Читать книгу Las leyes de la moral cósmica - Omraam Mikhaël Aïvanhov - Страница 5

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II

La importancia de la elección

Buscar el trabajo y no el placer

Actualmente, la gente ya no quiere oír hablar de moral. El tema más desagradable, el más repulsivo, el más pasado de moda, el más anticuado, es la moral. Y en Francia, en particular, nadie se ocupa de moralizar a los demás. Porque los franceses han comprendido que era ridículo y grotesco erigirse en moralistas. Quieren hacerse valer como eruditos, sabios, artistas, todo lo que queráis, pero no como moralistas. Han comprendido tan bien que la moral tradicional era hipocresía y falsas apariencias que, para ser lógicos, justos, honestos, sienten que hasta deben burlarse un poco de la moral. Por un lado tienen razón, porque esta moral ha sido inventada por los hombres, y es tan variable según las épocas y los países que no se comprende por qué hay que respetarla. Pero en realidad, todavía no han comprendido lo que es la verdadera moral, ni de dónde viene. Yo os mostraré ahora lo fácil y sencillo que es restablecer todas las leyes de la moral tal como la Inteligencia cósmica la ha establecido y no tal como los humanos la han fabricado de acuerdo con sus prejuicios, sus intereses o sus caprichos.

Antes de ir más lejos, quisiera volver primero a un punto del que ya os hablé y del que veo que todavía no sospecháis la importancia que tiene para vuestra salud, vuestra felicidad, vuestro éxito y para la armonía de todo vuestro ser.

Desde hace siglos, los humanos han hecho muchos progresos en el campo de la higiene alimenticia: saben que es mejor lavar las verduras, pelar las frutas, y que siempre hay que hacer una selección en el alimento para eliminar los elementos nocivos e indigestos. Pero todavía no han comprendido que, en el campo de los pensamientos y de los sentimientos, también existen alimentos que comemos y que digerimos más o menos bien según su grado de pureza. Deben pues ir más lejos aún para aprender a hacer una selección en el alimento psíquico como hacen con el alimento físico.

Si estudiamos la naturaleza de los sentimientos y de los pensamientos, veréis que de este estudio saldrá una ley moral: que para la edificación de nuestro organismo psíquico, sólo debemos escoger elementos que sean puros, sutiles, luminosos, divinos. “¿Por qué? ¿Por qué?” preguntará la juventud arrastrada por todos estos artistas del Living Theatre que han venido a predicar que debemos dar salida a todos nuestros instintos. Fueron a Avignon, la bella ciudad de los Papas, y ahí invitaron al público a subir al escenario a participar con ellos en una especie de orgía, para hacer, decían, la unidad con la multiplicidad. ¿Veis?: ¡pensaban hacer la unidad echándose los unos sobre los otros! El alcalde y la población se indignaron tanto que les echaron. Y ahora van a visitar Suiza... ¿Qué extraña filosofía es ésa?... Pero no hay que asombrarse, porque es la consecuencia de una ignorancia sobre la estructura del ser humano.

¿Cuántos pensadores han estudiado verdaderamente al hombre para saber cómo fue creado en el origen, en los talleres del Señor? Saben que tiene un estómago, que tiene un sexo, así que, claro, hay que contentarlos. Estoy de acuerdo, pero ¿acaso no hay que hacer una selección? Evidentemente, los jóvenes dirán: “¡Ah no!, ¡nada de selecciones!”

Pero si aceptan seleccionar el alimento, ¿por qué no quieren admitir también que engullendo indiscriminadamente cualquier sentimiento y cualquier placer, van a envenenarse? Besan a cualquier chica, o a cualquier chico, se acuestan con el primero que pasa sin saber todo lo que un ser humano transporta interiormente, nubes y emanaciones malsanas, y absorben así unos elementos tan nauseabundos que es exactamente como si chapoteasen en las cloacas.

