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~ GERMÁN Y LA AME ~

Germán era un hombre de setenta y nueve años, muy activo e independiente. Hace más de veinte que tenía un centro de eventos en una zona rural cerca de la capital, en el que se hacían matrimonios, paseos de oficinas, cenas de fin de año, aniversarios de matrimonio o cualquier otra actividad.

Era el tercero de nueve hermanos hombres, criado en un pueblo al sur de Santiago. Un hombre emprendedor, con la cabeza llena de sueños e ideas de hacer grandes negocios. En lo económico, siempre fue independiente, con poca aversión al riesgo. Solo al comienzo de su vida laboral trabajó para una o dos empresas, ya que en ese minuto sentía que tenía que tener algo de estabilidad económica para ofrecer a su mujer.

A la Ame, su señora, la conoció cuando ella tenía dieciocho años, había salido recién del colegio y era verano. Germán ya era mayor, tenía veinticuatro años y había decidido salir a recorrer el mundo por segunda vez. La primera vez había visitado Perú, Ecuador y se había internado un poco por el Amazonas. Había decidido volver en diciembre para pasar la última Navidad con sus padres y volvería a partir hacia el norte. Su primera parada sería Lima, en Perú y desde ahí las aventuras que su viaje le trajera. Estaba dispuesto a recorrer durante el tiempo que le tomara, otros lugares, otras ciudades, otras latitudes y quién sabe, tal vez instalarse en otra parte. Nada lo ataba realmente a su país natal. Ese era el plan, hasta que un caluroso día de enero acompañó a la piscina a uno de sus hermanos menores. Ahí la vio, descansando sobre el pasto leyendo una revista femenina. Le gustó inmediatamente, así que se le acercó y le pidió prestada la revista, solo para entablar una conversación. La Ame lo miró y ni siquiera le respondió. Humillado se volvió sobre sus pasos para pensar una mejor estrategia para conocerla, cuando vio que su hermano, conversaba con las chicas que la acompañaban. Cuando volvió Freddy a su lado, le preguntó por esas muchachas y se dio cuenta que su hermano conocía a las hermanas de la niña que quería conocer. Que excelente noticia. Por supuesto, inmediatamente le pidió a Freddy que los presentara y ahora sí pidió prestada la revista, que le sirvió de pretexto para ir a devolverla al día siguiente a la casa de ella. El plan de ir a recorrer el mundo había quedado postergado para más adelante o quizás nunca, ese día de verano había cambiado su vida.

Cuatro años pololearon. Por supuesto que tuvieron problemas, como cualquier pareja. La Ame terminó la relación con él y se puso a pololear con otro joven, pero la persistencia era algo que caracterizaba a Germán, por lo que no se dio por vencido, hasta que consiguió que ella terminara con el otro muchacho y volviera con él, ahora para casarse.

Tuvieron un hijo y dos hijas. Formaron una preciosa familia y como todos los matrimonios tuvieron altos y bajos. Germán era un soñador, un emprendedor, tenía muchas ideas, muy buenas ideas para hacer grandes negocios. También, mucha energía y empuje, pero le faltaba el dinero necesario, el financiamiento para iniciar su propio negocio. Tenía un trabajo estable en una gran empresa, pero él no se veía toda la vida trabajando ahí. Se sentía entrampado haciendo un trabajo rutinario y poco estimulante, definitivamete, eso no era para él. Juntó algo de dinero, para tener un poco de capital, renunció a su trabajo y empezó su primer gran emprendimiento, una fábrica de productos derivados del maní.

En el patio de su casa construyó un espacio adecuado para instalar la empresa. Invirtió en maquinaria y se puso manos a la obra para iniciar este emprendimiento. Hizo los trámites requeridos ante la autoridad sanitaria para obtener los permisos correspondientes, teniendo todo prontamente en regla. Le estaba yendo muy bien, increíblemente bien, las ventas iban subiendo, su sueño lo estaba logrando. Se iba haciendo conocida su marca y cada vez tenía más pedidos. Llegó con sus productos a los pequeños y grandes supermercados. Fue creciendo, tanto en ventas como en su cartera de clientes. Se sentía feliz, había sido un tiempo de mucho esfuerzo, de invertir, de muchos sacrificios, pero ya empezaba a cosechar. Esto ya le daba cierta tranquilidad, estaba empezando a despegar su negocio, su sueño se estaba haciendo realidad, era dueño de su destino. Pero el país estaba cambiando, había decidido abrir su economía a los mercados mundiales. Esta decisión macroeconómica significó una debacle para el negocio de Germán pues el país se abrió a la importación y ya no pudo competir. Llegaron productos derivados del maní a precios mucho más bajos, con envases más bonitos y competitivos. Comenzó a ver con temor que la gente, sus clientes, empezaron a preferir los productos importados y las ventas empezaron a mermar hasta que tuvo que cerrar. Fueron momentos difíciles, ya no era un muchacho. Tenía una familia que mantener y no podía darse el gusto de correr aventuras. Lo pasó mal, muy mal durante un buen tiempo. Como siempre, la Ame era su sostén, su apoyo. No obstante, ella también sentía temor. Tenían hijos pequeños que dependían de ellos y no podían esperar. ¿Por qué era tan soñador?, se preguntaba la Ame. ¿Por qué había tenido que renunciar a un trabajo, —que si bien era aburrido y rutinario— les daba la tranquilidad que requerían? En fin, no era el momento de seguir haciéndose estas preguntas, era el momento de poner manos a la obra y salir adelante. Tenían dos hijos de siete y ocho años y una hija pequeñita de dos. Sin embargo, la Ame no la pensó dos veces y buscó un trabajo de medio tiempo que le permitiera compatibilizar sus actividades de madre con ingresar algo de recursos al hogar. Luego los dos pudieron ponerse de pie. Volvieron a rearmar su economía y nuevamente a Germán le empezó a ir bien. Esta vez estaba en un negocio distinto, lo había aprendido trabajando con gente conocida y luego se había independizado. Eso era lo que a él le gustaba. Tenían un buen pasar, tranquilidad y eso lo hacía feliz. Seguía siendo un optimista y soñador, la Ame era su cable a tierra, la que lo bajaba de las nubes, la que lo volvía a la realidad. Por eso no le contaba todo a ella y ese fue esta vez su error.

