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6. Memoria

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La mala memoria es la queja que personifica la vejez. La mayoría de los datos existentes respecto al envejecimiento cognoscitivo son sobre la memoria, puesto que su pérdida es el síntoma neuropsicológico que con mayor frecuencia refieren los ancianos y su familia, y su evaluación es más accesible a la investigación.

La memoria es un conjunto de habilidades mentales que dependen de varios sistemas en el cerebro y que le permiten procesar la información que estará disponible posteriormente. Diferentes sistemas de memoria dependen de diferentes estructuras neuroanatómicas. Los cuatro sistemas de memoria, de importancia para la valoración clínica del anciano con deterioro cognoscitivo son memoria episódica, memoria semántica, memoria procedimental y memoria de trabajo, sus características se presentan en la tabla 11.2. Algunos sistemas de memoria están asociados con la conciencia (explícita) y pueden ser recordados de manera consciente (declarativa), mientras que otros son expresados a través de cambios en la conducta (implícita) y son típicamente inconscientes (no-declarativa).

Tabla 11.2 Clasificación de los sistemas de memoria


Fuente: Adaptado de Budson AE, Price BH. Memory disfunction. N Engl J Med. 2005 Feb 17;352(7):692-9. doi: 10.1056/NEJMra041071

Existen otras formas de clasificar la memoria, por ejemplo, la asociada a la naturaleza de lo que se recuerda: verbal y viso espacial.

La memoria episódica se refiere al sistema de memoria explícita y declarativa usada para recordar las experiencias enmarcadas en su propio contexto, como contar una historia corta o qué se cenó la noche anterior. Cuando se altera se produce un síndrome amnésico. En caso de disfunción de la memoria episódica, la capacidad para aprender nueva información está deteriorada (amnesia anterógrada), la información recientemente aprendida no puede ser recuperada (amnesia retrógrada) y la información aprendida remotamente se conserva.

La memoria semántica se refiere al almacenamiento general de los conocimientos conceptuales, permite pensar de forma abstracta, da cuenta de datos históricos clave o de las características de un objeto. Al igual que la memoria episódica, es explícita y declarativa.

La memoria procedimental se refiere a la habilidad de aprender tareas y habilidades conductuales y cognoscitivas, además de algoritmos que son usados de manera automática a un nivel inconsciente. Esta memoria es no declarativa, pero durante la adquisición puede ser explícita (aprender a conducir) o implícita (aprender una secuencia de números). Su alteración se evidencia cuando se pierden tareas o habilidades previamente aprendidas o cuando hay deterioro considerable para aprender nuevas tareas.

La memoria de trabajo u operativa es una combinación de los campos tradicionales de atención, concentración y de la memoria a corto plazo. Se refiere a la capacidad temporal para mantener y manipular información que uno necesita para retener en la mente. Es una memoria explícita y declarativa. Tradicionalmente ha sido dividida en dos componentes, el de información fonológica (mantener el número telefónico en la cabeza) o de información espacial (seguir mentalmente una ruta).

El principal cambio que se presenta al envejecer es el deterioro en la memoria a corto plazo, es decir, la dificultad para retener nueva información, además, se dificulta la ejecución de tareas que requieren un componente de memoria reciente, pero se conserva la memoria a largo plazo, probablemente por el marcado componente emocional que conlleva la adquisición de esa información. La memoria de trabajo o memoria operativa es la capacidad para retener información al mismo tiempo que se trabaja con ella, (por ejemplo, durante la lectura de un libro ir reteniendo la información que se acaba de leer para poder comprender el sentido del texto), su alteración no solo produce dificultades en tareas como el cálculo, sino que también puede interferir con la comprensión verbal y el razonamiento. Los ancianos son más lentos en cambiar la atención entre los diferentes canales de información interna, lo cual puede estar relacionado con el deterioro de la memoria de trabajo, así los problemas de atención podrían influir el rendimiento de las tareas de memoria.

Dentro de la memoria a largo plazo están la memoria remota que se mantiene estable con la edad y la memoria reciente cuyo deterioro se asocia con la edad. Este deterioro se manifiesta por olvidos de hechos del pasado reciente (conversaciones, contenido de algo que se acaba de leer, lo que se ha hecho hace algunos días, etc.) y olvidos de acciones que deben hacerse en el futuro, como recordar una cita o llamar a alguien. La memoria a largo plazo se ha estudiado desde diversos puntos de vista, en consecuencia, hay numerosas divisiones entre las que se destacan:

• Procedimental y declarativa: la primera se refiere a las tareas motoras, es la de saber hacer (escribir, conducir, nadar) y se conserva con el envejecimiento. La declarativa se refiere al conocimiento que se representa mediante palabras (qué es un animal, dónde estuve hace una semana, etc.). Se altera con el envejecimiento y depende de la presentación del material a recordar.

