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INTRODUCCIÓN

Hipólito era un grecoparlante afincado en Roma desde, por lo menos, el 212, año en que Orígenes le oyó un buen sermón. Protagonizó un sonado affaire en la Iglesia romana, al acusar al obispo Calixto de sabelianismo, acusación no carente de fundamento. Se declaró verdadero obispo de Roma, pero fue desterrado y murió en el exilio (ca. 236). No se sabe si se reconcilió con la Iglesia oficial, pero ésta sí con él, pues lo incluyó en su Martirologio.

La Refutatio (también conocida por Élenchos y Philosophoúmena) de Hipólito es una importante fuente para el conocimiento de las primeras herejías cristianas (y, asimismo, para la recopilación de textos de los presocráticos, dicho sea de paso). El título original era Katà pasõn haireséōn élenchos. Comprendía diez libros, de los que se han perdido el segundo y el tercero. Los libros IV-X no fueron hallados hasta 1842. La obra se atribuía entonces a Orígenes, hasta que, en 1859, Duncker y Schneidewin demostraron su genuinidad hipolitiana. Su paternidad ha sido de nuevo puesta en duda por P. Nautin 1 .

La Refutatio vio la luz hacia 222. Anteriormente, el autor había compuesto un tratado Contra todas las herejías, que Focio denomina Syntagma. La obra se ha perdido, pero su contenido ha podido reconstruirse en parte, gracias al Pseudo-Tertuliano, a Epifanio y Filastrio.

En la Refutatio hay tres partes bien diferenciadas. Los libros I y IV contienen un resumen de las doctrinas de los filósofos griegos (desde Tales hasta Epicuro y la Estoa antigua), de los astrólogos, de los magos y de los aritmólogos. Los libros del V al IX constituyen el cuerpo de la obra, con la descripción de 33 herejías. El libro X es una epítome de todo el escrito.

El autor no ofrece ninguna clasificación de las 33 sectas del corpus. El género «gnosticismo» es desconocido para él. Sin embargo, la disposición de las noticias no es arbitraria. Un examen atento de su texto permite distinguir tres grandes grupos:

a) Los incluidos en el equívoco epígrafe de «veneradores de la serpiente», naasenos, peratas, setianos y Justino (libro V). En realidad, se trata de doctrinas basadas en una exégesis esotérica de los primeros capítulos del Génesis (constituye una excepción la exégesis del Himno de Atis, de la que hablaremos más adelante).

b) El grupo de las noticias derivadas fundamentalmente de Ireneo, aunque con añadidos de otras procedencias (libros VI y VII).

c) Un bloque heterogéneo, que comprende «gnósticos», herejías cristológicas y trinitarias, desviaciones de la disciplina eclesiástica, y judíos (libros VIII y IX).

El gran interrogante del tratado de Hipólito es su fiabilidad. La requisitoria contra ella puede resumirse en cuatro capítulos:

1. La Refutatio ofrece noticias sobre sectas y autores totalmente desconocidos por otras fuentes. Es imposible, pues, toda comparación verificativa.

2. El autor trabaja sobre un presupuesto explícitamente reconocido en su Prefacio: todas las herejías derivan de la filosofía pagana, de la astrología o de la magia. Cabe sospechar, en consecuencia, una manipulación de los materiales en orden a la demostración de la tesis.

3. El autor era enemigo personal del fautor de la trigésimo-primera entre las herejías por él elencadas, Calixto. Cabría sospechar, pues, que el verdadero propósito de su trabajo no era otro que poner a punto una imponente máquina de guerra contra su contrincante.

4. Las noticias presentan demasiadas contaminaciones entre sí, como si el autor, falto de información en un momento dado, hubiera echado mano de pasajes de otras secciones de su obra, o como si tuviera unos «modelos» que iba aplicando en cada caso 2 .

Sobre la base de estos cuatro capítulos, muchos estudiosos han negado validez a la parte del testimonio de Hipólito no confirmada por otras fuentes. Entre los últimos que han estudiado el tema, Koschorke es contundente: «El valor de Hipólito como fuente para el conocimiento de los grupos gnósticos por él expuestos es mucho menor de lo que hasta el presente se ha venido suponiendo» 3 .

