Читать книгу Mabinogion. Relatos galeses medievales - Varios autores, Carlos Beristain - Страница 13

Primera rama del mabinogi

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Pwyll, príncipe de Dyfed, era señor de las siete provincias de Dyfed35. Un día se encontraba en Arberth, una de sus cortes principales, y tuvo ganas de ir a cazar36. El lugar de su reino que eligió fue Glynn Cuch37. Partió esa noche de Arberth y llegó a Penn Llwyn Diarwya, donde durmió. Al día siguiente, al despuntar el alba, se levantó, fue a Glyn Cuch, y liberó a los perros en el bosque. Sonó el cuerno, dando inicio a la corrida de la caza, y fue detrás de los sabuesos, alejándose de sus compañeros. Mientras escuchaba el aullido de su jauría, pudo oír los ladridos de otros perros, que sonaban distinto, aproximándose a los suyos. Vio un claro de llanura en el bosque, a su jauría acercándose por un costado y a un ciervo delante de los otros sabuesos. Y hacia el centro del claro, de pronto, la jauría que estaba persiguiendo al ciervo lo alcanzó y lo derribó.

Entonces Pwyll observó el color de los perros, sin preocuparse por mirar al ciervo. De todos los sabuesos que había visto en el mundo, ninguno tenía ese color: eran de un blanco inmaculado y resplandeciente y sus orejas eran rojas; la blancura de los perros resplandecía igual que el rojo de sus orejas38. En eso alcanzó a los animales, ahuyentó a la jauría que había matado al ciervo y alimentó a la suya con él.

Mientras comían vio que llegaba detrás de los otros perros un jinete montado sobre un gran caballo gris moteado; tenía un cuerno alrededor del cuello y vestía prendas de caza de color gris claro39. Se acercó y le habló así:

–Señor, yo sé quién eres tú, pero no te saludaré como corresponde40.

–Bueno –respondió Pwyll–, quizá tu rango es tal que no te obliga.

–Dios sabe –dijo él– que no es la dignidad de mi rango lo que me lo impide.

–Señor –dijo por su parte Pwyll–, ¿qué otra cosa es?

–Por Dios –contestó el jinete–, tus propios modales y tu descortesía.

–¿Qué descortesía, señor, has visto en mí?

–No he visto descortesía mayor en un hombre –le respondió– que ahuyentar a la jauría que había matado al ciervo y alimentar a sus propios perros con él. Eso –continuó– fue gran descortesía y, aunque no me vengue de ti, haré, por Dios, que tu injuria te cueste cien ciervos.

–Señor –replicó Pwyll–, si te he insultado, pagaré tu amistad41.

–¿Cómo lo harás?

–De acuerdo con tu rango, pero no sé quién eres.

–En la tierra de la que vengo soy un rey coronado.

–Señor –respondió Pwyll–, buen día a ti. ¿De qué tierra vienes?

–De Annwfn –dijo–. Soy Arawn, rey de Annwfn42.

–Señor –contestó–, ¿de qué modo puedo ganar tu amistad?

–Así es como puedes hacerlo –respondió él–: un hombre cuyo reino está frente al mío me hace la guerra todo el tiempo. Se trata de Hafgan, otro rey en Annwfn. Si me libras de esa opresión, y eso será fácil, ganarás mi amistad.

–Te ayudaré de buen grado –dijo Pwyll–, pero dime de qué modo podría hacerlo.

–Así es cómo –respondió–: haré una sólida alianza contigo y te pondré en mi lugar en Annwfn. Te daré la mujer más hermosa que jamás hayas visto para dormir contigo todas las noches, y tendrás mi propia forma y apariencia de modo que ni chambelán, ni oficial ni ninguno de mis seguidores sabrá que tú no eres yo. Y esto –continuó–, desde mañana hasta fin de año. Nos reencontraremos aquí, en este lugar.

–Bueno –dijo Pwyll–, pero aunque esté allí hasta fin de año, ¿cómo sabré encontrar al hombre del que hablas?

–Él y yo nos encontraremos en el vado dentro de un año a partir de esta noche –contestó–. Tú estarás bajo mi forma y le asestarás un golpe que le quitará la vida. Aunque te pida que le des otro, no debes hacerlo, por más que te lo ruegue, ya que sin importar la cantidad de veces que yo lo golpeaba, al día siguiente volvía a luchar contra mí tan bien como antes.

–Bueno –replicó Pwyll–. Pero, ¿qué haré yo con mi reino mientras tanto?

–Yo me aseguraré de que no haya en tu país ni hombre ni mujer que sepa que yo no eres tú. Yo tomaré tu lugar –dijo Arawn.

–Con mucho gusto –contestó Pwyll–, y ahora, por mi parte, seguiré mi camino.

–Tu viaje no tendrá obstáculos y nada te detendrá hasta que llegues a mi reino; yo te escoltaré.

Arawn acompañó a Pwyll hasta que éste vislumbró la corte y la morada.

–He aquí la corte y el reino bajo tu poder –dijo–. Dirígete hacia allí; no habrá nadie que no te reconozca. Y en tanto observes los usos de la corte, reconocerás sus costumbres.

Hacia allí se encaminó Pwyll. En la corte vio aposentos, salas, habitaciones y edificios bellamente adornados como nunca nadie había visto. Acudió a la sala para sacarse los zapatos. Llegaron muchachos y chambelanes jóvenes para descalzarlo y todos lo saludaban al entrar43. Dos caballeros se llevaron su traje de caza y le colocaron vestidos dorados de seda brocada.

La sala fue dispuesta. Entonces vio entrar a una banda de guerreros y seguidores que eran los más nobles y mejor equipados que había visto jamás, y junto a ellos venía la reina, la mujer más hermosa del mundo, vestida con un atavío de oro de resplandeciente seda brocada. Fueron a lavarse y luego se dirigieron a las mesas y se sentaron así: la reina de un lado y el iarll (supuso él) del otro44. La reina y él comenzaron a hablar. Mientras charlaba con ella le pareció que era la mujer más noble y cortés de disposición y conversación con la que jamás había estado. Pasaron el tiempo comiendo, bebiendo, cantando y divirtiéndose. De todas las cortes del planeta que conocía, esta era la que más rebosaba de comida y bebida, de vajillas de oro y joyas regias.

Llegó la hora de que fueran a dormir y la reina y él así lo hicieron. Tan pronto se acostaron, él volvió su rostro hacia un lado de la cama, dándole la espalda a ella, y desde ese momento hasta la mañana no le dijo ni una palabra. Al día siguiente conversaron amigablemente y se trataron con dulzura, . Sin embargo, aunque existiera este cariño durante el día, todas las noches hasta el final del año fueron iguales a la primera45.

Pasó el año cazando, cantando, divirtiéndose, con afecto y conversando con sus compañeros, hasta la noche del encuentro, que fue vivamente recordada tanto por el habitante más lejano de todo el reino como por él mismo. Entonces fue a la cita, junto con los nobles de su reino. En cuanto llegó al vado, un caballero se levantó y habló así:

–Nobles señores, escuchen bien. Este encuentro es entre los dos reyes, y solo entre ellos dos. Cada uno le demanda al otro tierras y territorios. Estén todos tranquilos y déjenlos combatir.

