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“ Me parece que alguien te ganó de mano”, exclamó Rachel, apenas llegaron a la entrada del apartamento junto con Emma y su empleada doméstica, que llevaba a cuestas un bolso de gimnasia abierto, de donde sobresalían jeans y camisetas.

“ Por lo que parece, este Ethan ya trajo sus cosas. Pocas cosas, por lo que veo”, comentó Emma, viendo las únicas cuatro cajas que habían sido tiradas de mala manera en el ingreso.

Abigail no pudo decir una sola palabra frente a esa invasión desordenada y tan extraña a sus ojos.

Había vivido toda su vida sólo con su madre, una mujer que dejaba dando vueltas únicamente el maquillaje y algún zapato de taco 12, que tanto odiaba su hija.

No estaba acostumbrada a ver dardos, una pelota de rugby y una de fútbol, una mountain bike completamente tirada sobre el sofá, revistas pornográficas de mujeres desnudas, como las que estaba hojeando Rachel que había ido de inmediato a hurgar entre los efectos personales de Ethan, buscando alguna pista para saber si era un potencial maníaco asesino.

“ ¿Estás de verdad segura que quieres vivir aquí?”, preguntó Emma a su amiga, con un tono poco convencido y una leve mueca en el rostro. “Estoy segura de que hay lugares mejores.”

“ No a este precio”, le respondió la amiga, pero más miraba Emma a su alrededor y más quería escapar de ese lugar. Ese apartamento estaba en mal estado y el mobiliario era un revoltijo de objetos rescatados colocados al azar y sin seguir una lógica o estilo.

La diseñadora de interiores que había en ella le estaba gritando que hiciera algo con esa cocina anónima toda blanca, con mosaicos y muebles blancos, o con esa habitación que había elegido Abigail y donde sólo había una base de cama chirriante y un colchón sucio. Sólo el armario empotrado con las puertas corredizas espejadas se salvaba. ¡Por no hablar de ese sofá horrible!

Afortunadamente, llegó Carmen a distraerla, volviendo a la cocina.

“ Señorita Camberg, ¿qué es esto?”, preguntó la doméstica, dándole a Abigail un paquete de platos de plástico descartables envueltos en celofán.

“ ¡Los platos!”, respondió Abigail sorprendida.

“ ¿De plástico?”, intervino Emma con la frente arrugada.

La amiga se limitó a encogerse de hombros, rendida.

“ ¡No puede ser! ¡Esto es demasiado!”, dijo Emma indignada por la sola idea de comer en esos platos. Desde hacía dos años daba consejos de diseño interior a través de su blog y en el último año también había trabajado como decoradora de casa para casas de lujo en venta, a través de la agencia Valdés. Incluso había alquilado un almacén donde guardaba los muebles más hermosos para usar en la puesta en venta de las casas.

“ Bart, Carmen, limpien a fondo toda esta casa y desháganse de este sofá y todo lo que hay en la habitación, excepto el armario. ¡Rachel, Abby, vengan conmigo!”, decidió Emma con las ideas ya muy claras sobre cómo habría transformado ese apartamento.

Cuando Emma había hablado de almacén, ni Rachel, ni Abigail se habían imaginado un verdadero showroom de muebles de lujo.

Roche Bobois, Fendi, Missoni, Louis Vuitton, Kartell, Bugatti Home, Armani, Kate Spade, Kravet y un montón de marcas italianas.

Además, los muebles estaban separados por estilo y tipo de habitación.

Como Emma esperaba, Abigail se dirigió de inmediato hacia los dormitorios de tipo bohemio romántico.

“ ¿Puedo vivir aquí?”, suspiró enamorada Abigail, tirándose sobre una cama.

“ Lamentablemente no, pero te prometo que haré que tu habitación sea tan hermosa como para enloquecer.”

“ Sí, pero no con éstas cosas. Yo no tengo el dinero para permitírmelos”, murmuró molesta, tomando un almohadón de Fendi.

