Читать книгу Ginger - Ximena Renzo 'Endlesscurl' - Страница 16
Оглавление—CAPÍTULO 9—
Braddy
—Ya me puedes soltar la mano, Theo —comenté cuando ya estábamos de camino al salón.
—Lo siento. —Me soltó y sonrió de lado.
Caminamos por el pasillo hacia el salón de música, todos nos miraban y se giraban a murmurar cosas.
—¿Qué les pasa a todos? —pregunté ajustando la correa de mi mochila, estaba un poco incómoda con tanta atención.
—Bueno, supongo que nos miran porque estamos caminando tranquilos, no te estoy molestando y tú no estás maltratándome físicamente...
—¿Yo maltratarte físicamente? ¡Si mis golpes te dan risa!
—Lo sé, pero para los demás, cuando te enojas, eres una loca abusiva con problemas de ira.
—¿Eso piensan de mí?
—No, solo Brad. —Agitó la mano con desdén y yo fruncí el ceño.
—Tu amigo es un imbécil.
—¿Por qué?
—¿En serio preguntas? Su actitud tan soberbia, el como trata a los de otros grados... Tú a su lado, eres un amor. —Negué y el chico se adelantó empujando la puerta del salón mientras yo entraba. —Gracias.
—Yo soy un amor siempre, Huffy. —Me guiñó el ojo y rodé los ojos caminando a mi asiento. —Te veo luego. —Se dio la vuelta para ir a su asiento y yo hice lo mismo, me senté junto a Jake.
—Buenos días, tareas en el escritorio, ni una sola palabra a menos que sea para responder a mis preguntas —habló la maestra Lowell dejando sus cosas en la mesa. Algunos fueron acercándose poco a poco a dejar lo que nos había pedido.
Sí, Lowell. Era tía de Bradley. Genial. Y más genial aún, olvidé poner en silencio mi teléfono.
—Ese celular llama a gritos ser confiscado —dijo ella sin levantar la vista de los papeles.
Gruñí poniendo el teléfono en silencio y me fijé en el mensaje.
Bicho
Hola :D
08:15
Huffy
Theo, ¡estamos en clase! Si me quitaban el teléfono va a arder Troya.
08:15
Bicho
Aburrida :(
08:15
Giré a verlo, me miró con una sonrisa gigante. Reí negando con la cabeza y guardé el teléfono. Tal vez Alai tenía un poco de razón y Theo no era tan desagradable como pensaba.
Tal vez, solo tal vez.
La clase estuvo aburrida, estábamos llevando teoría de la música y yo solo quería llegar al momento en que se volvía un taller para poder aprender a tocar un instrumento, pero todo tenía un orden y debía esperar.
Cuando terminó, me dirigí al casillero para dejar algunas cosas y me encontré con mi mejor amiga.
—¿Tregua? ¡Pero qué me estás contando! —Rio Kim guardando un libro en su casillero.
—Lo que oíste, hemos hecho una especie de tregua. No digo que de la noche a la mañana empiece a caerme bien, pero supongo que no es tan molesto como pensaba. —Me encogí de hombros guardando el libro de teoría de la música.
—Hola, enanas. —Apareció Jake apoyando su codo en mi hombro.
—¿Qué pasó, viejo? ¿Cómo anda todo, J? —saludó Kim golpeándolo suavemente con los nudillos en el pecho, Jake alzó una ceja y giró a mirarme.
—«¿Qué pasó, viejo?, ¿Cómo anda todo, J?» ¿con qué tipo de rufián estuviste tratando? —Rio Jake despeinando a la pelinegra.
—¿Disculpa? ¡Yo siempre estoy en la onda! —Deslizó su mano en el aire poniendo cara de tonta, estirando los labios mientras sonreía y alzaba una ceja.
—¿En la onda? ¿Ha sido un rufián de los años cincuenta? —Reí negando y tapándome la boca.
Mi amiga estaba loca. Muy loca.
—¡Solo intento hablar como los amiguitos de Braddy! —Golpeó el piso con el tacón derecho. Yo miré a Jake y empezamos a reír a carcajadas.
