantera de Bárkeno y también la ceca que nos ha dejado las monedas de aquel periodo. En el siglo iii a.C. batió dracmas con la inscripción bárkeno. Más tarde sustituyó este nombre por el genitivo de la etnia, laiesken. Con este nuevo nombre emitió ases, semises y cuadrantes a mediados del siglo ii a.C. Además de las monedas, el nombre solamente se ha encontrado en dos lápidas posteriores: una que habla de un prefecto de Laietània, y otra de la esposa de un romano que se llamaba Annia Laietana. Una estela funeraria descubierta en el Call tenía labrado un signo solar y unos delfines y el nombre del difunto en caracteres ibéricos: nage-ildir. En décadas recientes se han exhumado varias necrópolis de ese periodo: cerca del estadio de Montjuïc, en la actual estación de Magòria de los Ferrocarrils de la Generalitat. Otra cerca de la Vía Layetana y que se encontró al construir el actual edificio de la Caixa d’Estalvis, antes Banco de España. Su época fue de los siglos vi al ii a.C., el periodo ibérico de la Barcelona prerromana.
tesis 2: Si Barcelona nació con el descenso de la Diosa, con el Sol reverberando en el agua, deberá terminar con la misma. La ciudad de los Magos Negros ya no es Barcelona. El gran proyecto de los Magos Negros consiste en crear un duplicado. Una Barcelona superpuesta a la antigua Bárkeno, que se vaya aplicando sobre la primera y termine por sustituirla. La Barcelona de los Magos Negros es un acto de usurpación, y, por tanto, no tiene derecho al Nombre de la Diosa. No es Barcelona. No tiene derecho a ningún nombre. En el nombre reside el poder. El nombre marca la continuidad. Del bosque al megalito al templo a la basílica. Bárkeno cuenta con la protección de la Diosa, a ella se le hacen los sacrificios. En los manantiales y en los bosques.
3. huesos
El culto a los santos, en el periodo que va desde las persecuciones de Nerón hasta que Constantino tolera el cristianismo en el 313, es un vórtice de magia blanca. Un espacio cargado de energía, entre el anquilosamiento de la religión romana y la transformación del cristianismo en Imperio y Máquina Milenaria de Sufrimiento. Los magos de este periodo son más poderosos de lo que nunca han sido y de lo que nunca serán. Sus poderes son dignos de divinidades locales. Santa Eulalia, la más poderosa de las magas barcelonesas del paleocristianismo, lleva un nombre que remite a los laiesken: la continuidad onomástica como símbolo de poder. Fue el prefecto Daciano quien la sometió a martirio al llegar a Barcelona en 303, ejecutando los edictos de persecución de Diocleciano. Eulalia era una niña, de familia noble y cristiana, nacida en las afueras. De acuerdo con la tradición, su martirio, el día segundo de los idus de febrero, tuvo tres fases. En la primera, le desgarraron la carne con garfios y le arrancaron las uñas. La metieron en un tonel lleno de cristales y la lanzaron rodando por la calle que hoy se llama Baixada de Santa Eulàlia. La niña soportó los martirios sin inmutarse y se negó a abjurar de su fe. A continuación, la ataron al potro y le aplicaron brasas y fuego, pero los poderes de la niña hicieron que las llamas se apartaran de su cuerpo y quemaran en cambio a los verdugos. Por fin, Daciano ordenó que la clavaran desnuda a una cruz en forma de x.
En la cruz tuvo lugar el más famoso de sus milagros: para ocultar su desnudez, su cabello creció mágicamente y una nevada milagrosa cayó sobre la ciudad, cubriendo el cuerpo de la niña. Al cabo de tres días en la cruz, unos cristianos la descolgaron y la enterraron en el sitio donde sus huesos pasarían cinco siglos, bajo la actual iglesia de Santa María del Mar.
