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AGRADECIMIENTOS

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Diez años después de producida y agotada la primera edición, se realiza esta segunda dirigida nuevamente a la memoria de quienes son y serán docentes y, en especial de mis profesores. Hace ya más de diez años dejaron este mundo dos de mis mejores maestros en pregrado: Alfonso Ortiz Rodríguez en la Facultad de Derecho de la Universidad de Medellín y Víctor Julio Peñuela Cano en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana. En 2015 falleció también Carlos Gaviria Díaz quien fuera mi docente en un diplomado realizado en la Universidad de Antioquia al que tuvimos el privilegio de asistir algunos de los asesores jurídicos de la Personería de Medellín y de la Procuraduría General de la Nación. Maestros totales que me marcaron con su integridad, honestidad y consagración.

Agradezco especialmente a profesores –hoy colegas y amigos– como José Iván Ortiz Castro, quien hace uso de buen retiro y Gilberto Tobón Sanín; sus aportes fueron tenidos en cuenta en ambas ediciones. El primero, para aquellos capítulos en donde se muestran algunas deficiencias del Iusnaturalismo y el Iuspositivismo como escuelas. Ortiz Castro dirigió mi tesis de grado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB). Cabe señalar que las lecturas iniciales para dicha tesis de grado las debo a sugerencias, en charlas privadas, del docente y ex magistrado de la Corte Constitucional Carlos Gaviria Díaz, referente ético, epistemológico y hermenéutico para quienes transitamos el ámbito académico y jurídico; él continúa iluminando, a través de sus escritos, a quienes aún creen en la meta de servir con contenido humanista.

Por otro lado, las ideas del profesor Tobón Sanín ilustraron parte de lo que corresponde al pensamiento marxista, indispensable para abordar la Modernidad tardía (mal llamada postmodernidad). Con este maestro continúo en fluido diálogo; agradezco su tiempo dedicado a resolver dudas e inquietudes.

En esta oportunidad no puedo dejar de mencionar a un amigo que tengo en común con el profesor Tobón Sanín. Me refiero al filósofo Numas Armando Gil Olivera –Presidente de la Asociación Colombiana de Filosofía del Derecho y Filosofía Social– con quien no dejo de charlar personalmente cada vez que visito la pujante ciudad de Barranquilla. Departir con el maestro, casi siempre en restaurantes de comida libanesa, resulta una experiencia inolvidable.

En nuestra época, el gran capital que dirige la actual forma de globalización, plantea que, desapareciendo las escuelas y los metarrelatos, se esfume toda forma de crítica, se rechacen los valores espirituales y sólo queden los materiales, se desvanezcan los sueños y las ilusiones de Occidente. Se propone así el fin teleológico de la Civilización, se espera, entonces, eliminar cualquier otra tarea del espíritu. Para abordar esta última temática, se optó por las llamadas versiones “clásicas” de la Historia. Para entender, por parte de los principiantes, lo anteriormente planteado en perspectiva ética, se recomienda la lectura del libro Ética, del filósofo hispano-mexicano Adolfo Sánchez Vázquez y, además, la lectura del libro El Capital escrito por el divulgador del pensamiento marxista Gabriel Deville, ambos reseñados en la bibliografía, de quienes tomé –en ocasiones textualmente– palabras cargadas de ideas y sabiduría. El presente texto, prácticamente carece de ideas novedosas. Lo innovador radicaría en la sintética forma de exponerlas.

Para el capítulo que trata del capitalismo, se acudió directamente a Marx y a otros pensadores que en la tradición se consideran excelentes divulgadores del pensamiento crítico. La meta en este caso no es otra que construir una idea del modo de producción en el cual estamos inscritos. La propuesta, así mencionada, es meramente descriptiva; se carece de afán demostrativo.

En cuanto al capítulo que sigue, escritores como Jürgen Habermas, Gilles Lipovetsky, Gianni Vattimo, entre otros, tomados como referentes, resultaron bastante útiles. No se puede dejar de reconocer tampoco –en nuestro contexto colombiano– la influencia ejercida sobre todo en los últimos capítulos, por el difunto Jorge Child y su socio de aventuras académicas el profesor Mario Arango Jaramillo a quien agradezco –a través de sus varias entrevistas personales– sus muy útiles consejos.

