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PRÓLOGO Su atención, por favor…

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El verbo leer, como el verbo amar, no pueden ser conjugados en modo imperativo, escribió (cito de memoria) Daniel Pennac, un excelente novelista y docente francés nacido en Túnez, además, promotor de la lectura.

Actualmente, el verbo viajar, ¿solo puede conjugarse en pretérito imperfecto o cualquier otro tiempo que denote “pasado”?

Parecería ser así, como aclara en su disclaimer inicial el autor de este delicioso libro, escrito totalmente mucho antes de que la pandemia nos privara de la posibilidad y hasta del deseo de viajar: todas sus crónicas están puntualmente datadas y, si esto fuera una película, admitiría la advertencia previa: “Basada en hechos reales”.

Como los viajeros frecuentes sabemos por experiencias propias, todo viaje, tanto turístico como profesional, implica afrontar inconvenientes de diverso grado que, cuando no son fatales, resultan opacados al final por los buenos recuerdos que dejan.

Mi padre, un médico de barrio que empezó a viajar a edad avanzada, decía frecuentemente que había que planificar los viajes con antelación, porque así se los disfrutaba tres veces: cuando se planificaban, cuando se hacían y cuando se recordaban al regreso (en su época, ese regreso significaba a menudo enganchar a amigos y parientes para que asistieran a aburridísimas sesiones de proyección de las diapositivas tomadas durante el recorrido).

Hay una larga tradición de libros satíricos sobre viajes en la que se inscribe más que dignamente el de Walter Duer: los del húngaro británico Georges Mikes sobre cómo ser un alien en Inglaterra; Un hotel es un lugar de Shelley Berman, un comediante de stand up norteamericano que describió con enorme gracia las desventuras que uno enfrenta habitualmente en esos establecimientos; Su atención por favor (Guía del turista perfecto) de Dave Barry, que ironiza acerca de las conductas de los viajeros ante “lo diferente” de cada destino. Lo que distingue a Malditos viajes es lo circunstanciado y preciso de sus anécdotas. Me recuerda a las muchas que incluye en su libro de memorias Un gran paso atrás el querido Jorge Schussheim, que recientemente partió para EL viaje, entristeciendo a quienes lo conocíamos, con la diferencia de que Jorge entraba en cólera ante cada contratiempo o enfrentamiento con choferes de taxi, changadores o recepcionistas de hoteles, eventos que describía con su agudo humor.

Seguramente cada lector se sentirá tentado de agregar sus propias experiencias en este campo. A mí mismo me costó reprimir el deseo de competir con el autor, incluyendo aquí algunas mías.

Soy (¿era?) uno de esos neuróticos relativamente pudientes que, después de mi retiro profesional, necesitaba tener por lo menos tres viajes a la vista planificados, con boletos y hoteles reservados, para ser feliz. Siento –y reconozco que es una frivolidad imperdonable– un síndrome de abstinencia cada vez que veo vacía la carpeta donde guardaba habitualmente los comprobantes impresos de esas reservas. No tengo derecho a quejarme por eso en estas circunstancias.

Leí inicialmente este libro hace varios años cuando su autor me lo presentó para que considerara la posibilidad de editarlo. Volví a leerlo ahora, antes de abocarme a estas líneas. En ambas oportunidades me hizo sonreír a menudo y reír a carcajadas varias veces. En el contexto en que va a aparecer, no sería extraño que los lectores terminen de leerlo llorando por la nostalgia ante los viajes imposibles y necesiten sus pañuelos, no para decir adiós en aeropuertos o estaciones, sino para enjugar sentidas lágrimas. A pesar de eso, invito a adentrarse en estas páginas de tersa prosa, por las que uno se desliza con la agilidad con que lo hace un esquiador haciendo slalom, experiencia que hasta ahora he sabido evitar.

Daniel Divinsky

American Advantage 4HF5086

Mileage Plus 00326 104 060

Fréquence Plus 1021 204 865

Aerolíneas Plus 04693230 (y siguen las firmas)

Malditos Viajes

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