Читать книгу Las leyes de la moral cósmica - Omraam Mikhaël Aïvanhov - Страница 6

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III

La actividad creadora como medio de evolución

Al observar los acontecimientos, porque, como estoy en el mundo no puedo dejar de ver lo que sucede, constato que, cada vez más, los hombres están perdiendo algo esencial. Eso se ve en muchos signos: ya no saben qué creer ni a dónde dirigirse, y a pesar de la cultura, de la ciencia, de los progresos en todos los campos, están cada vez más inseguros y confusos. Así que, en mi opinión (yo también tengo derecho a pronunciarme, puesto que todo el mundo se pronuncia), lo que les falta a los humanos es, un verdadero sistema filosófico.

Como cada uno es libre de inventar o de creer lo que quiera, vemos aparecer toda clase de opiniones y de teorías extravagantes. Pero no existe un sistema en el que todo el mundo pueda apoyarse. O, mejor dicho, existe una tradición espiritual y moral, pero la mayoría ha dejado de creer en ella y se deja influenciar por todo lo que es deforme, pervertido, tenebroso. Los humanos no quieren nada de lo que es verdaderamente sensato, ordenado, armonioso, ya están hartos de todo esto, desean otra cosa... ¡para cambiar! Mirad solamente a los artistas: ¿por qué los pintores, los escultores, los músicos, los poetas se obstinan en reproducir todo lo que es feo, deforme, caótico? En el pasado, los artistas buscaban la belleza, la armonía, la perfección, la luz, pero ahora rechazan todo eso. Y aunque todavía hay gente que tiene principios, un ideal, les desprecian, piensan que no pueden hacer nada con ellos.

Porque me acuerdo, puedo comparar lo que hoy sucede con la vida que viví en el pasado lejano, cuando el Reino de Dios existía en la tierra, la Edad de Oro, y la humanidad vivía en la paz, la felicidad y la abundancia... Un día, todo esto desapareció y el mundo cayó bajo la ley de la anarquía y de la violencia. Ya no hay sitio para el amor, la inteligencia, la bondad, la dulzura; el único dios, el único credo, es la violencia, la violencia bajo todas sus formas.

Durante los acontecimientos de mayo, en París, cuando se produjo toda esa rebelión de la juventud, yo no estaba en Francia, pero toda mi alma velaba y estaba inquieta, porque tenía el presentimiento de que la guerra civil se acercaba. Ésta pudo ser evitada, gracias al Cielo. Después, hablé con algunos jóvenes y uno de ellos, en particular, me decía que la rebelión era el único medio de obtener un cambio, que todo el desarrollo de la historia muestra que para conseguir algo, para obtener una mayor justicia, una mayor libertad, los hombres siempre se han visto obligados a utilizar la fuerza y la violencia. O, si no, me decía este joven, hay que separarse de la sociedad para formar una pequeña sociedad aparte y vivir como uno desee. Yo le dije: “De acuerdo, pero hay una tercera solución...” De la primera solución, claro, la historia nos da más ejemplos. Pero, desgraciadamente, cuando se ha desencadenado un movimiento, ya no se puede controlar y va hasta el final; las pasiones, los instintos se desencadenan, hasta el punto de que la razón ya no puede intervenir para remediarlo. La segunda solución es, de momento, irrealizable. La juventud no tiene a nadie que pueda aconsejarla y guiarla para organizar otra sociedad. Pero existe otra solución, y es hacer, por ejemplo, como los hindúes, que con sus reclamaciones legítimas, lógicas, inteligentes, con el método de la no-violencia y de la dulzura, provocaron en el mundo tantas reacciones favorables que Inglaterra se vio obligada a ceder. Ante esta abnegación, ante esta fuerza moral de todo un pueblo, comprendió que, si seguía queriendo esclavizarlo, perdería todo su prestigio.

