Читать книгу Ginger - Ximena Renzo 'Endlesscurl' - Страница 15
Оглавление—CAPÍTULO 8—
Hola, hijos
Punto de vista de Theo
—Y eso es todo hasta hoy —hablé dándole un mordisco a la pizza.
—¿Verdad que debería decirle que le gusta? —comentó Alai riendo.
—No, aún no —contestó Nate con el celular en la mano.
—Es cierto, todavía no es momento —mencionó Abby desde la videollamada.
—¿Ven? Somos tal para cual. Ella es cupido y yo soy su sexy asistente y socio —dijo Nate golpeando su barbilla con el puño.
—Sueña. —Reí rodando los ojos.
—Como los amo —dijo Alai mordiendo la manga de su jersey.
—Y yo a ti bonita —contestó Abby sonriendo.
—Chicos, Abby y yo tenemos algo que proponerles.
—¿Ahora, Nate?
—Sí, que sea de una vez, chispita. Anda.
—¿De qué hablan? —pregunté confundido.
—Bueno, los chicos inician las clases dentro de poco, y como verán, nosotros estamos bastante ocupados con los contratos en Latinoamérica —habló Nate mirándonos.
—Así que... Necesitamos a alguien que los cuide por un par de meses hasta que volvamos a casa. Vendremos de vez en cuando, no vamos a estar dos meses sin ver a los niños —contó Abby sonriendo.
—En realidad, mamá se encargará de ellos, pero los días que tenga esas reuniones en la oficina, como hoy en las que desaparece todo el día, necesitaremos de ustedes como niñeros.
—¿Tanta cosa para eso? —Rio Alai soltando la manga.
—¡Eso no es problema! Sky y James nos aman. —Sonreí mientras Nate miraba a Abby.
—¿Entonces no les molesta? —preguntó Nate y nosotros negamos— ¿Ya ves, desconfiada? ¡Te dije que era buena idea!
—Tú dijiste que ellos... —Abby rio y negó— Bien, no importa. Lo importante es que los niños que cuidé cuando era niñera, serán los niñeros de mis hijos.
—Tu vida es una novela constante, Abby. —Alai comentó.
—Literalmente una novela. —Reí aplaudiendo mi propia broma— ¿Entiendes? ¡Literal! ¡Porque tienes un libro!
—Hermano, cállate —dijo Alai mirándome, yo saqué el labio inferior y bajé la cabeza.
—Bueno, chicos y chica, ya es un poco tarde por acá y necesito dormir. Los veo dentro de poco. Pórtense bien.
—¡Te queremos, Abs! —hablé junto a mi hermana mientras ella mandaba besos.
—Te amo, Chispita.
—Te amo más, Gargamel. Cuídense, ¡buenas noches! —Sonrió despidiéndose con la mano para luego terminar con la llamada.
Ojalá yo tuviese una historia como la de ellos.
—¿Vamos a recoger a mamá? —preguntó Nate, yo miré a Alai y asentimos— ¡Entonces vamos! —Alzó el brazo como un pequeño y corrió hacia mi auto.
Lamentablemente, tenía que recordarme siempre que ese mismo sujeto que estaba corriendo como pingüino hacia el auto, tenía treinta y dos años y que era mayor que yo por quince.
Por favor.
—¡Yo manejo! —Cerró la puerta dejándome fuera, así que caminé hacia el sitio de copiloto y Alai se situó en el mismo lugar donde Ginger estuvo días antes.
—De todas maneras yo no lo iba a hacer. —Me puse el cinturón y esperé.
—¡Música! —gritó Alai alzando los brazos.
—¡Es Julien Garnier! —dijo Nate haciendo un bailecito ridículo.
—Por eso te amo. —Alai lo abrazó como pudo y luego se sentó de nuevo.
—No puedo creerlo. —Reí tapándome la cara.
Entonces todo el camino al trabajo de mi madre, constó de mis dos hermanos siendo grandes fans de Julien Garnier. Lindo.
—911 I’m stuck in a song. —Bailaba Nate saliendo del auto.
—¿Y cómo dice? —cantó Alai imitando los pasos de mi hermano. Ambos me miraron esperando a que cante.
—Ni lo sueñen. —Rodé los ojos y caminé hacia la puerta que automáticamente se abrió.
