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Introducción

… Camilo era Camilo, señor de la vanguardia, guerrillero completo

que se imponía por esa guerra con colorido que sabía hacer.

Che

El 30 de octubre de 1959, los cubanos recibieron, consternados, la edición del matutino Revolución, exponente de una nota de matices dramáticos.

la sección de prensa y radio del e. m. del ejército rebelde informó anoche lo siguiente:

Se hace saber por este medio a la opinión pública, que en el día de ayer, 28 de octubre, a las 6:01 p. m. salió del aeropuerto de Camagüey, el avión bimotor de las FAR, marca CESSNA 310 N° 53 de cinco plazas, rumbo a La Habana, conduciendo al Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, Cmdte. Camilo Cienfuegos quien iba acompañado por el piloto de dicho avión, 1er. Tte. Luciano Fariñas Rodríguez y el soldado rebelde Félix Rodríguez, los que desgraciadamente, no han llegado a su destino.

Las búsquedas efectuadas hasta ahora, han resultado infructuosas, las que se reanudaron hoy en toda el área comprendida entre La Habana y Camagüey. La existencia de turbonadas a esa hora entre Ciego de Ávila y Matanzas, pueden haber ocasionado algún accidente, estimándose que haya ocurrido en un punto al norte de la provincia de Camagüey, Las Villas o Matanzas.

Las FAR, auxiliadas por la aviación civil y unidades del Ejército Rebelde, realizaron un esfuerzo en el día de hoy, por encontrar el avión desaparecido.3

Al día siguiente, la expectación era aún mayor. Cinco líneas firmadas por un legendario comandante de la Revolución, intentaban llevar al pueblo adolorido y en creciente tensión, la información que el mando revolucionario vinculaba a la solicitud de serenidad y calma ante el dolor popular por la desaparición de uno de sus victoriosos guerrilleros, de una sonrisa que caló muy hondo en el gran corazón del pueblo:

Informe a la ciudadanía que la búsqueda prosigue con toda intensidad, hasta estos momentos no hay ninguna noticia oficial sobre el avión en que viajaba el comandante Camilo Cienfuegos. Inmediatamente que se tengan noticias confirmadas, serán ofrecidas al pueblo. Se ruega que se tenga la mayor serenidad y calma.

Juan Almeida4

En cualquier país del mundo, la inesperada desaparición de un alto jefe militar provoca una reacción inmediata por parte del gobierno. Este pone al servicio de la búsqueda del importante personaje los mayores recursos a su alcance. La prensa nacional, sin duda, recogerá como noticia de primera plana el dramático suceso. Pero cuando el jefe desaparecido es un héroe nacional, cuando este hombre casi pertenece a la leyenda –y ha sabido ganarse la admiración y el cariño de su pueblo, por sus hazañas y modestia–, entonces no solo las fuerzas oficiales se ponen en función de tal empresa, sino que a la búsqueda se incorpora toda la nación, convencida de que ha perdido algo que le pertenece, segura de la trascendencia de la vida de este incansable defensor de su causa. Y, desde luego, el país no escatimará esfuerzos para encontrarlo.

Esto es lo que ocurre en Cuba cuando la desaparición de Camilo. Son once días de ininterrumpido trabajo. Jornadas en las que todo el pueblo participa y sufre, al hacerse evidente, con el transcurrir de cada día, la dolorosa certidumbre de una desaparición definitiva.

En un instante, como consecuencia de una falsa noticia echada a rodar por los enemigos de la Revolución, al anunciar la radio que Camilo había sido hallado, estalla la alegría de la espontánea emoción popular. Es aquella falaz noticia una acción de caracteres tan malvados y reaccionariamente sutiles que, luego de desmentida, el pueblo llora unánimemente en montes y ciudades. Sobre los hombros de los enemigos de la Revolución cae la condena de la sensibilidad universal.

En aquellos días de desesperada búsqueda, personalmente dirigida por Fidel, queda demostrado el enorme esfuerzo realizado por toda Cuba para localizar al desaparecido jefe, en el afán de que este continuara creando y construyendo un mundo mejor.

¿Por qué Camilo Cienfuegos gana tan alto grado de admiración y cariño? ¿Por qué esa demostración masiva y espontánea del pueblo por encontrarlo? Estas dos preguntas tienen una sola respuesta: el pueblo, la Revolución y Camilo son siempre factores inseparables de una misma causa.