Pues bien, si la juventud hubiese actuado de otra forma, también habría hecho capitular al mundo entero. Gracias a la superioridad de sus reclamaciones, a la inteligencia de sus métodos, a la tranquilidad, la disciplina y el orden, sin romper ni quemar nada, hubiera podido remover la conciencia del mundo entero. ¿Por qué ir a tomar como guías a Ché Guevara, Fidel Castro o Mao-Tsé-Tung? La juventud debe ir a instruirse a otra parte, con seres más elevados y más luminosos que esta gente. Además, una política que tiene éxito en un país, no lo tiene forzosamente en otro: los mismos métodos pueden no ser convenientes para todos los países. La juventud tiene aún mucho que aprender. Debía vencer, claro, pero con su superioridad moral y no con la violencia. Tomar como modelo los ejemplos de violencia que nos ha transmitido la historia, ¡qué pobreza de juicio y qué miseria en la elección!13

La situación en la que está sumergida la humanidad, sin meta, sin sistema filosófico verdadero, es muy inquietante, ¡cuántas veces os lo he dicho! Con la mentalidad de los humanos de hoy, podemos esperarlo todo. Y esto aún no es nada, otros acontecimientos más terribles van a producirse, ¡es tan fácil de predecir! Cuando los hombres ya no llevan a ningún Dios en su corazón, ¿por qué deberían seguir siendo buenos, generosos y dulces? Es verdad, parece inútil ser honestos y buenos en semejantes condiciones. Por eso tengo ahora el deseo de presentar, ante el mundo entero, un sistema filosófico, religioso o moral que nunca nadie, ni sabios, ni pensadores, ni religiosos puedan demoler. Podrán reírse, podrán burlarse, pero será un sistema irrefutable e indestructible, porque no es un invento humano que varía según las épocas y los lugares, sino que es la Inteligencia cósmica la que lo ha establecido.

Cuando habéis transgredido ciertos códigos o ciertas prescripciones de la moral humana, si os pillan, debéis pagar; pero si os escapáis, la naturaleza no vendrá a castigaros porque sólo habéis transgredido la moral humana. Mientras que si transgredís las leyes de la naturaleza, no os escaparéis. Aunque los humanos vengan a inclinarse ante vosotros y a traeros coronas, la naturaleza os castiga. Para los humanos quizá seáis héroes, ¡pero la naturaleza os manda a la cama! La naturaleza es implacable. No es que ahora os aconseje que transgredáis las leyes humanas, no. Ha sido dicho: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”,14 es decir, hay que respetar, a pesar de todo, las leyes del país, las leyes humanas, pero ante todo hay que respetar las leyes de Dios, es decir, las leyes de la naturaleza.

El primer punto que os presenté, lo tomé de la agricultura, y es la ley de las causas y de las consecuencias: cosechamos lo que sembramos. Después os mostré que, de la misma forma que en la vida física el hombre siempre se ve obligado a hacer una elección, una selección, también debe escoger y seleccionar en el campo de los sentimientos y de los pensamientos. Son dos puntos irrefutables: han quedado bien claros… Hoy os presentaré otro punto muy importante de la moral cósmica porque concierne a una actividad esencial del hombre: la creación.

Sin duda habréis observado que tomo siempre como punto de partida la vida concreta, lo que vemos, lo que podemos tocar con los dedos: las piedras, las plantas, los animales, los humanos, su comportamiento y su vida, y no ideas abstractas, filosóficas, metafísicas, porque no es un buen método pedagógico empezar con abstracciones. En pedagogía, siempre se preconiza tomar como base lo concreto, visible, tangible, para elevarse después al dominio de la abstracción. Y si empiezo siempre paseándoos un poco sobre la tierra, es porque ésta constituye para mí el mejor punto de partida.