—Cuando me acerco a estas puertas siento que tengo poderes. —admitió Nate rodeando el hombro de Alai.
—Buenas tardes —saludó la recepcionista.
—Hola, Rose, ¿está mamá? —preguntó Alai sonriendo.
—Sí, ya la aviso. —Agarró el teléfono, pero la detuve.
—No, no. Que sea sorpresa. —Sonreí bajando el teléfono.
—Pero...
—Sopresa, Rose —dijo Nate terminando de colgar el teléfono. Corrí hacia el elevador y mis hermanos me siguieron tratando de alcanzarme. Yo les gané.
—¡Gané! —celebré presionando el botón del último piso.
—No se vale si eres deportista —negó Alai cruzando los brazos.
—Y tú corres mucho en el viernes negro, ¡Eres más ágil! Cada uno juega con sus propias habilidades, así que no te quejes.
—Yo jugaba béisbol. —Sonrió Nate mostrando los dientes de adelante, Alai y yo giramos a verlo.
—Como decía... —Volví a ver a mi hermana. —Tú corres mucho, enana loca.
—Pero tú corres más, y haces ejercicio.
—¡Pero tú vas al gimnasio!
—¡Y tú juegas béisbol!
—Yo tenía asma —comentó Nate con la misma cara de antes. Me eché a reír por cómo hablaba y mi hermana pegó un grito haciéndonos poner en alerta.
—¡¡El que llega primero gana!! —chilló en cuanto el elevador se detuvo, reaccioné y corrí empujando a Nate por el largo pasillo que nos dirigía a la oficina de mamá.
Reí en cuanto Alai intentó empujarme, Nate corrió y cargó a Alai sobre su hombro y por segunda vez, gracias a Nate, gané.
—¡Llegué primero! ¡Hola, mamá! —Reí empujando la puerta y entrando a la oficina.
—¡¡No!! —gritó mamá al mismo tiempo que yo entraba.
—¿Má? —dije viéndola llorar. —¿Qué pasó? —pregunté abrazándola, giré y abrí los ojos en grande.
—¿Qué haces aquí? —inquirió Nate bajando a Alai de sus brazos.
—¿Qué dicen? ¿Quién es este señor? —preguntó Alai mientras Nate rodeaba su hombro.
—Hola, hijos. —Sonrió de lado.
—¿Qué? —preguntó Alai confundida.
Nuestro padre, que creíamos ya perdido, estaba frente a nosotros.
Yo no recordaba como era, hasta hace unos meses, que encontré unas fotos que mamá intentaba esconder.
Era bastante diferente al hombre de las fotos. Este era un Kyle con el cabello gris, ya no era fortachón, estaba delgado y tenía ojeras. Llevaba ropa más informal, menos costosa. No llevaba una sonrisa orgullosa.
»¿Qué pasa acá? —preguntó Alai de nuevo, rompiendo el silencio incomodo que estaba sucediendo.
—Chicos, esperen afuera —Nate habló tratando de mantener la calma, pero sin quitar la vista de nuestro padre.
—Pero...
—Theo, lleva a Alai afuera, por favor —me interrumpió más serio. La forma en la que habló me recordó a como era antes y entendí que debía hacerle caso.
—Theo, ¿es papá? —preguntó mi hermana en cuanto salí con ella, tomando su mano. Alai tenía los ojos acuosos, casi rosados alrededor.
—Sí —respondí aún asombrado.
—¿Lo reconociste? ¿Te acordabas de él? Yo no lo recuerdo. —Me abrazó y yo le correspondí.
—Lo vi hace unos meses en una foto, a mamá no le quedó más remedio que contarme quién era y muchas memorias volvieron a mí. Tenías tres años, hermana. Dudo que recuerdes mucho de eso.
—Pero no entiendo nada, ¿por qué está aquí después de tantos años?
—No lo sé, rubia, sé lo mismo que tú. Que luego de salir preso, se fue a Sudamérica.
—No lo quiero aquí —susurró aferrada a mí.
—Yo tampoco, la verdad —contesté mirando a la puerta.
¡Quería saber qué rayos pasaba ahí dentro! Y no fue después de cuarenta largos minutos, que él salió por la puerta, dedicándonos una pequeña mirada y alejándose por el elevador.