Pero, para ampliar esta respuesta es obligación aportar datos que nos permitan conocer a fondo la trayectoria revolucionaria del héroe popular. Sabemos que desde la desaparición física de Camilo hasta la actualidad, se ha escrito mucho acerca de su vida e incansable labor revolucionaria, pero en forma dispersa y no con todo el rigor necesario. En casi todo el material publicado en Cuba pueden encontrarse errores: fechas, exageraciones, mentiras, lugares o cifras que pueden confundir al lector. Indudablemente, todo este material es escrito con la sana intención de dar a conocer la trayectoria del inolvidable héroe de la Revolución Cubana, no así lo escrito por los enemigos; pero a nuestro juicio personal, este propósito no se logra plenamente. En estos reparos incluimos, desde luego, nuestros anteriores trabajos acerca de Camilo –algunos ya publicados–, y somos los primeros en reconocer que adolecen de tales deficiencias.

Por eso, en esta ocasión, nos proponemos realizar un análisis lo más completo y fiel, de acuerdo con nuestras posibilidades, en torno a la vida de Camilo Cienfuegos. Para aproximarnos a ese objetivo, nos dedicamos durante varios años al estudio de su existencia plena –desde su nacimiento hasta su desaparición física–, con el propósito de que la juventud y nuestro pueblo cuenten con una fuente lo más detallada y veraz, acerca de uno de sus más queridos hijos. Lejos estamos de asegurar que en este trabajo aparece el ciento por ciento de su vida y sus luchas. Lamentablemente, nos es imposible poder recopilar todos los discursos que pronunció, y en ocasiones solo hemos localizado versiones extractadas de algunas de sus intervenciones públicas. Sin embargo, creemos que este libro recoge los principales hechos de su breve pero grandiosa existencia, tanto antes de la lucha de liberación como en ella, y después del triunfo.

En este bosquejo biográfico acerca de Camilo, se resalta su humilde procedencia y cómo llega a convertirse en un héroe legendario de la lucha insurreccional, dejando a su breve paso una imborrable huella en la larga historia revolucionaria de nuestra patria. Son muchos los años transcurridos desde su triste pérdida, pero el tiempo, lejos de disipar esta huella, hace cada día más concreta y definitiva su trascendencia en la conciencia política y la veneración patriótica de nuestro pueblo.

¿Por qué ha ocurrido esto?

Consideramos que este modesto trabajo puede dar respuesta a esa pregunta. En las páginas de este libro intentamos reflejar cómo, a pesar de su fugaz vida revolucionaria, este humilde hijo del pueblo alcanza en su pensamiento y en su acción, el desarrollo político e ideológico más profundo y completo. La intensa vida revolucionaria de Camilo –que solo en pocos años se coloca a la vanguardia de nuestro pueblo–, experimenta un acelerado proceso de maduración cuando la muerte súbita la troncha prematuramente –a los 27 años de edad–, en el mismo momento en que la Revolución inicia la dura y decisiva batalla frontal contra el imperialismo yanqui y la contrarrevolución interna.

Ese proceso queda trunco en el instante en que ya el héroe de la Invasión, el guerrillero invicto y audaz, alcanza también la talla de dirigente revolucionario íntegro y experimentado, entregado con todas sus fuerzas a la aplicación de la política de la Revolución y en defensa del pueblo. Pero ni siquiera la estatura alcanzada por Camilo en el fatal momento de su desaparición, podría servirnos para trazar una medida completa acerca de su trascendencia e influencia en nuestro proceso revolucionario. Él es aun mucho más que eso. No olvidemos a Fidel cuando dice: “Camilo seguirá viviendo en hombres como él, y en hombres que se inspiren en él”. No olvidemos que el Che señala que “la vida de hombres como Camilo tienen su más allá en el pueblo; no acaban mientras este no lo ordene”.

Por eso, aunque muere cuando todo en realidad estaba aún por hacer, Camilo es, y será siempre, para nuestro pueblo ese difícil modelo de lo máximo que puede dar un hombre entregado a la causa de la Revolución, y que se define en una sola palabra: VANGUARDIA.

