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El Sexo y el Diseño de Dios CAPÍTULO DOS
ОглавлениеHace unos años, un artículo de la revista Time incluía estas palabras tan sorprendentes:
De todas las cosas magníficamente ridículas y transcendentalmente gratificantes que los humanos hacemos, es el sexo […] lo que más desconcierta nuestro entendimiento. ¿Qué narices estamos haciendo? ¿Por qué nos obsesiona tanto? Puede que el impulso de procrear forme parte del sexo, pero […] lo que brota del centro de nuestra sexualidad es un conjunto de cosas completamente diferentes: arte, canciones, romance, obsesión, éxtasis, aflicción, compañerismo, amor, hasta violencia y criminalidad […] ¿A qué se debe esto? ¿Acaso a la naturaleza se le fue la mano y nos cargó de más cuando pasamos por el departamento de reproducción? ¿O se trata de algo más brillante y sutil, y existe una relación compleja entre la sexualidad, la vida y lo que significa ser humanos? 5
Es una gran pregunta. Quienes tienen una cosmovisión plenamente materialista, que busca explicar todo únicamente por medio de procesos científicos, se ven obligados a reducir el sexo a un simple impulso biológico con el que somos programados para asegurar nuestra reproducción. Según esa idea, ahora que disponemos de métodos anticonceptivos bastante seguros, ¿qué puede frenarnos a la hora de satisfacer nuestros impulsos sexuales cuando nosotros queramos, siempre que haya consentimiento entre adultos?
¿Tienes hambre? Cómete una pizza.
¿Tienes sed? Tómate una coca-cola.
¿Estás excitado? Ten un orgasmo, con otra persona o tú solo. Y si el porno te ayuda, ¡adelante! No pasa nada; tan solo es satisfacer un impulso de tu cuerpo, eso es todo.
Sin embargo, nuestro instinto nos dice que el sexo es más que eso. Nuestra sexualidad parece tocar lo más profundo de nuestro ser. Entonces, ¿de qué se trata el sexo? ¿Es posible que el autor o autora del artículo tenga razón, que tenga algo que ver con “lo que significa ser humanos”?
ALGO MÁS
El relato de la revolución sexual se basaba en que la moralidad sexual de la Biblia, y la del cristianismo en general, es represiva, induce a la culpa y la vergüenza y es sumamente anticuada. La única alternativa era rechazarla. Pero cuando nos fijamos en la Biblia, nos encontramos justo con lo contrario. Las Escrituras contienen una visión muy bella y elevada del sexo. Desde las primeras páginas —Génesis capítulo 1— leemos acerca de un Dios que hizo a los humanos como criaturas sexuales, a su propia imagen.
Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo con estas palabras:
«Sed fructíferos y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla».
Génesis 1:27-28
Fíjate en que la primera instrucción que Dios le da a la humanidad es… ¡que tengan sexo!: “sed fructíferos y multiplicaos”. Sexo con un propósito:
¡poblar la Tierra y hacerla fructífera!
En el capítulo 2 de Génesis, Dios establece el matrimonio como el contexto de esta sexualidad fructífera. Cuando el hombre, Adán, ve por primera vez a la mujer, Eva, rompe a cantar de satisfacción y alegría:
«Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Se llamará “mujer” porque del hombre fue sacada».
Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser.
En ese tiempo el hombre y la mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza.».
Génesis 2:23-25
Este arrebato de emoción de Adán no es la única canción de amor en la Biblia. De hecho, la Biblia contiene un libro entero lleno de poemas, Cantares, en el que un hombre y una mujer hablan de su amor de forma erótica y apasionada. La Biblia no es para nada pudorosa a la hora de tratar la realidad del sexo según el diseño de Dios. Adán y Eva disfrutan de una profunda intimidad sin miedo y sin culpa.
Hay placer y emoción. Detrás de esta historia subyace la realidad de que el sexo no es simplemente para mi apetito y mis deseos. Su propósito va más allá y es algo mucho más profundo, que implica la unión de dos personas por medio del vínculo indisoluble del matrimonio. El sexo es para el placer, sí, pero también funciona como una especie de pegamento que une a una pareja de por vida y en una sola carne. Y este es el contexto en el que los hijos deben nacer: dentro de una relación de compromiso entre sus padres.