La presencia de Rubén Jaramillo Vélez, vista en esa magnífica obra suya titulada Colombia: La modernidad postergada, es notoria. A este distinguido profesor, reconozco su amabilidad al dedicar parte de su precioso tiempo, a la aclaración de ideas presentes en este libro, tanto en Bogotá como en Medellín y Barranquilla. El análisis marxista se considera adecuado para entender las llamadas posturas “postmodernas” en donde el hombre racional, que debería gobernar Occidente, está siendo reemplazado por el homo economicus.

A medida que se consolidaba la escritura del libro fue convincente el ejercicio de tratar de vincular conceptualmente capitalismo, ética, derecho y Modernidad tardía. En la realidad son inseparables: el Capitalismo (como modo de producción), va acompañado de un proyecto social con su propia cultura de respeto a su único valor (el monetario), que propone así una ética (mercantilista y cosificadora: emerge el neoliberalismo como modelo ético-económico) y a partir de su ética intenta fundamentar un nuevo derecho. Todo lo anterior enmarcado, como ya lo hemos afirmado, dentro de lo que algunos historiadores llaman Modernidad tardía o impropiamente “Edad postmoderna” que desarrolla un tipo de ideología: la mal llamada “postmoderna”.

En los capítulos que siguen se señala el marco histórico en el cual opera la Modernidad tardía, y se vinculan los conceptos de ética e historia a partir del contexto socio-económico. Se pretende establecer así una relación entre capitalismo, neoliberalismo, ética, historia y derecho. Los conceptos mencionados resultan esenciales para entender el origen de la “cosmovisión” del hombre actual, la llamada inapropiadamente “postmoderna”. El hombre de Occidente vive en esa cosmovisión, pero también, en un claro movimiento dialéctico, contribuye a recrearla.

Dado que lo expuesto fue tema de mi trabajo de grado en la especialización en Filosofía del Derecho de la Universidad Católica Luis Amigó, es el momento para mencionar la paciencia de Francisco Javier Acosta Gómez, Secretario General de dicha Universidad. Soportó todas mis impertinencias en el ámbito académico de ésta su área, la Filosofía del Derecho. Su labor y ayuda fueron valiosas para sacar adelante mi trabajo de grado, del cual fue su director.

Tampoco puedo dejar pasar la oportunidad para agradecer al quizá más grande jusfilósofo español del momento, Gregorio Robles Morchón, quien no sólo me ha brindado ideas a través de sus libros, generosamente obsequiados y cuya lectura he disfrutado dada su claridad intelectual; también estaré en deuda con él porque me regaló parte de su precioso tiempo en Madrid, Medellín y Bogotá, para compartir ideas opiniones y proyectos. Ese mismo apoyo lo he sentido en nuestro común amigo, y quien fuese mi profesor en la maestría Martín Agudelo Ramírez. A propósito, cuando estuve en la Maestría en Educación y Derechos Humanos de UNAULA, también sentí el tratamiento efusivo de sus coordinadoras Catalina Pérez y Alexandra Agudelo, esta última mi excelente tutora en el trabajo de grado; también del profesor Hernando Roldán Salas. A todos ellos, por su trato deferente, merecen mi recuerdo con especial afecto.

Como olvidar en la Universidad de Medellín la motivación para que escribiese un texto-guía dada sobre todo por un grupo de entusiastas estudiantes encabezados, entre otros, por Elkin David Gutiérrez Castaño, luego docente de ese mismo establecimiento. Además, no se puede dejar de mencionar el soporte para la primera edición recibido en esta misma institución y por la Asociación de Estudiantes, Egresados, Empleados y Asesorías Profesionales (ASES) dirigida por el colega Elkin Rodrigo Aristizábal Pineda, quien desde un comienzo se mostró entusiasta partidario de este proyecto de escritura y cofinanció la primera publicación.

Y para esta segunda edición, reconozco el apoyo recibido por los decanos de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma Latinoamericana (UNAULA) Fernando Salazar Mejía, Jorge Luis Tapias y Ramón Elejalde, quienes desde su cargo han insistido en la necesidad de escribir y publicar. Al par interno evaluador de UNAULA por aconsejar la presente publicación atendiendo mejoras en la aplicación de las normas de citación y en la modificación del título. Sus sugerencias fueron acogidas.

También agradezco a los demás directivos de UNAULA la fe depositada por permitirme libremente publicar y ejercer la docencia. Por último un reconocimiento a mis demás amigos, colegas y estudiantes, siempre dispuestos al diálogo académico-productivo.

VÍCTOR HUGO CAICEDO MOSCOTE

Epistemología, ética y hermenéutica en el siglo XXI

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