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5. El factor regligioso

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Las versiones de los cronistas íberos —afirmaba Mariátegui— “deforman y empañan la imagen del culto aborigen”. Y agregaba que esta influencia recae en las personalidades que ejercen cargos públicos como jefes de Estado, periodistas y maestros. ¿Sugería con este pensamiento la fundación de un Estado laico y que todo alto funcionario debiera apartarse de la religiosidad?

Por su posición marxista, Mariátegui no podía menos que ser crítico de la religión católica. Y si bien su prédica no era tan tajante como el anticlericalismo de los ácratas de principios de siglo, ni ponía en letras de molde la tesis de Marx de que “la religión es el opio del pueblo”, era indudable que su posición era a favor no solo de un Estado laico sino de una moral y una ética laica. Él suscribía el aserto que difunde González Prada sobre la “trinidad embrutecedora del indio”, que coloca como responsables de la explotación y postración del indio al cura, al terrateniente y al juez.

En la actualidad, nuestro Estado se define como laico. Sin embargo, la enseñanza pública y privada suelen darse en entornos religiosos. De este modo la Iglesia católica preserva su predominancia en miles de “microestados”: las escuelas. ¿Es realmente así, todavía no se ha podido deslindar a la Iglesia de los poderes del Estado?

No obstante que en la Constitución el Estado peruano es laico, efectivamente la religión católica está presente no solo en la educación, sino también en otros ámbitos de la vida social y política. La causa principal reside en la importancia del rol de la iglesia en la ideología que ha usado la oligarquía y luego la burguesía para afianzar su poder político y económico y controlar a los sectores medios y populares. Esto nos viene desde la Colonia.

Mariátegui acusa a Vasconcelos de subestimar a las culturas autóctonas de América, al pensar que sin un libro magno o código sumo estaban condenadas a desaparecer. Y, de otro lado, refuta su visión de que la raza incaica estaba mejor dotada para la creación artística que para la especulación intelectual. ¿Qué opinas de estas dos posiciones?

La posición de Vasconcelos, a estas alturas del siglo XXI, sería cuestionada por cualquier estudioso de la realidad. Lo del libro magno no requiere mayor comentario, pues la historia se ha encargado de dejar atrás esta posición; en tanto que las culturas autóctonas son vistas y valoradas de manera distinta a la de principios del siglo XX, entre otras muchas cosas por el reconocimiento a sus relaciones armónicas con la naturaleza, algo que ha perdido la civilización occidental, además de sus aportes en el uso de hierbas, frutos y prácticas en la medicina y la alimentación. La otra afirmación, respecto a las cualidades de las “razas” es mucho más cuestionable. En primer lugar, porque el concepto de raza se ha demostrado como inconsistente y, por lo tanto, ha sido dejado de lado por las ciencias sociales; y, en segundo lugar, porque las teorías de la determinación del medio geográfico sobre las características de los grupos sociales, de las “razas”, conllevan implícitas un componente de racismo inaceptable.

Mariátegui aclara que “Los misioneros no impusieron el evangelio; impusieron el culto, la liturgia, adecuándolos sagazmente a las costumbres indígenas. El paganismo aborigen subsistió bajo el culto católico” (p. 173). ¿Se podría afirmar que esta asociación de protocolo y sincretismo no solo persiste en lo religioso sino que es transversal a nuestro comportamiento social?

El sincretismo fue una estrategia empleada por los misioneros para introducir sus creencias, pero, a su vez, fue usada por las poblaciones nativas para resguardar sus creencias cuando no encajaban con las órdenes y normas impuestas por los colonizadores. Esto se ha prolongado hasta hoy en el comportamiento social de la población peruana, expresada en distintas formas; desde las procesiones de imágenes religiosas hasta el conocido dicho “se acata pero no se cumple”. Y esto lo encontramos a cada paso en nuestra informalidad.

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