Enseguida los dos reyes se aproximaron juntos al centro del vado para enfrentarse. En el primer ataque, el hombre que estaba en lugar de Arawn golpea a Hafgan en medio de la bloca del escudo, de modo que lo parte en dos mitades y destroza toda su armadura. Hafgan cae, cuan largos eran su brazo y el asta de su lanza, por detrás de la grupa de su caballo sufriendo un golpe mortal46.

–Señor –dijo Hafgan–, ¿qué derecho tenías tú sobre mi muerte? Yo no te reclamaba nada. Tampoco conozco razón alguna para que me mates. Pero, por Dios, puesto que has empezado, ¡termina!

–Señor –respondió el otro–, me podría arrepentir de culminar lo que te he hecho a ti. Busca a otro para que te mate. Yo no lo haré.

–Mis leales nobles –dijo Hafgan–, sáquenme de aquí; mi muerte está cerca. No hay manera de que pueda sostenerlos de aquí en más.

–Nobles míos –dijo el hombre que estaba en lugar de Arawn–, tomen consejo y piensen quiénes podrían ser vasallos míos.

–Señor –replicaron los nobles–, todos deberían serlo ya que no hay otro rey más que tú en todo Annwfn.

–Bueno –respondió–. Es correcto recibir a los que vienen sumisos, pero aquellos que no lo hacen obedientemente, que sean obligados por la fuerza de las armas.

Y de inmediato recibió el juramento de los hombres y comenzó a tomar posesión de la tierra47. Y al mediodía del día siguiente los dos reinos estaban bajo su poder.

Entonces emprendió el camino hacia el punto de reunión y fue a Glyn Cuch. Cuando llegó se encontró con Arawn, rey de Annwfn, frente a él. Ambos estaban contentos de verse.

–Bien –dijo Arawn–, Dios te compense por tu amistad. He escuchado sobre ella.

–Bueno –respondió Pwyll–, cuando regreses a tu tierra verás lo que he realizado por ti.

–Dios te pague todo lo que has hecho por mí –dijo.

Entonces Arawn le dio su forma y apariencia a Pwyll, príncipe de Dyfed, y tomó la suya propia. Arawn se volvió a su corte en Annwfn, y estaba contento de encontrarse con sus seguidores y su mesnada, ya que no los había visto por un año. Sin embargo, ellos no lo habían extrañado y su llegada no era ninguna novedad. Ese día lo pasó feliz y placenteramente, sentado y conversando con su mujer y sus nobles. Cuando fue más oportuno dormir que divertirse, se fue a la cama y su mujer acudió a él. Lo primero que hizo fue charlar con ella, y luego se rindió al placer amoroso y al amor. Pero durante un año ella no había estado acostumbrada a eso y meditó sobre ese asunto: «Dios mío –se dijo–, ¿por qué es diferente su humor esta noche de lo que ha sido durante el último año?». Y reflexionó largamente. Luego de estas cavilaciones, él se despertó y le habló, insistiéndole una segunda vez y una tercera, pero no recibió réplica alguna.

–¿Por qué razón no me respondes? –le preguntó.

–Te lo diré: no he hablado tanto en este mismo lugar desde hace un año –contestó ella.

–¿Por qué? –dijo–. Nosotros hablábamos siempre.

–¡Que caiga sobre mí gran vergüenza! Este último año, en cuanto nos envolvíamos en la ropa de cama, no había más regocijo ni conversación, ni siquiera volvías tu rostro hacia mí, y mucho menos pasaba algo más entre nosotros –exclamó ella.

Entonces él pensó: «Querido señor Dios –se dijo–, tenía un camarada cuya amistad era firme y fuerte». Luego le dijo a su mujer:

–Señora, no me culpes. Juro por Dios que este último año no he dormido ni yacido contigo –y le contó toda la historia.

–Confieso a Dios –dijo ella– que has hecho un buen negocio para que tu amigo haya combatido las tentaciones del cuerpo y cumplido su promesa.

–Señora –replicó él–, esos eran exactamente mis pensamientos mientras guardaba silencio.

–¡No me extraña! –respondió ella.

Por su parte, Pwyll, príncipe de Dyfed, regresó a su tierra y reino, y les preguntó a sus nobles cómo había sido su señorío durante ese año en comparación a como había sido antes.

–Señor –contestaron ellos–, jamás había sido igual tu saber o mejor tu juicio, ni habías sido un joven tan gentil ni tan generoso en la distribución de tu riqueza.

–Por Dios –dijo él–, bueno es que agradecieran al hombre que estuvo con ustedes. Y esta es la historia, tal y como fue –y Pwyll les relató todo.

–Bueno, señor –dijeron–, gracias a Dios que tuviste esa amistad. Seguramente no cambiarás el señorío que tuvimos este año.

–Por Dios que no lo haré –replicó Pwyll.

Y a partir de ese momento empezaron a fortalecer su amistad y se mandaban caballos, sabuesos, halcones y cualquier objeto de valor que pensaran que podría complacer al otro. Y debido a que había pasado ese año en Annwfn y lo había gobernado con tanto éxito, uniendo los dos reinos gracias a su coraje y valor, el nombre de Pwyll príncipe de Dyfed cayó en desuso y fue llamado Pwyll Pen Annwfn de allí en más48.

Un día, Pwyll estaba con un grupo grande de seguidores en Arberth, una de sus cortes principales, donde se le había preparado un banquete. Después de la primera comida se levantó para ir a pasear y se encaminó hacia la cima de una colina que estaba al norte, llamada Gorsedd Arberth49.

–Señor –dijo uno de la corte–, la peculiaridad de esa colina es que cualquier noble que se siente en ella no se irá sin que haya ocurrido una de dos cosas: o bien recibirá heridas o daño, o bien verá una maravilla.

–No temo recibir heridas o daño en medio de un grupo tan numeroso como éste, pero me gustaría ver una maravilla. Iré a sentarme en la colina.

Así lo hizo. Mientras estaban sentados vieron a una mujer sobre un caballo grande y alto de color pálido, vestida de oro resplandeciente y seda brocada, viniendo por el camino que atravesaba la colina.

–Hombres –dijo Pwyll–, ¿alguno de ustedes reconoce a la jineta?

–No, señor –respondieron.

–Que vaya uno a su encuentro y descubra quién es –dijo.

Uno de ellos se levantó, mas cuando llegó a la senda ella ya había pasado. La persiguió a pie todo lo que pudo pero, cuanto más rápido iba, ella más se alejaba. Cuando vio que era inútil continuar, regresó junto a Pwyll y le dijo:

–Señor, es inútil seguirla a pie.

–Bueno –contestó Pwyll–. Vuelve a la corte, toma el caballo más veloz que conozcas y ve detrás de ella.

Tomó el caballo y partió. Llegó a la llanura y picó al animal con las espuelas. Pero cuanto más picaba al caballo, tanto más ella se alejaba, a pesar de que llevaba el mismo paso que cuando había comenzado. El corcel del hombre se cansó y, cuando se dio cuenta de que su andar se debilitaba, regresó a donde estaba Pwyll.

