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INTRODUCCIÓN

Carlos Forcadell

Pilar Salomón

Ismael Saz

La cuestión nacional, el problema de la construcción de España en la época contemporánea, ocupa desde hace casi dos décadas, como se sabe, el centro de los quehaceres y debates de los historiadores españoles, aunque, claro está, no sólo de ellos. No siempre fue así, sin embargo. Con anterioridad, prácticamente desde finales de la Segunda Guerra Mundial, el problema de los nacionalismos pasó a un discreto segundo plano en el grueso de la historiografía internacional. También en España, la historiografía, una vez recuperada la libertad, se ocupó prioritariamente de otros temas y problemas. Y cuando la cuestión nacionalitaria empezó a ser objeto de atención, lo fue fundamentalmente desde la perspectiva de los nacionalismos subestatales, esto es, la de los nacionalismos alternativos al español. Sólo a principios de los años noventa del siglo pasado empezaron a alzarse algunas voces acerca de esa extraña circunstancia consistente en que todo nacionalismo podía ser objeto de estudio en España salvo el propio nacionalismo español. Este fue el principio de la posterior eclosión de los estudios y debates a los que nos referíamos.

Pero la sucesión de perspectivas cambiantes no es nunca inocente ni neutral. Son muchas las circunstancias y los procesos que explican esta evolución tanto en la historiografía internacional como en la española. No se trata de analizarlos ahora; aunque sí de llamar la atención sobre uno de ellos, que latía con especial fuerza en el caso español. Fuera o no ésta la causa fundamental, lo cierto es que la falta de atención al nacionalismo español venía acompañada del presupuesto más o menos tácito de que sencillamente tal nacionalismo no había existido o, por lo menos, no en la forma de los nacionalismos modernos, que sí habrían tenido lugar en otras latitudes.

Por supuesto, esto enlazaba casi a la perfección con las viejas y venerables tesis acerca de los fracasos de España en la edad contemporánea, en particular aquel aspecto de éstas que remitía a la inexistencia, o casi, de clases medias modernas comparables a las de otras sociedades europeas. Y, ya se sabe, sin clases medias modernas no puede haber nacionalismo moderno.

No resulta sorprendente por ello que un concepto que ha presidido la historia de España del siglo XX, el de regeneracionismo, se tratase como si ese movimiento, proceso o como se quiera llamar no tuviera nada que ver con el nacionalismo. De modo que toda Europa asistía en las décadas seculares al nacimiento de nuevos nacionalismos mientras la España del regeneracionismo parecería inmune a ellos. La paradoja no podía ser más sangrante. El núcleo de los nuevos nacionalismos europeos era, precisamente, el binomio decadencia regeneración, mientras que, en España, la omnipresencia de dicho binomio parecía ocultar, más que inhibir, la eclosión nacionalista. Más aún, el hecho de que el discurso regeneracionista, en su profunda transversalidad, alcanzase a la práctica totalidad de los actores políticos –y culturales–, en mayor medida seguramente que en otros países europeos, venía a servir, no para certificar la fortaleza del renacido nacionalismo español, sino su práctica inexistencia. Tal vez por este lado sea posible extraer alguna reflexión acerca de la inveterada costumbre de los nacionalistas españoles, de prácticamente todos los nacionalistas, de rechazar la autoidentificación como nacionalistas. Y posiblemente no les faltaba la razón: si todos eran nacionalistas, ¿para qué definirse como tales?, máxime si la noción misma estaba adquiriendo por doquier connotaciones negativas o peyorativas.

Cierto es que, finalmente, se terminó por reconocer que aquello del regeneracionismo era también nacionalismo o que, al menos, muchos de los regeneracionistas eran nacionalistas. Aunque pudiera añadirse que ése era un nacionalismo liberal tardío. Lo que volvía a reincidir en la perspectiva de los fracasos o atrasos españoles, al tiempo que a situar a muchos de los regeneracionistas, o noventayochistas, en una perspectiva discretamente favorable. De modo que si, al fin, se reconocía que había nacionalismo, éste volvía a ser peculiar, por llegar con retraso, y por ser liberal, cuando los nacionalismos europeos de la época empezaban justamente a dejar de serlo –liberales–. Claro que, con tales precedentes, la paradoja culminaba en un auténtico callejón sin salida. Si resultaba que, o no había habido nacionalismo, o éste había sido liberal, ¿cómo explicar la existencia en la España del siglo XX de dos dictaduras nacionalistas, una de ellas de las más longevas y ferozmente nacionalistas de la Europa del siglo XX?

