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PRESENTACIÓN

¿LLEGÓ LA HORA DE LA “FILOSOFÍA DE URGENCIA”?


La historia de la humanidad puede entenderse como una especie de carrera contra lo que no podemos controlar. A estas alturas del tiempo hemos conseguido un enorme poder científico y tecnológico, aunque eso tiene un efecto perverso: cuando creíamos que podíamos controlar todo, la naturaleza a través de una simple hebra de ácido nucleico nos pone contundentemente en nuestro sitio.

Esta hora de la desesperación planetaria trajo consigo “la hora de los expertos”, del reconocimiento “del conocimiento sólido y preciso” y de que, en medio del barullo de los opinólogos, se empezara al fin a escuchar la voz de profesionales calificados. Pero en este momento, en que por primera vez yo y otros colegas médicos y científicos hemos sido consultados por muchos, debo advertir con humildad que no tenemos todas las respuestas. Lo que buscáis es una quimera, como si el conocimiento fuera uno y uniforme, como si hubiera una lectura científica unificada de todo lo que está ocurriendo. Este, quizás, es un momento donde la ciencia no basta, y lo dice quien se nutre cada día de ella, y en su honor entrega cada hálito de vida, este es un tiempo donde también necesitamos de la filosofía.

La filosofía se distingue de otro tipo de ciencias en tanto que no busca respuestas prácticas o concretas, sino que busca ampliar el campo de nuestra reflexión humana, ni nada más, ni nada menos. Probablemente la primera filosofía data de la primera madre sapiens en el pleistoceno que, cargando en sus brazos a su hijo recién muerto, víctima de una plaga prehistórica se preguntaba ¿qué es la vida?

La filosofía nos ayuda a pensar, y eso es algo que necesitamos mucho en un momento de pandemia, que por definición es una época de profundos dilemas, ¿pero, qué es un “dilema”? Un dilema es algo que tiene tres características: es inevitable, trágico y moralmente irresoluble. Estar conscientes de que estamos lidiando con dilemas nos puede ayudar a entender por qué ninguna solución, en los amargos días de esta devastadora pandemia, nos deja tranquilos, y, contradictoriamente, cualquier propuesta merece ser considerada pues no disponemos de soluciones ni de verdades absolutas. Una manera bella para describir estos dilemas es que ahora “estamos obligados a decisiones imposibles”. Esto es tan cierto para mí, como médico que atiende pacientes con neumonía vírica al borde de la muerte, como para el hijo que debe decidir si visitar a su madre anciana o debe dejarla sola… con el fin de protegerla.

Estos días miramos las noticias en busca de luz y no encontramos ninguna respuesta. Y la razón no es un déficit de los noticiarios, pues ellos sí nos entregan los hechos genuinos, o al menos lo intentan. El problema es que estos días no sólo están llenos de hechos; están llenos de “acontecimientos”. Un acontecimiento se distingue de un hecho porque no admite una sola visión. Un acontecimiento es algo que excede nuestras capacidades interpretativas, y él mismo va cambiando lo que es junto al mundo en el que habita. Entenderlo nos prepara para lo que viene. Y nos recuerda que la responsabilidad social y la solidaridad nunca van dejar de ser necesarias cuando finalmente podamos estar a menos de dos metros de distancia de otro ser humano, en algún día de una futura primavera. Al respecto el esloveno Slavoj Zizek pronosticó que el virus provocará una explosión de la solidaridad; el pensador sudcoreano Byung-Chul Han estima, en cambio, que la enfermedad Covid-19 más bien nos aislará como unos individuos egoístas. Nuevamente, ningún periódico nos proporcionará la estadística precisa, el titular correcto que nos devele el futuro. Aquí necesitamos de los pensadores.

Entre los muchos dilemas que deberemos enfrentar en estos días duros de pandemia está la dicotomía entre la deontología o el utilitarismo. ¿Acaso matar es lo mismo que dejar morir, algo que podría decirse de la decisión de no darle cuidados intensivos a quienes lo necesiten? Y si abandonas las altas aspiraciones de los deontólogos y te aferras a los utilitarios, ¿cómo decidir quiénes deberían ser sacrificados por el bien de la mayoría?

¿Deben unos cuántos profesionales de la salud ser sacrificados para salvar la vida de miles? Sin duda el dilema utilitario se vuelve más dulce cuando miles de profesionales de la salud acuden voluntariamente inflamados por sus principios entrañables. Yo y ellos hoy reafirmamos lo que creemos: sepan que existen ciertos valores que le dan valor a nuestras vidas, y sin los cuales hasta la propia existencia carecería de cualquier sentido. La solidaridad con el enfermo, el humanitarismo, el compromiso con el otro nos hace ser quienes somos, y no podemos traicionar tales principios, pues aunque viviéramos después, sólo seríamos “muertos en vida” habiendo traicionado lo único que nos da sentido como médicos o como trabajadores de la salud y como personas.

En estos momentos duros me reencuentro con Ziley Mora, un amigo de tantos años que ha recorrido el duro camino del pensar, regalando las perlas de luz que le arranca a la vida, a través de sus experiencias, sus viajes, sus reflexiones o su observación devota de la sabiduría ancestral de los antiguos habitantes de nuestra tierra. Cómo no recordar cuando era un médico joven en Temuco y, al entrevistar un paciente depresivo que milagrosamente estaba evolucionando mucho mejor, él me relataba que había empezado a mejorar tras dialogar largamente con este profesor de filosofía de nuestro profundo sur de Chile (para mi vergüenza y de todas mis terapias modernas). Nuevamente, en estos tiempos oscuros, mi querido amigo Ziley viene a desafiar la enfermedad con una palabra de luz. Esa palabra le habla al corazón de todos: a los enfermos condenados a una sanitaria soledad, a quienes los atendemos cada día, a los que tienen temor, o a los que deberían tenerlo. Nos habla a todos, y yo simplemente callo, guardo silencio, para escuchar la poderosa voz que nos remece desde las páginas de este libro, hasta estremecernos… hasta sanar nuestra alma de las silenciosas llagas de esta pandemia.

Dr. Sebastián Ugarte

Jefe Centro de Pacientes Críticos

Clínica Indisa - Universidad Andrés Bello, Chile

Resistir en tiempos de pandemia

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