Yo no estoy en contra de los intercambios, siempre debemos hacer intercambios, por supuesto; pero la cuestión es saber cómo hacerlos. Un intercambio debe aportar siempre una mejora, un embellecimiento.8 El amor debe siempre enriquecer a la pareja. Sin embargo, a menudo están enfermos y desequilibrados porque han tragado imprudentemente e irrazonablemente toda clase de elementos heteróclitos. La cuestión no está en no amar, sino saber hacer una elección para tomar solamente aquello que es verdaderamente puro y luminoso, y llegar a ser uno mismo puro y luminoso.

¿Qué es lo que caracteriza a un niño? Los niños, los adolescentes son gobernados por sus deseos, sus emociones, sus sensaciones; su inteligencia todavía no está despierta para medir, pesar, controlar y juzgar. Por eso se les pone junto a los adultos: padres, abuelos o educadores, que deben dirigirles, aconsejarles, protegerles. Porque los niños siempre se sienten atraídos por todo aquello que no es muy recomendable, y pueden caerse, herirse, quemarse, enfermar. Sabéis lo que dice el niño: “Quiero a papá, quiero a mamá, pero prefiero la mermelada...” Toda su mentalidad está resumida en esta palabra: mermelada, es decir, lo que es agradable, simpático, dulce, azucarado, fácil. El niño no sabe que aquello que es amargo y difícil le sería sin duda más provechoso. Todavía no ha llegado hasta esta sabiduría de escoger a veces lo que es desagradable. Y éste es el peligro, no sólo para los niños, sino también para los adolescentes: porque detrás de esta apariencia de belleza y de encanto están las trampas, las desilusiones, las amarguras. La juventud aún no conoce la vida y, como no es dirigida interiormente por un guía experimentado, se deja llevar por el sentimiento, el placer, sin razonar, sin pedir consejo. Por eso los jóvenes se queman, y después, son desgraciados, lo lamentan.

Mientras la juventud no sea guiada por una sabiduría interior, debe obedecer a sus padres, porque los padres que tienen más experiencia, están bien inspirados para protegerles, para instruirles. Claro que ésa no es la opinión de los jóvenes: para ellos los padres son unos “carcamales”, y el mejor guía al que hay que seguir, cueste lo que cueste, es el placer. Pues no, se equivocan. Creen tener razón, pero más tarde, después de las caídas, de los fracasos, de las pérdidas, empezarán a razonar, y quizá se pronuncien a favor de los adultos diciendo: “A pesar de todo tenían razón, porque eran mayores, tenían más experiencia...” Pero será demasiado tarde.9

Analicemos ahora esta tendencia de buscar el placer. ¿Acaso debemos tener una confianza absoluta en este impulso de nuestra naturaleza que nos empuja a satisfacer todas nuestras necesidades instintivas?

Algunos encuentran placer comiendo o bebiendo desmesuradamente, peleando, robando, destruyendo, violando mujeres... Comprendo que puedan encontrar placer en estas cosas, ¡la naturaleza es tan rica en posibilidades! Pero si no está orientada y dominada por un razonamiento, por una sabiduría, yo encuentro que esta búsqueda de placer está absolutamente injustificada. Está justificada en su impulso, pero nunca está justificada en el cumplimiento. No debemos darle la libertad de realización. Que tengáis necesidad de comer, de beber, de poseer, de mandar, de besar a las chicas, es maravilloso, todas estas necesidades son unas fuerzas magníficas, no tienen nada de malo; pero se vuelven malas cuando no está el otro factor, el razonamiento que os guíe. Porque entonces, podéis ir demasiado lejos, provocar disturbios, hacer daño, cometer crímenes.

No podemos condenar en el hombre la necesidad de buscar el placer, es una tendencia natural. Todos nosotros buscamos el placer. No existe una criatura en la tierra que no busque el placer, ni siquiera los más grandes Iniciados. Diréis: “¡Pero entonces estamos justificados!” Sí, pero todo depende de cómo lo buscamos y dónde lo buscamos. Hay que hacer una diferencia.

