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2. Una cuestión de método

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Muy bien. Si no voy a usar ese argumento ¿cómo hacerlo? Concedamos que lo real y lo obligado para todos (para todos los otros) es que la única manera de saber qué pensaban Hegel y Marx es recurrir a lo que escribieron. A lo que escribieron ellos. No a lo que relatan sus amigos o discípulos. Menos aún a lo que otros, ni siquiera amigos o discípulos, dicen que pensaban o afirman haberles escuchado. Si se trata de rigor académico, la única fuente que podemos usar es lo que ellos escribieron, seamos redundantes, directamente, personalmente.

Pero el rigor académico exige ciertas condiciones. Una de ellas es que no podemos considerar todo lo que escribió un autor de la misma manera o con el mismo grado de importancia. Si vamos a usar los textos como evidencia de lo que pensaban, es necesario aceptar que no todas esas evidencias tienen el mismo nivel, la misma calidad probatoria. No puede ser lo mismo un apunte de lectura, ocasional, provisorio, incluso juvenil, que una obra revisada y publicada formalmente. No puede considerarse del mismo nivel un pronunciamiento ocasional hecho al calor de una carta, o de un panfleto polémico, que una obra sistemática, redactada con ánimo programático.

Convengamos en que es necesario hacer una jerarquía en los textos disponibles. Si queremos saber lo que un autor pensaba sobre un tema específico nuestra primera fuente debería ser (a) los textos que revisó para publicar y publicó efectivamente. Solo si no encontramos en ellos lo suficiente podemos recurrir, solo en segundo lugar, a (b) los manuscritos que escribió de manera sistemática pero que por alguna razón dejó sin publicar. Si aún no es suficiente, podríamos buscar, pero solo en tercer lugar, en (c) los manuscritos que escribió en calidad de apuntes, sin haberlos sistematizado, pensando en desarrollos posteriores o mayores.

En realidad, nuestras fuentes, en nombre del rigor académico, deberían parar allí. Es muy obvio, sin embargo, que la tradición, ansiosa por saber hasta el último detalle de los «pensamientos» de los autores que ama, ha recurrido a otros tipos de materiales escritos, mucho más precarios e incluso frecuentemente dudosos. Es el caso, en particular, con Marx. Seamos pacientes ante tales ansiedades y concedamos que se pueda recurrir a ellos… pero solo en un lugar subordinado. Es así que se ha recurrido (d) a pronunciamientos contenidos en cartas, (e) a apuntes de lectura, (f) a pronunciamientos fragmentarios, contenidos en apuntes que refieren a un tema distinto e, incluso (g) a apuntes registrados por alumnos o discípulos a partir de lo que habrían escuchado de los autores y, en un caso extremo, rayano en lo curioso, (h) a testimonios formulados por otras personas de lo que habrían escuchado decir a estos autores en conversaciones informales1.

Lo lamento, pero si queremos mantener un mínimo de rigor académico, estamos obligados a considerar que este tipo de materiales, justamente en el orden decreciente en que los enumero, no pueden ser considerados como testimonios de primer orden del pensamiento de un autor. Lo lamento en realidad, particularmente en el caso de Marx, por sus adoradores y por los académicos que siguen sus ideas revestidos de obsesión filológica y preciosismo erudito. No, no son aceptables. Bueno, tengamos piedad, ocasionalmente recurriremos a ellos… pero en el carácter y orden que hemos establecido.

1 Demos algunos ejemplos indicativos de cada uno de estos tipos de materiales. En (d), la citadísima carta de Marx a Pavel Annenkov, Bruselas, 28 de diciembre de 1846, en que critica a Proudhon, que se puede encontrar en <http://hiaw.org/defcon6/works/1846/letters/46_12_28.html>. En (e), los conocidos Manuscritos Económico Filosóficos de 1844, de Marx que, como es sabido, no son sino apuntes a partir de sus lecturas de los economistas ingleses. En (f), las recurrentes menciones que Marx hace de Feuerbach en la famosa serie de manuscritos que Engels tituló La Ideología Alemana. En (g), el caso de los extraordinarios «libros de Hegel» publicados por sus discípulos como Lecciones, en la primera edición de sus obras completas, sin advertir al lector que se trataba solo de apuntes de sus alumnos, tomados de sus clases. En (h), el famoso pronunciamiento de Marx «tout ce que je sais, c’est que je ne suis pas marxiste», que está contenido en una carta de Federico Engels, dirigida a Conrad Schmidt, Londres, 5 de agosto de 1890, que se puede encontrar en <https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/e5-8-90.htm>.

Sobre la relación entre Hegel y Marx

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