Miré a Alai y corrimos a la oficina de mamá, que abrazaba más tranquila a Nate.
—Mami —mencionó Alai abrazando a mamá, quién correspondió el abrazo.
—¿Nos pueden explicar qué pasó hoy aquí?
—Bueno... —empezó Nate sentándose.
Punto de vista de Ginger
Mi vida era aburrida, no había otra opción. Estuve cinco horas seguidas haciendo trabajos prácticos y además de eso, sin mi móvil.
—Extraño mi teléfono —chillé tratando de llamar la atención de mi madre, pero ella estaba ocupada ignorándome, así que bajé las escaleras y me lancé bocabajo en el sofá.
—Usa tu portátil —dijo papá encogiéndose de hombros.
—¡Mamá no quiere! —respondí con la cara en el asiento.
—Estás poniendo tu cara en mis gases.
—¿Qué? —pregunté mirándolo.
—Sí, mira. Yo me lanzo gases aquí sentado, luego vienes tú y pones tu cara ahí.
—Ugh —me quejé recostándome bocarriba.
—¿Sabías que los gases se quedan pegados a la pared? Solo quería contarte. Para que cuando tengas calor, no pongas la cara en la pared fría. Porque también vas a poner tu cara en mis gases.
—¿Podemos dejar de hablar de gases, papá? —Reí levantándome.
—Bueno. —Se encogió de hombros de nuevo, me miró, se puso de lado y expulsó otro gas. Segundos después movió la nariz como si estuviese oliendo algo y rio—. Huye ahora si quieres vivir.
—¡Papá! —Solté una carcajada subiendo las escaleras. —¡Cochino! ¡Asqueroso! ¡Puerco! ¡Pedorro!
—¿Qué pasó? —preguntó mamá dejando mi ropa en el armario.
—¿Qué crees? —Alcé una ceja.
—Tu papá parece una metralleta, esto no es sano. —Rio saliendo de mi habitación.
Y eso fue lo más divertido que sucedió en el día. Me iría a dormir, así se terminaría más rápido para mí. Buenas noches.
***
—¡Ginger! ¡Diez minutos! —me gritó mamá golpeando la puerta, gruñí mientras buscaba mi zapato.
—¡Estoy casi lista! —contesté encontrando el zapato debajo de mi cama.
Entonces me puse una bufanda y bajé con la mochila ya lista.
—Hola, Carrie —saludó Jake comiendo una tostada. Recordó el apodo que me puso cuando éramos pequeños. Veíamos unas caricaturas en donde había una zanahoria llamada Carrie, ese fue mi nombre para él desde entonces.
—¿Qué haces aquí? —Le di un abrazo por la espalda y él frotó mi mano, que pasaba por su pecho, era su forma de corresponder.
—A mí también me alegra verte —Jake contestó y me reí.
—Tú sabes que me alegra, pero... ¿Qué haces aquí?
—¿No puedo llevar a la escuela a mi mejor amiga?
—Pero vives a dos calles de la escuela, ¿viniste hasta acá solo para llevarme? —pregunté acercándome a mis papás para saludarlos. —Buenos días, pá. —Besé su mejilla y luego a mamá. —Hola, má.
—Yo creo que quiere algo —dijo papá sonriendo.
—Apoyo a tu padre.
—¡Ustedes deben apoyarme como buenos tíos que son! —se quejó Jake mordiendo la tostada de nuevo.
—Lo que sea, desayuna de una vez niña. No quiero que llegues tarde.
Bien, no iría en el bus escolar, pero sí en la moto de Jake: Anne. Moto a la que trataba como su bebé. Terminamos de comer entre pequeñas conversaciones, mi madre me devolvió el teléfono y me hizo prometer que ya no me metería en problemas.
—Sube despacio y no toques el tubo de escape, te puedes quemar —comentó mientras se ponía el casco yo asentí.
—Lo sé, en True Colors, Nathan se quemó la pierna al...
—Ya lo sé, me obligaste a leer el libro —dijo poniéndome el casco.
—Tienes una mejor amiga genial, recuérdalo siempre.
—Lo haré, ahora sujétate bien —habló encendiendo la moto.
Y dicho esto, arrancó.