Por mi parte, creo que la heterogeneidad de los materiales ofrecidos por Hipólito en la Refutatio no permite un juicio tan general. Al autor lo vemos reproduciendo al pie de la letra el texto de Ireneo (por ejemplo, en la exposición sobre Marcos), y, a la vez, manipulando su fuente para adaptarla a sus presupuestos (Valentín). El valor de su testimonio no puede fijarse de una vez por todas, sino que debe ser examinado caso por caso. Como elementos de juicio deben tomarse en consideración las siguientes observaciones:

a) La verdadera intención del autor queda en la oscuridad. Tampoco sabemos nada de los destinatarios de la obra. Para Koschorke, toda la Refutatio es «un vehículo de la polémica contra los propios adversarios de Hipólito: la herejía de los calixtianos» 4 . La tesis peca de extremosa. Ciertamente, Hipólito aprovecha su polémica contra los herejes para vapulear la persona y la doctrina de Calixto. Pero ese incidente ocupa parte del libro IX, y los esfuerzos de Koschorke para extender su influencia a toda la obra no resultan nada convincentes.

b) En el Prefacio, Hipólito declara sus propósitos: en primer lugar, desvelar documentos gnósticos desconocidos hasta el momento; seguidamente, demostrar su enraizamiento en la filosofía y en el esoterismo paganos; esto bastará para poner de manifiesto la falsedad de las herejías, sin necesidad de ulterior demostración. El programa es, a todas luces, artificioso. Muchos de los documentos o sectas que Hipólito «desvela» no tienen nada de secretos, según el mismo reconoce alguna vez como distraídamente (por ejemplo, en V 22 y en VI 6); y recuérdese que parte de los libros VI y VII proceden, literalmente, de Ireneo. En lo tocante a la dependencia respecto a los filósofos griegos, lo menos que puede decirse es que resulta de una sorprendente puerilidad. No negamos que los gnósticos beban en fuentes helenísticas; ése es cabalmente nuestro punto de vista. Pero resulta totalmente gratuito establecer una correlación estricta entre cada herejía y un filósofo clásico (los contemporáneos quedan excluidos). Ahora bien, inconsistente o no, el autor toma su tesis muy a pecho, y de ahí a la manipulación de las fuentes sólo hay un paso.

c) Las fuentes sobre las que trabaja Hipólito nos son conocidas sólo en parte. En el primer caso, la reproducción se revela fiel, a veces literal (textos tomados de Ireneo). Cuando se trata de fuentes que desconocemos, el problema es difícil, pero no puede resolverse con un rechazo apriorístico. Algunos de los documentos reseñados por Hipólito presentan coherencia y unidad estilística, como la crítica ha ido demostrando (exégesis del Himno de Atis, en el libro V; Apóphasis Megálē, en el libro VI; el Evangelio de Tomás citado en V 7, 21, hallado en Nag-Hammadi). Las más sospechosas parecen ser las recensiones de los peratas y de los setianos; pero deberán exigirse argumentos muy serios para rechazar su autenticidad. Y tales pruebas no han sido aducidas hasta el momento.

d) Es preciso atender a los diversos procedimientos empleados por Hipólito en su trabajo. Sus agrupaciones de sectas, como hemos ya indicado, no dicen gran cosa. Procede a veces por extractos (peratas, Apóphasis Megálē) a veces, las más, por resúmenes (setianos, Justino, Valentín). En ocasiones presenta un resumen-extracto (exégesis del Himno de Atis). Su información es casi siempre incompleta. Elimina, por ejemplo, pasajes exegéticos (Valentín, Marcos), o la doctrina acerca del Dios trascendente («naasenos», peratas, setianos). Sin embargo, pretende dar la impresión de que cada secta constituye un sistema. Es obvio que tales procedimientos incitan a alterar y manipular las fuentes, dificultando por ende la labor de la crítica 5 .

En resumen: adoptando las precauciones pertinentes en cada caso, de acuerdo con las prevenciones que acabamos de establecer, el testimonio de Hipólito puede ser recibido tanto en su vertiente doctrinal, como en su aspecto histórico.

Cuestión especial: la exposición sobre los «naasenos»

En su libro V, Hipólito emprende la recensión de las herejías cristianas, comenzando —declara— por los veneradores de la serpiente. Ahora bien, entre los sistemas reseñados en el libro V, sólo el propiamente dicho de los naasenos (distintos de los gnōsticoí, según explicamos más abajo) presenta un verdadero culto de la serpiente. En los peratas la serpiente forma parte de una amplia alegoría; en los setianos y en el Libro de Baruc su función es decididamente negativa. La agrupación de Hipólito se revela, pues, artificiosa; sus herejes especulan sobre la serpiente, pero no todos la veneran.

