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Capítulo 4

Caitlyn

Siento que el color abandona mi rostro, que mi corazón se hiela en mi pecho y mis manos se vuelven sudorosas. No necesito mirar el sobre que tiene en sus manos para saber de quién es. Tres en el mismo día. Es una novedad de la que podría haber prescindido sin ningún problema.

—¿Caitlyn? ¿Hay algún problema?

—No. Ninguno.

Mis manos tiemblan tanto como mi voz cuando cojo el sobre tan rojo como la sangre que corre por mis venas, contradiciendo mis palabras.

—Te conozco mejor que tú a ti misma. ¿Qué es lo que ocurre? ¡Y no me digas que nada!

Ante mi ausencia de respuesta y de reacción, mi abuela toma la iniciativa. Coge el sobre, lo abre y lo lee en voz alta frunciendo el ceño.

«Prepárate, llegaré pronto. Muy pronto».

Lee la misiva varias veces en silencio mientras yo me derrumbo contra la puerta después de haber cerrado dando dos vueltas de llave. Bloqueo y desbloqueo la cerradura varias veces seguidas: mis trastornos obsesivos-compulsivos han vuelto debido a la presión.

—¿Qué quiere decir esto, Caitlyn? Esto no tiene nada de romántico, ¿o me equivoco?

Sacudo la cabeza de izquierda a derecha, al borde de un ataque de nervios. Empiezo a golpear la parte trasera de mi cabeza contra la dura madera de la puerta tras de mí, esperando poder hacer salir todos los oscuros pensamientos y las angustias que la invaden. El ruido seco resuena en mi piso.

—No, Caitlyn. Esa no es la solución.

Pone su mano por detrás de mi nuca para impedir que me haga daño y me lleva a la fuerza hacia mi habitación de baile tirándome del brazo.

—Te doy media hora para que te calmes. Después, quiero que tengamos una conversación seria. ¿Me has entendido?

Asiento con la cabeza y pongo en marcha la música sin perder un segundo. Hice que me insonorizaran por completo esta habitación para la tranquilidad de mis vecinos cuando la necesidad de desahogo se deja sentir a altas horas de la noche. No creo que les guste oír música y los ruidos de mis saltos pasadas las 23 h. El ritmo es rápido, potente, y resuena dentro de mí como tambores. Es exactamente lo que necesito. Salto, giro y encadeno movimientos de improvisación para exteriorizar la rabia y la angustia que estas cartas me provocan. No puedo soportarlo más. Y no soporto que ahora lleguen a mi casa. No me doy cuenta del tiempo que pasa hasta que mi abuela apaga el equipo de sonido.

—Es muy violento, Cat.

Ni siquiera me había dado cuenta de que mi abuela se había quedado conmigo en lugar de ir a su habitación a descansar, y no dudo ni por un momento que se refiere a mi manera de moverme.

—No es la primera carta de este tipo que recibes, ¿verdad?

Cojo una de las toallas limpias que dejo siempre en la sala para secarme el rostro. Eso me da tiempo para recobrar una respiración más regular y reducir mi ritmo cardíaco.

—No. Las recibo desde que me eligieron para el papel principal de la Bella Durmiente del Bosque. Se hicieron cada vez más frecuentes a medida que nos acercábamos a la primera representación del espectáculo y esta es la tercera del día.

Mi abuela me estrecha entre sus brazos para reconfortarme.

—Oh, mi querida Caitlyn Cat. Deberías habérmelo contado. Si lo hubiera sabido, habría venido antes para ayudarte.

—Ya lo sé, abuelita. Pero tú tienes tu vida, y yo soy adulta. Debo mantenerme yo sola. Y además, solo son cartas, al fin y al cabo. Ya sabes lo que me cuesta gestionar las incógnitas, y está claro que no comprendo cuál es el interés de enviar esta clase de correo.

—Mantenerte a ti misma no quiere decir aislarte, cariño, y estas cartas no son inofensivas. ¿Has avisado a la policía?

—El director del ballet lo ha hecho por mí, porque las cartas llegaban al teatro hasta ahora, pero la investigación está estancada. No tienen ninguna pista y como nunca me han amenazado físicamente, no se toman en serio este asunto. Creen que me preocupo demasiado por tan poca cosa.

—Ya veo. Pero ahora, las cartas llegan directamente a tu casa. Eso lo cambia todo.

—Solo es así desde esta mañana. El director avisará a la policía de este cambio.

—Bueno. A la espera de que se solucione esta historia, me quedaré en tu casa para asegurarme de que no corres ningún riesgo.

Baila Ángel Mío

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