Cortos minutos después, estábamos en el aparcamiento de la escuela, conmigo bajando de Anne.
Me gustaba viajar en moto, y más si no era necesario que yo manejase... De todos modos no sabía cómo.
—Bien, ahora que estamos aquí solos, y no están papá y mamá, ¿por qué me trajiste?
—Vi a Kim y Brad en Finn’s ayer —soltó de la nada.
—¿Qué? ¡¿Y por qué no llamaste?!
—Tu mamá dijo que tu teléfono hacia sido confiscado —contestó moviendo un poco la cabeza y recordé asintiendo.
—Oh, rayos. ¿Te vio?
—No, estaba demasiado ocupada compartiendo saliva con él.
—¿Qué? —pegué otro grito, haciendo que Jake me tape la boca.
—Tal vez te lo cuente ahora, no hagas un drama de todo esto.
—Ya lo sé, estoy muy calmada —murmuré cruzando los brazos.
—¡Hola, amiguitos! —saludó Kim rodeando el hombro de Jake, yo giré a verla y salté sobre su espalda.
—¿Besaste al estúpido de Brad, Kimberly? —le grité sujetándome de su frente para no caerme.
—Jake, quítame a esta niña de encima, por favor —comentó con toda la calma del mundo, Jake rio y me cargó como un bebé.
—¡¡Contesta!! —le dije rodeando mi brazo en su cuello, aún siendo cargada por Jake— ¿Me puedes bajar? —le pregunté a mi amigo.
—Lo siento, Carrie. —Rio bajándome, y solté a Kim.
—Sí, lo besé.
—¿Y no lo niegas? ¡¡Descarada!! —chillé de nuevo.
—Somos novios —dijo pegando saltitos en el piso.
—¿Qué?
—Que lo besé y somos n...
—¡Ya te oí! —interrumpí incrédula.
—¿¡Entonces por qué sigues gritando «Qué»!?
—¡Porque no me lo creo! —declaré tocándome el tabique.
Teniendo tantos chicos en el colegio, eligió al más imbécil. Y de paso, amigo de Theo Collins. Bien hecho, Kim.
—¿No estás feliz por mí? —preguntó mientras caminábamos por el pasillo.
—Estoy feliz porque estás con la persona que te gusta y eso te hace feliz, pero tu novio es un bobo.
—¿Por qué no? ¡Es tan lindo! —Sacó el labio inferior— ¿Verdad, Jakey?
—No me digas Jakey, y prefiero mantener mi posición varonil. No voy a comentar sobre mi compañero de equipo de béisbol siendo «lindo», «bonito», o «apachurrable».
—No te hace menos hombre admitir que es lindo. —Reí rodando los ojos. —Pero no lo es, es un bobo.
—Como sea, me mantengo al margen. —Jake se encogió de hombros, pero un gran suspiro enamorado nos interrumpió. Hablando del rey de Roma, el burro se asoma.
—Hola, bonita —dijo el imbécil abrazando a mi mejor amiga. Yo resoplé tratando de calmarme.
—Óyeme bien, pomposo. Tú le haces daño a mi mejor amiga, y te las veras conmigo. —Me señalé— ¿Oíste? —Le pegué en el brazo y se quejó tocando el lugar afectado.
—¡Oh! ¡Ya te aceptó! —Sonrió Kim besando su mejilla.
—¿Me ha dicho pomposo? —preguntó confundido. Yo bufé y me di la vuelta.
—Adiós, chicos. Me voy a clases.
—Pero tu clase de música empieza en treinta minutos —dijo Kim confundida.
—Sí, mentí. Solo quiero estar lo más lejos posible por ahora. —Les guiñé el ojo y me volví a despedir. Caminé por el pasillo con dirección al lugar al que empezaba a tomarle cariño.
Subí las escaleras con lentitud, y me encontré con Theo Collins sentado mirando a la nada.
—¿Qué haces aquí? —pregunté dejando la mochila en uno de los asientos.
—Lo mismo que tú.
—¿Y qué hago yo aquí?
—Lo mismo me pregunto yo.
—¿Qué? —dije confundida y me hizo reír, ¿qué había dicho?