En 304, durante el mismo periodo que Daciano pasó en Barcelona, fue martirizado otro gran mago, sant Cugat. De origen africano, Cugat llegó a la Península en busca de martirio y fue hecho preso en el camino que iba de Barcino a Egara. En la cárcel, fue entregado al prefecto Galerio para que lo torturaran. Los verdugos perdieron la vista y el prefecto murió, mientras que Cugat fue mágicamente curado de sus heridas. El nuevo prefecto, Maximiano, ordenó crueles tormentos que no tuvieron efecto, mientras que él moría presa de las llamas. Por fin, el tercer prefecto, Rufo, escarmentado por sus predecesores, no aplicó tormento al mártir, sino que lo hizo degollar. El martirio tuvo lugar en el campamento militar llamado Castrum Octavianum, donde hoy se levanta el Monestir de Sant Cugat.
En el mundo paleocristiano, el término «santo» equivale a mártir. El culto de los santos es el culto a los mártires que han muerto en medio de espectaculares despliegues de magia. Otros creyentes se reunían en la tumba del mártir y celebraban allí la Eucaristía. La ceremonia adoptaba la forma de una celebración alegre y triunfal. El primer ejemplo documentado de dichas ceremonias son las celebraciones anuales en la tumba de Policarpo en el siglo ii. Desde el principio del culto, los paleocristianos les rezan a los muertos para que intercedan por ellos, y esas oraciones pronto se extienden a los santos. Enseguida, la intercesión de los santos empezó a buscarse más que la del resto de muertos, y así empieza el culto a los mártires. En Barcelona, los restos de santa Eulalia fueron hallados por el obispo Frodoí en el año 878 y trasladados a la catedral, donde todavía conservan el sepulcro original del siglo ix. La iglesia de las Arenas, donde Frodoí encontró la tumba de la santa, era una basílica rodeada de una gran necrópolis construida sobre un templo paleocristiano anterior con tumbas del siglo iv. Aquél fue el lugar donde se adoraba a santa Eulalia, bajo la actual iglesia de Santa María del Mar. Otro centro de energía. Allí los paleocristianos celebraban sus eucaristías a la maga, le rendían ofrendas para que ella las disfrutara en el submundo y celebraban su pronta resurrección.
La resurrección de los muertos, el centro de la religión paleocristiana, era entendida en aquellos primeros siglos como una resurrección física. Los primeros cristianos creían que Jesús iba a ejecutar muy pronto su Gran Acto Mágico, la parousia o Segunda Venida, probablemente en el decurso de unas pocas generaciones. Al regreso de Cristo le seguiría la resurrección de los muertos y el establecimiento del Reino de los Cielos en la Tierra. Los paleocristianos, sin embargo, creían en la idea farisaica de que los muertos iban a resucitar físicamente. No sería hasta más tarde que se impondrían, a través de pensadores como Orígenes, las ideas platónicas según las cuales solamente el alma era digna de perfección, pero no el cuerpo. Bajo la tierra, los muertos esperaban la resurrección, en las llanuras del Hades. Y los vivos les rezaban. El hecho de que los paleocristianos rezaban a los muertos es algo atestiguado por lo menos desde el siglo ii, y la celebración de la Eucaristía por los Muertos es algo documentado desde el siglo iii.
El tiempo paleocristiano es el tiempo de la escatología. Rezar para que se termine el mundo. Rezar y esperar a que los muertos salgan de sus tumbas. Y entre tanto, mandar a los mejores hombres y mujeres al Hades. Construir un ejército de ultratumba, magos y santos, esperando bajo tierra. El universo no puede ser cambiado, pero para seguir con el plan, para mantener la estructura teleológica de las cosas, la sangre de los mártires debe ser derramada. Son ellos, con sus muertes mágicas, los que mantienen vivo el plan.
tesis 3: Las mitologías de resistencia necesitan criptas y lugares subterráneos. Los mártires nos proporcionan el Arma de Resistencia. Nos dan huesos. Con los huesos y los trozos de piedra ya podemos empezar a luchar. Los huesos de santa Eulalia y las estelas funerarias y las cerámicas de la Diosa. El culto a los santos y a la Virgen como pervivencia de la magia pagana, del culto a la Gran Diosa. Más cerca de sus inicios, la magia es más fuerte. Lo que hoy son ruinas, antes eran templos. Las cosas sagradas desaparecen o son reemplazadas por artefactos turísticos. Nosotros, ahora, las dibujamos en las paredes.