Cuando observamos a los humanos nos damos cuenta de que tienen necesidad de comer, de beber, de pensar, de amar, de estudiar, de trabajar, etc. Pero tienen también otra necesidad que les empuja a ser creadores. Desde su más tierna infancia, empiezan a hacer montoncitos de arena, dibujos, a colorear... ¡Cuántos dibujos recibo, cada día, de nuestros futuros grandes creadores, los niños de la Fraternidad! Los pueblos más primitivos tienen también esta necesidad de crear, como lo muestran todas estas pinturas que han encontrado en las paredes de numerosas grutas en Europa y en África. Gracias a estos dibujos han podido reconstituir la fauna de esa época, las costumbres de esos pueblos y hasta sus prácticas mágicas, porque se piensa que representando a los animales que iban a cazar, trataban de embrujarlos para tener éxito en la caza. Esto es muy interesante, porque prueba que estos pueblos conocían ciertas leyes según las cuales al actuar sobre una imagen, actuamos sobre la criatura que la imagen representa.

El hombre ha tenido, pues, desde el comienzo de su evolución deseos de crear, empezando por la creación de los hijos. Entre los instintos más fuertes y más tenaces que posee, se encuentra esta necesidad de ser un creador y de parecerse así a su Padre Celestial. Si no son hijos lo que desea crear, son obras de arte: esculturas, monumentos, danzas, cantos, poemas... Cuando os hablé de Leonardo da Vinci y de Miguel-Ángel, os mostré lo dotados que eran en todos los campos: poesía, pintura, escultura, arquitectura, y Leonardo da Vinci era también músico, matemático e ingeniero. El arte es la prueba de que este deseo que experimenta todo hombre de ser un creador, no se limita a la creación de los hijos, a una simple reproducción para la conservación de la especie; se manifiesta como una necesidad de ir más lejos, de dar un paso más y de reemplazar la antigua forma por otra nueva, más sutil, más bella, más perfecta. He ahí una verdad que se les ha escapado a muchos artistas. El poder creador del hombre reside más arriba que su nivel de conciencia ordinario; se encuentra en una parte de su alma que se manifiesta entonces como imaginación, como facultad de explorar, de contemplar unas realidades que le sobrepasan y de captar sus elementos. Crear es superarse, sobrepasarse.

Ya os expliqué que si los inventores llegan a descubrir unas leyes o unas técnicas tan extraordinarias, es porque saben elevarse hasta el dominio de la imaginación, y más arriba todavía, el de la intuición: arriba captan ideas, imágenes, y después vuelven a bajar para escribir, dibujar, realizar lo que han concebido. La ciencia oficial todavía no ha explorado las posibilidades de la intuición, ni la naturaleza de esta facultad que, como una antena o un radar, puede prever, predecir y proyectarse en el futuro. Cuando algunos sabios que están a medio camino entre la ciencia oficial y la ciencia esotérica, lanzan de vez en cuando ideas más avanzadas, no les creen, les rechazan, les critican, y sin embargo, más tarde reconocen que han sido grandes precursores. Mirad a Julio Verne, por ejemplo, no era un hombre de ciencia sino solamente un novelista, y sin viajar él mismo, imaginó Cinco semanas en globo, La vuelta al mundo en ochenta días, Veinte mil leguas de viaje submarino, De la tierra a la luna... En su época todo eso parecía inverosímil y muchos se burlaron de él, pero ahora vemos que todo lo más audaz que había imaginado empieza a realizarse.

Así pues, esta facultad de imaginar que poseemos todos es realmente creadora, y si sabemos cómo purificarla y cultivarla en un estado de claridad y de lucidez perfectas, es capaz de hacernos descubrir unas realidades de las que nadie tenía ni idea hasta entonces. Todos los inventores se pasaron horas enteras sumergidos en sus investigaciones y meditaciones, y no se puede negar que su intuición ha sido una facultad verdaderamente auténtica. Y nosotros aquí, en una Escuela iniciática, hacemos exactamente lo mismo que ellos, pero conscientemente, con conocimiento de causa. Con la diferencia, sin embargo, de que nuestra imaginación no está orientada hacia los descubrimientos físicos, químicos, técnicos, sino hacia los interiores, espirituales. A nosotros también nos permite hacer descubrimientos que muchos ni siquiera pueden sospechar.

