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“Me faltan palabras para contar lo que Dios hizo en mi vida”

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Un testimonio impactante que tocará muchas vidas.

Por la pastora Cristina Luchetti

Cuando te falten las fuerzas, cuando sientas que todos te defraudan, cuando nadie te acompañe y todos te hayan abandonado, cuando creas que la muerte es tu única salida… recuerda que hay alguien que te ama y te quiere ayudar: ¡Se llama Jesucristo! Deja que nazca el sol de justicia en tu vida y recíbele ahora mismo en tu corazón. Solo tienes que pedirle perdón y Él será para siempre TU SALVADOR.

Ruego a Dios que estas páginas sean de bendición para tu vida. Su contenido está basado en revelaciones de nuestro Señor, en experiencias personales, testimonios y en la manifestación poderosa de su Espíritu Santo. No tengo ninguna duda de que Dios lo ha guiado y lo ha inspirado para que sepamos y tengamos la plena convicción de que por más intensa que sea la tormenta que golpea tu vida, por más doloroso que sea el momento que estas atravesando y por más desamparados que pienses que estás, tú tienes que saber que: El Cielo Gobierna.

Corría el mes de noviembre de 1985. Yo estaba planificando mis vacaciones “a todo trapo”. Lo que no sabía era que estaba por suceder algo que cambiaría el rumbo de mi vida para siempre y que jamás había imaginado. El primer día de diciembre de ese año fui invitada por una familia amiga a visitarla en su flamante casa, ya que se acababa de mudar. Era domingo. Pasamos un día tranquilo dentro de todo. Me acompañaban mi hija Paula, de 4 años; Belén, de un año y medio y a la vez estaba embarazada de mi tercera hija.

De repente escuché un ruido y salí corriendo para ver de qué se trataba. En fracciones de segundos, Belén había subido las escaleras que daban a la terraza y al querer bajar, se cayó y se golpeó la cabeza. En ese momento no tuvo ninguna manifestación extraña ni reacción alguna para preocuparse, se la veía bien y tranquila.

El infierno comenzó al otro día. Ella se despertó con convulsiones y hemiparesia (parálisis de la mitad del cuerpo). Fuimos a la guardia y después de tenerla en observación unas cuantas horas nos dieron el alta, ya que su cuerpito había vuelto a la normalidad. Quiero resaltar que en esa época la tecnología no estaba muy avanzada y no había aparatos eficaces para detectar ciertas anomalías.

A partir de ese día, los episodios se fueron repitiendo, primero esporádicamente y luego cada vez con más frecuencia. Como consecuencia de todo esto, Belén quedó inválida. En uno de los episodios, el peor de todos y el que duró más tiempo, quedó sin poder hablar y perdió casi por completo la visión. El cielo se había cerrado para mí, al menos eso creía. Los médicos estaban desconcertados, no sabían qué hacer ni qué pensar; no había un diagnóstico específico. Mientras tanto, ella se debatía entre la vida y la muerte. Si moría, yo moriría con ella. Mientras Belén se iba apagando, yo me iba desgastando.

Antología 6: Camino al Cielo

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