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CAPÍTULO SEIS

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Chloe llegó a la oficina del subdirector García treinta minutos después. Estaba sentado en la pequeña mesa de conferencia en el fondo, rebuscando entre unos papeles. Vio que había colocado dos tazas de café negro y humeante en la mesa.

—Buenos días, agente Fine —le dijo a lo que entró—. ¿Has visto o hablado con la agente Rhodes?

—Estaba estacionándose cuando me monté en el ascensor.

García pensó en eso por un momento, tal vez confundido en cuanto a por qué no había esperado a Rhodes en el ascensor. Chloe se preguntó cuánto le había hablado Johnson de su pequeña lucha de poder.

Aunque Chloe tomó café en camino a la sede, se sentó en frente de una de las tazas y bebió. Prefería tomarse el café con un poco de crema y azúcar, pero decidió no pedirle nada para no parecer muy exigente. Mientras bebía de su taza de café, Rhodes entró en la sala. Lo primero que hizo fue lanzarle una mirada de disgusto. Luego tomó asiento frente a la otra taza de café.

García las observó a las dos, al parecer detectando la tensión, pero luego se encogió de hombros. —Tenemos un asesinato en Landover, Maryland. Es un caso que parecía bastante normal al principio. La policía de Maryland lo está manejando en este momento, pero solicitaron nuestra ayuda. También vale la pena mencionar que Jacob Ketterman de Asuntos Públicos de la Casa Blanca conocía a la víctima. Trabajó con ella hace mucho tiempo. Nos pidió como favor que nos encargáramos del caso. Y como alguien de la Casa Blanca conocía a la víctima, estamos tratando de mantenerlo oculto. Esto debería ser sencillo. Parece un homicidio bastante simple. Es una de las razones por las que se lo estamos asignando a ustedes, agentes novatas. Será una buena prueba y no parece ser tan apremiante aunque obviamente quisiéramos resolverlo lo antes posible.

Luego deslizó dos copias de su informe hacia ellas. Los detalles fueron breves y al grano. Mientras Chloe los leyó, García les dijo lo que sabían.

—La víctima es Kim Wielding, de treinta y seis años de edad. Estaba trabajando como niñera de la familia Carver cuando la mataron. Suponemos que alguien entró en la casa y la mató. Fue golpeada en la cabeza dos veces con un objeto muy contundente y luego fue estrangulada. Tenía dos golpes muy horribles en la cabeza. Aún no se ha determinado cuál de esas cosas la mató. Necesitamos que ustedes averigüen quién lo hizo.

—¿El asesinato fue la única razón del asesino para visitar la casa? —preguntó Chloe.

—Eso parece. Nada se reportó robado. La casa estaba exactamente igual a como los Carver la habían dejado… con la excepción de la niñera muerta. La dirección está en los informes. Acabo de hablar por teléfono con el sheriff de Landover. Los Carver se han estado alojando en un motel desde que se produjo el asesinato hace dos días. Pero se reunirán con ustedes en la casa esta mañana para responder a cualquier pregunta. Y eso es todo, agentes. Espero lo resuelvan pronto. Diríjanse a RRHH y saquen un auto. ¿Están familiarizadas con el proceso?

Chloe no estaba familiarizada, pero asintió con la cabeza de todos modos. Ella asumía que Rhodes ya conocía los pormenores. Dado todo lo que había pasado el día de ayer, Chloe asumió que Rhodes sabía casi todo del FBI.

Chloe y Rhodes se levantaron de la mesa. Chloe dio un último sorbo de café antes de salir de la oficina de García. Caminaron por el pasillo hacia el ascensor en silencio.

«Este día será bien largo si Rhodes no supera esta estúpida rivalidad», pensó Chloe.

A lo que Chloe pulsó la flecha hacia abajo, se volvió a Rhodes e hizo todo lo posible no solo para romper el hielo, sino para aniquilarlo.

—Agente Rhodes, saquemos todo a la luz. ¿Tienes algún problema conmigo?

Rhodes sonrió con superioridad y luego dijo: —No. No tengo un problema contigo, agente Fine. Pero estoy un poco renuente a trabajar con alguien que fue colocada en ViCAP a última hora. Eso me hace preguntarme si alguien te está haciendo favores, favores que no son justos para los otros agentes que se partieron el lomo para formar parte de este programa.

—No es que sea de tu incumbencia, pero se me pidió que me uniera a este programa. Yo quería seguir en el Equipo de Evidencias.

Rhodes se encogió de hombros a lo que las puertas del ascensor se abrieron. —Creo que el Equipo de Evidencias estuviera decepcionado si se enterara lo que hiciste ayer con la pisada.

Chloe no respondió. Podía seguir teniendo esta pequeña guerra de palabras con Rhodes, pero eso solo empeoraría su relación laboral ya tensa. La única forma de acabar con esto era demostrarle su valía a Rhodes.

Además, había metido la pata ayer. Y la única forma de arreglar eso era probarse a sí misma en este nuevo caso.

***

Cuando Rhodes eligió conducir sin siquiera preguntárselo a Chloe, ella decidió no decir nada. No valía la pena molestarse por eso. En el camino a Landover, Chloe comenzó a preguntarse si algo le había sucedido a Rhodes que la había convertido en alguien tan mandona. Tuvo un montón de tiempo para reflexionar sobre esto durante el viaje de media hora en auto a Landover porque Rhodes todavía no estaba haciendo ningún esfuerzo para hablar.

Llegaron a la residencia Carver a las 8:05. Era una casa preciosa en un vecindario adinerado, del tipo donde todos los céspedes estaban perfectamente cortados. Había una camioneta bastante nueva en la entrada, estacionada frente al garaje. Rhodes se detuvo detrás de ella y apagó el auto. Luego miró a Chloe y le preguntó: —¿Estamos bien?

—No creo, pero eso no importa. Vamos a concentrarnos en el caso.

—Eso es lo que quise decir —espetó Rhodes cuando abrió la puerta y salió.

Chloe se salió y vio a un hombre y una mujer salirse de la camioneta. Ellos se presentaron como Bill y Sandra Carver. Bill parecía el tipo de persona que ni dormía mucho pero igual tenía buen rendimiento. Sandra era bastante bonita, del tipo de mujer que probablemente no tenía que esforzarse mucho para verse bien. Pero también parecía cansada, sobre todo mientras miraba hacia la casa.

—Tengo entendido que han estado viviendo en un motel —dijo Chloe.

—Sí —dijo Sandra—. Cuando pasó, Bill estaba en un viaje de negocios. Los policías no dejaban de entrar y salir de la casa y… bueno, había tanta sangre. Así que recogí a los niños de la escuela, los llevé a cenar y luego los llevé a un motel. Les dije lo que había pasado y que parecía morboso volver tan rápido.

—Llegué a casa ayer por la mañana —dijo Bill—. Aproximadamente al mediodía, la policía nos dio el visto bueno para volver a la casa. Pero los niños y Sandra estaban muy asustados.

La mentira del vecino

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