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Las Cualidades de Dios

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El Señor es perfecto, y por lo tanto todo su ser, sus palabras y obras son perfectas. Él no cambia, ni puede ser tentado por el mal y, por lo tanto, Él tampoco tienta a nadie. Dios desea que los que lo siguen y creen en Él sean también perfectos, y para ello nos ofrece la guía de su Palabra, y a través del Espíritu Santo, el conocimiento y poder para ejecutarla. Jesucristo nos alienta asegurándonos que todo aquello que pidamos con fe y sea consistente con sus preceptos, Él lo concederá.

Las cualidades de Dios que comentaremos seguidamente surgen de la Palabra, pero su enumeración no pretende ser taxativa ni completa. Las bondades y maravillas del Señor, son inescrutables:

Bondadoso: el amor es la esencia de su ser y lo más profundo de su persona. Nos hemos ya referido a ello en este libro, pero es necesario ampliarlo. El mundo ha sido educado desde tiempos inmemoriales a “temer a Dios”, una combinación de respeto y miedo fundamentalmente opuesta a la noción bíblica del amor. Es el Señor quien nos rebela el verdadero significado de su amor (Ágape): “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó (primero) y envió a su Hijo como sacrificio de purificación por nuestros pecados” (1Jn.4:10).

Y lo más asombroso es que nos amó así cuando no lo merecíamos, porque todos habíamos pecado y estábamos destituidos de la gloria de Dios (Rom.3:21). Bienaventurados los que lleguen a amar a Dios, porque para eso fuimos creados, para ser adoptados como hijos y vivir en su reino por la eternidad. “Por esta razón, doblo mis rodillas ante el Padre, de quién toma nombre toda familia en el cielo y la Tierra, para que os conceda , según la riqueza de su gloria, ser poderosamente fortalecidos por la acción de su Espíritu en vuestro interior, para que Cristo habite, mediante la fe, en vuestro corazón y para que, arraigados y cimentados en el amor, seáis capaces de captar, con todo el pueblo santo, cual es la anchura y largura, la altura y profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede todo conocimiento, para que quedéis llenos de la plenitud total de Dios” (Ef.3:14-19).

Fiel: en la invariabilidad de Dios resta la Verdad, su amor y su fidelidad. No se han acabado las bondades de Señor, ni se ha agotado su misericordia, que “nuevas son cada mañana. ¡Grande es tu fidelidad!” (Lam.3:22-23). En estos “días tardíos” estamos viviendo tiempos de creciente degradación espiritual, de avasallante corrupción e infidelidad a los preceptos de Dios. Pero no nos confundamos, la infidelidad de éstos no afecta la fidelidad de Dios. “Grande es su amor hacia nosotros, y su lealtad dura por siempre” (Sal.117:2).

Misericordioso: después de recibir Moisés del Señor las primeras dos tablas de piedra de la Ley en el Monte Sinaí, regresó para encontrar a su pueblo en idolatría con un becerro de oro, y enfurecido las rompió. Yahveh le hizo construir dos nuevas tablas que Moisés llevó consigo al mismo lugar, donde Yahveh lo visitó. Conmovido, Moisés exclamó: “Yahveh, Yahveh, Dios compasivo y misericordioso, tardo para la ira y rico en amor y fidelidad, que guarda su benevolencia por mil generaciones, que tolera culpas, transgresiones y pecados, pero que no deja nada impune y castiga la falta de los padres en los hijos, y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación. Moisés cayó enseguida de rodillas en el suelo, y adoró. Y dijo: Ahora, mi Señor, si gozo de tu favor, dígnese mi Señor caminar con nosotros. Ciertamente, este es un pueblo de dura cerviz, pero tú perdonarás nuestras faltas, nuestros pecados, y harás de nosotros tu heredad” (Ex.34:5-9). De esta escritura podemos aprender importantes designios de Dios:

Grande es la misericordia de Dios, que perdona nuestros pecados si nuestro arrepentimiento es sincero y cabal. Sin embargo, cuando un pueblo está involucrado, ese arrepentimiento puede no ser absoluto y general, y Su castigo a los insensatos puede extenderse hasta la 4ta. generación. Moisés apeló a su propio estado de favor con Él, y Dios fue compasivo, pero puso claros preceptos y condiciones para renovar la Alianza con su pueblo.

