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La ruinosa vejez había destruido la antigua construcción y la obra, desmoronada y rota por su decrepitud, estaba colgada en el aire. La senda flotante a través del río había dejado de utilizarse y la caída del puente impedía el camino libre. Ahora, en el tiempo de Ervigio, el poderoso rey de los getas, cuando ordenó que las tierras a él entregadas se trabajasen cuidadosamente, Sala, que era un hombre generoso, se esforzó con sus hazañas en propagar el nombre de sus antepasados, y añade el suyo en esta inscripción. Pues, después que renovó la ciudad con unas murallas extraordinarias, no dejó, con más motivo, de realizar este prodigio. Construyó estos arcos y los clavó profundamente en el interior de las aguas y, queriendo emular una obra admirable de otro autor, lo superó. Y fue además la dedicación del sumo sacerdote Zenón lo que lo persuadió para erigir una fortificación tan importante en suelo patrio. ¡Feliz la ciudad Augusta que permanecerá dichosa durante siglos y siglos gracias al afán renovador de su guía y pontífice!

El grupo de inscripciones monumentales suele buscar su inspiración, más que entre los textos literarios 55 , en las inscripciones en prosa de este mismo género 56 .

Resulta, por último, especialmente interesante la conservación de numerosos poemas destinados a monumentos desaparecidos 57 , gracias a su afortunada inclusión en crónicas de la Antigüedad tardía o en viejas colecciones epigráficas.

Se conservan además ingeniosas y variadas muestras de una vieja afición de los romanos a plasmar sobre las paredes sus inquietudes, pensamientos, pasquines electorales, anuncios, etc. Estas manifestaciones de tan inspirada espontaneidad proceden en muy gran parte de Pompeya, la ciudad cuyos restos habían quedado sepultados desde la erupción del Vesubio, hasta que en el siglo XVIII comenzaron a excavarse de una manera sistemática.

Desde entonces se han ido sucediendo los estudios que combinan los testimonios arqueológicos y los epigráficos hasta llegar a alcanzar un detallado conocimiento de la vida pompeyana, sus costumbres, su cultura, sus intereses, sus sentimientos más íntimos y más primarios, su lengua viva, coloquial, cambiante, tan alejada de los rígidos cánones del latín clásico, tan precursora ya de futuras innovaciones romances. Entre ellos, resultan de obligada mención los trabajos de Étienne, así como los más recientes de Montero o Varone que incluyen, además, una traducción —española e italiana, respectivamente— de los epígrafes eróticos versificados o no 58 .

Esta afición poética anónima y espontánea de la que el azar nos ha dejado tan sabrosas muestras en Pompeya, se encuentra, no obstante, extendida por todo el Imperio y tiene también sus géneros favoritos. Son abundantes, por ejemplo, las breves invectivas personales, sobre todo de carácter obsceno, como el insulto a Mevio (CLE 1899) ya mencionado en esta introducción; o la propaganda electoral a favor o en contra de cualquier candidato que optase a un cargo público; y variados motivos de inspiración que van desde la imitación o cita literal de autores latinos conocidos, hasta las pamplinas de soldados aburridos, las amenazas, las anécdotas sexuales, o los anuncios de prostitutas que ofrecen sus servicios por un módico precio. Y es que precisamente en el caso de los grafitos, la forma versificada resulta, por su concisión, mucho más adecuada para la agudeza y sentenciosidad y puede convertirse, como bien observó Courtney 59 , en el medio natural para la expresión de sentimientos amorosos, bromas, insultos, etc. Recordemos el ya citado septenario trocaico hallado en Pompeya en el dormitorio de la casa de Salustio —232: Pupa que bela is, tibi me misit qui tuus es(t): ual(e) —. O el dístico elegíaco grabado sobre una columna también pompeyana con la siguiente maldición:

Poesía epigráfica latina I

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