—¿Es en serio, Kim?
—Braddy —Jake la señaló tocando su estomago de tanto reír— ¡Braddy!
—¡No se burlen! —se quejó estirando el labio inferior.
—Lo siento, lo siento Kim. No quiero reírme, pero sabes que suena gracioso, ¡Braddy!
—En realidad... Le llamo osito —dijo ella sonriendo orgullosa.
Y la bomba volvió a explotar. Ambos volvimos a reír a carcajadas.
—¡Genial! ¡Amo tener amigos con los cuales compartir las cosas! —Se cruzó de brazos mientras yo me secaba un par de lágrimas.
—¡Perdón! ¡Perdón! Tú sabes que te quiero mucho, Kim. —La abracé intentando parar la risa, pero solo conseguí hablar agudamente— Voy a tardar un poco en acostumbrarme a esto, ¿sí?
—Qué tonta eres. —Sonrió de lado abrazándome. Pero Jake no ayudaba riéndose a escondidas frente a mí.
—De todas maneras sabes que no me cae bien.
—Cuando lo conozcas verás que es una gran persona. —Sonrió tomando mi mano.
—No lo creo. Además, Kim. No necesitas hablar como sus amigos o como otra persona para agradarles, solo sé tú. Nosotros te queremos así, con tus defectos y virtudes —hablé tratando de estar más seria.
—¡Osita! —gritó Bradley corriendo hacia mi amiga que me soltó toscamente en cuanto lo oyó.
Entrecerré los ojos y Jake rodeó mi hombro, sabiendo lo que estaba pensando. No podía evitar sentirme así. No me caía bien, pero iba a intentarlo.
—Hola, Braddy. —Rio Jake presionando más su abrazo sobre mí y mis labios se curvaron levemente, me tapé la boca.
—¿Braddy? —preguntó confundido.
—Hola, chicos —dijo Theo llegando del otro lado, parándose al lado de Jake.
—¿Qué? ¿Hay reunión escolar? —pregunté alejándome de Jake y cerrando al casillero.
—¡Hola, G! ¡Hola, Kim! —saludó la radiante Alai, pasando junto a su grupo de amigas por el pasillo.
—¡Hola, peque! —saludé sonriendo.
—¡Mini yo! —Agitó la mano Kim y reí llamándola con la mano.
—¡Hola! —Se acercó y corrió a abrazar a Kim.
Sí, era una mini Kim, pero rubia. Se parecían mucho.
—Hola, soy hermano tuyo. Vivo contigo desde que naciste, te traigo todos los días —saludó Theo sonriendo exageradamente, señalándose.
—Bueno, hola a todos. —Rio Alai negando esa última palabra.
—Alai, ¿estás libre este sábado? —pregunté mientras sus pequeñas y entrometidas «amigas» se acercaban a pequeños pasos, para tal vez luego contarle a su grupo que habían estado con los senior en el receso.
—¿Este sábado? —dudó un poco mirando a Theo, pero nadie lo notó. Theo asintió sonriendo de lado con disimulo y ella giró a vernos sonriendo ampliamente. —No, no tengo nada, ¿por qué?
—Bueno, Kim planea ir a mi casa luego de esa hora en detención. Así que pensamos que sería genial que vengas con nosotras, ¿te parece?
—Claro, suena bien para mí. —Asintió con energía.
—Bien, supongo que tu hermano ya conoce mi casa, ¿a las tres está bien?
—Ahí estaré —se despidió sonriente y se alejó.
—Es tan linda —dijo Kim enternecida.
—Lo es. —Afirmó Jake haciendo que todos giren a verla.
El principal fue Theo. Uy.
—¿Qué? —El hermano mayor sonrió forzadamente, rodeando el hombro de mi amigo.
—Tranquilo, amigo, es como una hermanita menor para mí. Solo afirmé que es linda, no te alteres. De todos modos no tendrías porqué. —Alzó las manos en forma de paz.
—Cuidado. —Theo alzó una ceja y mi amigo hizo una mueca cuando él ya no lo veía, haciéndome reír.
