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SUBLEVACIÓN DE VARSOVIA

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El 1º de agosto de 1944, un grupo perteneciente a la guerrilla Armia Krajowa se sublevó para ver a su patria libre, después de casi cinco años de lucha clandestina.

Siguiendo las órdenes del gobierno polaco en el exilio, a las cinco de la tarde miles de voces corrieron por toda la ciudad de Varsovia; los habitantes comenzaron a movilizarse. La ciudad quedó repleta de banderas blancas y rojas. Con poco armamento y muchas posibilidades de ser aniquilados, esperaban liberar la ciudad antes de la llegada del Ejército Rojo, los que oficialmente eran sus aliados y se encontraban muy cerca. De esta manera, tendrían ventajas para negociar su libertad con el gobierno ruso.

Al mando del general “Bor” se juntaron hombres adiestrados, mujeres y niños. Se colocaron un brazalete blanco y rojo en su brazo izquierdo para hacer frente al ejército alemán. Estos respondieron con carros blindados y aviones; bombardearon iglesias, hospitales y colegios. Prendieron fuego casa por casa, para que la población indefensa no tuviera un refugio donde ocultarse. Cuando las viviendas se entibiaron, los combatientes las volvieron a ocupar, en vano esperaron apoyo del ejército soviético, que se encontraba próximo a la ciudad de Varsovia.

En aquel verano muy caluroso, cerca de 45.000 sublevados pelearon durante sesenta y tres días. Sin alimentos, ni agua potable, prepararon sopa con carne de caballo, gato y perro, para no morir de hambre en la ciudad sitiada.

La Unión Soviética no permitió el uso de sus bases por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos para aprovisionar a los desesperados varsovianos que solicitaban ayuda urgente a los aliados. Con gran decepción, vieron alejarse al ejército ruso, detuvieron su avance para que los alemanes terminaran con la sublevación.

Pronto las conquistas comenzaron a desaparecer otra vez en las manos del enemigo, llegó el día en que no tenía sentido continuar con la lucha y debieron capitular. En la ciudad de Varsovia reinaba la muerte, el general “Bor” envió los últimos mensajes a Londres y destruyó el equipo de telegrafía.

Cerca de 200.000 personas habían muerto al fin del levantamiento, los sobrevivientes fueron sacados de la ciudad devastada. Varsovia se había convertido en un gigantesco cementerio, los cuerpos de los combatientes se encontraban esparcidos en las calles y aplastados entre las ruinas de casas y edificios. Muchos habían sido sepultados en los parques, una improvisada cruz de madera con el nombre escrito con lápiz, recordaba su identidad.

Los sobrevivientes buscaban a sus familiares, escribían sus mensajes en las pocas paredes que permanecían en pie. Anunciaban sus nombres y el lugar donde podían ser encontrados.

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