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CAPÍTULO UNO

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Debido al hecho de que su madre había muerto, su padre había sido encarcelado y sus abuelos las sobreprotegieron mucho, Chloe Fine a menudo prefería hacer las cosas sola. La gente a veces la consideraba una persona introvertida y eso no le molestaba en absoluto. Su personalidad la había ayudado a sacar excelentes notas en la escuela y también durante su entrenamiento del FBI.

Pero esa personalidad también la había conducido a mudarse a su nuevo apartamento sola, sin nadie para ayudarla. Sí, podría haber contratado una empresa de mudanzas, pero sus abuelos le habían enseñado el valor del dinero. Y dado que tenía brazos fuertes y una mentalidad tenaz, había elegido mudarse sola. Después de todo, solo tenía dos muebles pesados. Todo lo demás sería fácil.

Sin embargo, no fue así… Le costó mucho subir su cómoda por las escaleras aunque tuvo la ayuda de una carretilla y su apartamento solo quedaba en el segundo piso. Sí, lo había logrado, pero estaba segura de que se había lastimado la espalda.

Lo último que subió fue la cómoda, ya que sabía que eso sería lo más difícil de toda la mudanza. No había empacado muchas cosas en cada caja, sabiendo que todo el trabajo lo haría sola. Supuso que podría haber llamado a Danielle y ella la habría ayudado, pero a Chloe nunca le había gustado pedirles favores a sus familiares.

Chloe esquivó unas cuantas cajas de libros y cuadernos y se desplomó en el sillón que había tenido desde su segundo año en la universidad. La idea de llamar a Danielle para que la ayudara a desempacar y comenzar a ordenar todo le estaba comenzando a gustar. Las cosas no habían estado tan tensas entre las dos desde que Chloe había descubierto la verdad sobre lo que había pasado entre sus padres hace todos esos años, pero nada era perfecto. Las dos estaban muy conscientes del peso de la verdad de lo que su padre había hecho y los secretos que había estado guardando. Chloe sintió que ambas estaban lidiando con esos secretos a su forma y sabía que sus opiniones diferían.

Lo que nunca se había atrevido a expresarle a Danielle era lo mucho que echaba de menos a su padre. Danielle lo había resentido desde su encarcelamiento. Pero Chloe había extrañado esa figura paterna en su vida. Ella había sido la que se había atrevido a esperar que tal vez la policía se había equivocado, que su padre no había matado a su madre después de todo.

Y esa esperanza y creencia es lo que había dado lugar a esa pequeña aventura que habían vivido juntas que había culminado con la detención de Ruthanne Carwile y un punto de vista completamente distinto en el caso de Aiden Fine. Sin embargo, lo único contraproducente de todo es que ahora extrañaba a su padre aún más. Y sabía que si Danielle se enteraba, le parecería horroroso y tal vez incluso hasta masoquista.

Aun así, quería llamar a Danielle para que juntas celebraran la pequeña victoria de mudarse a su nuevo apartamento. Solo era un pequeño apartamento de dos dormitorios en el vecindario Mount Pleasant de Washington, DC. Pequeño y apenas asequible, pero exactamente lo que había estado buscando. Llevaban dos meses sin verse, lo cual le parecía extraño dado lo que habían vivido juntas hace poco. Habían hablado por teléfono varias veces y, aunque había sido bastante agradable, también había sido muy superficial. Y Chloe no era buena para mantener las cosas superficiales.

«A la mierda —pensó, buscando su teléfono—. ¿Qué daño podría hacer?»

A lo que encontró el número de Danielle en su teléfono, comenzó a asimilar la realidad de la situación. Aunque solo habían pasado dos meses, eran personas diferentes ahora. Danielle estaba empezando a rehacer su vida. Tenía un trabajo bien pagado ahora, de barman y subgerente en un bar exclusivo en Reston, Virginia. Chloe todavía estaba tratando de asimilar que ya no estaba comprometida y no recordaba la última vez que había tenido una cita.

«No puedes forzar esto con Danielle», pensó.

Con el corazón agitado, Chloe hizo la llamada. Esperaba escuchar su buzón de voz. Así que cuando Danielle le atendió la llamada rápidamente, le sorprendió por completo.

—Hola, Danielle.

—Chloe, ¿cómo estás? —le preguntó. Era tan extraño oír a Danielle tan alegre.

—Bien. Me mudé al apartamento hoy. Pensé en lo bonito que sería celebrarlo contigo entre copas de vino y una buena comida. Pero luego recordé tu nuevo trabajo…

—Sí, aquí estoy —dijo Danielle con una risa.

—¿Te gusta?

—Chloe, me encanta. Aunque solo han pasado tres semanas, siento que nací para hacer esto. Sé que solo soy una barman, pero…

—Bueno, también eres subgerente.

—Sí. Tener ese cargo todavía me asusta.

—Me alegra que te guste tu trabajo.

—¿Y tú? ¿Cómo está el apartamento? ¿Cómo estuvo la mudanza?

No quería decirle a Danielle que se había mudado sola, así que se decidió por la respuesta genérica. —Nada mal. Todavía tengo que desempaquetar, pero estoy contenta de estar aquí, ¿me entiendes?

—Pronto iré a tomarme esas copas de vino contigo junto con una buena comida. ¿Y cómo va todo lo demás?

