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CAPÍTULO CINCO

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Cuando llegó al bar a las 6:45, se dio cuenta de que era justo lo que había esperado. Vio varias caras conocidas, pero ninguna que conocía bien. Y eso era porque no conocía a estos agentes en absoluto. Otra desventaja de haber sido cambiada de departamento por Johnson a última hora era que había muy pocas personas en el grupo ViCAP que habían tomado los mismos cursos o clases que ella.

Los que más reconocía eran dos hombres. El primero fue Riggins. Estaba sentado con otro agente masculino, hablando animadamente sobre algo. El segundo fue Kyle Moulton, el agente guapo que se había ofrecido a llevarla a almorzar después de la primera etapa de la orientación, el hombre que había llamado su atención porque le había preguntado si ella era violenta. Le desanimó ver que estaba hablando con dos mujeres. Aunque eso no la sorprendía. Moulton era guapísimo. Parecía un joven Brad Pitt.

Decidió no interrumpirlo, así que se fue a sentar con Riggins. Aunque parecía presumido, le gustaba la idea de pasar el rato con alguien que le impresionaba lo que había logrado.

—¿Está ocupado este taburete? —le preguntó mientras se sentó en el asiento de al lado.

—No, para nada —dijo Riggins. Parecía muy feliz de verla, sus mejillas regordetas formando una sonrisa—. Me alegra que hayas decidido venir. ¿Puedo invitarte un trago?

—Sí, claro. Una cerveza. Por ahora.

Riggins llamó al barman y le dijo que agregara la primera cerveza de Chloe a su cuenta. Riggins estaba bebiendo cubalibre, y pidió otro junto con la cerveza de Chloe.

—¿Cómo estuvo tu primer día? —preguntó Chloe.

—Estuvo bien. Pasé casi todo el día investigando un caso de un narcotraficante. Parece aburrido, pero realmente lo disfruté mucho. ¿Cómo fue pasar un día entero con Rhodes? —preguntó Riggins—. Estoy seguro de que cerrar ese caso tan rápido tuvo que haber sido genial, pero ella ya tiene una reputación de ser difícil de manejar.

—Fue bastante tenso. Es una excelente agente, pero…

—Dilo —dijo Riggins—. No puedo llamarla perra, porque no me gusta llamar a una mujer perra delante de otra mujer.

—Ella no es una perra —dijo Chloe—. Solo es muy directa y exhaustiva.

La conversación casual se prolongó durante un tiempo más. Chloe miró en la dirección del agente Moulton. Una de las mujeres se había ido. Moulton estaba inclinándose hacia la otra mujer y sonriendo. Chloe tendía a ser un poco ingenua cuando se trataba de relaciones, pero estaba segura de que Moulton estaba encantado con la mujer.

Esto la decepcionó mucho. Había cortado con Steven hace solo dos meses. Supuso que solo estaba interesada en Moulton porque había sido la primera cara amigable en hablarle después de que Johnson la había sorprendido al cambiarla de departamento. Eso, además de la idea de tener que regresar a su nuevo apartamento en el que vivía sola, no era atractivo. El hecho de que era muy guapo también era relevante.

«Sí, fue un error venir. Puedo beber por mucho menos en mi casa», pensó.

—¿Estás bien? —preguntó Riggins.

—Sí, creo que sí. Simplemente ha sido un largo día. Y creo que mañana también lo será.

—¿Conducirás o caminarás a casa?

—Conduciré.

—Eh… Entonces mejor no te compro otro trago.

Chloe sonrió y le dijo: —Eso es muy responsable de tu parte.

Ella volvió a mirar en la dirección de Moulton y la mujer con la que había estado hablando. Ambos estaban poniéndose de pie. Mientras se dirigían hacia la puerta, Moulton colocó su mano en la zona lumbar de la mujer.

—¿Puedo preguntarte por qué te decidiste por esta carrera? —preguntó Riggins.

Ella sonrió con nerviosismo y se terminó su cerveza. —Problemas familiares —contestó—. Gracias por la invitación, Riggins. Pero tengo que volver a casa.

El hombre asintió con la cabeza como si comprendiera perfectamente. Asimismo, notó que Riggins miró alrededor del bar y se dio cuenta de que él sería el último cliente que quedaría. Eso la hizo pensar que tal vez Riggins estaba lidiando con sus propios fantasmas.

—Cuídate, agente Fine. Espero que mañana sea tan exitoso como hoy.