—¿Quieres sentarte? Si te molesto puedo irme, yo... —Hizo el amago de levantarse pero moví las manos para que volviera a donde estaba.
—¿Te pasa algo, Theo? Estás muy serio, así no es divertido contestarte. —Se quedó callado por unos segundos mientras yo me sentaba en la otra esquina.
—¿No te pasa que estás en el mejor momento y alguien viene y lo arruina rápidamente? —soltó de pronto y yo alcé las cejas.
—Contestar una pregunta con otra es de mala educación, Theo Collins.
—Al igual que no contestar una pregunta —dijo él, tenía respuestas rápidas.
—Pero yo pregunté primero —hablé, yo también las tenía. Él sonrió asintiendo.
—Touché.
—¿Y qué pasó entonces? —pregunté, no sabía si me estaba inmiscuyendo en asuntos que no debía saber, pero fue él quien siguió hablando.
—Problemas familiares, nada del otro mundo. ¿A ti te pasa algo?
—No, ayer me quitaron el celular y me lo devolvieron hoy, una tortura —bromeé. —¿Seguro que está todo bien?
—Tal vez pronto te lo cuente. —Sonrió abrazando sus piernas luego de sentarse de lado.
—¿Así que estar aquí es como una tregua? —sugerí con algo de timidez. Cuando no estaba fastidiándome, me caía un poco bien.
—No me molestaría, ¿puedes soportar un poco de mí, Huffy?
—Puedo hacerlo mientras no te pongas imbécil. ¿Puedes soportar un poco no serlo, Theo? —lo imité y eso sí que lo hizo sacar una carcajada.
—Eres un amor, Huffy. —Rio negando con la cabeza.
—No digas esa palabra, me recuerda a Kim y a Bradley. —Rodé los ojos.
—¿Kim y Bradley?
—¿No te enteraste? Nuestros mejores amigos están saliendo, ¡Bien! —Moví los brazos en forma de alegría fingida.
—Brad no es mi mejor amigo.
—Creí que lo era. —Arrugué la nariz confundida.
—No, ni siquiera sabe donde vivo. Los mejores amigos se hacen con el tiempo, Huffy.
—Qué raro que el tipo más sociable de la escuela no tenga un mejor amigo.
—No creas tantos en las apariencias, Huffy. Uno no sabe qué puede encontrase al conocer mejor a una persona.
—¿Y que podría encontrar si te conozco, por ejemplo?
—Alguien solitario, con dos hermanos que sí que considera sus mejores amigos.
—¿Nadie más? Me extrañas, Collins.
—Tal vez mi cuñada, es una buena persona.
—No podría afirmarlo. Además de que soy hija única y mis primos me detestan.
—¿Por qué? —Rio mirándome.
—Son mayores y creen que doy mala suerte.
—¿En serio creen eso? —Volvió a reír sentándose frente a mí.
—Desde el día en que su casa del árbol se cayó una vez que yo estuve jugando ahí.
—Eso es una tontería.
—Lo sé, pero realmente aún hay gente que cree que damos mala suerte. Es ridículo.
—Yo conozco a varios pelirrojos, y son geniales.
—Pues debería conocerlos, no conozco a otro pelirrojo que no sea Julien Garnier. Y es teñido.
—¿Tú también? —Theo se quejó, yo alcé una ceja sin comprender lo que decía.
—¿Qué?
—Ese chico me tiene enfermo, Alai está obsesionada con él... Y mi hermano también.
—Es lindo. —Reí sacando el teléfono de mi bolsillo y me espanté al ver la hora. —¡Mis clases comienzan en ocho minutos! —grité levantándome.
—Nuestras, te recuerdo que vamos a música juntos.
—Me alegra haber compartido un rato de paz contigo, Collins. —Estiré la mano.
—Lo mismo digo, Huffy. Eres genial cuando no estás golpeándome. —Estrechó mi mano y yo presioné sus dedos.
—Si vuelves a molestarme o haces alguna tontería para que corra algún rumor de nuevo, te dejo sin descendencia, ¿oíste?
—Sí —agudizó la voz y yo sonreí soltando su mano.
—Bueno, ¡Vamos! —Sonreí empujándolo un poco para bajar los escalones.
Ese fue un largo día, lleno de treguas, compartidores de saliva, y bichos extrañamente serios.