Tomemos el ejemplo de un hombre que no piensa más que en acostarse con las mujeres porque encuentra en ello un placer extraordinario: ¿qué busca?... Ya hemos analizado esta tendencia y encontramos que él mismo no sabe lo que busca, pero que en toda la naturaleza existe una tendencia a buscar al Creador y únicamente a Él, porque el Creador lo contiene todo: la felicidad, el gozo, la maravilla, la poesía, la fuerza... Y como el pobre hombre no tiene las cosas muy claras, piensa que encontrará esta fusión, este éxtasis, acostándose con las mujeres. Podemos decirle: “Está bien, la tendencia no es mala, pero no la enfocas bien, no estás bien orientado: en vez de ir a buscar el verdadero placer uniéndote al Señor, pasas por las cloacas. Existe un camino mejor que éste...”

No debemos condenar a este hombre, porque busca al Señor. Sí, busca al Señor, porque detrás de este placer, de este gozo, se encuentra Dios mismo... ¿Os gusta comer? Es a Dios a quien buscáis también a través del alimento, porque en este gozo de comer, está Dios, y nada ni nadie puede procuraros ningún gozo, ninguna maravilla fuera de Dios. Pero le buscáis por caminos indirectos en vez de ir directamente a Él, como hacen los Iniciados. Los Iniciados también buscan al Señor, quieren saborear la felicidad y el éxtasis, pero no quieren pasar por caminos llenos de barro que les retrasarán y les complicarán las cosas.

Puesto que Dios ha difundido por todas partes, en cada cosa, en cada ser, una partícula de su quintaesencia, podemos encontrarlo en todas partes. Pero dispersándose a diestro y siniestro como hace la gente, necesitarán miles de millones de años. Para encontrarle directamente, hay que buscarlo a través de la luz, a través de la bondad, a través de la pureza. Bajo una u otra forma, siempre es al Señor a quien buscan los humanos, siempre quieren volver a la fuente, volver a encontrar esa vida del Paraíso en la que estaban sumergidos en el origen. Pero como no tienen luz, como nadie les orienta, entonces, los pobres se las arreglan como pueden, y se ensucian tanto que son irreconocibles. Sin embargo, en realidad, la tendencia era buena: inconscientemente querían unirse a Dios, pero mientras tanto, se unen con pequeños diablos.

La filosofía hindú explica que la apariencia de los fenómenos es a menudo ilusoria, que detrás de la belleza se esconde la fealdad, detrás de la riqueza se esconde la miseria, detrás de la fuerza la debilidad. A esta apariencia que engaña la llaman “maya”: la ilusión. El sabio es aquél que llega a traspasar el velo de las apariencias para descubrir la realidad; una vez que ha descubierto esta realidad, una vez que la ha contemplado, decide dar, o no dar, una salida a su deseo. Porque, a menudo, justamente, cuando descubrimos la realidad, estamos tan decepcionados, tan fríos, que ya ni siquiera queremos satisfacer nuestro deseo: ahora que lo vemos bajo una nueva luz, estamos horrorizados por este monstruo al que alimentábamos.

Mientras no vemos, mientras no comprendemos, nos dejamos llevar, ¡y ahí están las trampas! Nos encontramos con tantos chicos y chicas que ya están decepcionados, tristes, que son desgraciados. Dicen: “Me equivoqué, creía haber encontrado la felicidad y me equivoqué, lo lamento, me equivoqué...” Pero, mientras tanto, han perdido todo su frescor. Han permitido que cualquiera venga a lavarse en su lago, y todos han dejado en él sus suciedades. Y ahora que su lago ya no es tan transparente, tan límpido, tan bello, ya no refleja tan bien las estrellas y el sol.