Chloe salió del bar, ya haciendo planes para el resto de la noche. Todavía tenía cajas por desempacar, un armazón de cama por instalar y un montón de implementos de cocina por guardar.

«Esta no es la vida emocionante que esperaba», pensó con un poco de sarcasmo.

Mientras se dirigió a su auto, el cual seguía estacionado en la sede del FBI, su teléfono sonó. Cuando vio el nombre en la pantalla, se sonrojó de la rabia.

Steven. No sabía por qué la estaba llamando. Y es por eso que decidió atender. Sabía que si no lo hacía, el misterio la carcomería.

Atendió la llamada, sintiéndose muy nerviosa. —Hola, Steven.

—Hola, Chloe.

Ella esperó, con la esperanza de que no le diera más vueltas al asunto. Pero Steven no solía ir al grano.

—¿Todo está bien? —le preguntó Chloe.

—Sí, todo está bien. Lo siento… no pensé en cómo esta llamada te haría sentir…

Su voz se quebró, recordando a Chloe de uno de sus muchos pequeños rasgos molestos.

—¿Qué necesitas, Steven?

—Quiero que hablemos —le dijo Steven—. Solo para reconectarnos.

—No. No me parece buena idea.

—No tengo motivos ocultos —dijo—. Lo prometo. Siento que… hay cosas por las que tengo que disculparme. Y necesito… bueno, necesitamos, un cierre.

—Habla por ti mismo. Todo está bien cerrado para mí. No necesito ningún cierre.

—Está bien. Entonces considéralo un favor. Solo quiero media hora contigo. Quiero desahogarme. Y si estoy siendo honesto… Solo quiero verte una vez más.

—Steven… estoy ocupada. Mi vida está muy agitada ahora mismo, y…

Se detuvo, ni siquiera segura de qué decir. Realmente su vida no era tan ocupada que no tenía tiempo para verlo. Sabía que esta llamada no era fácil para Steven. Estaba humillándose, lo cual nunca hacía.

—Chloe…

—Está bien. Media hora. Pero no iré para allá. Si quieres verme, tienes que venir a DC. Todo es una locura y yo no...

—Está bien. ¿Cuándo es un buen momento para ti?

—El sábado a la hora del almuerzo. Te enviaré la dirección de un restaurante por mensaje de texto.

—Me parece bien. Muchas gracias, Chloe.

—De nada —Sintió que había algo más que debía decir, cualquier cosa para mitigar la tensión. Pero, al final, lo único que dijo fue—: Adiós, Steven.

Ella finalizó la llamada y se metió el celular en el bolsillo. No pudo evitar preguntarse si solo había cedido porque se sentía muy sola. Pensó en el agente Moulton y se preguntó para dónde se había ido con su amiguita. Más que eso, se preguntó por qué estaba tan interesada en él.

Llegó a su auto y condujo a casa mientras se hacía de noche. DC era una ciudad extraordinaria y, a pesar de la congestión y la mezcla extraña de historia y comercio, igual era hermosa. Ese pensamiento la hizo sentirse melancólica mientras se dirigía a su apartamento, un apartamento nuevo y vacío que se había sentido afortunada de encontrar, pero que ahora le parecía una isla aislada.


***

Cuando su teléfono la despertó a la mañana siguiente, la sacudió de sus sueños. Trató de quitárselos de encima, pero luego se preguntó si siquiera valía la pena. Los únicos sueños que había tenido últimamente eran de su padre, varado y solo en la cárcel.

Hasta podía oír su voz tarareando alguna vieja canción de Johnny Cash de las que solía cantar en su apartamento.

«A Boy Named Sue», pensó.

O tal vez no. Tenía esa canción en su cabeza cuando rebuscó su teléfono celular en la mesa de noche.

Cuando jaló su teléfono celular del cargador, vio que su reloj marcaba las 6:05, solo veinte-cinco minutos antes de la alarma que había puesto.

—Habla la agente Fine —respondió ella.

—Agente Fine, habla el subdirector García. Te necesito en mi oficina de inmediato. Trata de estar aquí en menos de una hora. Tengo un caso en el que tienen que empezar a trabajar lo antes posible.

—Sí, señor —dijo mientras se sentó en la cama—. Estaré allí enseguida.

En este momento, no le importaba que tendría que volver a trabajar con Rhodes. Lo único que le importaba era que, hasta ahora, ya llevaba un caso resuelto y estaba ansiosa por ayudar a resolver otro.

La mentira del vecino

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