He aquí, precisamente, las palabras pronunciadas por Fidel –cuando nuestro Partido comienza a dar los primeros pasos en su organización–, hace ya más de una década:

Durante los años de lucha en las montañas, nosotros siempre nos preocupábamos mucho por nuestra vanguardia, porque tenía tareas muy especiales y muy importantes: era la primera unidad en chocar con el enemigo si se emboscaba en los caminos, cuidar la ruta, montar guardia permanentemente. ¡Y allí, en el pelotón de la vanguardia de nuestra Columna estaba Camilo! ¡Eso es el Partido: la Vanguardia!5

Camilo, es cierto, no tiene la cultura de los libros, sino la inteligencia natural del pueblo. Durante su formación más temprana –no obstante forjarse en parte en un hogar donde se alentaban con gran fuerza las ideas de la justicia social, la solidaridad internacionalista, el patriotismo y el repudio al fascismo y a toda forma de tiranía–, no parece haber estudiado o leído la literatura marxista. Posee, claro está, el denominador común que caracteriza a la generación revolucionaria que se lanza a la lucha en los tiempos del Moncada y en los años siguientes: una apasionada identificación con las ideas martianas, un ansia irreductible por alcanzar para Cuba el sueño de una plena soberanía, el amor a la fraternidad humana, a la dignidad y a la honestidad de los hombres; dignidad y honestidad pública que ha trazado, maravillosa y estupendamente el Maestro.6

Camilo lleva a la lucha el instinto revolucionario de su hogar obrero, el amor a la causa de los humildes y explotados, la más absoluta pureza de ideales y el repudio hacia la explotación y la dominación imperialistas, los cuales no solo sufrió en carne propia como trabajador en Cuba –donde llegado el momento supo estrechar filas con los que estaban dispuestos a todo–, sino también como emigrado forzoso en Estados Unidos.

Camilo es fiel a su origen de clase. Nace en una de las épocas más convulsas de la historia republicana de nuestro país. Su nacimiento ocurre en una década (1925-1935) decisiva para la toma de conciencia de todo el pueblo –y en especial del proletariado cubano–, en cuanto a la necesidad insoslayable de liberar a Cuba de la férrea dependencia neocolonial a que Estados Unidos sometía a la isla. Recordemos la fundación del primer Partido Comunista y de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) en 1925, dos hechos ejemplificadores.

El Partido Comunista de Cuba, fundado por Carlos Baliño y Julio Antonio Mella entre otros, hace su aparición como organización de vanguardia paralelamente a las luchas libradas por el movimiento obrero cubano, los estimulantes ecos liberadores de la Gran Revolución de Octubre, las batallas de nuestros campesinos y la participación militante de la mujer en la vida de la nación. El resultado de todas estas fuerzas se conjuga en un solo fin: desplazar las ideas anarquistas, tomar el marxismo-leninismo como ideología, y llevar adelante la lucha de clases como estrategia para alcanzar el poder.

La Confederación Nacional Obrera de Cuba es la encargada de organizar y unificar a todo el proletariado bajo la dirección del Partido. También, en 1925, se produce un hecho negativamente significativo: el ascenso al poder de Gerardo Machado que se convierte en el gobernante de turno, servil a la nefasta política yanqui, cuyo período presidencial sirve para implantar la sangrienta dictadura de esta etapa republicana, que agudiza la lucha clasista hasta su clímax.

En aquellos primeros años del movimiento comunista cubano, sobresalen figuras excepcionales como Julio A. Mella y Rubén Martínez Villena. Mella, fundador de la Liga Antiimperialista, la Universidad Popular “José Martí” y el Partido Comunista, protagonista de innumerables manifestaciones a favor de la clase obrera y en contra de la dominación extranjera en nuestro país, muere asesinado en la ciudad de México por un esbirro a las órdenes del dictador Machado. Martínez Villena, militante del Partido Comunista, es un hombre de fuego, de temple maravilloso, levantado sobre una estructura endeble, minada por la tuberculosis, que en 1934 apaga aquella llama. De aquellos años, también emergen otros hombres con posiciones progresistas y antiimperialistas que lucharon contra la ferocidad de la tiranía machadista y primera etapa batistiana, donde muchos entregan sus vidas, siendo Antonio Guiteras el máximo ejemplo, muerto en desigual combate contra fuerzas tiránicas el 8 de mayo de 1935.

Mella, Martínez Villena y Guiteras son, con el correr del tiempo, ejemplos vivos para los hombres que hacen la definitiva Revolución Cubana.

Como todo joven que se inicia en la lucha revolucionaria, Camilo lee y admira desde temprano los poemas de José Martí, Bonifacio Byrne, Martínez Villena: Sainete póstumo y Hexaedro rosa, primero; después, su Mensaje lírico civil. También lee a García Lorca, Nicolás Guillén y otros autores.

La infancia de Camilo transcurre en medio de la dramática confrontación planteada entre una fuerza revolucionaria emergente –de cuya radicalidad dejaron firmes evidencias las actitudes excepcionales de tres antiimperialistas convencidos, Mella, Villena y Guiteras–, y las tradicionales relaciones de opresión entre la metrópoli estadounidense y sus dependencias neocoloniales del Caribe y el resto de América Latina.