Otra cosa es, por supuesto, la problemática de la nacionalización española –de los españoles– en los siglos XIX y XX. Ésta tuvo desde luego sus especificidades –no utilizamos el término peculiaridades por las connotaciones negativas, de carencias, que ha adquirido en el plano historiográfico–. En esos términos negativos se planteó, precisamente, la tesis de la débil nacionalización española. Sin embargo, y cualquiera que sea nuestra opinión al respecto, parece necesario convenir que el simple enunciado de esta tesis constituía el primer intento serio de plantear con toda nitidez el problema. Hasta el punto de que bien puede decirse que sólo por ello, porque marca un antes y un después en los estudios sobre la nacionalización española, la historiografía es profundamente deudora respecto a quienes la formularon.

Desde entonces –principios de los años noventa del siglo pasado–, dicha tesis ha sido sometida a una profunda crítica. Y muchos aspectos del proceso de construcción española han podido ser iluminados desde los más variados enfoques, perspectivas y equipos de investigación. No es nuestra intención profundizar ahora en ello. Pero sí constatar que, tutto sommato, algunos de los supuestos dominantes en la historiografía española en los primeros años noventa, tendían a focalizar la atención en lo que respecta a los problemas identitarios, nacionalitarios, de los españoles en el siglo XIX más que en el XX, en lo que no había sido, o no se había hecho, que en lo que sí se había hecho, en lo que se había logrado.

Directa o indirectamente, todo esto conectaba con algunas de las viejas presunciones en lo tocante al nacionalismo español, a las que nos referíamos más arriba. La primera, era la tendencia a considerar que todo nacionalismo o proyecto de construcción nacional debía darse en el marco de determinados supuestos político-ideológicos, fueran éstos liberales o católicos, hasta el punto de que la adecuación o no adecuación a unos u otros de estos parámetros parecía determinar el grado de aproximación a un nacionalismo digno de tal nombre o a una genuina construcción nacional. La segunda, que la pluralidad de los discursos sobre la nación española, los distintos proyectos de España, frecuentemente enfrentados, terminaba por situarse en el debe del proceso nacionalizador, ocurriera esto a lo largo del siglo XIX –con liberales y carlistas– o ya en el XX –en una guerra civil, por ejemplo, como la de 1936-1939, combatida a sangre y fuego por dos bandos que se legitimaban apelando a la nación española.

Finalmente, debemos considerar que una de las consecuencias de la evolución de las percepciones, desde la de la inexistencia del nacionalismo español a la de sus sucesivas carencias, es que tendimos durante mucho tiempo a dejar en la sombra aspectos relevantes de nuestra contemporaneidad. Desde el viejo principio de que lo que no existe no merece ser estudiado, con lo que, consecuentemente, sigue sin existir, aspectos esenciales del proceso de nacionalización del socialismo español pasaron desapercibidos, tanto como del discurso republicano, estudiado desde todas las perspectivas, menos, justamente, desde la nacionalista. Del mismo modo, se tomaban por su valor facial las protestas de no nacionalismo de algunos de los pensadores españoles que de forma más nítida contribuyeron a su desarrollo; o se desatendían, por mor de sus incuestionables contradicciones, los esfuerzos nacionalizadores de los gobiernos de la Restauración. También la dimensión nacionalista de la dictadura franquista ocupó en los debates sobre su naturaleza un discreto segundo plano. Y aunque mucho se ha hablado y escrito acerca de la construcción de la España autonómica y de los debates sobre el nacionalismo que la acompañaron y siguieron, hay razones suficientes para pensar que no hemos escapado del todo a la vieja tendencia a buscar antecedentes muy lejanos a los discursos del presente, obviando –tal vez porque una vez más se consideren inexistentes o irrelevantes– el estudio en profundidad de experiencias y desarrollos mucho más recientes.

Sobre la base de muchas de estas reflexiones se organizó el seminario de la UIMP sobre Discursos de España que, coordinado por los firmantes de esta introducción, se celebró en Valencia en noviembre del 2006 y del que emanaron los textos que ahora se presentan. Vale la pena subrayar que dicho seminario enlazaba en muchos aspectos con el que, organizado por la Institución Fernando el Católico y coordinado por Carlos Forcadell y M.ª Cruz Romeo, se había celebrado en Zaragoza un año antes con el título, que lo fue del libro editado por dichos profesores, de Provincia y nación. Los territorios del liberalismo (Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2006). Si en aquel seminario se profundizó en la complejidad de los procesos de construcción nacional a lo largo del siglo XIX al tiempo que se cuestionaron algunos de los supuestos de la débil nacionalización, en el que da lugar a los textos que presentamos, se ha desplazado la atención hacia el estudio de los discursos y las prácticas de nación en el siglo XX. Se ha hecho, además, desde el supuesto de respetar la complejidad de unos y otros, fijando la atención en aspectos poco estudiados, desde el supuesto de que la pluralidad de discursos de España y sobre España no comporta, más bien al contrario, una limitación de la difusión social de la identidad española. Podría decirse que se ha tratado de estudiar el proceso de construcción nacional en la España del siglo XX, con todas sus contradicciones y especificidades, pero de construcción nacional al fin.