Con el advenimiento de Jesucristo y su sacrificio vicario por nosotros, Dios habilitó un nuevo camino para el perdón de nuestros pecados: “Dios, sin embargo, rico como es en misericordia, por el mucho amor con que nos amó, también a nosotros, muertos por nuestros pecados, nos vivificó juntamente con Cristo- pues de gracia habéis sido salvados- con Él nos resucitó y con Él nos sentó en el cielo por Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros la extraordinaria riqueza de su gracia por su bondad hacia nosotros en Cristo Jesús.” (Efe.2:4-7).

Generoso: Dios es el Creador de todas las cosas, y todo le pertenece. Uno podría preguntarse: ¿cómo puede Él ser generoso poseyéndolo todo? Porque su generosidad se funda en la disposición de dar por amor, y sin posibilidad material de ser reciprocado. El deseo del Señor es que respondamos a su caridad con amor y gratitud. Es por eso que David admite ante el Todopoderoso: “¿Porque quién soy yo y quién mi pueblo para que podamos hacerte estas ofrendas? Todo viene de Ti, y de tus manos proviene lo que te damos.” (1Crón.29:14).

Nos conforta el Señor Jesucristo al decirnos:”No temas, pequeño rebaño, que ha tenido a bien vuestro Padre daros el Reino” (Lc.12:32).

Paciente: por cuanto nuestro Dios es paciente, esa virtud nos la ha ofrecido como un “don del Espíritu” (Gal.5:22). Y Él nos ha dado el ejemplo: tolera nuestros pecados, desagradecimiento, falta de respeto y de amor al prójimo, deshonestidad, egoísmo, etc…, pero siempre nos llama y nos espera como a un hijo perdido a quién recibir y abrazar si regresamos a Él (Lc.15:19).

Nos exhorta a enfrentar con gran alegría toda clase de pruebas, sabiendo que ellas tonifican nuestra fe y aumentan nuestra paciencia (Sant.1:2-3).

La Biblia proclama dichosos a los que son constantes: “habéis oído hablar de la paciencia de Job y habéis visto el final que le dio el Señor, porque Él es compasivo y misericordioso” (Sant.5:11).

Imparcial: los juicios de Dios son perfectos, y así lo son para con todos los hombres y naciones. Todos somos su creación y todos tenemos libre albedrío. Esto los lleva por distintos caminos, pero Él ha dispuesto para nosotros un camino que es el que lleva a la verdad y la vida: Jesucristo. Fuera de Él no puede haber comunión con el Padre y el Espíritu Santo. Dios no es imparcial ni indiferente en esto.

No obstante, a pesar del poder omnímodo de Dios, Él es imparcial con respecto a las decisiones que tomen los hombres y las naciones, si bien “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim.2:4).

Justo: “En verdad, Yahveh es justo y amante de lo recto; los perfectos disfrutarán de su presencia” (Sal.11:7). La justicia de Dios no está contrapuesta a su misericordia, ni a su generosidad, pues sus juicios son rectos y ecuánimes.

Como lo hemos referido previamente, todo hombre ha nacido en pecado, “porque por las obras de la ley nadie será justificado ante Él, ya que la ley sólo lleva a más reconocimiento del pecado. Pero ahora, con independencia de la ley, ha quedado bien manifiesta la justicia de Dios, atestiguada por la ley y los profetas: justicia de Dios que, por medio de la fe en Jesucristo, llega a todos los que creen” (Rom.3:21-22).

En definitiva, todos los que creen en Cristo y viven acorde a sus preceptos, serán “justificados en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús” (Rom.3:24).

Preparación para la Vida

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