En Cuba, esos años de lucha popular cuestan a la nación la vida de muchos de sus mejores hijos. La llamada Revolución del 30 recibe su puntillazo con el asesinato de Antonio Guiteras, figura relevante del movimiento antiimperialista y ministro de Gobernación durante el Gobierno de los Cien Días (septiembre de 1933 a enero de 1934), a cuya cabeza figura el demagogo y ladrón del presupuesto nacional Ramón Grau San Martín.

La falta de unidad, característica esencial en las primeras etapas de la lucha revolucionaria de nuestro pueblo, vuelve a ser la causa del mal en 1935, cuando la huelga general de marzo es aplastada violentamente y se desata una ola de terror desenfrenado contra el movimiento obrero, a pesar de las heroicas batallas de los trabajadores y de las demás fuerzas democráticas y antiimperialistas.

En el vasto campo de la confrontación ideológica a nivel mundial, el movimiento revolucionario concentra su atención, por aquel entonces, en la lucha antifascista. En 1936, estalla la Guerra Civil en España como consecuencia de la sublevación de los enemigos de la República, que encabezan un levantamiento reaccionario apoyado por Hitler y Mussolini. Para conjurar tal peligro, se movilizan las Brigadas Internacionales, que en España escribieron una de las más hermosas páginas en la historia del internacionalismo proletario. Cerca de mil cubanos pelean junto a los españoles contra el fascismo. Muchos, como Pablo de la Torriente Brau, caen en defensa de aquella causa.

La etapa de pseudorepública neocolonial que vive Camilo, se caracteriza por el atraso económico, el monocultivo, el desempleo crónico, la discriminación racial, el analfabetismo, la descomposición moral, la corrupción política y administrativa y la secuencia de gobiernos antidemocráticos que practican todas las formas de latrocinio y violan sistemáticamente los más elementales derechos y libertades del pueblo. Esta situación que atraviesa nuestra patria, hasta el triunfo de la Revolución, es similar a la experimentada por la mayoría de los restantes países de América Latina que tienen una dependencia total de la metrópoli yanqui.

Las luchas de nuestro pueblo conducen a la conquista de la libertad de los presos políticos, la legalización de los partidos Comunista, Auténtico y de otras organizaciones de oposición y a la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Así, se inicia una etapa en que la actividad del movimiento popular y revolucionario a escala internacional se nuclea alrededor de la lucha contra el nazi fascismo en ascenso que inicia la Segunda Guerra Mundial, cuyo dramático colofón es la agresión de la Alemania hitleriana contra la Unión Soviética en 1941. La conflagración mundial deja de ser entonces pelea de rapiña entre potencias imperialistas y se convierte en una guerra patriótica contra el nazi fascismo y en defensa del socialismo.

Durante esta etapa, surge la unidad de los sindicatos y la Confederación de Trabajadores de Cuba, dirigida desde el primer momento por Lázaro Peña, desarrollándose un poderoso movimiento obrero y creciendo la influencia y las filas del partido marxista-leninista.

Leal a las doctrinas del Maestro e intérprete natural de los anhelos de nuestro pueblo, Camilo, ya en la lucha guerrillera, se enfrenta al apoyo y contubernio de los gobernantes yanquis con la tiranía batistiana, a la que suministra todo tipo de armas y recursos para bombardear, ametrallar y reprimir encarnizadamente al pueblo, en un vano intento por salvar y perpetuar su régimen sangriento. Mediante estas enseñanzas, se va forjando el revolucionario. Camilo se forma política e ideológicamente a través de su vida de obrero explotado –en Cuba y en Estados Unidos–, así como en los campos de batalla de nuestro glorioso Ejército Rebelde. A su lado, creciendo junto a él, está de manera excepcional el magisterio exigente y profundo de Fidel y del Che que modelan en Camilo, sobre la base del carácter de este, de sus virtudes y de su valor a toda prueba, a un verdadero jefe y guerrillero, capaz de tomar sobre sí, con la mayor naturalidad, las tareas políticas y militares más difíciles y complejas, a las que imprime en su cumplimiento el sello indeleble de su personalidad. Como señala el Che: “... creaba mil anécdotas a su paso y ponía en todo lo suyo el distintivo preciso de su originalidad”.

