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El pubis de mi novia también es poesía

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Katatonia no ha podido sonar mejor en este momento, cada una de sus melodías me ha llegado. He pasado la crisis de la no escritura —porque llega el momento en que se manda todo al diablo y se pretende simplemente parasitar sobre la cama, creer que el mundo, fuera de casa, está llegando a su fin, y que la eliminación y autoeliminación ha acelerado su ritmo— y tras un baño, me he instalado frente a la pantalla a navegar, a ver qué encuentro de esperanzador o irritante en la internet.

La novelería de los cibernautas —de los cuales también algunos son escritores— es la de poseer un blog. Noemí ha insistido en que cree el mío y, a pesar de ser un opositor a la corriente de actualidad, he optado por hacerle caso:

http://quelamaldadproteja.blogspot.com/

Ha reído con el nombre del espacio y luego soltado varias sugerencias de cambio, entre otros nombres cargados de diminutivos que no tomé en consideración, por ridículos:

http://gotitadeira.blogspot.com/

http://flakitoamarguras.blogspot.com/

http://huesitopoetico.blogspot.com/

Mi espacio, desde su creación, ha tenido cientos de visitas y mensajes de felicitaciones por los textos publicados, insultadas por no concordar con mis criterios, invitaciones a visitar otros blogs, propuestas indecentes de visitadoras fogosas, chismes frescos de escritores.

Me he estancado en las opiniones adjuntas a mi artículo “El pubis de mi novia también es poesía”, las reacciones han sido rápidas, solo la semana pasada lo había puesto en línea y ya lo acompañan más de treinta comentarios, cuyos responsables han encontrado cómica —aunque otros no tanto— mi posición y sugerencia pubiana con el arte de poetizar.

Sí, exageré al afirmar que un pubis femenino y la atracción que pueda ejercer sobre alguien del sexo opuesto, o incluso del mismo sexo, puede llevarlo a la creación lírica, siempre y cuando sus inclinaciones artísticas sean estas. Que la frondosidad oculta es capaz de azorar, hasta verse sumido en divagaciones arcanas. Que un pubis, del color que sea, al contacto de los dedos, cercano a la punta de la nariz, es un detonante para escribir, siempre y cuando exista imaginación en el poeta. Que su textura, olor, condición clandestina, brinda posibilidades de transgresión ante escandalizados. Que un pubis, a pesar de no ser tan comercial como lo sería el corazón —el subjetivo—, los labios, el cabello, las piernas, las manos… es un elemento del que con anterioridad poetas y narradores han utilizado en sus textos, sobre todo mujeres que han logrado recurrir a sí mismas para darle vitalidad a sus creaciones.

Precisamente, la parte final de la autorecurrencia en provecho de la poesía, era lo que más había enfurecido a muchas visitantes, las que, como era de esperar, me habían escrito de todo: desde lo malo y aburrido que soy como bloguero, hasta maldecirme con una “gonorreica-fractura-visual-de-las-corneas”, no sé cómo será padecer de aquello, pero me he reído por la ocurrencia. Por otro lado, algunas amigas poetas me han escrito que por ahora se han depilado y les es difícil ser su propio material de “inspiración”. Otros, arribistas profesionales, me han implorado que escriba una especie de manual y lo ponga en línea, que será de mucha utilidad, que la comunidad poética me lo agradecerá y que incluso podría enviar lo escrito a algún concurso y que de ley ganaría…

Ha sonado el teléfono. Noemí, del otro lado, me dice que ha estado revisando mi blog y que no le ha gustado para nada el artículo ese El pubis… que qué me he creído, que no escriba pendejadas o terminamos, que como voy a publicar “secretos de pareja”, que en fin soy un “flacuchento-aprovechado-de-mierda”. He respondido con una carcajada. Mala idea.

Y como no iba a escribir sobre ella, sobre su intimidad, sobre las situaciones que componen nuestras vidas, si eso soy: un transcriptor de vivencias, un voraz depredador de historias, un receptor alucinado de lo que ve y escucha, un entrometido en los dramas ajenos.

Una vez que termine de revisar el blog de una poeta —extraña, ocurrida, y envolvente desde su escritura— llamaré a Noemí para disculparme y decirle que más allá de haber sido el objeto explotado del artículo, lo que llama “secretos de pareja” se volvió un lugar común desde Sexo en la ciudad, que se deje de tanto dramatismo y mojigatería, y que se ponga pilas porque desde que encontré a Hannah Horvath en internet el amor se está convirtiendo cada día en una pantalla luminosa que exige más vida delatada.

El Amor Era Demasiado Limpio

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