4. los magos negros
En el año 2004, en la Rambla de Raval de Barcelona, empiezan las obras de construcción del hotel Barceló Raval, una torre de planta ovalada, de acero negro y cristal, provista de reflectores y luz interior que, cuando las obras terminen, iluminarán la zona entera de noche. Un cuerpo celeste, un faro gigantesco, que disipe para siempre las sombras de una zona que siempre tuvo su esencia en la oscuridad. La construcción del Barceló Raval es la tercera fase de la guerra de los Magos Negros contra el Raval. La Primera Fase fue la construcción en 1992 del cccb y el macba, cuarteles generales de la Cultura del Ayuntamiento. La Segunda Fase fue el derribo de una parte del barrio en 1999 para abrir la Rambla del Raval, un espacio diáfano que marcó un paso decisivo en la Guerra a la Oscuridad. Paradójicamente, al iniciarse las obras del hotel Barceló se descubrieron en la Illa Robadors restos de la Edad del Bronce, correspondientes al mismo poblado neolítico de Sant Pau del Camp, así como una necrópolis romana. El Raval, antiguo bosque surcado de torrentes y situado en el exterior de las murallas, cobraba su razón de ser en la oscuridad. Ermitas y monasterios, tabernas y prostitutas, bandoleros y locos, todo se producía en la oscuridad de las arboledas. Hermano gemelo oscuro de la otra ciudad, de la Ribera, del Mons Táber, en el Raval no regían sus leyes. Allí se desterraba y se ejecutaba, allí se bebía vino y se fornicaba. Allí rezaban los monjes bajo la luna.
Los Magos Negros han existido desde hace mucho tiempo. Su Gran Acto de Magia Negra consiste en hacer desaparecer la ciudad y reemplazarla por un artefacto muerto. Por eso odian los lugares sagrados. Su meta es deshacer el vínculo entre los hombres y mujeres y el suelo. Cuando los hombres y mujeres que caminen por las calles de la ciudad ya no tengan ningún vínculo sagrado con el suelo y las piedras y los huesos, entonces Barcelona habrá muerto del todo. La Diosa del Manantial habrá desaparecido. Los muertos con que quieren poblar las calles no son los mártires muertos que surgirán del suelo para besar la mano de Cristo. Son los muertos del turismo, los zombis con olor a crema solar. La ciudad corporativa-institucional-turística de los Magos Negros está muerta y embalsamada, ya que ha vendido su energía sagrada. Ha dejado de ser real para convertirse en hiperreal. Los dos grandes sortilegios que ya se pueden ver en las calles son lo que los teóricos del turismo han denominado la museificación y la tematización de la ciudad. La museificación consiste en embalsamar el centro histórico de la ciudad, recomponerlo con piezas falsas y entregárselo al turismo. Un monstruo fabricado con miembros robados de sus tumbas. El antiguo Monte Táber, transformado en ese artefacto turístico denominado Barrio Gótico, es el principal ejemplo en el centro de la ciudad.
Los Magos Negros empezaron a usar la expresión Barrio Gótico entre 1925 y 1927. La expresión designaba el pequeño cuadrilátero que va de la Catedral a la Plaça de Sant Jaume. Ciertamente, como decía el arquitecto Florensa en 1928, la expresión no se correspondía a nada real y se reducía principalmente a un eslogan turístico. De todas maneras, el adjetivo gótico hacía referencia a la operación consciente de modificación del barrio de la catedral, proyectando una unidad de estilo en un conjunto diverso. El barrio gótico no se redujo a un proceso de restauración arquitectónico, sino que llegó a reconstruir una ciudad medieval imaginaria. En 1927 se construyó entre los dos edificios de la Generalitat un puente neogótico, en el carrer del Bisbe. Lo mismo con el tratamiento monumental de la fachada lateral de la capilla de Santa Águeda. Finalmente, se desplazó piedra por piedra la antigua Casa Clariana-Padellàs, un palacio de los siglos xv y xvi que se encontraba en medio del trazado de la Vía Layetana y se transplantó al frente de la Plaça del Rei, contribuyendo así a cerrar y medievalizar el aspecto del lugar. De esta manera, el Monte Táber, antigua acrópolis ibérica-romana-medieval de la ciudad, se transforma en la nueva Acrópolis de la meta-Barcelona de los Magos Negros.