En el cubanísimo y universal legado de Camilo –como en el de Martí, Maceo, Villena, Guiteras, Che y Mella–, se inspiran hoy con profundo fervor nuestras nuevas generaciones y, en especial, nuestros jóvenes comunistas, revolucionarios, patriotas educados al calor fraternal y humano de la Revolución. Como señala certeramente Raúl Castro:

Cada año, con mayor devoción, las nuevas generaciones se suman al homenaje espontáneo de la flor para Camilo, que las masas han convertido en una tradición; en su ejemplo, se forman miles de niños y de jóvenes en las escuelas que llevan su nombre.

Es frecuente cuando se estudian y definen los rasgos de la ideología política y social de una personalidad, que se atienda básicamente al legado de su pensamiento escrito. Con ese huracán de vida que es Camilo Cienfuegos, esto difícilmente podría ser así, porque en él la idea y la acción marchan estrechamente unidas. Ha de valorárselo, entonces, tanto por las primeras como por sus actitudes, sus hechos, y las formas prácticas de su intransigente conducta revolucionaria.

En Camilo, se sintetiza de modo ejemplar una virtud característica del proceso histórico de la Revolución Cubana. Él es la antítesis del intelectualismo y el teoricismo pseudorevolucionario, que todo lo enreda y oscurece. En él, los conceptos ideológicos son claros y firmes como puños de acero, y están orgánicamente fundidos a la lucha y a las exigencias concretas del combate revolucionario en cada momento determinado. No hay en Camilo una diferenciación entre la batalla de las ideas y la batalla política o militar. Como revolucionario en formación, como hecho dinámico y no estático, se desarrolla en indisoluble relación dialéctica con la Revolución y el pueblo. Figura de vanguardia, Camilo es motor impulsor del avance y la profundidad de todo el proceso revolucionario; pero, al mismo tiempo, recibe de este –de la lucha contra el enemigo interno y externo, de la estrecha relación con las masas y del vínculo entrañable con Fidel y demás compañeros de la Revolución–, el impulso que lo convierte en un dirigente político popular cada día más pleno, más profundo, más integral.

En su ascendente desarrollo como revolucionario, Camilo no tiene límites. Recordemos que en los últimos días de su vida –cuando los traidores y los conspiradores contrarrevolucionarios azuzan el fantasma del anticomunismo para tratar de dividir y frenar la Revolución–, son estas sus claras y definitorias palabras:

... ¿Hasta dónde vamos?, se nos pregunta, y nosotros decimos que nosotros vamos con esta Revolución hasta el final. Vamos a realizar una verdadera justicia social, vamos a sacar a los campesinos y a los obreros de la miseria en que los tienen sumidos los intereses que mueven las cuerdas de la contrarrevolución. La Revolución Cubana no se detendrá nunca ante nada.7

¿Cuál es, podríamos preguntarnos ahora, el rasgo principal del pensamiento político y revolucionario de Camilo Cienfuegos? En primer lugar, su conciencia acerca del sentido profundo de la Revolución. Para él, esta no puede detenerse en la simple satisfacción de las demandas más perentorias del pueblo, por el contrario, debe ir hacia la transformación radical de la situación económica y social que sirve de sustento a la corrupción y a la politiquería imperante, que ha permitido, finalmente, la aparición de la sangrienta tiranía de Batista. En fin, Camilo comprende que en esa tarea creadora y definitiva, la Revolución, tendrá al imperialismo norteamericano como su enemigo inexorable. En Camagüey, el 21 de octubre de 1959, dice:

Esa Revolución irá hasta sus límites finales. Esa Revolución irá hacia la meta trazada, esa Revolución, como en los días de la guerra, tiene solo dos caminos: “vencer o morir” (...) esta Revolución es justa y se hace no para privilegios de unos cuantos, no para amparar intereses, no para defender a los latifundistas, a los hacendados que por siempre escarnecieron, que por siempre abusaron, que por siempre atropellaron al pueblo de Cuba...8

Cuando el pueblo se concentra frente al Palacio Presidencial, el 26 de octubre de 1959, Camilo es el intérprete de este sentimiento:

... no importan las traiciones arteras y cobardes que puedan hacer a este pueblo y a esta Revolución, no importa que vengan aviones mercenarios tripulados por criminales de guerra y amparados por intereses poderosos del gobierno norteamericano, porque aquí (gritos) hay un pueblo que no se deja confundir por los traidores, hay un pueblo que no le teme a la aviación mercenaria...9

Con anterioridad, en una entrevista realizada pocas semanas después del triunfo del 1° de enero, Camilo ofrece una síntesis que expresa lo radical y pleno de su pensamiento político y revolucionario:

El proceso revolucionario actual, donde el alma, el corazón y el coraje de nuestra generación se han entregado a la causa de la libertad, no es más que la continuación de la gesta libertaria, iniciada en el 68, continuada en el 95 y frustrada durante la República. Los ideales de liberación, de Justicia social, política y económica por las cuales murió nuestro Apóstol, son las razones de nuestra lucha.10

En el corazón combatiente de Camilo Cienfuegos, late con fuerza extraordinaria la causa de los obreros y los campesinos explotados. Es conocida cuánta atención dedica durante la lucha insurreccional a la organización democrática y combativa de unos y de otros. ¿Quién no recuerda su confianza, su devoción y su vinculación a las masas en los meses posteriores al triunfo popular? En la actividad de Camilo, se revela una profunda comprensión acerca de la necesidad de la alianza entre los obreros y los campesinos, unida a su convicción de que son las clases trabajadoras y explotadas las llamadas a llevar adelante, conscientemente, el proceso revolucionario.

Como justamente destacó Sergio del Valle, miembro del Buró Político de nuestro Partido, en su discurso del 28 de octubre de 1974: “Camilo era, además, un apasionado defensor de la unidad entre los revolucionarios”.

De ello, da ejemplo en sus relaciones con los compañeros que están a su lado durante la guerra. Es ampliamente conocida, asimismo, la labor persuasiva y la altura revolucionaria con que trabaja a su llegada al norte de Las Villas por lograr la unidad entre todas las fuerzas alzadas en la zona. En la lucha por la unidad, Camilo sabe actuar con tacto, aunque con energía, haciendo prevalecer las consideraciones de principio por encima de cualquier tipo de estrechez mental o de limitación ideológica. La línea política de amplia unidad en la lucha contra la tiranía, trazada por Fidel, tiene en el héroe de la Invasión uno de sus artífices más diestros, firmes y hábiles.

En los meses que siguieron a la victoria del 1° de enero, frente a las maniobras confusionistas y divisionistas atizadas por la reacción interna y el imperialismo, la lucha de Camilo por la unidad alcanza su momento más combativo y elevado. He aquí, por ejemplo, las palabras que dirige al pueblo de Caibarién, en uno de los actos de apoyo a la Reforma Agraria, celebrado en 1959:

... el pueblo [dice] no puede dejarse confundir. Lo que quieren los enemigos nuestros, lo que quieren los enemigos eternos del avance (...) es ver al pueblo dividido y enfrentar trabajadores a trabajadores, enfrentar al ejército a otra parte del ejército y enfrentar el ejército al pueblo. Eso, cubanos, ¡no puede ser!11

Y en Sagua la Grande, en un acto ante la tumba de los combatientes caídos el 9 de abril, es este su ardiente llamamiento a todos los presentes:

... pedimos que en silencio, como hacen los hombres y mujeres de honor, juremos en silencio que nada ni nadie nos dividirá, que nada ni nadie detendrá la Revolución y que todos preferiremos mil veces caer muertos antes que rendirnos al enemigo o antes que la Revolución se detenga.

¡Yo juro, aquí, que el pensamiento de esos revolucionarios no será traicionado!12

La histórica frase de Camilo: “El Ejército Rebelde es el pueblo uniformado”, resulta cita obligada al hablar de otro rasgo esencial de su pensamiento político y revolucionario: la defensa consecuente del principio clasista y popular de las fuerzas armadas de la Revolución. Frente a los reaccionarios solapados, que encubiertos en un mal disimulado “civilismo” pretenden sustraer de los problemas políticos al Ejército Rebelde y a sus jefes, la respuesta de Camilo es rotunda y concluyente:

Este es un ejército político, un ejército –y que se entienda bien la palabra política–, no de la política miserable, la política sucia, la política mezquina, que se ha hecho en Cuba por más de 50 años (...). Cada hombre del Ejército Rebelde es nacido y ha salido de la fuente y las canteras más humildes de nuestra patria. Salido de los campos, salido de los cañaverales, salido de las lomas y salido de los centros de trabajo, para tomar las armas y defender a un pueblo, pero ese pueblo tiene que defender a ese militar que es parte muy suya.13

Camilo, además, es un firme propulsor de la idea de armar a todo el pueblo trabajador, organizándolo en milicias, a fin de que pueda defender su Revolución. Estas son, al respecto, sus palabras en Camagüey:

El trabajador quiere armas y nosotros, el ejército, les vamos a dar a los trabajadores esas armas (...) porque el pueblo y los trabajadores son iguales que los soldados del Ejército Rebelde.14

El pensamiento y la actitud internacionalista de Camilo, otra faceta excepcional en su condición de revolucionario íntegro, se proyectan con gran vigor al valorar el papel latinoamericanista y liberador de la Revolución Cubana en este continente, en la solidaridad hacia todos los pueblos que enfrentan la lucha contra tiranías sangrientas, como las de Trujillo en Santo Domingo y Somoza en Nicaragua. Ya lo dice, aun antes de la guerra, refiriéndose a los patriotas que combaten en otros países de América Latina: “... esos que luchan, no importa dónde, son nuestros hermanos”.

