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Dos tipos de espiritualidad ¿Es mindfulness una práctica religiosa o espiritual y, en tal caso, de qué manera?

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Tenemos que ser muy cuidadosos y avanzar, paso a paso, porque todo depende del modo en que utilicemos el término «espiritual» y el sentido que le demos. Así que todavía tenemos que discutir exactamente lo que entendemos por cosas como «religión» o «espiritualidad» (y a qué se refieren las personas que afirman ser «espirituales pero no religiosas»). De modo que, si usted es una de esas personas a las que sencillamente no les interesa la espiritualidad ni la religión (al menos, del modo en que actualmente se presentan), quizás encuentre interesantes estas definiciones. Porque quizás, en tal caso: 1) su noción de «espiritualidad» no sea la acepción «buena» de esta (es decir, la acepción que considera la espiritualidad como el camino que conduce directamente al despertar), y 2) también es muy probable que, una vez que descubra esta acepción, se interese por ella.

Empezaremos repitiendo que existen, al menos, dos formas muy diferentes de religión o espiritualidad y de lo que tratan de lograr. Los eruditos califican de narrativa a la primera, cuya forma más habitual es la «mítico-literal». La religión, desde esta perspectiva, consiste en una serie de historias, cuentos y relatos míticos que tratan de explicar la relación del universo y el ser humano con un ser Divino (y la serie de reglas o «leyes» que gobiernan el modo en que tiene que comportarse el ser humano para mantener una relación «correcta» con Dios). Este enfoque tiende a tomar esos relatos míticos como algo literal y absolutamente cierto (de ahí la denominación «mítico-literal») en los que suelen basarse las versiones fundamentalistas de las distintas religiones. El fundamentalista cristiano, por ejemplo, cree que Moisés separó realmente las aguas del mar Rojo; que, mediante el diluvio universal, Dios acabó literalmente con todos los seres humanos exceptuando la familia de Noé (que, por cierto, logró subir a su arca a una pareja de cada especie animal; ya sabe, un par de bacterias, un par de virus, y así hasta cerca de 180 000 especies de insectos diferentes… ¡espero que llevasen consigo un buen repelente!). Si usted cree en esa narrativa mítica –que suele incluir la afirmación de que un representante del ser divino es el salvador único de la humanidad–, acabará viviendo en la morada celestial y en presencia de ese ser divino por toda la eternidad, mientras que, si no cree en ella –es decir, si no acepta a ese salvador uno y único–, acabará ardiendo por los siglos de los siglos en el fuego del infierno (o se verá obligado a atravesar un número interminable de espantosas reencarnaciones). Ese es un tipo de religión centrada en las estructuras de conciencia, a menudo muy poco desarrolladas, que representan los estadios más rudimentarios e infantiles del desarrollo, con mapas correlativamente rudimentarios e infantiles (es decir, centrados en los estadios más tempranos del desarrollo de la línea espiritual).

El otro tipo de espiritualidad no es un sistema de creencias, sino una tecnología psicológica que apunta a la transformación de la conciencia. Esta espiritualidad aspira a cambiar el estado de conciencia valiéndose, para ello, de distintas prácticas meditativas y contemplativas destinadas a reorientar la conciencia hacia estados de conciencia nuevos y superiores, como la sensación directa de unidad con todo el universo, lo que los sufíes denominan «Identidad Suprema» (o, dicho en otras palabras, el Despertar puro). Estas prácticas incluyen mindfulness, que originalmente fue una práctica de meditación budista cuyo objetivo es el logro del estado más elevado, al que se conoce como nirvana. Según dicen las enseñanzas, la práctica de la atención plena [mindfulness] al eterno Ahora permite a la conciencia entrar en una sensación de unidad con el Fundamento último, ilimitado, incalificable y sin fundamento de todo Ser, un estado conocido como Iluminación, Liberación o Despertar. De ese modo, uno despierta de los incesantes, caóticos e incoherentes pensamientos y formas de enmarcar la realidad que gobiernan gran parte de la actividad humana y que tanto sufrimiento generan y se abre a una conciencia pura, transparente, abierta, vacía, clara y despojada de pensamientos y marcos de referencia incoherentes y fragmentarios.

Este despertar es algo que también suele describirse como descubrir nuestro Yo más elevado, nuestro Yo Verdadero y nuestra Condición Real y se asemeja mucho más a una psicología que a una religión. Si esto es lo que entendemos por «espiritual», entonces el mindfulness es –y fue, desde sus mismos inicios– una práctica espiritual. Pero lo cierto es que también tiene muchos efectos inferiores –aunque no, por ello, menos interesantes–, que van desde los beneficios para la salud hasta el bienestar psicológico y la mejora de la relaciones. Son muchos, sin embargo, los practicantes occidentales de meditación que, temerosos de ser confundidos con las bobadas mítico-literales características de la versión narrativa prevalente en la mayoría de las religiones, se avergüenzan de mencionar siquiera el aspecto espiritual del mindfulness… porque, si eso es lo que se entiende por espiritual, conviene decir desde ahora que mindfulness no tiene absolutamente nada de espiritual.

Convendrá ser, pues, muy cuidadosos con el modo de utilizar estos términos. Si por «espiritual» nos referimos a uno de los estadios más tempranos del desarrollo de la línea espiritual (especialmente de algo propio del estadio «mítico-literal»), mindfulness no es, en modo alguno, espiritual. Pero si, por el contrario, nos referimos a los estados más elevados de la conciencia o al despertar –es decir, a la «Conciencia de unidad» pura o a la «Identidad Suprema»–, mindfulness empezó y sigue siendo una práctica profundamente espiritual.

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