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Crecimiento sin calidad de vida
ОглавлениеVolvamos al pequeño y fuerte Israel, país desarrollado, líder tecnológico, con una de las mayores tasas de escolarización y esperanza de vida del mundo. Un crecimiento económico sostenido de 4,5% anual en los últimos 50 años, según el Banco Mundial, y tasas de desempleo mínimas, de apenas 5% a fines de 2019. Contradictoriamente, ese crecimiento fue acompañado de un incremento considerable en su tasa de pobreza, generando un gran caudal de trabajadores pobres. Según la OECD, al mismo tiempo que el país crecía cómoda y generosamente, de solo 13,8% de israelíes viviendo por debajo de la línea de pobreza en 1995, 25 años atrás, se pasó a 22% en 2019, explicada por los bajos sueldos, los altos costos de vida y un crecimiento en la cantidad de lugareños que no tienen capacitación suficiente para trabajar en el sector de alta tecnología.
El bienestar está muy ligado al crecimiento. Pero no siempre la relación es tan estrecha. Si algo iguala a Israel y Argentina, es esa disociación. Los dos atravesaron periodos de fuerte crecimiento, pero sin mejoras proporcionales en el bienestar de su gente.
El crecimiento de un país suele medirse por la variación del Producto Interno Bruto (PBI) que indica la cantidad de bienes y servicios producidos durante el año en esa economía. En otras palabras, el PBI mide algo así como la riqueza anual generada. Con esa definición, cuando un país crece se espera que se refleje en mayor creación de empleo, menor pobreza, derivando en mejoras en la calidad de vida.
No siempre ocurre así. Para que el crecimiento derrame bienestar, dependerá de qué es lo que lo impulsa y en qué condiciones. La economía puede crecer fuerte y sostenidamente, pero con el crecimiento concentrado en pocos sectores que no sean empleo intensivo, o que sean extractivos, sin que la población perciba las mejoras. O puede crecer con grandes flujos inmigratorios para los cuales el país no está preparado a dar respuestas, generándose problemas de equidad. O generando otros desequilibrios, como crecimiento con pérdida de poder adquisitivo en determinados sectores. Eso es lo que sucedió en la Argentina en buena parte de los últimos 15 años.
“¿Cómo evalúa el nivel de bienestar económico de su hogar?” Esa pregunta se la hacemos semestralmente desde CERX, a un panel de 1000 personas en Capital Federal y Gran Buenos Aires desde el año 2005. En la medición realizada en abril de 2020, ya con un mes de cuarentena encima, solo el 8,0% contestó “bueno” o “muy bueno”, el 42,6% respondió “regular” y 41,4% “malo” o “muy malo”. Con respecto a abril del año pasado, esa percepción empeoró 13,5% 3.
En esa misma medición se le solicitó a la gente que ranquee su percepción de bienestar en una escala de 0 a 10, donde 0 es “muy malo” y 10 “muy bueno”, y que la compare con el valor que tenía antes de la cuarentena. Resultados: 3,5 puntos de bienestar en medio de la cuarentena y 5,4 puntos antes de la cuarentena. ¿Cuánto era ese valor por ejemplo en 2016? 6,3 puntos. ¿Por qué niveles tan bajos de bienestar incluso pre-cuarentena? Porque el crecimiento argentino no fue constante ni lo suficientemente productivo y equitativo.
Entre 2005 y 2019, el país acumuló un crecimiento económico de 74,3%, lo que objetivamente y en la visión cuantitativa tradicional, interpretaríamos como una mejora en el bienestar. Sin embargo, las percepciones de bienestar de la población en ese tiempo cayeron 5,6%. Para entenderlo mejor, se puede dividir ese periodo en cinco etapas:
Etapa 1. 2005-2007: Crecimiento con mejoras de bienestar: la economía creció 34,2% y el bienestar mejoró 38,8%. Los altos precios agrícolas se derramaban en todos los sectores de la economía, impulsando bienestar.
Etapa 2. Año 2008: Crecimiento económico con destrucción de bienestar. La economía creció 4,1% ese año y el bienestar bajó 7,2%. Fue el inicio de la crisis financiera internacional y el conflicto político en el campo.
Etapa 3. Año 2009: Baja el PBI y cae el bienestar. La economía cayó 5,9% con el impacto a pleno de la crisis financiera internacional, y el bienestar bajó 9,2%.
Etapa 4. 2010-2011. Crecimiento con impacto muy suave recuperación en el bienestar. El PBI creció 16,7% y el bienestar se recuperó apenas 3,6%.
Etapa 5. 2012-2019. Crecimiento serrucho. La economía acumuló una caída de 2,6% esos años y el bienestar se retrajo 21%. bien
estar se retrajo 21.
3 Para medir la percepción de Bienestar Económico se elaboró un indicador cualitativo con la siguiente fórmula: (respuestas positivas – respuestas negativas + 1)*50. Sobre eso se elaboró el indicador de Bienestar Económico Subjetivo (IBES)
Fuente: CERX
¿Por qué el crecimiento no se tradujo en bienestar en el caso argentino? Varias son las razones, pero una extendida fue que una parte del crecimiento desde 2007 fue impulsado por consumo financiado con crédito caro, y otra, por el malestar que comenzó a generar la inflación especialmente desde fines de ese año, que además obligaba a los hogares a compensar ingresos con ocupaciones alternativas.
Si bien la preocupación por el bienestar poblacional es muy alta para la mayoría de los gobiernos, y pocos dudarían en que el objetivo final de las políticas económicas es mejorar la calidad de vida de la gente, hay dos problemas. Por un lado, sabemos que crecer no siempre mejora la calidad de vida. Y por otro, pocos gobiernos miden el bienestar subjetivamente, indagando entre la misma gente como lo percibe. Por lo tanto, poco se conoce sobre ese estado.
Argentina tiene mediciones privadas, como la que hacemos desde CERX, pero jamás tendrán el alcance que podría lograr el INDEC. Claro que con mediciones subjetivas solamente tendríamos una foto incompleta. Porque podría suceder lo inverso: la gente percibe bienestar sin mejoras concretas en la economía. Las dos mediciones son complementarias para entender el impacto de las políticas que se aplican. Otra deuda pendiente. Aunque también la tienen naciones desarrolladas, como nuestro potente Israel.