En realidad, el libro V (exceptuando la reseña de los gnōsticoí) es una colección de exégesis alegóricas del Génesis, probablemente recopilada con finalidad heresiológica por algún eclesiástico anterior a Hipólito. Fuera del aspecto exegético, las coincidencias entre los sistemas reseñados son menores. Peratas y setianos, y más tenuemente el Libro de Baruc, pretenden extraer de los primeros capítulos del Génesis una cosmología de corte platonizante.

Hipólito entró a saco en el dossier. No distinguió entre naasenos y gnōsticoí; asignó a cada hereje un patrón entre los antiguos griegos, seleccionando luego los pasajes que hicieran verosímil tal atribución; por fin, para acabar de denigrar a sus adversarios, les achacó a todos el horrendo culto de la serpiente.

Pasemos ya a la distinción entre naasenos y gnōsticoí. El conjunto composicional conocido entre los estudiosos por «Exposición sobre los naasenos» (Ref. V 6, 3-V 11) está integrado, en realidad, por la recensión de dos sectas gnósticas distintas: la de los naasenos y la de los denominados por Hipólito gnōsticoí (designación que seguiremos conservando en su forma griega).

En otro lugar he ofrecido pruebas detalladas de esta afirmación 6 . Helas aquí en resumen:

1. La recensión de Hipólito sobre los naasenos comienza por una explicación etimológica de la denominación (V 6, 3; 78, 1 We.), para, acto seguido, abandonar por completo el tema de la serpiente y olvidar el nombre de naasenos hasta V 9, 11 (100, 18 We.), donde reemprende el hilo de la narración.

2. En el amplio excursus entre esos dos pasajes los herejes son denominados por dos veces gnōsticoí (V 6, 4 y V 8, 1), y nunca naasenos. La doctrina de tales gnōsticoí es pasablemente valentiniana, como pongo de relieve en las notas a la traducción. En cambio, el corto resumen acerca de los naasenos (de V 9, 11 en adelante) no tiene de valentiniano más que una aislada alusión a la condición espiritual de los mismos.

3. Epifanio, en su Panarion, describe una extraña secta gnóstica denominada, precisamente, «de los gnōsticoí» 7 . Pues bien, en muchos aspectos los gnōsticoí de Epifanio coinciden con los de Hipólito: se refieren a un «Hombre grande» y a uno «pequeño»; profesan una modalidad de panpsiquismo; se refieren a un cierto Libro de María Magdalena; rechazan el comercio sexual con mujeres y la procreación, a la vez que profesan espermatodulía. Existió, pues, una secta de gnōsticoí, y parece que Hipólito la describió en su primer estadio, siglo y medio antes que Epifanio 8 . Lo que no sabemos es por qué Hipólito presenta mezclados a naasenos y gnōsticoí. En todo caso, esta clase de confusiones no son raras entre los heresiólogos del gnosticismo.

La parte más conspicua de la exposición sobre los gnōsticoí la constituye una extensa «Exégesis del Himno de Atis» (Ref. V 7, 2-9, 9). Viene precedida por un breve resumen doctrinal (V 6, 4-7, 1), de terminología aproximadamente valentiniana, y seguida por una requisitoria contra la inmoralidad de los herejes (V 9, 10-11).

La «Exégesis» (denominada también por los autores «Prédica de los naasenos» y «Tratado del Hombre») ha suscitado múltiples controversias desde que Reitzenstein, en 1904, creyera descubrir en ella un documento pagano, para cuya reconstrucción bastaba con eliminar las citas bíblicas hipotéticamente intercaladas por los gnósticos… 9 Mi hipótesis sobre la distinción entre naasenos y gnōsticoí, así como la constatación de la orientación valentiniana de estos últimos, permiten arrojar nueva luz sobre el debate. He aquí los resultados del estudio citado en la nota 6: la «Exégesis» adopta la forma de un comentario de los títulos o designaciones atribuidos a Atis en el Himno reproducido al final de la exposición. Cada sección exegética está compuesta de dos secuencias. La primera consiste en una exégesis basada en textos filosóficos o clásicos; la segunda es una exégesis sobre textos bíblicos. El criterio de diferenciación definitivo, sin embargo, no reposa en los textos citados, sino en el sentido de la exégesis. En la primera secuencia, Atis aparece como una alegoría del alma, ya del alma humana, ya de la del mundo; en la segunda, Atis es una alegoría del elemento pneumático, en el sentido valentiniano del término 10 .

