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Capítulo 3

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Isabelle

El hombre me mira de arriba a abajo como si me fuera a crecer una segunda cabeza y sigue aun agarrándome la mano. No me siento incomoda, a eso ya estoy acostumbrada, ya es directamente vergüenza lo que siento. Tengo ganas de escapar corriendo sin darme la vuelta. Hay una chispa en su mirada difícil de descifrar. Un destello salvaje que me hace pensar en un depredador que identifica su presa. Por muy maravilloso que sea, esta vez soy yo la que lo encuentro raro. Parecía contrariado cuando entré en la habitación con mi jefe, y ahora me examina con sus ojos azules, los mismos que los de su hermano y la niña, probablemente marca de fábrica de esta familia. Me siento al desnudo y odio eso. No me gusta ser el centro de atención. Me trae malos recuerdos.

«– ¿De verdad crees que te queríamos en esta fiesta, Isabelle? Sólo eras la atracción de la noche, el aperitivo para crear ambiente, para divertirnos. Ahora, lárgate de aquí solitaria, no te queremos con nosotros».

Hum, los recuerdos de la única fiesta a la que he ido son horribles. Primero, la multitud me rodeó para burlarse de mí y luego me echó fuera como a una persona ingrata.

Veo los músculos del hombre que tengo delante, enrollados en su camisa azul bien cortada, sus piernas apretadas en su vaquero negro que parecen plantadas en el suelo, su pelo negro que le llega por los hombros y su tez mate, no es posible confundirse sobre sus orígenes amerindios. Su imagen corta el aliento y asusta al mismo tiempo. Se me contrae la tripa por la multitud de sensaciones diferentes y contradictorias. Siento el estrés subir en mí. Es hora de que termine esta conexión visual. Me sudan las manos, mi corazón palpita de pánico y al mismo tiempo, estoy fascinada. Tengo que salir ya de esta habitación, bajo cualquier pretexto. Recupero bruscamente mi mano de un tirón seco y salgo precipitadamente del salón explicando rápidamente que Aiyanna me espera para hacerme una visita guiada de la casa. A salvo en mi habitación, me pregunto de verdad qué acaba de pasar. Nunca me ha prestado atención ningún hombre, y menos aún, mirándome con una chispa de interés y de deseo. Mi reflexión no dura mucho, el pequeño rayo de sol de esta casa me muestra mi nueva habitación. Voy a vivir en el seno de esta familia durante unos años, si todo va bien. Tengo que familiarizarme con el lugar. Además de mi habitación en el piso de arriba, descubro otras cuatro habitaciones, cada una con su cuarto de baño. Todas están decoradas con gusto, en tonos cálidos, y todas tienen amplios ventanales que dejan entrar los rayos de sol, haciendo muy agradable el lugar. La de la enana está justo al lado de la mía, para que sea más práctico. En la planta baja, descubro una gran cocina completamente equipada y abierta al inmenso salón en el que ya no hay nadie. Mejor. Un segundo encuentro con Achak en tan poco tiempo habría sido demasiado para mí.

Todas las aperturas de la casa dan al parque que bordea la casa, cosa en la que no me había fijado antes por lo que me perturbaba la presencia de un cierto amerindio. El chico salió con el señor Pontiac. Los veo hablar juntos a través de las ventanas. El primero está tenso como un arco mientras que el segundo parece jovial. Eso me deja perpleja. Este hombre tiene reacciones realmente extrañas con sus interlocutores. Cualquiera diría que tiene un desfase emocional peor que el mío. Sin darme cuenta, mi tornadito me lleva a la cocina y nos lanzamos a preparar galletas. Hum, buena idea. Voy a hacer lo que me gusta: divertirme con una niña cocinando repostería, y la guinda sobre el pastel, la merienda va a estar deliciosa. Todo en uno. Y una excelente manera de amansar a una muñequita y olvidar todas las preguntas que florecen en mi mente cuando pienso en cierto hombre que no nombraré.

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