Читать книгу Vida y muerte de un convento - William Plata - Страница 5
ОглавлениеAgradecimientos
Detrás de cada obra humana, por pequeña que sea, siempre hay más de una persona, aun si el autor principal se niega a reconocerlo. Pues bien, detrás y al lado del proceso de preparación de este libro hay todo un numeroso grupo de personas que articularon sus esfuerzos para que el trabajo pudiera concretarse. Va entonces para ellas mi nota de agradecimiento.
Para comenzar, quiero dar las gracias a Pierre Sauvage, S. J., profesor emérito del Departamento de Historia de la Universidad de Namur, Bélgica. Pierre no solo estructuró mis estudios doctorales, sino que además orientó, acompañó y animó este proyecto hasta ver convertida la tesis doctoral en un libro publicado. Su participación fue mucho más allá de lo netamente académico, pues me ofreció algo tan valioso como lo es una auténtica amistad. Puedo asegurar que sin su intervención sencillamente esta investigación no habría sido posible. Con él he profundizado en el significado de la palabra solidaridad. Nunca las palabras serán suficientes para agradecerle.
Agradezco también a Ana María Bidegain, profesora del Departamento de Historia de Florida International University, en Miami, quien fue el punto alfa de todo este proceso, gestionado desde los tiempos en que hacía mis primeros pinos en la disciplina histórica, en la Universidad Nacional de Colombia. Su amistad y el hecho de haberme acompañado desde el comienzo y a lo largo de toda mi carrera han sido muy valiosos para mí. A Paul Servais, profesor emérito del Departamento de Historia de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, por su disponibilidad inicial en acoger esta investigación y su acompañamiento como copromotor. Sus orientaciones y sugerencias me fueron de gran ayuda.
Esta investigación, hecha en el marco de una tesis doctoral en Historia, fue financiada en su mayor parte por el programa de becas FUNDP-Ceruna, que otorga la Universidad de Namur, en preferencia a los estudiantes provenientes fuera de la Unión Europea. Por eso también agradezco a las directivas de la Universidad por creer en la cooperación entre los pueblos, lo que pone en marcha acciones concretas al respecto. Por supuesto, agradezco, de igual manera, a la Universidad Industrial de Santander y su Escuela de Historia, que me han dado la oportunidad de desarrollar mi proyecto académico.
La generosidad de Madame Germaine Dandoy (†) fue otro pilar que sostuvo la gran aventura que significó vivir en aquel rincón de Europa. Ella estará siempre presente en mis oraciones. Además, quiero reconocer y agradecer la acogida que me brindó el Departamento de Historia de la FUNDP (hoy Universidad de Namur) por el hecho de haberme considerado uno de los suyos y ofrecerme un espacio entre ellos. Agradezco especialmente a Isabelle Parmentier, Etienne Renard, Xavier Hermans, Bénédicte Rochet, Isabelle Paquay, Valérie Genoet y Cédric Istasse. Este último, activísimo y polifuncional asistente del Departamento, con quien tuve la suerte de compartir oficina durante estos años y comenzar una amistad que espero perdure en el tiempo y en el espacio. Él es otra de las personas que nos facilitó la vida a mí y a mi familia durante nuestra estancia en Bélgica.
También deseo reconocer a la comunidad jesuita de Namur, que nos acogió y nos acompañó en nuestra vida cotidiana en todos los planos, especialmente en el espiritual, lo que hizo más fácil el proceso de adaptación. Asimismo, agradezco a todos los miembros del Centro Religioso Universitario (CRU), dirigido por el p. Michel Hermans, S. J., quien además me dio oportunidades para expresarme desde mi condición de latinoamericano y colombiano. También a Muriel Gieu, religiosa de Saint André, animadora pastoral del CRU, y a su comunidad de la Pairelle. Su cercanía, apoyo, colaboración y amistad incondicional me han dado una gran lección de vida.
A la memoria de los sacerdotes Léon Wuillaume, S. J. (†); Pierre Defoux S. J. (†) y Xavier Jacques S. J. (†). Aunque ya no puedan leerlo, deseo agradecerles en espíritu el haber dispuesto de su tiempo para ocuparse de requerimientos que fueron desde el aprendizaje de la lengua francesa hasta la traducción de textos en latín, sin hablar de otras pequeñas ayudas cotidianas imposibles de resumir.
Durante los dos últimos años de desarrollo de la tesis se organizó un pequeño grupo de discusión junto con las entonces doctorandas María Piedad Fino y Caroline Sappia, que sirvió para debatir algunas cuestiones teórico-metodológicas y parte de los resultados preliminares de la investigación. Muchas gracias por su tiempo y disposición.
Además, manifiesto mi gratitud al personal que labora en los archivos y las bibliotecas donde acudí en busca de documentos e información: Archivo General de la Nación (Bogotá), Biblioteca Nacional de Colombia (Bogotá), Archivo Provincial Dominicano (Bogotá), Archivo General de Indias (Sevilla), Archivo General de la Orden de Predicadores (Roma), Archivo Secreto Vaticano (Roma) y Archivo Dominicano del Convento de San Esteban (Salamanca). Allí me recibieron y atendieron con amabilidad y eficiencia. Un agradecimiento especial a Martha Elizabeth Hincapié, entonces clasificadora del Archivo Provincial de los Dominicos en Colombia.
A la comunidad dominicana de Colombia, en especial a Fr. Orlando Rueda Acevedo, O. P., y a Fr. Carlos Mario Alzate, O. P., mil gracias por haberme dado la oportunidad de introducirme en su historia de forma tan cercana y permitirme aportar un mayor conocimiento de lo que fue su pasado. Agradezco también a Fr. José Barrado Barquilla, O. P., de la comunidad dominicana de Salamanca, España, por estar dispuesto a servir de jurado y evaluar, con valiosos comentarios, la tesis que luego se convirtió en libro en una primera edición con la Editorial San Esteban.
Finalmente, si hay algo invaluable es el amor que se recibe con generosidad en todos y cada uno de los momentos de la vida. «A donde vayas, iré yo; y donde vivas, viviré yo», dice el libro de Ruth (2,16). Estas palabras se hicieron realidad en Andrea, mi esposa, y mis hijos Daniela, Miguel Ángel y María José, quienes estuvieron conmigo incondicionalmente en todo lo que implicó mi estancia doctoral en Bélgica. Dios los bendiga por siempre.