Hay, pues, dos exégesis superpuestas, no simplemente yuxtapuestas. He designado a la primera «Documento frigio», atribuyéndole una orientación platónica. Esta primera exégesis ha sido asumida por el comentarista gnóstico, que le ha concedido el estatuto valentiniano de exégesis «psíquica» 11 y la ha perfeccionado con una exégesis espiritual; justo como pretendían hacer los gnósticos en las asambleas cristianas.

Manuscritos y ediciones

Se conservan cuatro manuscritos del libro I y uno sólo de los libros IV-X. Éste es el Parisinus, suppl. grec. 464 (siglo XIV ). Se trata de un códice muy defectuoso, con una laguna al principio y otra entre los folios 12 y 13. Fue comprado en Oriente por Maimónides Mynas en 1842.

El Parisinus fue editado por MILLER en Oxford, en 1851, luego por L. DUNCKER y F. G. SCHNEIDEWIND (Gotinga, 1859) y por P. CRUICE (París, 1860), hasta la edición crítica de WENDLAND en G.C.S. 26 (1916).

En el presente volumen de la B.C.G. se ofrece la traducción de los libros V, VI, VII y VIII. Los demás presentan menos interés para el estudio del gnosticismo.

Para la traducción he adoptado como texto base el de la edición de Wendland. Presento a continuación una tabla de divergencias. No se incluyen en esta lista las variantes menores que ya figuran en el aparato de Wendland:



1 P. NAUTIN , Hippolyte et Josipe. Contribution à l’histoire de la littérature chrétienne du IIIème siècle, París, 1947. Bibliografía acerca de la polémica subsiguiente en J. QUASTEN , Patrología, I, 2.a ed., Madrid, 1968, págs. 474-475.

2 Las contaminaciones han sido exhaustivamente estudiadas por H. STÄHLIN , Die gnostische Quellen Hippolyts in seiner Hauptschrift gegen die Häretiker (T.U., 6, 3), Leipzig, 1890. A lo largo de mi versión iré señalando en notas los casos más flagrantes.

3 K. KOSCHORKE , Hippolyts Ketzerbekämpfung und Polemik gegen die Gnostiker (Göttinger Orientforschungen, VI Reihe: Hellenistica, Band 4), Wiesbaden, 1975, págs. 4-5. Historiografía comentada en FRICKEL , Die Apophasis Megale in Hippolyts Refutatio, Roma, 1968, págs. 11 y sigs. Frickel se pronuncia en favor de la fiabilidad en los casos por él estudiados (ibid., págs. 81-87).

4 Ibid., pág. 6.

5 Véanse las interesantes advertencias de F. WISSE en su artículo «The Nag-Hammadi Library and the haeresiologists», Vigil . Christ. 25 (1971).

6 Véase J. MONTSERRAT TORRENTS , «La notice d’Hippolyte sur les Naassènes», en Proceedings of the Eighth International Conference on Patristic Studies, I, Oxford, 1982.

7 Panarion, H. 26 (I, 275-300 HOLL ).

8 Cf. Pan. 26, 3, 1, comp. con Ref. V 6, 4; Pan. 26, 9, 5, comp. con Ref. V 7, 10; Pan. 26, 8, 1, comp. con Ref. V 7, 1; Pan. 26, 13, 1, comp. con Ref. V 7, 14 y 9, 11; Pan. 26, 4, comp. con Ref. V 7, 18, 21, 27 y 28.

9 R. REITZENSTEIN , Poimandres, Leipzig, 1904, págs. 83 y sigs. En un segundo momento, Reitzenstein se vio obligado a admitir que el documento utilizado por los gnósticos estaba ya contaminado de judaísmo, cf. sus Studien zum antiken Synkretismus, Leipzig, 1926, págs. 104 y sigs., 157 y sigs. Véase, además, H. LEISEGANG , La Gnose, París, 1971, págs. 81 y sigs.; M. SIMONETTI , «Qualche osservazione su presunte interpolazioni nella Predica dei Naasseni», Vetera Christianorum 7 (1970), 115-124.

10 Véanse tres ejemplos muy claros en V 8, 22-30, donde el «Documento Frigio» cita Timeo 30a, a Pitágoras y textos cúlticos de Atis.

11 Cf. Epist. Flor. 5, 1-2; Adv. Haer. I 7, 3; HERACLEÓN , Fr. 13.

Los gnósticos II

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