–Señor –le dijo–, es inútil perseguir a aquella dama. No conozco caballo más veloz en todo el reino que éste y, sin embargo, ha sido todo en vano.

–Sí –respondió Pwyll–, debe haber alguna explicación mágica aquí. Vayamos a la corte.

Llegaron a la corte y así transcurrió el resto de la jornada. Al día siguiente se levantaron y pasaron el tiempo hasta que llegó la hora de ir a comer. Después de la primera comida, Pwyll dijo:

–Bueno, todos los que estuvimos ayer, vayamos a la cima de la colina. Y tú –le dijo a uno de los muchachos–, trae el caballo más veloz del campo que conozcas.

Así lo hizo el joven y partieron rumbo a la colina junto con el animal. Cuando estaban por sentarse vieron venir por el mismo camino a la mujer sobre el caballo, vestida de igual manera.

–Aquí está la jineta de ayer –dijo Pwyll–. Prepárate, muchacho, para descubrir quién es ella.

–Señor –dijo él–, lo haré de buen grado.

En eso la jineta llegó frente a ellos. Entonces el joven montó a caballo pero, antes de que pudiera asentarse en la silla, ella ya lo había pasado, sacándole buena ventaja; su paso no era diferente al del día anterior. El muchacho dispuso que el caballo ambulara e imaginó que, pese a la lentitud con la que andaba el animal, la alcanzaría. Sin embargo, todo fue inútil. Soltó las riendas del caballo, pero no se había acercado más que si estuviera a pie. Cuanto más picaba al corcel, ella más se alejaba, aunque su paso no fuera más rápido que antes. Puesto que veía que era infructuoso perseguirla, regresó y fue a donde estaba Pwyll.

–Señor –le dijo–, el caballo no puede hacer nada mejor que lo que has visto.

–He observado que es en vano perseguirla –respondió–. Juro por Dios que ella tiene un mensaje para alguien de este llano, si su obstinación le hubiera permitido decirlo. Volvamos a la corte.

Llegaron y pasaron esa noche cantando y divirtiéndose hasta que estuvieron satisfechos. Al día siguiente se entretuvieron hasta que llegó la hora de ir a comer. Cuando terminaron la comida, Pwyll dijo:

–¿Dónde están los que estuvieron conmigo en la cima de la colina ayer y el día anterior?

–Aquí estamos, señor –respondieron ellos.

–Vamos a sentarnos en la cima –dijo–. Y tú –dirigiéndose al palafrenero–, ensilla bien mi caballo y condúcelo al camino, y trae mis espuelas –el palafrenero así lo hizo.

Llegaron a la colina y se sentaron. No habían estado mucho tiempo cuando vieron a la jineta venir por el mismo camino, de igual forma y paso.

–Palafrenero –dijo Pwyll–, veo a la jineta. Dame mi caballo.

Montó y, tan pronto como lo hizo, ella lo pasó. Giró por detrás de ella y dejó que su vivaz y saltarín caballo caminara. Le pareció que al segundo salto, o al tercero, la alcanzaría, pero no estaba más cerca de ella que antes. Apuró al caballo para que fuera lo más rápido posible; sin embargo, vio que era inútil perseguirla. Entonces dijo Pwyll:

–Doncella, por el bien del hombre que más amas, espérame.

–Aguardaré de buen grado –respondió ella–, pero hubiera sido mejor para el caballo si lo hubieses pedido hace un rato.

La doncella se detuvo y esperó. Corrió la parte del tocado que cubría su rostro, fijó su mirada sobre él y empezaron a conversar.

–Señora –dijo Pwyll–, ¿de dónde vienes y hacia dónde vas?

–Estoy haciendo unos mandados –contestó–. Me alegra verte.

–Te doy la bienvenida –dijo él.

Entonces Pwyll pensó que los rostros de todas las doncellas y damas que había visto eran desagradables en comparación con el de ella.

–Señora –le dijo–, ¿me dirás algo acerca de tus mandados?

–Por Dios que lo haré –respondió ella–. Mi principal objetivo era conocerte.

–Ese es, para mí, el mejor propósito que pudo traerte –dijo Pwyll–. ¿Me dirías quién eres?

–Sí, señor –dijo–. Soy Rhiannon hija de Hyfaidd Hen y seré entregada a un hombre en contra de mi voluntad50. Pero jamás he querido a nadie por amor a ti, y aún no lo hago, a menos que me rechaces. Y es para conocer tu parecer en este tema que he venido.

–Por Dios –contestó Pwyll–, esta es mi respuesta para ti: si pudiera optar entre todas las damas y doncellas del mundo, te elegiría a ti.

–Bien –dijo ella–, si esto es lo que quieres, antes de que me entreguen a otro hombre arregla una cita conmigo.

–Para mí, cuanto antes mejor –dijo Pwyll–. Organiza el encuentro donde tú quieras.

–Lo haré, señor –respondió ella–. Me aseguraré de que se prepare un banquete dentro de un año a partir de esta noche en la corte de Hyfaidd y de que esté listo para cuando llegues.

–Asistiré de buen grado –dijo él.

–Adiós, señor –dijo ella–. Recuerda cumplir tu promesa. Yo seguiré mi camino.

Se separaron, y él regresó junto a su mesnada y sus seguidores. Cualquier pregunta que le hacían respecto de la doncella, él cambiaba de tema. Así pasó el año hasta el momento acordado y Pwyll se aprontó junto con noventa y nueve caballeros. Partió hacia la corte de Hyfaidd Hen; llegó y le dieron una cálida bienvenida. Había una gran concurrencia y alegría, lo esperaban grandes preparaciones y todas las riquezas de la corte estaban a su disposición. Prepararon la sala y fueron a las mesas. Así fue como se sentaron: Hyfaidd Hen a un lado de Pwyll y Rhiannon al otro lado; luego, cada uno de acuerdo con su rango. Comieron, se solazaron y conversaron.

Cuando estaban por empezar a entretenerse después de la comida, vieron entrar a un joven alto, de porte regio y cabello negro, vestido con seda brocada. Cuando llegó a la parte superior de la sala saludó a Pwyll y a sus compañeros51.

–Bienvenido seas, amigo. Ven a sentarte –dijo Pwyll.

–No lo haré –respondió él–, soy un demandante y realizaré mi pedido.

–Hazlo de buen grado –dijo Pwyll.

–Señor –replicó él–, es a ti a quien he venido a hacerle una solicitud.

–Lo que sea que me pidas, mientras esté a mi alcance, será tuyo.

–¡Ay! –dijo Rhiannon–, ¿por qué has dado esa respuesta?

–Ya lo ha concedido, señora, en presencia de los nobles –dijo el otro.

–Amigo –dijo Pwyll– ¿qué es lo que quieres?

–La mujer a la que más amo, con la que dormirás esta noche. He venido a solicitar su mano y las preparaciones y provisiones que hay aquí.

