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CXLIII

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De estos pueblos jonios los Milesios se hallaban a cubierto del peligro y del miedo por su trato con Ciro, y los Isleños nada tenían que temer de los persas, porque todavía no eran súbditos suyos los fenicios, y ellos mismos no eran gente a propósito para la marina. La causa porque los Milesios se habían separado de los demás griegos, no era otra sino la poca fuerza que tenía todo el cuerpo de los griegos, y en especial los jonios, sobremanera desvalidos y casi de ninguna consideración. Fuera de la ciudad de Atenas, ninguna otra había respetable. De aquí nacía que los otros jonios, y los mismos atenienses, se desdeñaban de su nombre, no queriendo llamarse jonios; y aun ahora me parece que muchos de ellos se avergüenzan de semejante dictado. Pero aquellas doce ciudades no sólo se preciaban de llevarle, sino que habiendo levantado un templo, le quisieron llamar de su mismo nombre Panjonio, o común a los jonios, y aun tomaron la resolución de no admitir en él a ningún otro que los pueblos jonios, si bien debe añadirse que nadie pretendió semejante unión a no ser los de Esmirna.

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