—¿Honestamente?

Danielle se quedó callada por un momento antes de preguntarle: —¿Qué pasa?

—He estado pensando en papá. He estado pensando en ir a verlo.

—¿Por qué diablos quieres hacer eso?

—Quisiera tener una buena respuesta —dijo Chloe—. Después de todo lo que pasó, solo siento que tengo que hacerlo. Tengo que darle sentido a todo.

—Dios mío, Chloe. Déjalo así. ¿No se supone que este nuevo trabajo tuyo te mantendrá ocupada resolviendo otros crímenes? Vaya, y eso que pensaba que yo era la que vivía en el pasado.

—¿Por qué te molesta tanto que vaya a verlo? —preguntó Chloe.

—Porque siento que ya le hemos dado suficiente de nuestras vidas. Y sé que si lo ves, mi nombre saldrá a relucir y yo preferiría que eso no sucediera. No quiero tener nada que ver con él, Chloe. Ojalá tú te sintieras igual.

«Sí, yo deseo lo mismo», se dijo Chloe a sí misma.

—Chloe, te amo, pero voy a colgar si sigues hablando de él.

—¿Cuándo te toca trabajar? —preguntó Chloe.

—Todas las noches de esta semana, excepto el sábado.

—Tal vez pase a verte el viernes por la tarde para que me sirvas un trago especial.

—Bueno, pero solo si no estás pensando en conducir a casa. Mis tragos son fuertes —dijo Danielle.

—Está bien.

—¿Y tú? ¿Cuándo comienzas tu nuevo trabajo?

—Mañana por la mañana.

—¿A mitad de semana? —preguntó Danielle.

—Tengo una orientación. Pasaré todo el día en reuniones.

—Estoy muy emocionada por ti —dijo Danielle—. Sé lo mucho que has deseado esto.

Fue agradable escuchar a Danielle hablar tan bien de su trabajo. No solo eso, sino incluso fingir que estaba interesada en él.

Hubo un momento pesado de silencio entre ellas, uno que afortunadamente terminó cuando Danielle dijo algo que era bastante fuera de lo común para ella. —Cuídate, Chloe. De tu trabajo… de todo.

—Lo haré —dijo Chloe, el comentario tomándola por sorpresa.

Danielle finalizó la llamada. Chloe se puso a mirar alrededor de su apartamento. Ya se estaba sintiendo en casa.

«No hay nada como una conversación incómoda con Danielle para hacer que un lugar se sienta como en casa», pensó distraídamente.

Chloe estiró la espalda, se bajó del sillón y se dirigió a la caja más cercana a ella. Comenzó a desempacarla y se puso a pensar qué sería de su vida si no descubría cómo reconciliar relaciones. Su hermana, su padre, su ex prometido… no tenía el mejor historial de mantener personas en su vida.

Mientras pensaba en su ex prometido, encontró varias fotografías enmarcadas en el fondo de su primera caja. Había tres fotos en total, fotos de ella y Steven. Dos eran de los inicios de su relación. Pero la tercera era una foto que se habían tomado justo después de su compromiso… después de que le dijo que sí entre lágrimas.

Sacó las fotos de la caja y las colocó sobre el mostrador de la cocina. Encontró su bote de basura en su habitación, al lado de su colchón. Tiró las fotos dentro del bote de basura. El sonido del vidrio rompiéndose fue demasiado agradable.

«Qué fácil fue eso —pensó—. Ya quiero pasar página. Ahora, ¿por qué no puedes pasar página con todo el asunto de tu padre?»

No tenía respuesta para eso. Y lo que la asustaba era que sentía que tenía que hablar con él para poder darle sentido a todo.

Con ese pensamiento, el apartamento le pareció mucho más vacío que antes y Chloe se sintió muy sola. Eso la hizo ir al refrigerador y abrir la primera cerveza del paquete de seis que había comprado. Ella abrió la botella de cerveza, un poco alarmada por lo bien que se sintió el primer trago.

Hizo todo lo posible para mantenerse ocupada hasta bien entrada la noche, no desempacando, sino abriendo cada una de las cajas, sacando las cosas y decidiendo si de verdad necesitaba cada cosa o no. Tiró el trofeo de debate que había ganado en la escuela secundaria en el bote de basura. Guardó el CD de Fiona Apple que había estado escuchando cuando perdió su virginidad en su segundo año en la escuela secundaria.

No tiró ninguna de las fotos de su padre. Le dolió tirar sus cosas, pero se sintió mejor al respecto cuando llegó a su segunda botella de cerveza.

Logró terminar solo dos cajas… y probablemente habría terminado al menos una más si no hubiera ido a la nevera y descubierto que se había tomado toda la cerveza. Miró el reloj de la cocina y jadeó ante lo que vio. Eran las 12:45 de la madrugada.

«Y eso que iba a dormir bien esta noche antes de mi primer día», pensó.

Pero aún más alarmante era el hecho de que estaba más molesta por el paquete vacío de cervezas que por tener una mañana potencialmente atontada en su primer día en el FBI. Se desplomó en la cama después de cepillarse los dientes, su habitación dando vueltas. Se dio cuenta de que lo que realmente había estado tratando de hacer esa noche era distraerse para no pensar en su padre.

La mentira del vecino

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