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II

LLAMADA AL CAMINANTE

35 (GV 1225)

Basa de mármol, procedente del muro de Temístocles en el Dípilon, Atenas. Mediados del siglo VI a. C. Un dístico elegíaco.

Hombre que vas por el camino y en tu mente albergas otros pensamientos: deténte y duélete al ver el sepulcro de Trasón.

36 (GV 1228)

Estela o pilar. Tasos, ca . 500 a. C. Un dístico elegíaco.

Quien no estuviera presente cuando el cortejo fúnebre condujo mi entierro, que entone ahora sus lamentos: esta es la tumba de Teléfanes.

37 (GV 1312)

Estela adquirida en Alejandría, de procedencia desconocida, siglo II a. C. Tres dísticos elegíacos. El poeta contrapone a los pastores, que no saben leer, con el caminante culto que sí puede leer el epigrama y a quien se dirige la llamada. Cf. AP VII 657, que contiene también una invocación a los pastores, aunque con otro carácter.

Pasad, vaqueros, de largo por este camino. Y vosotros, pastores, apacentad vuestros rebaños de ovejas. Pero tú, caminante instruido en las artes de las Musas, detén tu paso y di: «este es el sepulcro de Aline». Luego sigue tu [5] camino. Si me das tu saludo, recíbelo tú también dos veces. Tres hijos dejo en casa y un marido que sufre por mi ausencia.

38 (GV 1239)

Templete. Leontópolis, Egipto, época de Augusto. Cinco versos de medida incierta. El comienzo del epigrama consta de un dístico elegíaco y un hexámetro dactílico. Del resto no se puede reconocer la medida (ya los primeros editores admitían que el final del epigrama se aproxima más a la prosa). La inscripción parece la unión de frases tomadas de diferentes epigramas, lo que da lugar a un esquema métrico irreconocible. Estamos ante el sepulcro de una judía y de su marido Agatocles, de nombre griego. La contradicción entre las fórmulas empleadas («Llorad» — «No lloréis») induce a pensar en un cambio de interlocutor y que el segundo epigrama es pronunciado por la difunta.

Ciudadanos y extranjeros, llorad todos por la casta Raquel, de treinta años, de todos querida. — «No derraméis por mí vanos lamentos. Aunque era breve el tiempo que mi vida tenía destinado, guardo una esperanza de [5] misericordia, así como Agatocles, de treinta y ocho años.»

39 (GV 1236)

Relieve. Cio, Bitinia, siglo I d. C. Dos dísticos elegíacos.

Como una libación derrama por mí algunas lágrimas, extranjero, y compadécete de esta infeliz niña que la tierra oculta. Era éste mi cuarto año de vida, mas la que me había criado tuvo que enterrarme, a mí, a quien Epictesis llamaban.

40 (GV 1240)

Estela. Leontópolis, Egipto, siglo I d. C. Seis versos, dáctilos y coriambos, precedidos de un itifálico.

Detén tu paso y llora por el joven Papión. También mi madre derramaba llanto por mí cuando a los veintisiete años me incineró 8 . Llorad todos.

41 (GV 1220)

Sarcófago. Termeso, Pisidia, siglos II -III d. C. Un hexámetro dactílico. Sobre el epigrama estaba escrita la dedicación, casi destruida, a Aurelio Polinice.

Adiós, caminante. Ya conoces quién soy: sigue tu camino.

42 (GV 1221)

¿Estela? Escitópolis, Palestina, siglos II -III d. C. Un dístico elegíaco.

Adiós, vosotros que vais por el camino. Aquí yazco yo, Sosibio. «Adiós, Sosibio», repetid.

43 (GV 2057)

Losa de mármol. Moesia, siglos II -III d. C. Conservamos tres dísticos elegíacos (falta el comienzo del epigrama). El epitafio lo dedica un compañero del difunto.

[…] de Teo el muy ilustre linaje. Y yo, su muy prudente compañero Timoteo, nacido de mi padre Timoteo, he [5] alzado esta estela delante de su tumba. Porque me acuerdo de su gloriosa patria y de mi añorado compañero, y de nuestra dulce amistad que ha deshecho la muerte. Yo os saludo, a vosotros que pasáis ante el cadáver de Meropeo, y os pido que de vuestros labios salgan las mismas palabras de saludo.

44 (GV 1338)

Bloque de mármol. Filípolis, Tracia, siglo III d. C. Ocho hexámetros dactílicos.

Saber quieres, caminante, cuál es mi nombre y quién me engendró. Lo sabrás, como es justo. Mi padre era Mitrídates, mi madre Creste, y yo soy Cenis, de amargo destino. A los veinte años he muerto —fue un parto la causa de mi muerte—, poco tiempo después de haber comenzado [5] a vivir. ¿Qué más te puedo decir, extranjero? Así es la vida, caminante. Mas tú, como es justo que se haga con los mortales, compadécete de mi desdicha y que tus ojos me honren con sus lágrimas, pues soy digna de lástima. Luego aléjate del sepulcro y sigue tu camino.

Epigramas funerarios griegos

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