Cuando un chico y una chica están abrazados, no saben que entre ellos se produce una ósmosis, una nivelación. Sí, en el campo electromagnético, en las emanaciones, se produce una ósmosis, y esto llega muy lejos, porque las debilidades del chico penetrarán en la chica, e inversamente. Evidentemente sucede lo mismo con las cualidades. El amor crea una nivelación entre los seres, por eso, antes de empezar a hacer esta nivelación, los jóvenes deben conocer la ley de la elección y de la selección, y lo mismo que con el alimento físico, deben reflexionar antes de comer el alimento astral: estudiar este alimento, saber quién lo ha fabricado, de qué región viene, qué contiene, etc. Desgraciadamente, a los jóvenes no les gusta reflexionar, y muy raramente viene a ayudarles su intuición para encontrar la actitud o la actividad que les hará felices. A pesar de su instrucción y de sus conocimientos, se comportan en función de sus sentimientos y no de su sabiduría.

Yo no estoy en contra del sentimiento, nunca he estado en contra de la necesidad de amar, al contrario, porque ahí está el sentido de la vida; pero hay que hacer funcionar también la inteligencia, tener discernimiento, hacer una selección, una elección, saber a quién amar, cómo amar, y cómo espiritualizar y sublimar nuestro amor. “¿Por qué? – Para hacer un trabajo. – ¿Y el placer entonces? – El placer será reemplazado por el trabajo. – ¿Y ya no tendremos placer? – Sí, tendremos placer, pero un placer mucho más sutil, mucho más completo, mucho más divino, un placer que no dejará ninguna pesadumbre...” Porque el placer tal como lo comprende la juventud, pronto se transforma en veneno, en amargura: es fatal. Tomemos la imagen del oro y del plomo. El oro no se oxida, siempre es resistente, noble, precioso, resplandeciente, luminoso, mientras que el plomo es apagado... Si lo cortáis un poco, brilla unos minutos y después de nuevo se empaña. Y cuando los alquimistas trataban de transformar el plomo en oro, en realidad lo que querían era transformar la naturaleza humana, nada más que esto: ennoblecer al ser humano. Y ello sólo es posible reemplazando el placer por el trabajo.

Todos aquéllos que sólo piden placer, que han puesto en su tren el letrero “Placer” para llegar hasta este pueblucho, cuando lleguen a él verán que es un extraño lugar con ciénagas llenas de mosquitos, de sapos, de serpientes, de avispas, y gritarán. Mientras que aquéllos que procuran encarrilar su tren hacia otra estación que se llama “trabajo” descubrirán unas regiones fantásticas. Diréis: “Pero ¿qué significa esto?” Significa que esas emanaciones, esos torbellinos, esas erupciones volcánicas provocadas por la fuerza sexual deben ser canalizadas, dirigidas y consagradas para un trabajo especial en el cerebro, para poner en movimiento unos centros que hasta entonces estaban dormidos, y hacerlos funcionar. Entonces el hombre se convierte en un genio, un Maestro, una divinidad.

Muy pocos han llegado a hacer este trabajo, pero a mí siempre me apasionó este tema y me puse manos a la obra. Por eso puedo orientar a los jóvenes; pero no me comprenderán, porque no es eso lo que buscan, buscan el placer a todo precio. Para ser felices, supuestamente. Pero ¿acaso es seguro que serán felices? Justamente, no es nada seguro. Porque el placer está ligado al descontento, y las efervescencias a la decrepitud. Como no tienen ninguna mesura, comerán y beberán (simbólicamente hablando)... como en la Sorbona, en donde habían escrito, según parece: “Aquí, amor a gogó...” ¡Así es cómo comprenden el amor! ¿Y cuáles serán los resultados? Eso, los pobres, no lo saben, nadie les ha instruido.