Pwyll permaneció en silencio, ya que no sabía qué contestar.

–Calla tanto tiempo como gustes –dijo Rhiannon–. Jamás ha sido un hombre tan lento de entendimiento como tú.

–Señora –respondió–, no sabía quién era él.

–Ese es el hombre a quien querían otorgarme en contra de mi voluntad –dijo ella–, es Gwawl hijo de Clud, hombre poderoso y con muchos seguidores52. Y como has dado tu palabra, entrégame antes de que caiga deshonor sobre ti.

–Señora –dijo él–, ¡qué clase de respuesta es esa! Nunca podría hacer lo que dices.

–Entrégame a él –insistió ella– y yo me aseguraré de que nunca me posea.

–¿Cómo? –preguntó Pwyll.

–Te daré una pequeña bolsa –dijo ella–, guárdala bien. Él está pidiendo el banquete, las preparaciones y las provisiones, pero no está en tu poder concederlos. No obstante, yo otorgaré el banquete a la mesnada y a los seguidores, y esa será tu respuesta acerca de este asunto. Respecto de mí –dijo–, organizaré una cita con él para dentro de un año a partir de esta noche para que duerma conmigo. En ese momento tú deberás estar en aquel huerto de allí arriba, con tus noventa y nueve caballeros y esta bolsa. Cuando él se encuentre a mitad de la diversión y el entretenimiento, te acercarás con la bolsa en la mano vistiendo ropas raídas y solo pedirás que te llenen la bolsa de comida. Por mi parte –continuó ella–, me aseguraré de que, aunque coloquen dentro de ella toda la comida y bebida de estas siete provincias, no esté más llena que antes. Cuando hayan echado muchas cosas, él te preguntará: «¿Alguna vez se llenará tu bolsa?» y tú le responderás: «No, a menos que un hombre muy poderoso comprima la comida con ambos pies y diga ‘bastante se ha colocado aquí’». Yo me cercioraré de que haga todo eso. Y cuando él esté con los pies en la bolsa, la darás vuelta para que quede dentro de ella de cabeza y luego le atarás un nudo con sus correas. Ten un buen cuerno de caza alrededor de tu cuello y, cuando ya esté amarrado en la bolsa, hazlo sonar para avisarles a tus guerreros que desciendan sobre la corte.

–Señor –dijo Gwawl–, es tiempo de que des una respuesta a mi solicitud.

–De cuanto pediste, te daré todo lo que esté en mi poder –respondió Pwyll.

–Amigo –dijo Rhiannon–, respecto de este banquete y estas provisiones, se las he dado a los hombres de Dyfed, a la mesnada y a los seguidores que hay aquí. No dejaré que se las entreguen a nadie más. Pero en un año a partir de esta noche habrá en esta corte un festín preparado para que tú, amigo, duermas conmigo.

Gwawl partió hacia su reino y Pwyll regresó a Dyfed. Cada uno de ellos pasó ese año hasta que llegó el momento del banquete en la corte de Hyfaidd Hen. Gwawl hijo de Clud llegó al festín que había sido preparado para él, entró a la corte y le dieron la bienvenida. Pero Pwyll Penn Annwfn fue al huerto con los noventa y nueve caballeros, como le había ordenado Rhiannon, y con la bolsa. Pwyll se vistió con unos harapos y se puso unos grandes zapatos rotos en los pies. Cuando se dio cuenta de que estaban por empezar a entretenerse después de la comida, se dirigió a la sala. Cuando llegó a la parte superior, saludó a Gwawl hijo de Clud y a su compañía de hombres y mujeres.

–Dios te dé prosperidad –dijo Gwawl–. Bienvenido seas.

–Señor –dijo el otro–, Dios te lo pague. Tengo un recado para ti.

–También es bienvenido –dijo él–. Si tu pedido es moderado, consentiré de buen grado.

–Lo es, señor –replicó él–. Solo quiero repeler el hambre. Por eso te ruego llenar con comida esta pequeña bolsa que ves.

–Ese es un pedido razonable –dijo él– y lo tendrás de buen grado. Tráiganle comida.

Un gran número de sirvientes se levantó y comenzó a cargar la bolsa. Pero a pesar de lo que se arrojaba adentro, no estaba más llena que antes.

–Amigo –dijo Gwawl–, ¿alguna vez se colmará tu bolsa?

–Nunca, por Dios –respondió él–, sin importar qué se coloque dentro de ella, a menos que un noble dotado de tierras, territorios y riquezas pise la comida en la bolsa con ambos pies y diga «bastante se ha colocado aquí».

–¡Mi campeón! –le dijo Rhiannon a Gwawl hijo de Clud–, ¡levántate rápido!

–Lo haré de buen grado –dijo él.

Se levanta y pone los dos pies en la bolsa. Entonces Pwyll la da vuelta de modo que Gwawl queda de cabeza dentro de ella; rápidamente cierra la bolsa, ata un nudo con las correas y hace sonar el cuerno. De inmediato, hete aquí a la mesnada en la corte: capturan a los seguidores que habían ido con Gwawl y amarran a cada uno de forma separada. Enseguida Pwyll desecha los harapos, los zapatos rotos y las ropas desaliñadas. Y cada uno de los hombres de Pwyll que entraba le daba un golpe a la bolsa y preguntaba «¿qué hay aquí?»; «un tejón», respondían los otros. Así es como jugaban: cada uno propinaba un golpe a la bolsa con el pie o con un palo. Así se divirtieron con el saco, y todo aquel que ingresaba preguntaba «¿a qué están jugando ustedes?». Y esa fue la primera vez que se jugó «tejón en la bolsa»53.

–Señor –dijo el hombre desde la bolsa–, ¡si tan solo me escucharas! No sería digno que me mataras aquí adentro.

–Señor, es verdad –dijo Hyfaidd Hen–. Deberías hacerle caso: no es una muerte adecuada para él.

–De acuerdo –dijo Pwyll–, seguiré tu consejo.

–Esto es lo que te recomiendo –dijo entonces Rhiannon–: estás en tal posición que se espera que satisfagas a demandantes y músicos. Deja que Gwawl le dé a todos de parte tuya y tómale juramento de que nunca reclamará o buscará venganza; ese es suficiente castigo.

–Él lo acepta de buen grado –dijo el hombre desde la bolsa.

–Yo también, bajo consejo de Hyfaidd y Rhiannon –contestó Pwyll.

–Estamos de acuerdo –dijeron ellos.

–Muy bien –dijo Pwyll–. Búscate garantes54.

–Nosotros responderemos por él –dijo Hyfaidd–, hasta que sus hombres estén libres para hacerlo.

Enseguida liberaron a Gwawl y a sus mejores hombres.

–Solicítale ahora los garantes a Gwawl –dijo Hyfaidd–. Sabemos a quiénes tenemos derecho a aceptar.

Hyfaidd sopesó a los garantes.

–Redacta tus condiciones –dijo Gwawl.

–Lo que estableció Rhiannon es suficiente para mí –replicó Pwyll.

Los garantes actuaron bajo esas condiciones.