Hoy no tengo tiempo de extenderme ampliamente sobre esta cuestión apasionante, pero ya os dije en otras conferencias que podemos considerar la imaginación como una mujer, nuestra mujer interior que trae al mundo hijos, bien logrados o fallidos, eso depende de la calidad de lo que le hayamos dado. Si estos hijos hacen tonterías, causan destrozos, es el padre el que se ve obligado a pagar multas, y el que a veces es perseguido, castigado y desposeído en su lugar. Por el contrario, si sus hijos obtienen premios, es el padre quien recibe los honores. Diréis: “Pero ¿quiénes son esos hijos?” Son nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, y su padre somos nosotros mismos.15 Éste es otro campo muy vasto a estudiar y profundizar, pero para no dispersarme debo volver a lo esencial del tema.

Así pues, este instinto de creación que todos nosotros llevamos dentro, nos impulsa a sobrepasar nuestras posibilidades ordinarias y nos pone en contacto con otras regiones, con otros mundos llenos de existencias etéricas, sutiles, luminosas. Y gracias a esta parte de nosotros mismos que ha logrado desplazarse e ir más lejos para captar ciertos elementos enteramente nuevos, podemos crear hijos que nos son superiores u obras maestras que nos sobrepasan. Porque, a menudo, la creación es mucho más bella que su autor. Veis ahí a un pobre hombre de nada, y este pobre hombre es capaz de producir una obra gigantesca, digna de un gigante, de un titán. Esta parte sutil de sí mismo, que tiene la facultad de desplazarse, ha llegado a ir muy lejos, muy arriba, y allí se ha enriquecido acumulando elementos nuevos; después, el artista se pone a trabajar y saca de sus manos una obra increíble, prodigiosa, que maravilla al mundo entero.

Pero aunque todos los hombres tienen necesidad de crear, muy pocos son capaces de llegar a ser creadores en el plano del espíritu, muy pocos se elevan hasta este nivel, y saben que, para producir obras sublimes, hay que conocer ciertas leyes y ejercitarse de una forma especial. ¿De qué manera? Vais a comprenderlo. ¿Cómo es que la tierra, que es apagada, que es estéril y está desnuda en invierno, se cubre en primavera de una vegetación tan bella y florida: hierbas, flores, árboles y frutos? Es porque en esta época se acerca al sol y empieza a recibir de él ciertos elementos que ella es incapaz de producir por sí misma.16 Una vez que ha recibido estos elementos, se pone a trabajar y se supera, da unas “obras maestras” extraordinarias, coloreadas, azucaradas y perfumadas que ofrece a todas las criaturas. Así pues, si el hombre quiere crear y producir obras notables, debe también encontrar un sol, un ser más poderoso e inteligente que él para unirse a él y hacer intercambios con él.

¿Comprendéis ahora por qué vamos por la mañana a ver la salida del sol? Para aprender a crear obras semejantes a él, obras vivificantes, nuevas, límpidas, llenas de luz y de calor.17 Pero en realidad, el sol nos ayuda a ir más lejos todavía, hasta Dios, para unirnos a Él, porque en estos intercambios con el Señor, nos volvemos Creadores como Él. He ahí pues la razón de ser de la oración, de la meditación, de la contemplación. Pero no sé si todo esto está bien claro para vosotros, así que voy a tratar de profundizar más esta cuestión.

