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Introducción.

La gestación de la identidad cultural romana

La gran diversidad de factores que hicieron de Roma la responsable de la unidad de la península itálica y el estado más poderoso de la Antigüedad o la ‘señora del mare Nostrum’, no fueron producto de la casualidad, sino que en realidad fueron resultado de un largo proceso.

Una de las características más significativas de la evolución cultural romana desde la fundación de la monarquía etrusca en el año

616 a.C., fue la progresiva aceptación de los rasgos culturales griegos. Si bien fueron varios los procedimientos mediante los cuales se produjo este fenómeno, destacaron fundamentalmente las relaciones pacíficas de carácter comercial y los contactos diversos derivados de la política expansionista que Roma comenzó a poner en práctica a partir del siglo IV a.C.

No obstante, en realidad el proceso de aculturación comenzó a finales del siglo VIII a.C. cuando comenzaron a manifestarse en Roma los elementos propios de la cultura orientalizante, cuya asimilación por parte de la civilización etrusca se presentó con la transformación de las primitivas aldeas protohistóricas en verdaderos núcleos urbanos. Asimismo, las civilizaciones itálicas, de las que Roma formó parte, ejercieron una influencia determinante en el desarrollo de las señas de identidad propias de la civilización romana. Sin embargo, el nacimiento de Roma como una auténtica urbe no se produjo verdaderamente hasta el comienzo de la expansión mediterránea, cuando la cultura romana dejó de contar con los múltiples rasgos arcaicos que la habían definido anteriormente y adoptó caracteres puramente helenísticos. Se crearía a partir de ese momento una verdadera y definida cultura propia que, sin necesidad de recurrir a los valores puramente tradicionales, absorbió los elementos sustanciales de otras.

La historia de Roma, y particularmente la de su vida cotidiana, nos proporcionará un conjunto de acontecimientos y de acciones memorables en los que, con toda certeza, aprenderemos cómo una civilización, para sobrevivir, debe reinventarse a sí misma al ritmo de los acontecimientos y refundarse, asimismo, en varias ocasiones sin abandonar por ello los que constituyen sus elementos característicos.

La vida cotidiana en Roma

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