–Bueno, señor –dijo Gwawl–, estoy lastimado, recibí una gran herida y necesito un baño. Con tu permiso partiré. Dejaré nobles aquí para que le respondan a todo aquel que te solicite algo.

–Hazlo de buen grado –dijo Pwyll– y Gwawl partió hacia su reino.

Entonces la sala fue dispuesta para Pwyll, para sus seguidores y también para los hombres de la corte. Se fueron a sentar a las mesas y, así como se habían ubicado un año antes, del mismo modo lo hicieron esa noche. Comieron y se divirtieron, y llegó la hora de irse a dormir. Pwyll y Rhiannon se dirigieron al dormitorio y pasaron esa noche en paz y felicidad55.

Al día siguiente, al despuntar el alba, Rhiannon le dijo a Pwyll:

–Señor, levántate y comienza a calmar a los músicos, y no rechaces hoy a nadie que te solicite un presente.

–Así lo haré, de buen grado –dijo Pwyll–, hoy y todos los días mientras dure este festín.

Pwyll se levantó, pidió que hicieran silencio y requirió a todos los demandantes y músicos que se presentaran, diciéndoles que cada uno de ellos sería satisfecho de acuerdo con su deseo y antojo, y así se hizo. Se acabó el banquete y nadie fue rechazado mientras duró. Cuando se terminó el festín, Pwyll le dijo a Hyfaidd:

–Señor, con tu permiso partiré mañana rumbo a Dyfed.

–Bueno –dijo Hyfaidd–, que Dios te allane el camino. Arregla una fecha y hora para que Rhiannon te siga.

–Por Dios –dijo Pwyll–, partiremos juntos de aquí.

–¿Es ese tu deseo, señor? –preguntó Hyfaidd.

–Lo es, por Dios –respondió Pwyll.

Al día siguiente viajaron a Dyfed y se dirigieron a la corte en Arberth, donde se había preparado un banquete para ellos. Los mejores hombres y mujeres del país y del reino se congregaron frente a ellos. Nadie se alejaba de Rhiannon sin haber recibido un regalo extraordinario, ya sea un broche, un anillo o una piedra preciosa. Gobernaron el reino exitosamente ese año y el siguiente. Al tercer año, los nobles del país comenzaron a preocuparse porque veían a un hombre a quien amaban mucho, como señor y hermano de crianza, sin heredero, y lo convocaron56. El lugar donde se juntaron fue Preseli en Dyfed.

–Señor –dijeron ellos–, sabemos que no eres tan viejo como algunos de los hombres de este reino, pero nuestro temor es que no tengas descendencia con tu mujer. Por esta razón, búscate otra con la que puedas tener un heredero. No vivirás para siempre –continuaron–, y aunque desees permanecer así, no te lo permitiremos.

–Bueno –dijo Pwyll–, todavía no hemos estado juntos durante tanto tiempo y mucho puede ocurrir. Posterguen el asunto hasta fin de año; luego arreglaremos un encuentro y obraré de acuerdo con su consejo.

Organizaron la reunión, mas antes de que transcurriera el plazo le nació un hijo en Arberth. La noche del nacimiento llamaron a mujeres del reino para cuidar al niño y a su madre, pero se quedaron dormidas, como el bebé y Rhiannon. Seis era el número de señoras que habían sido convocadas y que habían montado guardia durante gran parte de la velada. Sin embargo, antes de la medianoche todas se durmieron y se despertaron con la aurora. Cuando abrieron los ojos miraron hacia donde habían dejado al niño, pero no había señales de él.

–¡Ay! –dijo una de las mujeres–. ¡El niño ha desaparecido!

–Sí –dijo otra–, pequeño castigo sería que por esto nos quemaran o mataran.

–¿Tienen algún plan? –preguntó una de las mujeres.

–Sí –dijo otra–, yo tengo una buena sugerencia.

–¿Cuál? –preguntaron.

–Hay una perra de caza que acaba de tener cría –respondió ella–. Matemos a algunos de los cachorros, untemos el rostro y las manos de Rhiannon con la sangre, coloquemos los huesos a su lado y juremos que ella asesinó a su propio hijo. La vehemencia de nosotras seis contrarrestará la de ella.

Se pusieron de acuerdo en esto. Cerca del amanecer se despertó Rhiannon y dijo:

–Mujeres mías, ¿dónde está el niño?

–Señora –dijeron ellas–, no nos preguntes a nosotras por él. No tenemos más que moretones y golpes de tanto luchar contra ti; jamás habíamos visto a una mujer pelear tanto, pero fue inútil hacerlo. Tú misma has destruido a tu hijo; no nos pidas a nosotras por él57.

–Pobrecitas –dijo Rhiannon–. Por Dios, nuestro señor que sabe todo, no digan mentiras sobre mí. Dios, que todo lo conoce, sabe que eso no es verdad. Si tienen miedo, a fe mía, las protegeré.

–Dios sabe –dijeron ellas– que no dejaremos que nos ocurra algo malo por absolutamente nadie.

–Pobrecitas –respondió ella–, nada malo les sucederá si dicen la verdad.

No obstante, dijera lo que dijese, por bondad o compasión, recibía siempre la misma respuesta de parte de las mujeres. Entonces se levantaron Pwyll Penn Annwfn, su banda de guerreros y sus seguidores, y no se pudo esconder este incidente. La noticia se extendió por todo el reino y todos los nobles la escucharon. Se juntaron para elegir representantes ante Pwyll y solicitarle que se divorcie de su mujer por haber cometido ella un crimen tan terrible. Pero Pwyll les contestó:

–No tienen ningún fundamento para pedirme que me divorcie de mi mujer, salvo que no tenga hijos. Pero yo sé que tiene uno y por lo tanto no me separaré de ella. Si me ha insultado, que sea castigada.

Rhiannon convocó a maestros y sabios. Cuando le pareció mejor aceptar su castigo que discutir con las mujeres, se sometió a la pena. Ésta consistía en permanecer en la corte de Arberth durante siete años sentada sobre un apeadero que había afuera, en la entrada, desde donde debía contarle la historia completa a todo aquel que no la conociera y, si se lo permitían, ofrecerse a llevar a huéspedes y extraños sobre la espalda hasta la corte, pero estos rara vez accedían. Y así transcurrió gran parte del año.

En ese tiempo, Teyrnon Twrf Liant era señor de Gwent Is Coed y el mejor hombre del mundo58. En su casa había una yegua, y no había en el reino ni semental ni yegua más linda que esa. Daba a luz todas las calendas de mayo cuando ya estaba oscuro, mas nadie sabía qué sucedía con su potrillo59. Una noche, Teyrnon conversaba con su mujer del siguiente modo:

–Esposa mía –dijo–, qué descuidados somos, perdiendo las crías de nuestra yegua cada año, sin conservar ni una de ellas.

–¿Qué se puede hacer respecto de eso? –preguntó ella.

–Que caiga la venganza de Dios sobre mí –dijo él– si no descubro el destino de esas crías; hoy es primero de mayo.

