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Prestar atención a la edificación del carácter

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Nuestros médicos necesitan prestar cuidadosa atención a la edificación de su carácter. Se ha producido en muchos de ellos un deterioro gradual de la piedad, del dominio de sí mismo, de la pureza, de la santidad y de la vigilancia. Es preciso que se produzca un cambio total de mente y espíritu antes que puedan decir que son obreros aceptables...

Únicamente quien diariamente y a toda hora vive una vida cristiana, puede desempeñar bien los deberes propios del médico. Que nuestros médicos procuren comprender cuáles son las solemnes responsabilidades de su profesión, que entiendan todo lo que incluye el trato con los que tienen el cuerpo y la mente enfermos. La vida del paciente suele estar en las manos del médico. Un solo movimiento desatinado de un instrumento quirúrgico en una operación puede causar la muerte del paciente. ¡Qué solemne pensamiento!

¡Cuán importante es que el médico se encuentre en todo momento bajo el control del Médico divino! Por eso el que procura prolongar la vida del paciente debe contemplarlo y dejar que dirija todos sus movimientos. Si el médico sabe que está a su lado aquel que es vida en sí mismo, uno que puede realizar lo que el ser humano es incapaz de lograr, ¡cuánta confianza le inspirará este conocimiento! Y cuán grande bendición puede ser el médico en el cuarto de un enfermo si ha aprendido a confiar constantemente en aquel a quien pertenecen las almas de las personas a quienes ministra [Heb. 7:25]. El Salvador le dará tacto y habilidad para tratar con los casos difíciles.–Carta 61, 1904.

El ministerio médico

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