• Episódica y semántica: forman parte de la memoria declarativa a largo plazo. La episódica es la memoria de los hechos ocurridos, como el día de la boda o dónde estuvimos ayer en la tarde; los contenidos se organizan en función del tiempo y el espacio en que ocurrieron los hechos, es decir, dependen del contexto. La codificación está relacionada con pautas personales y va ligada a los estados emocionales existentes mientras suceden los hechos. En cuanto a la memoria episódica, se ha estipulado que los ancianos recuerdan mejor hechos del pasado y de la infancia, sin embargo, estudios recientes muestran que la eficacia del recuerdo disminuye más para los acontecimientos lejanos; las explicaciones de los investigadores acerca de esta percepción errónea incluyen que algunos hechos del pasado tienen una fuerte carga emocional, son hechos muy seleccionados por los propios ancianos y, además, se han recordado muchas veces, lo cual hace que sean reconstrucciones repetidas a lo largo de la vida que no necesariamente se ajustan a los hechos. La memoria semántica es la del conocimiento en general, del mundo exterior y del lenguaje. Su organización es conceptual, atiende al significado y relaciona unos conceptos con otros. Esta memoria no declina o lo hace muy poco en relación con la episódica. Las dificultades se presentan en los ancianos cuando la información no es de uso frecuente o no se les da el tiempo suficiente para procesar la información y responder.

• La memoria implícita hace referencia al procesamiento de la información de tipo automático, no intencionado, no consciente y que no necesita recursos de procesamiento, (como recordar cómo se está vestido), a diferencia de la explícita que sí requiere procesamiento controlado, consciente, intencional y, en gran medida, selectivo (recordar el nombre de una persona). Los ancianos tienen dificultades con esta memoria, pero en la implícita muestran un rendimiento normal.

Las fallas de memoria reciente se presentan desde la cuarta y quinta décadas, hay dificultad para retener los eventos en forma secuencial y existen “parches de memoria”, que dan la apariencia de conversaciones incoherentes y deshilvanadas, con desorientación temporal. También se presentan problemas en la adaptación a nuevos espacios y en la orientación en lugar, lo que lleva a desorganización espacial y puede originar sensación de confusión e inseguridad en lugares poco conocidos. Además, es frecuente la ecmnesia, que se refiere a considerar eventos pasados como si acabaran de suceder, la memoria remota se asume como memoria reciente.

A los 75 años se pierde el 25% de la memoria que se tenía a los 20 años, la mitad de esta pérdida se debe a causas biológicas y la otra mitad a causas psicológicas. Para la explicación biológica de estos cambios existen varios postulados: alteración en los neurotransmisores, por ejemplo, disminución de la acetilcolina en áreas específicas del sistema nervioso (hipocampo); pérdida de la plasticidad cerebral, entendida como la capacidad de modificar el número o la función de las sinapsis para adaptarse a las demandas internas o externas; pérdida neuronal o disminución del metabolismo cerebral, especialmente en corteza frontal y temporal.

A su vez, para la explicación psicológica se plantean las siguientes hipótesis: dificultades en el procesamiento de la información; déficit en la recuperación de la información; alteraciones en las facultades concomitantes necesarias en el proceso de adquisición de la información, como disminución de la atención, pérdida de las tareas organizacionales (no se vuelven a utilizar mnemotecnias o ayudas de memoria), lentitud en los procesos del pensamiento, o pérdida de la imaginación visual, que se refiere a la capacidad de asociar la información con imágenes visuales. Otras hipótesis hacen referencia al aumento del tiempo necesario para responder, mayor vulnerabilidad a las interferencias por la dificultad para desechar información irrelevante o, simplemente, disminución del interés.

La dificultad más sobresaliente en relación con la memoria es la diferenciación entre los cambios asociados al envejecimiento per se y los debidos a la demencia en sus estadios iniciales, especialmente, en enfermedad de Alzheimer. Se habla de los “olvidos benignos de la senescencia” caracterizados por una pobre o inconsistente recuperación de detalles, relativamente menores, de una experiencia en el pasado reciente, pero sin pérdida de la memoria para esa experiencia, a diferencia de los “olvidos malignos” asociados con demencia, en los cuales no se logra recordar eventos y situaciones importantes o significativos, ocasionando, por lo general, riesgos al paciente o a sus convivientes. Es diferente olvidar el nombre de la persona con quien se encuentra en la calle, que olvidar la dirección de la casa (ver capítulo 49).

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