Читать книгу Séneca - Obras Selectas - Lucio Anneo Séneca - Страница 49

VII

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«Pero es natural llorar a los propios». ¿Quién lo niega cuando se hace con moderación? La ausencia, y con mayor razón la muerte de los que nos son más queridos, es necesariamente cosa cruel y oprime hasta el ánimo más firme; pero la preocupación nos lleva más lejos de lo que manda la naturaleza. Considera cuán vehementes son los sentimientos en los animales, y sin embargo cuán cortos. Solamente uno o dos días se oyen los mugidos de las vacas: la carrera vaga y loca de los caballos no dura mucho tiempo. Cuando la fiera ha vuelto algunas veces a su guarida despoblada por el cazador, y siguiendo los rastros de sus cachorros, ha recorrido el bosque, en muy poco tiempo extingue su rabia. Las aves lanzan agudos gritos alrededor de su despojado nido, y pocos momentos después se calman y emprenden el acostumbrado vuelo. Ningún animal lamenta por mucho tiempo la pérdida de sus hijos, si no es el hombre, que ayuda a su dolor, no siendo su aflicción como la experimenta, sino como se la propone. Demuestra lo poco natural que es ceder al dolor el hecho de que la misma pérdida apena más a las mujeres que a los hombres; a los bárbaros más que a los pueblos de costumbres dulces y civilizadas; a los ignorantes más que a los instruidos. Ahora bien; lo que debe su fuerza a la naturaleza, la conserva igual en todos los seres, siguiéndose de esto que lo vario no es natural. El fuego quemará a todos, en toda edad, de toda ciudad, tanto a los hombres como a las mujeres: el hierro tendrá sobre todos los cuerpos su propiedad de cortar. ¿Por qué? porque la ha recibido de la naturaleza, que no exceptúa a nadie. Pero la pobreza, el luto, la ambición impresionan diversamente a unos y a otros, según influye en ellos la costumbre, haciéndonos débiles y cobardes haber creído de antemano terrible lo que no debía asustarnos.

Séneca - Obras Selectas

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