Se podría decir que el sexo es el lenguaje corporal del compromiso de por vida. Todos estamos familiarizados con el lenguaje corporal; darle la mano a alguien es una expresión de amistad, dar un beso en la mejilla es una expresión de afecto, tener una relación sexual es (o debería ser) decirle a alguien: “Te quiero y me comprometo contigo por completo y para toda la vida”. Ese es el diseño de Dios. El sexo no es simplemente recreacional; es profundamente relacional.
INSTINTIVO
En el fondo, todos somos conscientes de esto. Recuerdo la vez que un hombre me confesó que había vivido su vida de forma promiscua y, muy honestamente, añadió: “Cada vez que tengo relaciones sexuales con alguien, dejo algo de mí mismo atrás”.
Él se había dado cuenta de que el sexo está destinado a ser algo profundamente interpersonal. No es solamente algo físico; el alma está implicada en ello. Esto explica por qué nunca nos satisface el porno. Nuestros deseos sexuales no anhelan una mera sensación física. Al fin y al cabo, no solo buscamos tener un orgasmo o un momento de conexión íntima con otra persona. Anhelamos una unión profunda con otra persona, no solo a nivel físico, sino a todos los niveles de nuestro ser.
No es que Dios esté siendo un aguafiestas cuando nos pide que guardemos el sexo para el matrimonio, en absoluto. Él es nuestro Creador que nos ama y sabe qué es lo mejor para nosotros; vivir siguiendo las instrucciones del que nos hizo siempre será lo más sensato. Todas las negaciones de la Biblia sobre el sexo vienen a continuación de una enseñanza positiva inicial del sexo y el matrimonio, en Génesis 1 y 2. Dios quiere proteger el sexo, como un regalo suyo que es bueno, y nos quiere proteger a nosotros también. El porno, que es egoísta y no relacional por naturaleza, no solo degrada el sexo, sino que también nos hace daño a nosotros. Retomaremos esta idea en el capítulo siguiente.
SIGNIFICADO ÚLTIMO
No obstante, nuestra sexualidad, según el diseño de Dios, no solo está destinada a unir a una mujer y un hombre juntos en matrimonio. Hay algo más en ella que nos lleva a algo aún más profundo, hacia el mismo propósito y significado de nuestras vidas.
C.S. Lewis ofrece una visión profunda de esta idea en su autobiografía Cautivado por la Alegría. Lewis habla de su etapa joven, cuando iba en busca de encuentros sexuales:
Muchas veces seguí ese camino, hasta el final. Y al final encontraba el placer, lo que me llevó inmediatamente a descubrir que el placer no era lo que buscaba. No tenía nada que ver con cuestiones morales; en aquel momento era lo más inmoral que puede ser un hombre en ese tema. La frustración no consistía en haber encontrado un placer “rastrero” en vez de uno “elevado”. Era la poca importancia de la cuestión lo que aguaba la fiesta […] Lo mismo sería ofrecer una chuleta de cordero a un hombre que se está muriendo de sed que ofrecer placer sexual al que desea lo que yo estoy describiendo. […] La Alegría no es un sustituto del sexo; a menudo el sexo es sustituto de la Alegría. A veces me pregunto si no serán todos los placeres sucedáneos de la Alegría.6
La historia de la Biblia proclama que el sexo y el matrimonio apuntan más allá, a algo más maravilloso, que es la “alegría” a la que C.S. Lewis se refiere.
La Biblia comienza con el matrimonio humano en Génesis 2, pero termina con el matrimonio de Cristo y la Iglesia en Apocalipsis 21 cuando, en el fin de los tiempos, Cristo y su pueblo se unirán en una intimidad perfecta. El primero es un avance de este último. El matrimonio entre una mujer y un hombre está diseñado como una imagen de la relación con Dios, la cual se nos ofrece a todos a través de Cristo.
Pablo deja esto claro en Efesios 5:32. Después de citar la enseñanza bíblica básica sobre el matrimonio que aparece en Génesis 2:4, añade:
Esto es un misterio profundo; yo me refiero a
Cristo y a la iglesia.7
Por lo tanto, nuestros anhelos sexuales apuntan incluso más allá del deseo de unirse con otra persona. A un nivel más profundo, dan testimonio de un deseo espiritual de conexión con el Dios que nos hizo a su imagen para relacionarnos con Él. Eso explica por qué incluso la mejor experiencia sexual y el matrimonio más bueno nunca llegarán a satisfacernos por completo; pero algún día, cuando Cristo vuelva, todos nuestros anhelos serán por fin satisfechos completamente y para siempre.