“ Te lo daré en comodato. Mientras vivas allí, podrás tener todo lo que elijas.”

“ ¡Gracias!”, se conmovió Abigail corriendo a abrazarla.

Después de cuatro horas bajo la supervisión de Emma, cada objeto elegido fue llevado al apartamento y después de otras dos horas, había sido completamente cambiado.

Emma tenía razón: Abigail ya había perdido la cabeza por su apartamento.

En el cuarto, el estilo romántico parisino que la muchacha amaba tanto, resaltaba por la cama con el cabecero acolchado forrado en suave chenilla color crema, del lino de algodón blanco y rosa de la línea floral bohemia de Kerry Cassill, la alfombra de damasco Kravet con efecto desteñido color perla, y la lámpara Kartell en policarbonato de color cobre.

A todo eso, Abigail agregó las cortinas de lino belga color blancas de su abuela y su colección de fotografías en blanco y negro, de una mujer en París: a los pies de la Torre Eiffel, de frente al Arco de Triunfo y sobre las escalinatas de la basílica del Sagrado Corazón tomando un helado.

Finalmente, no podía faltar la cucha de Otelo de Louis Vuitton, un regalo de Emma.

En referencia al lugar del área diurna, Rachel aconsejó hacerla menos romántica, pero más colorida y vistosa, ya que era un ambiente que habría sido compartido con Ethan, quien ni siquiera había sido consultado el respecto.

Finalmente optaron por un toque rojo para contrarrestar todo el blanco de la cocina.

Rachel eligió una batería de ollas color cereza de Rachel Ray y un juego de platos, tazas y vasos blancos con bordó de la colección de cocina de Kate Spade, mientras Emma eligió un mantel blanco con amapolas rojas en los bordes y una pegatina larga transparente, también con amapolas rojas, para pegar en los azulejos de la cocina.

Abigail se limitó a elegir un reloj cucú de pared de los mismos colores.

El problema surgió por la elección del sofá, pero al final Emma ganó con su amada Roche Bobois en colores vivos e hipnóticos, tendiendo a estampados rojos y florales, combinados con una enorme alfombra patchwork de los mismos colores.

La misma marca también se eligió para el mobiliario del pequeño rincón de la oficina en el nicho a la derecha de la habitación: un pequeño escritorio lacado en blanco de forma geométrica y futurista y una librería similar.

Mientras los trabajadores intentaban cumplir con todas las solicitudes de Emma lo más rápido posible, Rachel había analizado cada objeto del muchacho.

“ Entonces, ¿qué nos puedes decir de este tal Ethan Campert?”, preguntó Emma a Rachel, mientras ayudaba a Carmen a poner las nuevas cortinas que Abigail había comprado en Ikea.

“ Seguramente no es un loco o un maniático”, comenzó la mujer, mientras ponía la ropa en el armario, al que se le habían agregado dos estantes, ya que Abigail no podía usar el que se encontraba en la habitación de Ethan. “Ethan Campert nació el 16 de julio, tiene veintiséis años, trabaja por la noche en el pub Misothis aquí enfrente, desde las siete hasta la una, pero hace un montón de horas extras que no se le pagan. A veces lo llaman por algunos trabajos como jardinero que él acepta para ganar algo de dinero extra. Va al gimnasio una vez a la semana y todos los martes le gusta jugar al fútbol con sus amigos hasta tarde, no ama jugar al rugby, usa la bici por necesidad, adora a los Linkin Park, prefiere las mujeres rubias a las morenas, los preservativos extrafinos, usa sólo ropa de cama negra y no tiene una relación estable. No tiene muchos amigos además de los del equipo de fútbol, fuma casi un paquete de cigarrillos por día, no tiene una buena relación con su familia y desde pequeño tuvo problemas cardíacos debido a una malformación congénita que requirió varias intervenciones e internaciones en el hospital hasta los dieciséis años, pero ahora está bien.”

“ ¿Cómo has hecho para saber todo eso?”, le preguntó Abigail sorprendida. ¡Rachel era un sabueso formidable!

