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Al punto que los lidios fueron conquistados por los persas con tanta velocidad, los jonios y los eolios enviaron a Sardes sus embajadores, solicitando de Ciro que los admitiese por vasallos con las mismas condiciones que lo eran antes de Creso. Oyó Ciro la pretensión, y respondió con este apólogo: —«Un flautista, viendo muchos peces en el mar, se puso a tocar su instrumento, con el objeto de que atraídos por la melodía saltasen a tierra. No consiguiendo nada, tomó la red barredera, y echándola al mar, cogió con ella una muchedumbre de peces, los cuales, cuando estuvieron sobre la playa, empezaron a saltar según su costumbre. Entonces el flautista volvióse a ellos, y les dijo: —«Basta ya de tanto baile, supuesto que no quisisteis bailar cuando yo tocaba la flauta.» El motivo que tuvo Ciro para responder de esta manera a los jonios y a los eolios fue porque cuando él les pidió por sus mensajeros que se rebelasen contra Creso, no le dieron oídos, y ahora, viendo el pleito tan mal parado, se mostraban prontos a obedecerle. Enojado, pues, contra ellos, los despachó con esta respuesta; y los jonios se volvieron a sus ciudades, fortificaron sus murallas y reunieron un congreso en Panionio, al que todos asistieron menos los Milesios, porque con estos solos había Ciro concluido un tratado, admitiéndolos por vasallos con las mismas condiciones que a los lidios. Los demás jonios determinaron en el congreso enviar embajadores a Esparta, solicitando auxilios en nombre de todos.

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