Y en los primeros días que siguen a la victoria del 1° de enero, expresa:

No hay duda de que en toda América la era definitiva de la liberación se acerca. El proceso revolucionario cubano no se circunscribe a nuestra querida isla, se extiende desde el río Bravo hasta la Tierra del Fuego. El movimiento que nuestro pueblo ha desarrollado tiene marcada influencia sobre nuestros hermanos de toda la América. Ya tiemblan los pocos tiranos que quedan dispersos en nuestro continente (...) Los pueblos oprimidos saben de nuestra identificación con la causa libertadora de América.15

El ideal de unidad latinoamericana aparece fuertemente subrayado por Camilo en estas declaraciones, formuladas en una entrevista al corresponsal de una revista mexicana, a mediados de 1959:

Estamos llamando a los pueblos de América que nos visiten. A los hermanos latinoamericanos que vengan aquí, comprueben la gran verdad, no se hagan eco de las calumnias ni las mentiras de la prensa extranjera, pagada por los intereses poderosos que han afectado las medidas revolucionarias necesarias que se han hecho. Que comprueben nuestro trabajo, queremos ser ejemplo de América y queremos ser ejemplo para que los demás países nos visiten, para que los demás países copien lo bueno que tenemos, para confraternizar con los demás hermanos de América, para aprender de ellos sus cosas útiles y para abrazarnos con ellos en la hora hermosa de la libertad social, de la libertad de todos los tipos que hemos alcanzado en Cuba y que aspiramos que sea una hermosa realidad en toda América muy pronto.16

Hay una foto que se convierte en histórica y, con justicia, en símbolo del triunfo de nuestra Revolución, tomada el 8 de enero de 1959, al cabo de seis años de la dura lucha que se inicia en el Moncada, se continúa en la cárcel, en el exilio, en la expedición libertadora del Granma y, finalmente, culmina tras 25 meses de heroica guerra revolucionaria: Fidel entra victorioso en La Habana; el pueblo lo aclama con desbordada manifestación de júbilo, a su lado, ametralladora en mano, montando guardia junto al Jefe de la Revolución, como en los primeros y azarosos días de la Sierra Maestra, va Camilo.

Puede decirse que esta foto es también como un símbolo del cariño entrañable, la devoción fraterna y la lealtad infinita de Camilo hacia Fidel, que nuestro Comandante en Jefe reciproca a su vez con el afecto y la confianza más absolutos. Esos sentimientos de completa identidad de criterios y de hermandad revolucionaria entre Fidel y los principales luchadores de nuestra Revolución –como ocurre de manera singular en el caso de Camilo–, van mucho más allá de una simple y hermosa expresión de afinidad y compañerismo, para convertirse en un hecho de extraordinaria importancia política e ideológica. Ellos son exponentes de la unidad indestructible del núcleo dirigente de la Revolución Cubana, cimentada en la comunidad de ideales y en el acatamiento de la Jefatura y la guía esclarecida de Fidel,

Camilo [dice el Che] era un devoto de la lealtad que la usaba en dos grandes líneas con el mismo resultado; tan devoto de la lealtad personal hacia Fidel que encarnaba como nadie y era devoto de la voluntad del pueblo; pueblo y Fidel marchan unidos y así marchaban unidas las devociones de Camilo.

Estos sentimientos definen, del modo más claro y preciso, el pensamiento político y revolucionario de Camilo. En aquellos momentos, cuando la Revolución no ha llegado aún a sus últimas definiciones ideológicas, cuando la unidad de todos los revolucionarios y de las masas es más urgente y necesaria que nunca, de la que depende en gran medida la supervivencia misma del poder popular, la lealtad sin límites profesada hacia Fidel y el pueblo, la pureza sin manchas de sus ideales y su conducta revolucionaria, su desinterés absoluto en el servicio de la causa, su enorme autoridad política y su prestigio, son factores de un extraordinario valor para hacer prevalecer los principios en todas las circunstancias y para llevar adelante la línea de amplia unidad revolucionaria que traza el Jefe de nuestra Revolución, opuesta a todo género de sectarismo y divisionismo.

