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VII. Lecciones de vida en un colegio muy especial (abril de 2016)

María lleva días sin poder ir al colegio. Por culpa de un problema de salud, está ingresada en la planta de Pediatría del Hospital Universitario de Canarias (HUC). Está en 3º de la ESO, y justo en este trimestre estaba aprendiendo las capitales europeas, la interculturalidad y los adverbios, entre otras muchas cuestiones. Para ayudarla a no perder el ritmo de las clases, esta tinerfeña de 14 años acude cada día al aula hospitalaria Las Andoriñas, que dirige la profesora María Dolores Gómez. Como María, más de 700 menores pasan curso tras curso por este particular colegio, que facilita el desarrollo educativo y afectivo-social de los menores ingresados.

El aula, fruto de un convenio entre la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias y la Obra Social La Caixa, ocupa una superficie de 143 metros cuadrados, y está destinada a niños de edades comprendidas entre los 3 y 16 años. Desde las 9 y hasta las 14 horas, la maestra María Dolores Gómez atiende a los menores tanto en sus habitaciones como en el Hospital de Día y la propia aula, mientras que por las tardes voluntarios de Cruz Roja, Fundación La Caixa y asociaciones como Pequeño Valiente y Veredas llevan a cabo diferentes actividades lúdicas y de entretenimiento. Y es que, si ya de por sí la educación es puramente vocacional, mucho más si el aula está en un hospital, un reto que María Dolores asumió hace ahora tres años. «Me vine para acá porque necesitaba un cambio. Llevaba muchos en el mismo centro y quise tener una experiencia nueva en la enseñanza; por eso solicité una comisión de servicio para ser la docente del hospital», confiesa María Dolores, que no solo es muy querida por sus alumnos, también por los padres y el propio personal sanitario.

Confiesa que su adaptación no fue fácil, porque los niños «van y vienen, son de diferentes edades y tienen necesidades distintas». Por eso, su trabajo se desarrolla en tres espacios del centro: en las habitaciones, en el aula y en el Hospital de Día. «Priorizo las habitaciones y el aula, pero a veces me resulta difícil, porque hay muchos chicos en planta», subraya la profesora, que imparte clases para alumnos de Infantil, Primaria y Secundaria, aunque a veces también ha llegado a tener chicos de Bachillerato. Entre los problemas que se encuentra, además del elevado número de niños con los que trabajar, María Dolores debe atender dinámicas muy diversas, ya que hay niños que pueden llegar a pasar largas temporadas ingresados, mientras que otros, en cambio. «Primero siempre hablo con los médicos, para que ellos me digan cuál es la situación del niño, antes de ponerme en contacto con los colegios. Hay menores con trastornos de alimentación que no pueden recibir clase de inmediato, porque su nivel de concentración es muy bajo, tienen altos niveles de ansiedad, estrés, etc. Por eso, se trabajan otras cuestiones antes de que puedan acudir al aula y seguir las indicaciones que nos marcan sus profesores», destaca la maestra, que combina la parte docente, propia del currículum, y la lúdica. «Un aula hospitalaria no tiene nada que ver con una normal, porque, por las características de los alumnos y sus patologías, a veces no se pueden dar muchas horas seguidas de clase. Y yo tampoco estoy especializada en todas las materias, por lo que tengo que atenderlos al nivel que puedo», recalca la profesora tinerfeña.

Los colegios, bien a través de las familias o directamente con ella, le mandan las tareas que tiene que hacer cada niño, tareas que María Dolores se encarga de distribuir y dosificar, especialmente en el caso de los menores con ingresos largos, como son los pacientes oncológicos. «Para trabajar en un espacio tan delicado y difícil como este, siempre hay que buscar el lado positivo de la educación. Yo pretendo que el rato que pasan en el aula estén felices y relajados. Por eso, se trabaja más el aspecto humano que el docente», aclara la profesora, que asegura que también se viven situaciones duras, porque se crean lazos afectivos y «a veces se presentan episodios para los que no estás preparado ni acostumbrado». Pero, más allá de todo lo que supone trabajar en un hospital y con niños enfermos, María Dolores Gómez siempre busca el lado positivo de su labor, que define como «muy enriquecedora». No en vano, reconoce que, desde que está en el HUC, ha aprendido a «valorar mucho más la vida».

EL CONTACTO CON LA MUERTE

María Dolores Gómez reconoce que, a pesar de llevar ya tres años en el hospital, «el contacto con la muerte no es fácil». «Tuve una relación especial con un niño que falleció apenas dos horas después de haber estado dándole clase, y fue muy duro». En contrapartida, la docente deja claro que lo más gratificante de su labor ha sido encontrarse con niños que han estado ingresados, «que me ven por la calle y vienen a saludarme y a decirme que se acuerdan mucho de mí». Incluso, hay algunos que, estando ya curados, han vuelto al hospital para participar en alguna de las actividades que se organizan. Una de ellas es el proyecto Entre cuentos, que desarrollan voluntarios de la ONG Veredas, que fomenta la lectura y que tiene un importante efecto anímico y en la propia salud de los niños.