Por segunda vez, le pasaba lo mismo, el país cambiaba y sus servicios fueron siendo requeridos cada vez menos. Sus hijos ya eran más grandes y él no quería admitir que las cosas no iban tan bien como antes. Le comenzó a ir mal, hizo malos negocios, se endeudó. No quería que la Ame se diera cuenta, porque se avergonzaba de lo que le estaba pasando, sentía que era su responsabilidad, le apenaba no poder darle la tranquilidad y estabilidad que ella se merecía.

La primera vez que le había ido mal, él le había contado todo desde un principio. Esta vez era distinto, había ocultado esa información, había tomado malas decisiones y eso ahora no le estaba dando tregua. No lo dejaba dormir, no sabía como saldría de este problema. Tenía a dos hijos universitarios, una hija en el colegio y muchos gastos aún por delante y no sabía ya qué hacer. Se hizo de valor y enfrentó la situación. Le contó a la Ame y a sus hijos que la situación estaba muy complicada, que tendrían que vender el departamento en que vivían, para poder pagar las deudas que había contraído y tendrían que irse a vivir a una parcela que tenían en Pirque. Esto le permitiría rearmarse, reinventarse y volver a partir.

Una vez más, la Ame lo apoyó. Ya tenían más de veinte años de matrimonio, lo amaba, era el padre de sus hijos. Sin embargo, le dolía que él no le hubiera dicho antes lo que estaba viviendo. Tal vez podrían haber tomado otras decisiones, tal vez podría haber ayudado y actuado antes, tal vez no habrían tenido que vender el departamento que ella tanto quería. Pero, nuevamente, no era momento de recriminaciones, había que actuar y la Ame una vez más fue su apoyo, su sostén, su compañera y su cable a tierra.

Fue idea de ella. ¿Por qué no aprovechamos nuestra parcela, para hacer paseos de colegio? Es un lugar tan lindo, tan tranquilo, con un bello jardín y un estanque. Y se pusieron manos a la obra. Comenzaron con paseos de fin de año y de a poco, con mucho trabajo, esfuerzo y dedicación fueron haciendo eventos de mayor envergadura. Actualmente, o mejor dicho hasta antes de la pandemia de covid-19, en su centro de eventos se hacían matrimonios, fiestas de empresas, paseos de fin de año. Este negocio les permitió la tranquilidad económica que habían buscado antes. Sus hijos terminaron sus estudios, se casaron y les dieron once nietos. Germán y la Ame aprovechaban la temporada baja de los eventos para viajar. Primero recorrieron todo Chile. A sus sesenta años, empezando la tercera edad, visitaron destinos imperdibles como San Pedro de Atacama, Isla de Pascua y Torres del Paine, además de otras ciudades preciosas, cada una con sus peculiaridades y magia. También fueron a distintos países y ciudades europeas, ya fuera por tour terrestres o arriba de algún crucero. Sin embargo, había un sueño que Germán aún no cumplía. Quería recorrer Suiza, tierra de sus ancestros. Ya había visitado algunas de sus ciudades, como Berna y Zúrich, pero lo que ahora quería hacer era recorrerla de palmo a palmo. Se lo propuso a la Ame y como siempre, ella lo secundó. Planearon el viaje, arrendaron auto y se lanzaron a la aventura. Estuvieron más de un mes recorriendo ese bello país. Fue un viaje de ensueño, del cual la Ame y Germán guardaron los más lindos recuerdos.

Es así como ni se dieron cuenta y llegaron a celebrar sus bodas de oro. Habían pasado cincuenta años desde ese lejano siete de septiembre en que ambos se dieron el sí frente al altar; en el que se juraron amor eterno y que estarían juntos para siempre, en las buenas y en las malas, en salud y enfermedad, hasta que la muerte los separe. Habían pasado momentos muy duros en estos cincuenta años, es verdad, pero eso siempre los fortaleció. También momentos muy buenos, llenos de alegría y felicidad y eso también los fortaleció. No sabían que en pocos años volverían a poner en práctica sus votos, “juntos en salud y enfermedad”.

Mi voluntad

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