No se trata de impedir a los jóvenes amar, crear o ser libres, pero hay que instruirles. Piden libertad, es legítimo, todo el mundo debe pedir la libertad. Pero esta libertad que buscan en el desenfreno no es en realidad más que una esclavitud. Fumar, acostarse, romper, ensuciar, insultar, ¡eso es la libertad para ellos! Pero ¿a dónde les llevará esta libertad? Yo no estoy en contra de la juventud; yo también he sido joven, y lo soy todavía. Sí, interiormente, soy más joven que los jóvenes. Ellos ya han envejecido, lo veo: en sus deseos, en sus actitudes, son viejos. Por eso hay que instruir a la juventud, mostrarle que antes de lanzarse a experimentar cualquier cosa deben reflexionar y tomar solamente lo que es bueno.10

En el terreno de los sentimientos existe la misma variedad y la misma riqueza de alimentos que en el plano físico. Algunos sentimientos son charcutería, sí, son morcilla, jamón; otros son verduras o frutas, otros aún son vino o droga... Pero como la juventud no conoce este mundo del sentimiento, se traga cualquier cosa y se envenena.

Cuando hablo de la juventud, sé muy bien que muchos adultos no son más razonables que los jóvenes. Ellos también sólo buscan el placer, no tienen ningún conocimiento y se tragan suciedades que les hacen caer enfermos. Por eso les aconsejo que tomen ciertas pociones amargas, sólo eso les curará. Han comido demasiadas golosinas y ahora deben tomar un poco de quinina, y la encontrarán en la sabiduría. Evidentemente, no es muy agradable, pero deben hacerlo, porque si no estarán en cama con fiebre.

Siempre encontraréis en los humanos pasiones y deseos que bullen, eso no falta en ninguna parte. Pero lo que es raro, lo que casi no se encuentra, es la inteligencia que permite hacer una elección. Sin embargo, es ella precisamente la que es la más preciosa, pero los humanos no la quieren. Dicen: “Si nos mostramos prudentes, inteligentes, nos veremos obligados a renunciar a ciertos gozos, y no tenemos ganas de privarnos...” Decir una cosa semejante es confesar que son ignorantes y estúpidos porque, al contrario, serían más felices si fuesen lo suficientemente inteligentes para discernir la naturaleza de sus sentimientos y hacer una selección. ¿Cómo puede uno ser feliz cuando es ciego? Cuando uno no ve nada ni prevé nada para protegerse, está a la merced de cualquiera. No os imaginéis que la felicidad vendrá si estáis ciegos. Es como si os diesen un saco cerrado diciéndoos: “Vamos, mete la mano, en este saco hay de todo, toma lo que te convenga...” Y metéis la mano en el saco, sin mirar, os muerde una víbora y os morís. Creedme, si estáis ciegos siempre habrá una víbora para morderos.

Nadie puede reprocharos que tengáis necesidad de intercambios. Yo también los necesito; sólo que no busco el gozo y la felicidad en las cloacas, sino en esta fuente de amor universal: el sol. El sol deposita sus partículas de vida en toda la naturaleza, y son estas partículas las que recibimos a través de las piedras, las plantas, los animales, e incluso a través de los hombres y las mujeres. Porque los hombres y las mujeres poseen también algunas partículas del sol, pero muy pocas, insuficientes, por eso nunca se sienten verdaderamente saciados y siempre se ven empujados a buscar en otra parte.

El verdadero amor se encuentra a profusión en el sol, y es ahí dónde hay que ir a buscarlo. Mientras no bebáis de la fuente, sólo encontraréis pequeñas gotas de rocío condensadas sobre algunas hojas, sobre algunas flores, y esto es poca cosa. Hay ciertamente lugares en el cuerpo del hombre o de la mujer en los que el amor se deposita un poco, pero si solamente lo buscáis ahí, estaréis siempre hambrientos, sedientos. Y esto es lo que les sucede a todos los que se aman: encuentran que queda todavía un vacío en ellos, no se sienten colmados, les falta algo. Ahora tienen que ir a buscar a la fuente este inmenso amor que abreva y alimenta a toda la creación.11 Después, que amen a un hombre o a una mujer si quieren; pero para encontrar la plenitud, deben ir primero a buscar este amor a la fuente. No hay hombres o mujeres que puedan encontrar la plenitud solamente con otras mujeres u otros hombres. A la larga, siempre queda una parte de sí mismos que no está satisfecha, que no es colmada.