Se ofrece así en el volumen que ahora presentamos, en primer término y de la mano de Carlos Forcadell, un nuevo enfoque acerca del proceso de nacionalización del socialismo español en el que se incide tanto en lo que ese proceso pudo tener de relativamente tardío respecto a otras experiencias europeas, como en el modo rápido y completo del cambio que se experimenta en el periodo de entreguerras; sin que falte la oportuna reflexión acerca de la necesidad de fijar la atención en la presencia de la identidad nacional en votantes y simpatizantes socialistas, más intensa y temprana de lo que podría hacer pensar la lectura de los programas o el discurso de los dirigentes. Del mismo modo, al analizar el discurso y la praxis de los republicanos españoles, Pilar Salomón advierte de la inapelable presencia del discurso patriótico en toda la retórica laica, anticlerical, interclasista y democrática de los republicanos españoles. Las prácticas movilizadoras y conmemorativas impulsadas por ellos, especialmente en los planos local y regional, coadyuvaron a hacer de ese republicanismo, con todas sus debilidades y contradicciones, un eficaz instrumento de nacionalización. Por su parte, Ferran Archilés analiza en su texto el discurso de nación en el joven Ortega, para captar en él, en sus diversas permutaciones, y aun contradicciones, sólidos elementos de continuidad con el nacionalismo del Ortega maduro. Intentando no perderse por los vericuetos de un pensamiento siempre complejo, se arroja luz así sobre la trayectoria del que fue seguramente el más importante referente del nacionalismo español del siglo XX. También desde la perspectiva de la complejidad y de la pluralidad contradictoria de los discursos y las prácticas conmemorativas, Javier Moreno estudia el papel central de las conmemoraciones en la configuración y el desarrollo del nacionalismo español del siglo XX, para incidir, en una línea convergente con el resto de los textos, en lo poco que tuvo de excepcional la experiencia española si se compara con otras europeas.

Podría decirse que los trabajos referidos nos sitúan ante la perspectiva de una nación construida en el primer tercio del siglo XX, cimentada en discursos plenamente nacionalizados pero en los que alumbran también tendencias y prácticas orientadas a la apropiación de esa nación construida. Y ninguna apropiación mayor, más absoluta y radical, que la intentada por el franquismo, la cual no careció, pese a ello, como analiza Ismael Saz, de su propia pluralidad, de sus vacilaciones y contradicciones, hasta el punto de que ya fuera por la vía de la apropiación absoluta, ya por la de las contradicciones, pudo experimentar con la dictadura el declive del discurso de nación. De una apropiación por el franquismo, la de la guerra de la independencia, hace un estudio de caso Ignacio Peiró para adentrarse en el tortuoso mundo de la historiografía franquista, un mundo de cuya pobreza intrínseca consiguieron huir los mejores, sin que por otra parte se puedan descartar ciertas líneas de continuidad hasta el presente. Apropiación, empobrecimiento y agotamiento del discurso de nación. Si todo esto se produjo con el franquismo, no está dicho que tal agotamiento del discurso debilitara necesariamente el grado de difusión social de la nación española. Pero sí, seguramente, que muchos caminos se entrecruzaran al final de la dictadura, que algunas líneas sumergidas reemergieran, que viejos y nuevos caudales de dos siglos de construcción nacional afloraran a la hora de recomponer los discursos de España en la construcción de la democracia. Un tema, éste, del que se ocupa Xacobe Bastida para preguntarse finalmente si la España actual es realmente una nación cívica.

Si los discursos de España son y han sido plurales, también lo son obviamente los de los historiadores; incluso en los textos que presentamos pueden advertirse diversos matices que, sin duda, constituirán incentivos para nuevas investigaciones. Tampoco tuvo el seminario en ningún momento la pretensión de abordar el estudio de la totalidad de los discursos de nación en la España del siglo XX. Algunos, e importantes, han quedado fuera. Pero sí esperamos haber contribuido, con los textos que presentamos y los problemas que hemos debatido, al desarrollo de las investigaciones. Numerosos proyectos de investigación en curso[1]y nuevos seminarios arrojarán con toda seguridad nueva luz sobre el problema aquí tratado. Vaya de momento nuestro agradecimiento a la UIMP, sin cuya generosidad este seminario no habría sido posible.

[1] Los editores del libro, Carlos Forcadell, Pilar Salomón e Ismael Saz, así como algunos de sus autores, participan en los proyectos de investigación financiados por el Ministerio de Educación y Ciencia, HUM 2005-04651 (Espacio público y culturas políticas de la España contemporánea) y HUM 2005-03741 (Culturas políticas y representaciones narrativas: la identidad nacional española como espacio de conflicto discursivo).

Discursos de España en el siglo XX

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