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¿Qué es el mindfulness y en qué medida difiere, el mindfulness integral, de lo que, al respecto, nos ofrecen los medios de comunicación?

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El mindfulness es una forma de entrenamiento corpomental que ha demostrado reducir espectacularmente el estrés; intensificar las sensaciones de calma, relajación y armonía; aliviar la ansiedad y la depresión; reducir el malestar provocado por el dolor; disminuir la presión sanguínea; aumentar la capacidad de aprendizaje, el Coeficiente intelectual y la creatividad y despertar los estados más elevados de conciencia a los que, en ocasiones, se conoce como «los logros más elevados de la naturaleza humana».3 Se trata de una especie de «esteroide» para las actividades humanas en general, desde las más mundanas hasta la iluminación espiritual, una práctica poderosa que tiene, al menos, 2 500 años de antigüedad a la que, durante todo ese tiempo, ha apelado el ser humano por el simple hecho de que funciona (no en vano se trata de uno de los principales ingredientes de la mayoría de los caminos del despertar).

La mayoría de los informes de los medios de comunicación occidentales que se han ocupado del mindfulness lo han hecho de un modo parecido al utilizado en un artículo de portada de la revista Time de 2004. En este caso, se han centrado en las considerables pruebas científicas recopiladas que demuestran los beneficios de mindfulness en casi todos los aspectos de la vida humana, subrayando especialmente su importancia en un mundo tan ajetreado y bullicioso como el nuestro, lleno de distracciones tecnológicas que cada vez entorpecen más nuestra capacidad de concentración. Las investigaciones realizadas al respecto prueban que los efectos de la práctica de los ejercicios básicos de mindfulness no se limitan a producir los beneficios mencionados, sino que van mucho más allá.

La práctica básica del mindfulness. ¿Y cuál es, exactamente, esa práctica? Se trata, simplemente, de sentarse en una posición cómoda, relajar la mente e, independientemente de lo que aparezca, dirigir la atención al momento presente. Siéntate, pues, en el suelo con las piernas cruzadas o en la postura del loto, coloca las manos boca arriba una sobre otra y descánsalas en el regazo, o apoya una mano en cada rodilla, o siéntate en una silla, con la planta de los pies apoyadas en el suelo, la columna erguida y las manos en una de las dos posiciones mencionadas. Focaliza y descansa luego la atención en el momento presente y date cuenta, clara y sosegadamente, de lo que está ocurriendo, tanto dentro como fuera de ti. Presta luego atención a un elemento concreto a la vez, siendo la respiración el más habitual de todos ellos. Más adelante veremos estas prácticas con más detenimiento, pero recuerda, por el momento, que la idea consiste en ser consciente de la respiración al inspirar, ser consciente luego de la pausa que separa la inspiración de la espiración, ser consciente de la espiración, ser consciente de la pausa que separa la espiración de la inspiración, ser consciente de la siguiente inspiración, y así sucesivamente. Y si, en algún momento, te pierdes dando vueltas a algo que te ha ocurrido en el pasado, a lo que crees que te deparará el futuro, o a lo que te ocurre en tu vida cotidiana (alguna situación que, durante la última semana, te haya molestado en el entorno laboral, en algún acontecimiento emocionante que tendrá lugar mañana o en algún problema de relación presente), suelta suavemente estos pensamientos y vuelve a prestar atención a la respiración. Haz esto entre 10 y 40 minutos una o dos veces al día.