Más que cualquier otro tipo de proclamación teórica o doctrinaria, esta ejemplar e invariable actitud del inolvidable Comandante del Pueblo, al lado de Fidel y de la Revolución, constituye por sí misma la mejor y más radical definición ideológica que cabe esperar entonces de un revolucionario.

Para finalizar, a modo de resumen, quisiéramos agregar que la medida del desarrollo político y revolucionario alcanzado por compañeros que, como Camilo, desaparecen prematuramente durante la lucha insurreccional o en los primeros tiempos de la Revolución en el poder, debe ser abordada con un criterio profundamente dialéctico, con el más estricto rigor histórico, evitando, sobre todo, el error de una deformación esquemática, tanto por defecto como por exceso.

¿Qué es Camilo?, nos preguntamos hoy. Y respondemos sin vacilación:

Camilo es un revolucionario de cuerpo entero, modelo insuperable de combatiente y de vanguardia; hombre de pensamiento radical y antiimperialista; revolucionario surgido del pueblo en el que late y se desarrolla aceleradamente un revolucionario comunista cabal, de sentimientos y de corazón. Porque, ¿qué es un revolucionario comunista? ¿Por qué nuestro pueblo se une al gobierno revolucionario comunista? Para ser revolucionario comunista, hay que tener un profundo sentimiento patriótico; y ese es el sentimiento de Camilo. Para ser revolucionario comunista, hay que querer, respetar y defender al pueblo ¡y Camilo es la imagen del pueblo! Para ser revolucionario comunista, hay que tener una actitud resuelta frente a las injusticias, frente a la explotación y frente al imperialismo ¡y esa es la actitud de Camilo! Para ser revolucionario comunista, hay que poseer calidad humana, sencillez y modestia ¡y Camilo tiene esa calidad, es modesto y fraterno! Para ser revolucionario comunista, hay que ejercer la responsabilidad en el cumplimiento del deber ¡y Camilo es un ejemplo insuperable de disciplina y responsabilidad! Para ser revolucionario comunista, hay que estar dispuesto a pelear, y a morir si es preciso, por la causa de la Revolución y ¡Camilo está siempre en disposición de darlo todo, y arriesga mil veces su vida en aras del triunfo de la Revolución! Para ser revolucionario comunista, hay que tener un profundo sentimiento internacionalista ¡y Camilo manifiesta en muchas oportunidades su disposición de luchar por la liberación de otros pueblos! Para ser revolucionario comunista, en Cuba, hay que estar junto a Fidel y a su probada y acertada dirección histórica; y allí, junto a Fidel, en la primera fila de los hombres de la Revolución, siempre está Camilo.

El autor

3 Periódico Revolución, La Habana, 30 de octubre de 1959.

4 Ibídem, 31 de octubre de 1959, p. 18. Las cartas y documentos que se incluyen en la presentación son copias fieles de los originales presentados por el autor (nota del editor).

5 Copia, archivo del autor.

6 Se refiere a José Martí, máximo líder independentista cubano y padre de la patria.

7 Últimos acentos de una voz revolucionaria. La Habana, Imprenta Nacional de Cuba, 25 de octubre de 1960, pp. 6-7.

8 Ibídem.

9 Ibídem, p. 14.

10 “Siete preguntas al comandante Camilo Cienfuegos al mes y medio de la Revolución”, revista Bohemia, La Habana, 22 de febrero de 1959.

11 Discurso pronunciado en los primeros días mayo de 1959 en la ciudad de Caibarién. (Archivo del autor).

12 Discurso pronunciado en el cementerio de Sagua la Grande, el 28 de junio de 1958. (Archivo del autor).

13 Discurso pronunciado en los primeros días de mayo de 1959 en la Ciudad de Caibarién. (Archivo del autor).

14 Discurso pronunciado el 1° de mayo en la ciudad de Camagüey. (Archivo del autor).

15 “Siete preguntas al comandante Camilo Cienfuegos al mes y medio del triunfo de la Revolución”, revista Bohemia, La Habana, 22 de febrero de 1959.

16 Entrevista al comandante Camilo Cienfuegos, Jefe del Estado Mayor del Ejército Revolucionario de Cuba, realizada el 19 de septiembre de 1959 por el periodista mexicano Gerardo Aurzueta, enviado especial de la revista Siempre.

Camilo, señor de la vanguardia

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