Hizo que llevaran a la yegua adentro, se armó y comenzó a montar guardia. Cuando empezó a oscurecer, la yegua dio a luz a un potrillo hermoso y grande que se levantó enseguida. Teyrnon se irguió y admiró la firmeza de la cría. Mientras hacía esto escuchó un estrépito y luego del ruido apareció una enorme garra a través de la ventana que asió al potrillo por la crin. Teyrnon desenvaina la espada y le corta el brazo a la altura del codo, de modo que esa parte del brazo, y el potrillo con ella, quedan del lado de adentro. Entonces escuchó al mismo tiempo un estruendo y un alarido. Abrió la puerta y se precipitó detrás del ruido. Debido a la oscuridad de la noche no podía ver cuál era la conmoción, pero corrió detrás y la siguió. Ahora bien, se acordó de que había dejado la puerta abierta y regresó. Al costado de la entrada encontró a un niño pequeño envuelto en un manto de seda brocada. Lo levantó y se dio cuenta de que era fuerte para su edad.

Trabó la puerta y se encaminó al dormitorio donde estaba su mujer.

–Señora –dijo–, ¿estás dormida?

–No, señor –dijo ella–. Lo estaba, pero cuando llegaste me desperté.

–Tengo un niño para ti, si quieres algo que nunca tuviste –dijo él.

–Señor –replicó ella–, ¿qué historia es esa?

–Esto es lo que pasó –dijo Teyrnon y se lo contó todo.

–Bueno, señor –dijo ella–, ¿qué clase de vestimenta tiene el niño?

–Un manto de seda brocada –contestó él.

–Entonces es hijo de nobles –dijo ella–. Señor, sería un placer y una alegría, si estás de acuerdo, convocar a mujeres de mi conocimiento y decir que he estado embarazada.

–Acuerdo contigo de buen grado –dijo él.

Y así se hizo. Hicieron bautizar al niño de la forma en la que se hacía en ese tiempo. Le dieron el nombre de Gwri Wallt Euryn, ya que todo su cabello era tan dorado como el oro60.

El niño fue criado en la corte hasta que tuvo un año, pero antes ya caminaba con firmeza y era más fuerte que un niño de tres años bien desarrollado. Al segundo año ya era tan fuerte como un niño de seis. Y antes del final del cuarto año negociaba con los mozos del establo para que lo dejaran darles agua a los caballos61.

–Señor –dijo su esposa a Teyrnon–, ¿dónde está el potrillo que salvaste la misma noche que encontraste al niño?

–Ordené que se lo dieran a los mozos del establo –dijo él– y les pedí que lo cuidaran.

–¿No sería bueno, señor, que lo domaras y se lo dieras al niño? –preguntó ella–. Dado que la noche en que lo encontraste nació el potrillo y tú lo salvaste.

–No me opondré a eso –dijo Teyrnon–. Dejaré que se lo des.

–Señor, Dios te lo pague –dijo ella–. Así lo haré.

Entonces le regalaron al niño el caballo y ella se dirigió a los sirvientes y a los mozos del establo para ordenarles que cuidaran del animal y lo domaran hasta que el niño pudiera montarlo, y le contaran las novedades.

Entretanto llegaron a sus oídos noticias de Rhiannon y de su castigo. A causa de lo que había encontrado, Teyrnon Twrf Liant prestó atención y preguntaba constantemente sobre el tema hasta que escuchó, de boca de mucha gente que había ido a la corte, quejas respecto de la desgracia del infortunio de Rhiannon y de su pena. Teyrnon meditó sobre esto y miró detenidamente al niño. Se dio cuenta de que nunca había visto un hijo y un padre que se parecieran tanto como ese pequeño y Pwyll Penn Annwfn (la apariencia de Pwyll era conocida por Teyrnon porque había sido vasallo suyo). Entonces lo asaltó la tristeza por lo mal que hacía en conservar al niño sabiendo que era el hijo de otro hombre. Cuando tuvo la chance de conversar en privado con su esposa, le dijo que no estaba bien que ellos retuvieran al pequeño y dejaran que una mujer tan noble como Rhiannon sufriera tal castigo a causa de eso, siendo que el chico era hijo de Pwyll Penn Annwfn.

La esposa de Teyrnon estuvo de acuerdo en enviar al niño a Pwyll.

–Y tres cosas, señor, obtendremos como resultado –dijo ella–: el agradecimiento y la gratitud por haber liberado a Rhiannon de su castigo, y las gracias de Pwyll por haber criado a su hijo y por haberlo restituido. Y en tercer lugar, si el pequeño se convierte en un hombre gentil, será nuestro hijo de crianza y hará siempre lo mejor para nosotros.

Y se pusieron de acuerdo. Al día siguiente Teyrnon se preparó con dos jinetes más; el niño era el cuarto e iba montado sobre el caballo que Teyrnon le había dado. Emprendieron la marcha hacia Arberth y no tardaron mucho en llegar. Cuando se aproximaron a la corte vieron a Rhiannon sentada al lado del apeadero, y al acercarse ella les dijo:

–Señores, no sigan adelante. Yo cargaré a cada uno de ustedes hasta la corte. Ese es mi castigo por haber matado y destruido a mi hijo.

–Señora mía –dijo Teyrnon–, no creo que ninguno de ellos quiera ir en tu espalda.

–Que vaya el que quiera –dijo el niño–; yo no lo haré.

–Dios sabe, amigo, que yo tampoco –dijo Teyrnon.

Se dirigieron a la corte, donde se alegraron mucho por su llegada. Justo estaba por comenzar un banquete; el mismo Pwyll acababa de regresar de hacer el circuito por Dyfed. Fueron a la sala y se lavaron. Pwyll le dio la bienvenida a Teyrnon y se fueron a sentar. Así se ubicaron: Teyrnon entre Pwyll y Rhiannon, dos de sus compañeros más allá de Pwyll, y el niño entre ellos. Después de terminar de comer, cuando empezaba el entretenimiento, conversaron. La historia que contó Teyrnon fue el relato completo acerca de la yegua y el niño, y de cómo su esposa y él habían tomado al pequeño bajo su cargo y lo habían criado.

–Ves aquí a tu hijo, señor –dijo Teyrnon–. Quienquiera que te haya dicho mentiras te ha perjudicado. Yo mismo, cuando escuché sobre tu dolor, me entristecí y me apené. Creo que no hay nadie en esta compañía que no haya reconocido que el niño es hijo de Pwyll.

–No hay nadie que tenga dudas sobre eso –dijeron todos.

–Por Dios –dijo Rhiannon–, sería un gran alivio a mi preocupación si fuera verdad.

–Señora –dijo Pendaran Dyfed–, has nombrado apropiadamente Pryderi a tu hijo. Pryderi, hijo de Pwyll Penn Annwfn le queda mejor62.

–Asegúrense de que su propio nombre no sea más conveniente –dijo Rhiannon.

–¿Cómo se llama? –preguntó Pendaran.

–Nosotros le pusimos Gwri Wallt Euryn.

–Pryderi será su nombre –dijo Pendaran.

–Resulta muy adecuado –dijo Pwyll– nombrar al niño con la palabra que su madre pronunció cuando recibió gratas noticias acerca de él.