Ya sé que lo que aquí digo es algo muy lejano e incluso irrealizable para muchos. Ni siquiera lo comprenden, así que no hablemos de la realización, ¡hacen falta siglos! Pero yo, conozco a alguien que ha realizado eso, así que preguntadle cómo podéis realizarlo vosotros también... ¿Acaso soy desgraciado? ¿Acaso busco a las mujeres? No, tengo todo lo que necesito... un amor a derramar sobre toda la humanidad, ¡y esto desborda! Y si yo he logrado encontrar el secreto, vosotros también podéis hacerlo. Pero no queréis. Razonáis como todos aquéllos que creen que serán desgraciados si no satisfacen sus deseos sensuales. Bueno, bueno, que los satisfagan, yo no me opongo, pero veremos más tarde. ¿Y qué veremos? Lo que ya hemos visto: la ruina, la quiebra. Ya lo hemos visto en grandes celebridades, escritores, artistas, poetas, músicos, que eran víctimas de una pasión que no podían vencer. En realidad, no querían vencerla, porque pensaban que todavía serían más desgraciados si se desembarazaban de ella. Y las nueve décimas partes de la humanidad razonan de esta manera.

Me he encontrado con mucha gente que estaba enferma, que eran desgraciada, y yo les decía: “Lo que tiene que hacer es esto. – ¡Pero no tengo tiempo! – ¡Ah! ¿No tiene tiempo? Bueno, ya veo, ya veo... – ¿Y qué ve? – Veo que tendrá tiempo para sufrir...” Si no tenemos tiempo para la luz, lo tendremos para las tinieblas. Si no tenemos tiempo para la salud, lo tendremos para la enfermedad, para dar vueltas y vueltas en la cama. ¿Qué queréis que os diga? Es matemático, es absoluto. Conozco el razonamiento de los humanos. Razonan como niños, todavía no han dejado los pañales. ¡Si escuchaseis su razonamiento! Claro que si no tenéis ningún criterio encontraréis que es original, filosófico, que es algo que se sale de lo corriente; diréis: “¡Qué pensador más formidable!” y estaréis maravillados. Pero si sois Iniciados, encontraréis que estos razonamientos son los de un bebé.

Mis queridos hermanos y hermanas, debéis saber que vuestro cuerpo se construirá con los materiales que absorbéis. Por tanto, si estos materiales no son puros, seréis impuros; si estos materiales son nocivos, estaréis enfermos. He ahí una ley absoluta, no sólo en el plano físico sino también en el plano psíquico. Lo mismo que con el alimento, debéis estar atentos para que los pensamientos y los sentimientos que absorbéis y digerís sean puros.

Compadezco a aquéllos que no quieren comprender estas grandes leyes. Yo no las he inventado, las he observado en la naturaleza y las he verificado en mí mismo. Por eso, ahora podéis decirme todo lo que queráis, podéis inventar cualquier filosofía nueva, yo la compararé con lo que la Inteligencia cósmica ha escrito en la naturaleza. Si veo que la Inteligencia cósmica la aprueba, la aceptaré; pero si la Inteligencia cósmica me muestra que vuestra filosofía contradice todo lo que existe en la naturaleza, la rechazaré.

Los jóvenes tienen tendencia a aceptar solamente aquello que les resulta agradable. Lo comprendo, pero ya os dije hace un rato que lo que es agradable no es un guía seguro. No hay que dejarse llevar por lo que es agradable, porque lo que viene después es siempre desagradable. Darse festines en un restaurante es agradable al principio, pero cuando debemos pagar resulta un poco desagradable. ¿Por qué imaginarse que podremos comer a saciedad sin pagar nada?