VIII. Veinte años regalando vida (abril de 2016)

Armando López volvió a nacer el 16 de abril de 1996. Yesista de profesión, se tuvo que jubilar prematuramente a los 42 años de edad porque su organismo no le respondía. La culpa la tenía el alcohol, que le había provocado una cirrosis que casi le cuesta la vida. Hoy, 20 años después de aquella fecha, Armando puede disfrutar de sus tres hijos y sus tres nietos, gracias al hígado que le fue trasplantado en el Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria (HUNSC). Este conmemora este fin de semana el vigésimo aniversario de esa intervención quirúrgica, la primera de esas características que se realizaba en Canarias. Desde entonces, el HUNSC ha llevado a cabo ya 605 trasplantes hepáticos, algo que le ha convertido en el centro de referencia de la Comunidad Autónoma para este tipo de procedimientos. El doctor Arturo Soriano fue el cirujano que operó a Armando López, quien unos meses antes del trasplante entró en coma a causa de la encefalopatía con que suele cursar la cirrosis hepática, un proceso degenerativo que incluso le provocó una pérdida de memoria. Sin embargo, logró salir de ese estado y pasó a formar parte de la lista de pacientes con prioridad absoluta.

«Me ofrecieron ser la primera persona trasplantada de hígado en Canarias o ir a Madrid, y no lo dudé, porque estaba muerto en vida», relata Armando, que asegura que «los días anteriores a la operación fueron muy duros, porque estaba muy mal. No veía la hora de que me trasplantaran, porque física y mentalmente estaba en las últimas. Mi familia me apoyó mucho, y los médicos me aconsejaron que me lo hiciera, y ahora estoy muy agradecido», agrega. La primera vez que le llamaron para el trasplante tuvo que volver a casa, ya que el órgano no estaba bien y no era compatible. Una semana después, le volvieron a avisar de que había un donante, y esta vez el hígado sí estaba en condiciones para él. «Cuando iba en la camilla para el quirófano no podía ni estar tumbado de los nervios, pero los médicos me fueron tranquilizando, hasta que me anestesiaron». La operación duró más de 15 horas. En la UVI estuvo una semana bien, pero después se le llenó el cuerpo de líquido y tuvieron que operarle de nuevo, otra vez a vida o muerte. «Nunca me dijeron de dónde venía ese hígado, y aunque lo pregunté, no me lo quisieron decir. Pero no tengo palabras para agradecerle a esa familia y esa persona lo que hicieron por mí», subraya Armando, que fue el primero de una larga lista de pacientes trasplantados en La Candelaria y otros hospitales públicos isleños.

No en vano, desde 1982 los centros hospitalarios del Servicio Canario de la Salud (SCS) han realizado más de 7.800 trasplantes en las Islas, gracias al gesto altruista de 1.721 donantes y familias, que han posibilitado con su solidaridad cientos de segundas oportunidades. Además, la comunidad ha contribuido a la realización de 3.500 trasplantes de órganos y más de 4.300 implantes de tejidos.

El doctor Manuel Barrera es el actual coordinador del Programa de Trasplante Hepático del hospital tinerfeño. Para él, «el éxito de este tipo de procedimientos reside en la implicación de numerosas especialidades y áreas, porque el trasplante no es solo el acto quirúrgico —que por cierto, es el más complejo de cuantos se pueden realizar—, sino que empieza mucho antes, desde que se detecta a un paciente grave en consulta, se valora por el comité de trasplantes, se incluye en la lista de espera, se coordina la recepción de un órgano, se implanta y continúa con su fase de recuperación y readaptación a la vida normal».

Solo en lo que va de año se han realizado ya 13 trasplantes, lo que ha permitido superar la cifra de 600 hígados trasplantados por primera vez en la historia de este programa en las Islas. «Todos los pacientes que se benefician del Programa de Trasplante Hepático del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria proceden de los hospitales públicos y concertados de Canarias, tanto de la provincia de Santa Cruz de Tenerife como desde Las Palmas de Gran Canaria, cuyos casos son estudiados y valorados por un comité multidisciplinar que evalúa mediante criterios clínicos su inclusión en una lista de espera para recibir un trasplante», denota el doctor Barrera, cuya unidad forma parte de los 28 equipos especializados existentes en España para la ejecución de este tipo de extracciones, y junto con el Hospital Gregorio Marañón de Madrid y el Clínico de Barcelona son los únicos equipos de todo el territorio nacional en contar con la acreditación de calidad de la norma ISO 9001:2008.

Alrededor de 60 personas, tanto sanitarios de diferentes especialidades como no sanitarios, participan en todo el proceso. Profesionales del Servicio de Urgencias Canario (SUC) y del propio centro hospitalario trabajan de forma coordinada y prácticamente cronometrada para que el trasplante de hígado pueda llevarse a cabo perfectamente, puesto que en este tipo de casos el tiempo es vida.

De ahí que se necesite la participación no solo de cirujanos y enfermeros, también de celadores, digestólogos, anestesistas y personal de una decena de servicios, un equipo que trabaja de forma coordinada en el proceso integrado de donación y trasplante. La actividad de este grupo se extiende además al ámbito docente, ya que los especialistas forman a nuevos médicos internos residentes y divulgan sus conocimientos en publicaciones científicas internacionales.

PROGRAMAS ACTIVOS

En el año 1982 se puso en marcha el primer programa de trasplante en Canarias, siendo el Hospital Universitario de Canarias (HUC) el que llevó a cabo las primeras intervenciones de este tipo, en concreto, trasplantes renales. A este programa se sumó en 2007 el Complejo Hospitalario Universitario Insular-Materno Infantil. Antes de esa fecha, en 1996, en el Hospital de la Candelaria se efectuaron los primeros trasplantes hepáticos. Posteriormente, el HUC puso en marcha también un programa de trasplante de páncreas, y desde el año 1990 existe un programa de trasplante de médula ósea alogénico en el Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín. Existen, además, programas activos en todos los grandes centros hospitalarios del Archipiélago, a través de los que se han llevado a cabo hasta el momento más 2.000 trasplantes de córnea y se han tratado lesiones oculares, cardíacas y de tejidos.

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