—Bien, entonces ya que estamos en ese plan. ¡Tú también ten cuidado con mi hermana! —Jake cruzó los brazos mirando a los ojos al castaño.
—¿Te refieres a Ginger? —preguntó Bradley señalándome— ¿Es decir que te gusta, Theo? —Rio bajito abrazando a mi amiga.
—Hum, bueno. Yo tengo clases —murmuré incómoda pasando por el lado de Theo y alejándome a toda prisa.
Jake era estúpido, pero ese pomposo no se quedaba atrás.
Además, ¿gustarle a Theo Collins? Permítanme reírme un par de horas.
***
—Bienvenidos a un genial sábado en detención, es una hora de silencio. Por favor, chicos, esto no es ninguna película de adolescentes, no van a salir del aula, no van a bailar y no van a hablar de sus problemas. —Sonrió nada más y nada menos que Elmer Butts sentado en el escritorio.
¿Quién más que él para encargarse del grupo de detención un sábado por la tarde? Por supuesto, seguro no tenía amigos.
Decían por los pasillos que la única que hablaba con él era la maestra de español. Y todos sabemos que no hablaban, precisamente.
»Podemos hablar sobre el maravilloso mundo de Hitler, o pueden quedarse callados por una hora y yo me iré lejos de aquí, ¿qué dicen? —Sonrió entrelazando los dedos mientras los presionaba en su mentón. Tal como en una película de mafiosos. Pero este era más indefenso que un gatito. Un gatito feo. —Bien, eso es lo que creí. —Asintió caminando hacia la puerta luego de que nadie contestara y pidiera que se quedara.
Nadie en su sano juicio pediría que se quede. Ni siquiera la maestra de español. Cuando cerró la puerta, giré a ver a mis compañeros de castigo, ninguna acción o reacción. Nadie golpeaba las mesas o se levantaba gritando que el verano había acabado. Nadie bailaba o hacía musicales. Lo más interesante que vi fue a un chico que hurgaba su nariz buscando su cerebro.
Si es que lo tenía, por supuesto. Así que decidí sacar mi libro y el celular.
Solecito
Ginger reportándose desde el aula de detención, han pasado tres minutos y nadie se ha movido. EB debe estar en el salón de profesores socializando con la maestra Carmen y Fredderick Anderson se ha hurgado la nariz un par de veces en busca de un cerebro. Nos leemos en el siguiente reporte.
14:03
Kim
OPD, sí que estás aburrida, ¿ya sacaste True Colors o estás esperando el momento oportuno? En media hora salgo para allá.
14:04
Solecito
¡Por supuesto! De hecho estás apoyada en el libro justo ahora. Ya sabes, el teléfono en realidad. Mejor en quince minutos más, así no esperas tanto.
14:04
Kim
Oki, yo te aviso en cuanto vaya para allá, ¿sí? Seguiré hablando con mi osito jiji.
14:04
Solecito
Voy a vomitar. Te veo al rato.
14:06
Y luego de eso, me envió una foto estirando el labio inferior. Reí y bloqueé el teléfono para empezar a leer. Me esperaban cincuenta y cuatro minutos de True Colors y nadie me detendría. Yo en una sala de detención con desconocidos y Nathan junto a Sky en Venezuela.
Como quisiera estar ahí.
Punto de vista de Theo
—Entonces se lanzó sobre mí y casi me ataca. ¡Fue espantoso! —se quejaba mi hermano mientras yo reposaba en el sillón.
—Lo contaste muchas veces, Nate. Viajaste por muchos lugares y te empeñas en contar los primeros viajes en Sudamérica. En serio, basta. Si quisiera saber, solo leería True Colors —me quejé con la almohada en la cara.
—¡Pero ese delfín me quería hacer daño! —lloriqueó como un niño y volví a bufar. Necesitaba un nuevo hermano.
—Chicos, ¿que creen? ¿Bolso rosa o bolso dorado? —preguntó Alai bajando la mitad de las escaleras.