En la vida todo se paga, de una u otra forma todo se paga. Hay mercados, tiendas, escaparates, todo está expuesto delante vuestro para que os sirváis, pero una vez que os habéis servido, debéis pagar. Y justamente, esta idea de que luego hay que pagar es la que debemos retener y decir: “No vale la pena, será demasiado caro, el placer es pasajero, pronto no quedará ni rastro y después necesitaré años para pagar mis deudas...” Pero no creáis que yo quiero privaros de gozo y de felicidad, no, sólo os pido que reemplacéis todos estos gozos tan costosos por otros que no lo son. Existen cosas indispensables, y en general, estas cosas indispensables no cuestan nada: la luz del sol, el aire, el agua, el alimento, no podéis pasar sin todo eso, y no cuestan nada, salvo el alimento, un poco.

Según parece, desde el mes de mayo la juventud hace manifestaciones para reclamar el derecho a fumar, a acostarse, a rebelarse. No dice: “Tenemos necesidad de luz, necesidad de espiritualidad, de una ciencia divina...”, no, lo que reclama es la libertad de comer, de beber y de divertirse... Esto no es nuevo ¿sabéis? Desde la creación del mundo no se oye otra cosa. Como los romanos, que pedían pan y circo. No se oye a nadie decir: “Tenemos necesidad del Reino de Dios y de su Justicia...” Lo que reclaman siempre es la facilidad y los placeres.

Pero lo mismo que es necesario que el hombre escoja siempre el mejor alimento físico para su salud, su belleza y hasta su inteligencia, también es necesario que escoja el mejor alimento psíquico. Este es aún un punto de la moral que no podemos negar. La gente quiere mezclarlo todo, y eso no es moral, contradice la inteligencia de la naturaleza. Podemos hacer esta mezcla, pero será la muerte espiritual. Por eso la juventud no debe entregarse perdidamente a los placeres, a disfrutar, a divertirse, sino a instruirse, a trabajar, a formarse. Y después, Dios mío, no se la privará de nada. Pero primero debe aprender a dominarse, a controlarse, en vez de dejarse ir hacia el desorden. Porque, si no, ¿qué es lo que sucede? Se desmagnetiza, pierde su frescor, su encanto, su sutileza, algo celestial, encantador, todo aquéllo que constituye su mayor riqueza.

Por el momento, las puertas de la perdición están abiertas a los jóvenes. Por todas partes sólo piensan en seducirse, en excitarse. Y nadie puede hacerles sentar la cabeza, nadie, ni siquiera los pensadores o los sacerdotes, porque no hay ciencia tras sus palabras; dan buenos consejos, sí, pero no argumentos científicos. Ahora hay que dar unos argumentos científicos que nadie pueda refutar.

Yo no estoy en contra del placer. Es legítimo querer el placer, pero ¿por qué no añadirle al placer otro elemento para que cuando el hombre y la mujer se unan produzcan una chispa, una luz? Solos, no podemos producir la luz. El hombre y la mujer se buscan, porque la mujer, sola, no puede tener un hijo; y el hombre tampoco. Pero cuando los dos se unen, surge la chispa, el hijo. Lo mismo sucede interiormente; sin el pensamiento, el placer o el sentimiento está incompleto. Ahí tenéis otro argumento científico. ¿Por qué actuar sin el otro compañero que está ahí, dentro de nosotros: la inteligencia? La inteligencia no puede hacer nada sin el poder del sentimiento, y el sentimiento no puede hacer nada sin el poder de la inteligencia.