Y estuvieron de acuerdo en eso.

–Teyrnon –dijo Pwyll–, Dios te pague haber criado a este pequeño hasta ahora. Corresponde que, si se convierte en un hombre gentil, te recompense.

–Señor –dijo Teyrnon–, respecto de la mujer que lo crio, no hay nadie en el mundo que esté más apenado que ella. Sería justo que se acuerde de nosotros, de esta mujer y de lo que hicimos por él.

–Por Dios –dijo Pwyll–, mientras yo viva y pueda mantenerme a mí mismo, también los sustentaré a ustedes y a su reino. Si el niño vive hasta la madurez, será más apropiado que los mantenga él. Con tu consentimiento y el de los nobles, puesto que lo has criado hasta ahora, de aquí en más lo entregaremos al cuidado de Pendaran Dyfed. Y ustedes serán sus compañeros y sus padres de crianza.

–Ese es un buen consejo –dijeron todos.

Entonces el niño fue entregado a Pendaran Dyfed y los nobles del reino se aliaron con él. Teyrnon Twrf Liant y sus compañeros emprendieron el regreso a su país, llenos de felicidad y alegría. Antes le habían ofrecido a Teyrnon las joyas más hermosas, los mejores caballos y los perros más alabados, pero él no quiso nada.

Se quedaron en su propio reino después de eso y Pryderi hijo de Pwyll Penn Annwfn fue criado con diligencia, como correspondía, hasta que se convirtió en el joven más gentil, noble y habilidoso del reino en todas las proezas. Así transcurrieron años y años, hasta que la vida de Pwyll Penn Annwfn llegó a su fin y murió. Pryderi gobernó las siete provincias de Dyfed exitosamente, siendo querido por su reino y por todos los que lo rodeaban. Luego conquistó las tres provincias de Ystrad Tywi y las cuatro de Ceredigion; estas son llamadas las siete provincias de Seisyllwch63. Pryderi hijo de Pwyll Penn Annwfn se mantuvo ocupado con estas conquistas hasta que decidió tomar esposa. Esta es la mujer que quiso: Cigfa hija de Gwyn Gohoyw, hijo de Gloyw Walltydan, hijo de Casnar Wledig, nobles de la isla.

Y así termina esta rama del mabinogion64.

35 El nombre de Pwyll significa «sabiduría, sensatez» y, como la mayor parte de los nombres de los personajes de estos relatos, está íntimamente relacionado con sus atributos morales y su comportamiento, ya sea porque se identifica con su nombre o porque exhibe actitudes totalmente contrarias. Dyfed es la región del suroeste de Gales que actualmente comprende Pembrokeshire y parte de Carmarthenshire. Traducimos como «provincia» el término cantref, la unidad territorial, política y judicial básica a partir de la cual se organizaban los reinos galeses medievales. En teoría estaba formada por cien (can) poblados (trefi), que constituían la unidad económica y social. Las siete provincias de Dyfed eran: Cemais, Pebidiog, Rhos, Deugleddau, Penfro, Cantref Gwarthaf y Emlyn.

36 Arberth es usualmente identificado con el actual pueblo de Narberth en Pembrokshire. Los reyes medievales solían mantener corte en diferentes puntos mientras hacían el circuito por su territorio junto con su familia y seguidores. De este modo, visitaban a sus vasallos y recogían el tributo de cada área. La caza era uno de los principales pasatiempos de la aristocracia galesa (y europea occidental en general) y se asociaba a ella un vocabulario especial y prácticas específicas. En estos relatos, como también en textos franceses e ingleses, la caza es un motivo literario que puede conducir al personaje al encuentro con lo sobrenatural. Asimismo, el príncipe perdido durante la cacería es un conocido procedimiento internacional para iniciar una aventura.

37 Glyn Cuch se refiere al Valle del Cuch, río que separa Pembrokeshire de Carmarthenshire.

38 El color rojo y, en especial, el blanco están asociados con lo sobrenatural en la literatura galesa medieval. Animales como perros, ciervos o jabalíes muchas veces funcionan como guías hacia lo sobrenatural.

39 Las descripciones de caballos, como las de la apariencia de los personajes, suelen seguir un patrón básico: verbo de visión («vio») + personaje (nombre propio, jinete) + montado/sobre + tipo de caballo + atributos relativos al color, tamaño u otras características físicas. Estas correspondencias indican que los compositores abrevaban en técnicas narrativas tradicionales, adaptándolas a cada caso, como ha estudiado Sioned Davies en «Horses in the Mabinogion», en The Horse in Celtic Culture, ed. por Sioned Davies y Nerys Ann Jones, Cardiff, University of Wales Press, 1997, pp. 121-140.

40 Las fórmulas de saludo constituyen un procedimiento básico de la composición de los relatos galeses. Siguen un esquema común y denotan, además, las relaciones de poder y dependencia interpersonal de los personajes. De esta manera, el personaje de menor estatus debe saludar primero y el otro responde con alguna fórmula del tipo «Dios te dé prosperidad», «recibe la bendición de Dios». En este sentido, en cuanto Pwyll descubre que Arawn es un rey coronado y, por lo tanto, un hombre de más alto rango que él, inmediatamente lo saluda con un «buen día a ti».

41 Pwyll ha insultado a Arawn violando una de las reglas de caza por la cual no se debe robar el animal matado por la jauría de otro señor. Por eso, debe compensar al rey por haber mancillado su honor. El honor es un principio fundamental de la organización de la sociedad galesa medieval.

42 Annwfn es el nombre con el que se conoce al otro-mundo galés, cuya etimología tradicional lo hacía derivar de an («en» o «bajo») y dwfn («mundo»), es decir, «bajo-mundo»; sin embargo, Patrick Sims-Williams ha propuesto entenderlo como an («intensivo») + dwfn («profundo»), esto es, «muy profunda (región)» («Kaer Sidi and Other Celtic Otherworld Terms», en Irish Influence, pp. 53-78, p. 57). El otro-mundo podía estar ubicado bajo tierra, en una isla o, como en este caso, dentro de, o contiguo a, el reino terrenal de Pwyll. De hecho, aparentemente se llega a Annwfn a través de un viaje común por tierra.

43 El chambelán (gwas ystafell) era el oficial de la corte del rey que se encargaba de preparar la habitación donde el rey dormía con la reina (ystafell), hacer la cama, vestirlo y llevar y traer mensajes (Law, pp. 19-20).

44 De acuerdo con las leyes, los comensales se sentaban a la mesa en determinado orden, el cual dependía de su estatus. El procedimiento entero de la comida, que incluye el recibimiento y las preparaciones (lavarse, por ejemplo), sentarse, comer, beber y conversar, es tematizado en muchas escenas. El iarll es un hombre noble, de rango semejante al del duque, que posee uno o más señoríos y cuya esposa suele ser llamada iarlles, título que hemos traducido como «dama». El término es probablemente un préstamo del nórdico antiguo jarl.

45 En esta actitud de Pwyll se subraya su lealtad y fidelidad y se construyen las bases de la amistad duradera entre Arawn y él.