—¡Dorado! ¡Rosa! —dijimos al unísono Nate y yo.
—¡Rosa! ¡Dorado! —repetimos.
—Má, ¿qué dices? —preguntó ignorando nuestra maravillosa perspectiva de la moda.
—Rosa, cariño. —Sonrió mamá y Alai asintió subiendo las escaleras.
—¿Y por qué a ti si te hace caso?
—Tengo buen gusto, soy diseñadora de interiores y de moda. —Se señaló orgullosa. —¿Ustedes qué tienen? —bromeó haciéndonos reír. —Además, soy su mamá, y como dice mi querida consuegra, Jay... Lo que dice la mamma se hace.
—¿Cuándo veremos a los Rizzo? Vini dijo que me enseñaría a usar su escopeta —conté y mamá giró a verme alarmada.
—¿Dijo qué?
—Má, tranquila... Don Vini sabe lo que hace.
—¿Entonces por qué te aceptó como yerno? —pregunté molestándolo y Nate giró a verme, fingió que se reía.
—Qué gracioso eres, ja, ja. Eres más gracioso que los chistes de Abby.
—Pero si son malísimos.
—Exacto. —Me guiñó el ojo y yo reí sacando el teléfono.
—Te acusaré con chispita y dormirás en el suelo.
Gordito
Abby, tu esposo acaba de admitir que tus chistes son malísimos. Solo quería contarte para que no lo dejes entrar a casa cuando lo veas. Te quiero, adiós.
14:24
Cuñada favorita
Gracias por avisar. Dormirá con el perro
14:27
Pd: Nota mental. Necesitamos adoptar un perro.
14:28
Pd2: Te quiero mucho.
14:28
Sonreí a mi hermano que entrecerró los ojos mirándome.
—Bien, ya que no está Alai, ¿pueden contarme qué pasó? Han estado evitando el tema toda la semana.
—Papá quiere pasar tiempo con ustedes, es eso. Al parecer el tiempo que estuvo en Sudamérica, en Perú para ser más exactos... Fue porque estaba rehabilitándose.
—¿Ha estado casi doce años alejado de nosotros y de pronto quiere arreglar todo con un simple «volví»?
—No lo sé, él quiere hablar con ustedes. Bueno, con nosotros en realidad... —Nate parecía pensar en voz alta más que hablarlo conmigo.
—No lo entiendo —negué jugando con mis dedos. —No es justo.
—No todo es justo en esta vida —habló Nate encogiéndose de hombros.
—Pero... ¿Qué les dijo cuando nos mandaron fuera de la oficina? —Nate miró a mamá, y cuando iba a responder, bajó Alai.
—¡Estoy lista! —me gritó, se acercó corriendo y tomó mi brazo jalándome a la salida.
—¡Yo también quiero ir! —dijo Nate corriendo hacia nosotros y metiéndose al auto de cabeza.
¿Y ahora qué hago? ¿Cómo iba con mi hermano a casa de Ginger evitando que lo viese?
—Bien, Nate. Vas a ir, pero no puedes salir del auto —dije dando la vuelta a la calle.
—¿Por qué? —preguntó acomodándose en el asiento de atrás, ya que al entrar por la ventana, se le había caído el teléfono del bolsillo.
—No sé si te acuerdas, ponte un poco en el personaje, ¿bien? Eres Nate, esposo de Abby... Autora favorita de Ginger. ¿Por qué rayos estaría el esposo de su autora favorita en mi auto? Regalo de cumpleaños dudo que seas, ¿verdad?
—Mira, yo sería un regalo de cumpleaños formidable.
—Es que mi hermanito es tan guapo —habló Alai lanzándole un beso al aire a Nate y yo fruncí el ceño.
—Yo soy el favorito aquí.
—Solo cuando yo no estoy, Gordito. —Rio Nate y encendí el reproductor para no oírlo.
—Tiene que ser una broma —me quejé cuando Alai y Nate empezaron a gritar como fans locas.
Alai lo hacía realmente y Nate la imitaba moviendo los brazos con energía.