Parece sencillo, ¿no es así? En realidad, es muy sencillo… hasta el momento en que lo intentas. Entonces te das cuenta del poco control que tienes sobre tus pensamientos y de la poca capacidad que tu mente tiene para llevar a cabo esta tarea. Tampoco tardarás mucho en darte cuenta de lo rápido que pierdes de vista la respiración y lo aprisa que empiezan a discurrir por tu conciencia pensamientos e imágenes. A veces te sentirás desbordado por sentimientos poderosos e indeseados y otras veces te sentirás atravesado por sentimientos extraordinariamente positivos y beatíficos. Y, cuando te des cuenta de lo poco consciente que eres de lo que sucede en tu mente y de lo que pasa en tu interior, entenderás porqué, determinada por tus pensamientos, tu conducta es tan confusa y caótica. Precisamente por ello, tu vida, en casi todas sus facetas, es menos exitosa, coherente y armónica y está lejos de tener la calidad, los logros, el cuidado y la excelencia que debería. Esa «mente de mono» confusa y errática que te acompaña a todas partes acaba socavando y determinando tu conducta en todos los dominios de tu vida. En las áreas que consigues gestionar adecuadamente, tienes mucho éxito, y, si miras con atención, te darás cuenta de que son las áreas en las que puedes concentrarte más clara, coherente y libremente y entrar en lo que se conoce como estado de flujo. Esos estados de flujo coherente te permiten hacer bien –a menudo muy bien– lo que hagas, independientemente de que tenga que ver con el entorno laboral, el mundo de las relaciones, la educación de tus hijos o, simplemente, relajándote. La meditación mindfulness es, en este sentido, una forma de conseguir que tu vida entera entre en estado de flujo.

¿En qué sentido es diferente el mindfulness integral? ¿Cuál es, pues, la diferencia que existe entre el mindfulness integral y el mindfulness normal y corriente? El mindfulness integral parte del mindfulness estándar, pero lo combina con muchos de los revolucionarios descubrimientos realizados por el modelo vanguardista anteriormente señalado y al que suele conocerse como teoría y práctica integral, que emplea ese marco de referencia para expandir los dominios de tu vida a los que puedes aplicar mindfulness y aumentar, en consecuencia, el número de entornos en los que puedes entrar en estado de flujo. Pero, por más que se trate de una posibilidad a la que todo el mundo tiene acceso, pocas personas son conscientes de ello y esa posibilidad se escapa sin que se den cuenta de ello. (Y, lo que es todavía más importante, es que se trata de una posibilidad presente, sin que lo advirtamos, en cualquiera de los estadios del desarrollo).

Ilustremos esto con el caso de nuestro idioma vernáculo, supongamos, el inglés. Cada persona educada en un país de habla inglesa acaba hablándolo más o menos bien, es decir, colocando adecuadamente sujetos, verbos y predicados, utilizando correctamente los adjetivos y los adverbios, ordenando bien las frases, etcétera. Pero si les pedimos que nos digan cuáles son las reglas de la gramática que determinan su expresión verbal, son muy pocas las personas que pueden hacerlo. Y es que, aunque todo el mundo se atenga más o menos estrictamente a esas reglas, ¡nadie es realmente consciente de ellas! Este es un ejemplo del tipo de ítems que la teoría integral subraya en todos los dominios de nuestra vida. Se trata de los mapas básicos que utilizamos para dar sentido al territorio en el que nos movemos, desde el entorno laboral hasta el mundo de la relaciones, de la creación artística, de la educación de los hijos, del aprendizaje, del deporte, de casi todo, en suma. Tenemos mapas de todas esas cosas, mapas que guían el modo en que nos movemos por ese territorio sin ser, hablando en términos generales, conscientes de ellos. (Y lo mismo sucede, como ya hemos dicho, con los estadios del desarrollo, que bien podríamos considerar como una especie de mapas ocultos). Y, como sucede con las reglas gramaticales, nos atenemos a esos mapas sin darnos cuenta de ellos. Y, francamente, muchos de esos mapas son muy rudimentarios, infantiles, inexactos o están sencillamente equivocados. Pero como no podemos verlos –porque, del mismo modo que no podemos ver las reglas de la gramática, también somos inconscientes de esos mapas ocultos–, en consecuencia, no podemos revisarlos, ajustarlos o reemplazarlos por otros que reflejen más exactamente los distintos territorios por los que nos movemos. Y de la misma manera que tendremos dificultades, si no contamos con un mapa correcto, en ir de una ciudad a otra, mal llegaremos, empleando un mapa equivocado, a nuestro destino. ¿No les suena todo esto? A mí, al menos, me resulta muy familiar.