La invención del Barrio Gótico a final de los años veinte se acerca conceptualmente a lo que llevó a cabo la Exposición Universal de 1929 en el Poble Espanyol: la reconstitución artificial de un pueblo como reliquia de un pasado idealizado que no existió nunca. Esta operación de museificación de la ciudad extendió la idea de museo a todo el centro histórico, como una enfermedad metastática, quitándole la vida e inutilizándolo para los fines verdaderos de una ciudad. El culto. El trabajo. El foro. Las tabernae, tiendas-tabernas-almacenes-casas comunitarias donde vivía la mayor parte de la población de la Barcino romana. La meta-Barcelona como meta-stasis, que roba la vida y deja tras de sí un paisaje estático.
Es fácil ver adónde ha llegado la metástasis y cuáles son sus ejemplos. La tematización, el otro gran sortilegio maligno, ha generado la Barcelona modernista, otro gran monstruo que funciona mediante la destrucción u ocultación de la mayor parte de la historia de los últimos siglos en beneficio del vomitivo legado señorial noucentista y burgués. Posteriormente al Barrio Gótico y a la Barcelona modernista se han producido la Barcelona Olímpica, la Recuperación del Litoral, el Fórum de las Culturas y el Distrito 22@, terroríficos conjuros que progresivamente van expulsando a la población nativa para entregarle el territorio a los zombis turísticos y a los sirvientes del capital.
plan de batalla: Revisitar los lugares sagrados. Hacer dibujos de las piedras que ya no están. Pintar los murales de la resistencia a los Magos Negros. Dibujar a la Gran Diosa. La Gran Diosa es la madre de Barcelona. Visitarlo todo, únicamente a pie, y únicamente en secreto. El Monte Táber, las ruinas romanas, las Cuatro Columnas del Templo de Augusto. Las cerámicas layetanas. Sant Pau del Camp. Entrar en Santa María del Mar y descender al subsuelo con la Visión Remota. Más abajo de la Basílica de las Arenas. Hasta que la mente llegue a las piedras últimas, abajo del todo, hasta el templo paleocristiano. Volver a encontrar los huesos de la santa. Y luego la siguiente fase, el dibujo, la runa. Empezar por el Raval, el Hermano Oscuro. Encontrar los Cuatro Puntos Sagrados del Raval. El Pla de la Boqueria al Norte, el Lugar de las Ejecuciones, donde corrió la sangre de docenas de miles de ejecutados, un Lago de Sangre. (Hoy los turistas se fotografían allí comprando fruta de temporada.) El Portal de Sant Antoni al Sur, lugar de destierro y ejecuciones y escenario de ese desfile pagano llamado Els Tres Tombs. La capella de Sant Llàtzer en el Centro, oculta entre edificios y tiendas, casi invisible para el paseante, el Centro Numinoso del antiguo Raval, donde se escondía a los leprosos y los monstruos. Y por fin, por encima de todo lo demás, Sant Pau del Camp en el este, erguida y desafiante, conmemorando el lugar donde todo empezó, existiendo a pesar de todo. Sacando su energía de esa misma existencia, el Gran Centro Sagrado. Y una vez allí, cerrar los ojos, recuperar el vínculo sagrado. Dejar que suba desde la tierra hasta los pies.
Y ver, siguiendo a Iain Sinclair, que «todo esta ahí en el aliento de las piedras. ¡Hay una geología del tiempo! Podemos coger los ladrillos con las manos: al cogerlos, entramos en él. El momento muerto solamente existe en la medida en que lo vivimos ahora. No hay sombras cruzando el paisaje del pasado: tenemos el pasado y tenemos lo que se avecina. Llegamos a lo que había y lo hacemos ahora».
«Renunciamos a nosotros», nos dice el mago. «Nos liberamos, nos adentramos sigilosamente en nosotros mismos sin darnos cuenta. Entramos en nuestros propios contornos: estamos ahí antes.»