—¡Julien Garnier! ¡¡Te amo!! —gritó Nate y yo me planteé el hecho de saltar por la ventana. Lamentablemente estaba manejando y tenía que mantener mis cinco sentidos en una sola cosa.
Llegar a casa de Ginger con esos revoltosos llamados hermanos iba a ser un reto.
—Yo solo quiero una señal para quererte, una señal para despertar a...
—¡Cállense! —les grité apagando la radio, entonces mis hermanos abuchearon.
—¡Aburrido! —murmuró Nate y rodé los ojos.
—Miren ahí están Kim y Ginger —dijo Alai señalándolas. —Bueno, ahora solo Kim...
Ginger nos había visto y se metió a la casa de Kim. O estaba enojada, o quería ir al baño.
—Bueno, adiós —dijo Alai abriendo la puerta.
—Oye, oye, no tan rápido. —Bajé también y la detuve. —¿Llamarás para venir a buscarte?
—Sí, señor —contestó poniendo la mano en su frente, imitando el saludo militar.
—Y si aparece Jake, llamarás también.
—Sí, señor. Aunque eso no te incumbe, señor —dijo riéndose y entrecerré los ojos.
—Y si...
—Theo, sé lo que tengo que hacer. —Resopló harta de mí.
—Hola —dijo Nate sacando la cabeza por la ventana sonriendo como tonto, empujé su cabeza y traté de cerrar la ventana al ver que Kim se acercaba, pero no lo logré.
—Hola, chicos. —Sonrió mirándonos. —¿Quién es ese señor?
—Un... Amigo —contesté saludándola.
—Se me hace conocido, ¿no lo he visto antes? —preguntó acercándose a la ventana, Nate llevaba unos lentes de sol y un sombrero, me reí viéndolo y me golpeé la frente.
—Hola —dijo Nate sonriendo.
—Hola, soy Kim —saludó ella.
—¿Y Ginger? —preguntó Alai haciendo que Kim se acercara a nosotros.
—Quería ir con urgencia al baño.
Lo sabía. Pero necesitaba sacar a esa loca antes de que se entere de mi hermano. Al parecer el «disfraz» de Nate había servido de algo.
—Hola, peque. Hola, bicho. —Asintió saludando con la mano.
Oh, rayos. Nate cerró la ventana al verla y caminamos hacia la puerta de la casa de Kim para saludar a Ginger.
Luego de un momento más de distracción y conversaciones, me despedí, no sin antes oír un «¡Salúdalo de mi parte!» de Kim.
Me apresure en subir al auto y alejarme lo más posible de ahí.
Cuando entré, Nate iba de copiloto con una mascara de Darth Vader y empezaba a preocuparme su salud mental.
—¿Qué estás haciendo hermano?
—Me encontré esto en la guantera, supongo que lo dejó James. Así que decidí usarlo. —Se encogió de hombros, empezando a respirar como un asmático en crisis. Tal como el personaje. Aunque no tan lejos de la realidad, mi hermano era asmático.
—Quítate eso. —Reí encendiendo el auto.
—Y se supone que eres el menor. —Se quitó la mascara a regañadientes acomodando el cinturón de seguridad.
—Alguien tiene que ser maduro a veces.
—Claro que sí, señor, me avergüenzo de mi hermano y oculto su identidad.
—No me avergüenzo, solo quiero que las cosas con Ginger resulten bien.
—Pues te estás tardando.
—Pues te estás metiendo —contesté.
—Pues me das pena.
—¡Pues eres un fastidio!
—No decías lo mismo cuando eras bebé. Yo era tu persona favorita. —Mi hermano bajó la cabeza haciéndose la víctima y decidí molestarlo un poco más.
—Los bebés no piensan.
—Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.
—Cállate.
—¿Te dejé tan impresionado que quedaste sin palabras? Lo sé, hermano.
—¡Nate!
—¿Theo? —Sonrió mirándome.
—Cállate.
—¿Quieres helado? —preguntó.
—No.
—Yo lo pag...
—Está bien —interrumpí.
Pero no lo iba a disfrutar.