Ahora bien, no es posible descubrir estos mapas a través del autoexamen o la introspección. No podemos descubrir las reglas de la gramática mirando en nuestro interior. De ese modo, solo podremos ver palabras, imágenes, signos y símbolos, pero no las reglas ocultas a las que se atienen. Para ello, deberemos estudiar objetivamente a numerosos usuarios de un determinado idioma, ver lo que tienen en común y deducir, de todo ello, las reglas que gobiernan su habla. Y lo mismo podemos decir con respecto a los mapas interiores que rigen buena parte de nuestra vida. Son cosas que no podemos ver mirando hacia dentro. De hecho, estos mapas (conocidos técnicamente como estructuras de conciencia) fueron descubiertos hace aproximadamente un siglo. Llevamos en este planeta más de un millón de años y solo durante los últimos cien hemos descubierto estos mapas ocultos. Por ello decimos que los estadios del desarrollo son un descubrimiento reciente.

Una cosa son las estructuras de conciencia y otra muy distinta los estados de conciencia. Y, como en breve veremos, la meditación nos permite acceder a los estados más elevados de conciencia, lo que incluye cuestiones como los llamados «estados alterados», los estados expandidos de amor, alegría, comprensión y conciencia, la sensación más amplia de identidad (incluida la sensación de ser uno con todo, es decir, la llamada «Identidad Suprema») y los estados de flujo en general o, dicho en otras palabras, el núcleo mismo de los caminos del despertar. Todos esos estados pueden verse por vía introspectiva y cuando experimentamos un sentimiento de amor por todos los seres y decimos «¡Amo a todo el mundo!», conocemos ese estado de manera directa e inmediata, aunque no podamos verbalizar las reglas gramaticales necesarias para elaborar esa frase. Los estados, como ya hemos dicho, fueron descubiertos por los seres humanos hará unos 50 000 años y se remontan a los primeros chamanes y hombres-medicina y sus búsquedas de la visión. Pero repitamos una vez más que las estructuras –es decir, los mapas ocultos– no pueden verse mirando hacia dentro y solo fueron descubiertas cuando, hace unos 100 años, apareció la psicología evolutiva.

Por eso, hasta el momento de su descubrimiento por la investigación sobre el desarrollo y su posterior resumen realizado por la teoría integral,4 ninguna de las grandes tradiciones meditativas tuvo la menor sospecha de la existencia de estos mapas ocultos. Por más brillantes que fuesen elaborando formas de meditación y contemplación como el mindfulness, por ejemplo (que conduce al despertar), ninguna de esas tradiciones las utilizó para descubrir esos mapas ocultos y reemplazarlos por versiones más adecuadas del desarrollo. La mayoría de los sistemas de meditación actualmente utilizados tienen, al menos, mil años de antigüedad, pero como el descubrimiento de esos estadios no tiene más de un siglo, no podemos advertir indicios de ellos en ningún sistema de meditación. Así que, por más que hayan logrado estados muy elevados de conciencia (incluidos los estados de iluminación o despertar que, según se dice, consisten en el «Despertar puro», es decir, en la realización del Fundamento Último del Ser), todavía se hallan a merced de esos mapas ocultos (y de los correspondientes estadios del desarrollo). A ello se debe que, impulsados como lo están por esos mapas ocultos inconscientes y distorsionados, hasta los más avanzados maestros de meditación acaben víctimas de nociones tan confusas como la homofobia, el autoritarismo, el sexismo y las jerarquías de dominio.

La forma más simple de recordar la diferencia que existe entre las estructuras de conciencia y los estados de conciencia es que aquellas (es decir, los niveles ocultos y los mapas ocultos) constituyen el fundamento del desarrollo, mientras que estos constituyen el fundamento del despertar y conducen a la iluminación. El desarrollo nos permite avanzar desde estadios o mapas menos desarrollados de nuestro mundo hasta estadios o mapas más adecuados, maduros y desarrollados, un gran paso hacia delante. El despertar, por su parte, nos permite avanzar desde los estados menos completos y avanzados hasta los estados más elevados y evolucionados que desembocan en el Despertar, la Iluminación, la Gran Liberación, la Metamorfosis, el satori o la Identidad Suprema: una auténtica transformación.

Meditación integral

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