No soy tan estrecho o puritano, sólo miro las cosas desde otro punto de vista. Si fuese útil, si fuese estético, constructivo, yo sería el primero en aplaudir todas estas reclamaciones de la juventud. Observad a los nudistas, no les he acusado, no les he condenado; pero lo que no me gusta en ellos, es que, con el pretexto de aire, de sol, de libertad, hay otra cosa en su cabeza y su manera de vivir no es irreprochable. No estoy en contra de sus ideas que son verídicas y que están conformes con la naturaleza, sino de su aplicación, que no está a punto. Si estuviese verdaderamente a punto, yo sería el primero en predicar el nudismo.

Por otra parte, todo eso no es nuevo, incluso se han visto cosas peores. En todos los tiempos, ha habido gente que se ha juntado para entregarse al desenfreno, e incluso en París, hace una decena de años, una Rusa, Naglowska, introdujo prácticas de magia sexual. Se ponía en el centro de un círculo de parejas que hacían el amor, con el pretexto de que ella sabía recoger las fuerzas fluídicas que emanaban de ellas para producir fenómenos magníficos con estas fuerzas. Que hay fuerzas que se desprendan, esto es seguro; pero que una pobre chica desequilibrada sea capaz de transformarlas, ¡eso no! Pueden contar todo lo que quieran, pero conmigo, esto no sucede. Yo hago un análisis, peso, selecciono, y no puede pasar nada que no sea verídico.

La gente siempre tiene tendencia a dejarse llevar por su sensualidad, y después, claro, encuentran justificaciones: “Pero la idea es buena, la idea es la unidad, es la transformación, la sublimación...” ¡Si se tratase solamente de decirlo para que fuese verdad! Se sirven de buenas ideas que toman en los libros esotéricos, pero la forma de aplicarlas es infernal. Debéis estar informados.12 Estas prácticas existen o han existido en ciertas tribus de África, y por todas partes en la India, en Japón... e incluso en Inglaterra, con Aleister Crowley, un ocultista que ya murió... Es posible que, en ciertos casos, estas prácticas sean ejecutadas con una gran pureza, pero esto es extremadamente raro, y desgraciadamente, cada vez más, van a ser propagadas por el mundo entero. En todas partes habrá orgías, bacanales... Veréis lo que va a suceder dentro de algún tiempo. Porque, cada vez más, el verdadero saber se va, este verdadero saber que expongo aquí ante vosotros y que es irrefutable. Mientras no lo conocéis, creéis poder justificar todas vuestras tonterías, pero si lo conocéis, ¡id a justificaros! Ya no podéis.

Algún día, si la juventud llega a esta comprensión, quedará horrorizada del abismo que se presenta ante ella, y quizá sea ella la que dé la voz de alarma, la que haga sentar la cabeza al mundo entero. Yo lo espero, lo deseo. De momento, no sabe, y los adultos no le han aclarado las cosas, porque tampoco ellos las tienen claras; así que, ¡es tan normal que se dejen guiar por sus deseos, por sus tendencias! ¿Qué hay en ello que sea tan reprensible? Sí, pero si añadimos el verdadero saber iniciático, se contentarán con saborear el placer en dosis homeopáticas, y la cosa será diferente. Todo puede ser una medicina, incluso el placer; pero si tomáis demasiado, o con gente sucia, seréis envenenados.

Bonfin, 4 de agosto de 1968

8 El yoga de la nutrición, Col. Izvor nº 204, cap. IX: “La ley de los intercambios”.

9 Un futuro para la juventud, Col. Izvor nº 233, cap. XII: “Compararse con los más grandes para evolucionar”, y cap. XIII: “La voluntad sostenida por el amor”.

10 El amor y la sexualidad, Obras completas, t. 14, cap. XXVII: “La juventud ante el problema del amor”.

11 El amor y la sexualidad, Obras completas, t. 15, cap. III: “El Sol, fuente del amor”.

12 El amor y la sexualidad, Obras completas, t. 15, cap. XVI: “Vivir con amor”.

Las leyes de la moral cósmica

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