46 La descripción de las escenas de combate tiende a incorporar fórmulas definidas que se repiten, como estudia Regine Reck en The Aesthetics of Combat in Medieval Welsh Literature, Rahden/Westfalen, Marie Leidorf, 2010. Otra característica especial es el uso del tiempo verbal presente para enfatizar la serie de acciones consecutivas y generar un efecto dramático. Suele aparecer también asociado a sorpresas o a la llegada de un personaje que introducirá una nueva aventura o cambiará el rumbo de los acontecimientos. Vale señalar que la épica románica utiliza procedimientos muy similares.

47 El homenaje es una práctica medieval por la cual un hombre (el vasallo) le juraba lealtad a su señor –lo que implicaba contribuir militarmente en tiempos de guerra, brindarle hospitalidad durante el circuito por su tierra y retribuirle en productos o dinero– a cambio de protección. Se creaba así una red de relaciones interpersonales entre señores y vasallos: un mismo hombre podía ser vasallo de un rey, por ejemplo, y, a su vez, señor de otros vasallos.

48 Es decir, literalmente, Pwyll «Jefe/Cabeza de Annwfn». Con esta explicación onomástica se cierra la primera parte del relato.

49 Gorsedd significa «colina» o «túmulo». Es muy común, como se explica aquí, que ocurra algo sobrenatural en un gorsedd. Por ejemplo, en la Tercera rama del mabinogi, es desde este mismo lugar donde los personajes ven caer una niebla maravillosa.

50 El nombre Rhiannon deriva del de la diosa céltica Rigantona, «La gran reina» o «La divina reina». Es evidente que Rhiannon posee algunas cualidades mágicas y está asociada con caballos, por lo cual muchos críticos la identifican directamente con la diosa ecuestre Epona. En la Segunda rama del mabinogi se hace referencia a los pájaros de Rhiannon, que cantan durante el banquete en Harlech, mientras que en el relato de Culhwch se les atribuye despertar a los muertos y hacer dormir a los vivos. Aquí aparece como la hija de Hyfaidd el Viejo y en el resto del cuento se comportará como una mujer de la aristocracia, con mucha personalidad y sagacidad, pero humana al fin, que atraviesa tribulaciones y plantea problemas de interés para la sociedad galesa medieval.

51 A partir de esta breve descripción vislumbramos la disposición espacial de la sala de un señor, tal y como se observa en las leyes. De acuerdo con éstas, el fuego del medio dividía el espacio en una sección superior y otra inferior. La parte superior era donde se sentaban los hombres de mayor estatus y estaba destinada al rey o señor y a los principales oficiales de la corte.

52 El nombre Gwawl hijo de Clud quizá signifique «Muro hijo de Clyde», lo cual aportaría un elemento cómico ya que se conoce como gwawl a la muralla romana entre el Forth y el Clyde, en Escocia, que había mandado a construir el emperador Antonino.

53 La explicación del juego «tejón en la bolsa» es también un relato onomástico. El juego consistía en encerrar a un hombre dentro de un saco y después golpearlo y patearlo. Quizás esté asociado con otra práctica del norte de Europa en la que se engañaba a un tejón para que saliera de su guarida, se lo encerraba en una bolsa y luego se lo mataba a golpes. En este episodio, Pwyll, gracias a que Rhiannon orquesta esta solución, engaña a su oponente para triunfar sobre él.

54 Gwawl ha prestado juramento, es decir, se ha comprometido legalmente a no buscar venganza, para lo cual se requieren garantes (meicheu). De acuerdo con las leyes, los garantes son hombres cuya intervención es necesaria para convertir una transacción entre dos partes en un acuerdo, y se encargarán, frente a alguna violación del pacto, de asegurar su cumplimiento (Law, pp. 247-8). No obstante, en la Tercera rama del mabinogi veremos que uno de los amigos de Gwawl rompe este juramento, lo que lleva a Manawydan a tomar precauciones especiales.

55 Las formalidades del casamiento incluyen estipular una fecha, organizar un banquete y consumar le relación. Las leyes galesas contemplaban, además, la separación de los esposos bajo determinadas circunstancias: por ejemplo, la mujer podía abandonar a su esposo si éste era leproso, tenía mal aliento o era impotente (Law, p. 46).

56 «Hermano de crianza» hace referencia al vínculo de crianza o padrinazgo, una costumbre de la aristocracia por la cual los hijos eran criados por parientes o amigos en vez de por su familia directa de sangre. Esto establecía lazos muy cercanos entre el joven y sus padres y hermanos de crianza, muchas veces más fuertes que los sanguíneos.

57 Vemos aquí un motivo característico del cuento tradicional, el de «la esposa calumniada»: Rhiannon es falsamente acusada de matar a su hijo.

58 El nombre de Teyrnon deriva del dios céltico Tigernonos, «El gran señor» o «El divino señor». Su epíteto, «Rugido de la Marea», ha sido interpretado en referencia al río Severn. Gwent Is Coed es uno de los dos cantrefi de Gwent, al sureste de Gales; éste se ubicaba al sur de un bosque, en la zona baja del Canal de Bristol, de ahí su nombre Is («bajo») Coed («bosque»).

59 La calenda de mayo era el primer día de ese mes, cuando comenzaba el verano céltico, una de las dos estaciones del año, junto con el invierno que comenzaba el primero de noviembre (cuando hoy se celebra Halloween). Estos eran días especiales en los que las fronteras entre el mundo de los vivos o «natural» y el de los muertos o «sobrenatural» se difuminaban, permitiendo que los espíritus interactuaran con las personas, dando lugar a acontecimientos maravillosos. Lo mismo pasa en «La aventura de Lludd y Llefelys» con la segunda peste y en «Culhwch y Olwen» durante la descripción del enfrentamiento entre Gwyn hijo de Nudd y Gwythyr hijo de Greidol, que ocurre todos los primeros de mayo.

60 El autor reconoce que el bautismo es una referencia inapropiada para el tipo de ceremonia precristiana por medio de la cual se le otorga nombre al niño, explicitando, de este modo, el contexto precristiano de estos relatos. Gwri Wallt Euryn significa Gwri «Cabello Dorado».

61 El nacimiento misterioso de Gwri, su crecimiento sobrenatural y sus habilidades son parte de los inicios de una carrera heroica similar a la de otros héroes. En algunos casos, como aquí, el nacimiento del héroe ocurre simultáneamente al de un animal, con el que desarrolla algún tipo de relación.

62 Otro relato onomástico relacionado, en este caso, con la alegría que siente Rhiannon al ser liberada de su pryder («preocupación», «ansiedad») por su hijo. Pendaran Dyfed (quien aparece también en la Segunda rama del mabinogi) se convertirá en el padre de crianza de Pryderi.

63 Los tres cantrefi de Ystrad Tywi eran: Cantref Mawr, Cantref Bychan y Cantref Eginog. Los cuatro de Ceredigion corresponden a la región actual de Cardigan.

64 Véase la Introducción para una discusión de esta fórmula de cierre.

Mabinogion. Relatos galeses medievales

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