“ Simple deducción, ¡Watson!”, le tomó el pelo Rachel. “encontré una nota de felicitaciones del año pasado con fecha 16 de julio en la que sus amigos del equipo de fútbol le deseaban un feliz cumpleaños por sus veintiséis años. El hecho que la haya guardado me hizo pensar que los estima, pero he visto también que no recibió otras de su familia. Además, en los informes clínicos sobre su salud, he visto que siempre había una firma de un tutor distinto. Ningún Campert, mientras él a dieciséis años se llamaba Ethan Folk, quizás el apellido de la madre. No creo que la relación con su madre sea el máximo, ya que no hay siquiera una foto suya entre sus objetos personales. En mi opinión, es huérfano.”

“ Pobrecito”, murmuró Abigail.

“ ¿Y en lo que refiere a su trabajo y lo demás?”, se sintió curiosa Emma queriendo saber más detalles. Ella también adoraba tomar inspiración de esos eventos para sus nuevas novelas, cuando escribía sobre su marido.

“ Encontré su último recibo de sueldo y es una miseria. Además, su horario de trabajo no puede cubrir el local hasta el horario de cierre, sobre todo los sábados por la noche, por lo que deduzco que hace horas extras, pero en el recibo no aparece nada sobre eso. Sé que los martes es su día libre porque los pocos recibos que tiene de restaurantes, pizzerías y cines nocturnos, son todos de días martes, y el costo es siempre muy alto, por lo que presumo que estaba acompañado de al menos cinco personas con las que dividía la cuenta. Obviamente, con el poco dinero que gana tuvo que buscar otra cosa que hacer y por el enterizo con botas sucias con tierra y pasto cortado, supongo que trabaja como jardinero y que cobra de contado. Por último, sé que va al gimnasio porque encontré el carnet de la Pegasus Gym y cada vez que va compra algo para tomar en el bar del gimnasio, como dice el cuaderno donde anota todos los gastos. Usa la bicicleta para moverse en la ciudad, presumo, porque no encontré carnet o abono del metro. Tiene una pelota de rugby, pero está en perfectas condiciones, a diferencia de la de fútbol, y eso significa que no juega jamás al rugby. Tiene sólo CDs de los Linkin Park y preservativos extrafinos. Según la nota que hay en su libreta, ha comprado un cartón de diez paquetes de cigarrillos la semana pasada, pero sólo encontré tres paquetes todavía sin abrir además de uno empezado, que imagino lleva siempre con él.”

“ ¿Y todo eso de las mujeres y sus relaciones?”

“ He visto que en las revistas pornográficas que tiene, las páginas con fotos de mujeres rubias y sexis están más usadas respecto de las otras, por lo que supongo que las usa para sus momentos de solitaria intimidad. Sin embargo, debe ser uno que también se ocupa de las mujeres de carne y hueso. Seguramente su trabajo lo ayuda y la cantidad de paquetes de preservativos me lo hace pensar. Creo, de todas formas, que tenga relaciones sexuales a menudo y, ya que no encontré cosas románticas o muestras de amor, puedo suponer que se trata siempre de mujeres distintas. Además, compra los preservativos junto con los cigarrillos y en la libreta vi la compra de dos paquetes de preservativos de 12 unidades, pero en el que está abierto ya faltan cinco. Y la compra también es de hace una semana.”

“ De hoy en adelante te llamaremos Rachel Holmes”, exclamó Emma sorprendida por toda esa información.

“ ¡Ah, lo olvidaba! Abigail, tú eres rubia. Presta atención porque podrías ser su tipo”, agregó Rachel con un guiño de ojos.

“ No me parece. Tuvo el coraje de tratarme como a una niña y me dijo que fuera a la escuela.”

El rugido de la risa que siguió no fue exactamente la reacción que deseaba recibir en ese momento. Odiaba ser tratada como una adolescente cuando tenía veinticuatro años.

Glitter Season

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