Desde hace mucho tiempo tengo el deseo de combatir la filosofía materialista y de aniquilarla. Diréis: “¡Qué ambición, qué orgullo! Nadie ha logrado hacerlo hasta ahora...” Pues bien, yo tengo unos argumentos muy sencillos, gracias a los cuales, creo que lo lograré. Tomo dos vasos y vierto en ellos dos perfumes diferentes. Los dos vasos siguen separados, son dos objetos bien distintos. Desde un punto de vista materialista, no existe ninguna comunicación entre ellos, y es verdad: cuando se trata de la forma exterior, del continente, esto es exacto, los objetos siguen separados, pero esto ya no es cierto si consideramos el contenido, porque de los dos perfumes se desprenden unas partículas sutiles que suben, se difunden en el aire y se fusionan. Una ciencia que sólo se ocupa de los fenómenos visibles, tangibles y mesurables, ignora lo que se desarrolla en el nivel más sutil de las quintaesencias y de las emanaciones invisibles, y ahí es donde cesa de ser verídica, porque se le escapa la mitad de la verdad.

Tomemos ahora el sol. Está lejos, está a millones de kilómetros de distancia, y sin embargo, lo sentimos aquí, nos toca, nos calienta, nos cura. ¿Cómo hace para estar tan próximo a pesar de este alejamiento? Es porque sale de él una quintaesencia que forma parte de él, sus rayos, y gracias a sus rayos establece un contacto con nosotros: nos abraza, nos acaricia, nos penetra; estamos fusionados con él. Puesto que la luz y el calor del sol no son otra cosa que el sol, es en este sentido en el que os pude decir hace ya mucho tiempo que los planetas se tocan. Lo creíais un poco, pero dudabais también un poco. Pues bien, ¿me creeréis acaso más ahora si os digo que el mes pasado cayó en mis manos un artículo en el que un astrónomo afirmaba exactamente lo mismo? ¿Me preguntáis cómo llegué yo a saberlo? Es sencillo. Mirad nuestro planeta: está la tierra, y por encima de la tierra, el agua, el aire; y por encima del aire el éter que los hindúes llaman Akasha. El éter es pues un estado todavía más sutil de la materia, y es a este nivel en el que podemos afirmar que los planetas se tocan. No se fusionan en su parte sólida, sino en su parte sutil, en su alma. Por eso la astrología siempre ha creído en la influencia de los planetas y de las constelaciones.

Estudiemos ahora estos pequeños planetas que son los hombres y las mujeres. ¿Qué sucede entre ellos? Aquí está un chico, y allá una chica: están enamorados, se miran, se sonríen... Si consideramos las cosas desde un punto de vista materialista diremos: “He ahí dos cuerpos bien distintos, separados, no se tocan, no existe pues entre ellos ninguna comunicación...” Pero si consideramos la cuestión desde un punto de vista espiritualista, nos pronunciaremos de forma diferente, porque, debido a que las almas de estos dos jóvenes se comunican entre sí, están realmente fusionados con sus fluidos y sus emanaciones, exactamente como se fusionarían los rayos de dos soles en el espacio.

En realidad el hombre se extiende pues mucho más lejos que su cuerpo físico. Cuando estudiamos lo que emana de él, sus radiaciones, su aura, este campo magnético que cuenta historias, allá, muy lejos, se ve bien que el hombre es mucho más que su cuerpo: se extiende en el espacio, se pasea por el espacio.

Quizá hayáis oído hablar de esta experiencia de telepatía que intentó el ejército americano para comprobar ciertos poderes del pensamiento y su posible utilización en el dominio estratégico. Escogieron a dos sujetos particularmente sensibles: uno de ellos debía permanecer en Washington, rodeado de un comité de vigilancia, y estaba encargado de emitir imágenes y pensamientos que iba escribiendo y que ponían inmediatamente en una caja fuerte para evitar fraudes; el otro se encontraba en un submarino a miles de kilómetros de allí, en las profundidades del océano Pacífico, también rodeado de un comité de vigilancia: debía escribir todos los pensamientos y las imágenes que recibía y ponían estos papeles, también inmediatamente, en una caja fuerte. Cuando los dos documentos fueron comparados, todos se asombraron al ver que, salvo algunos pequeños errores, coincidían exactamente.

Puesto que el pensamiento es capaz de atravesar las capas más profundas del océano, ¡eso prueba que tiene un poder formidable! Gracias a esta radiación que sale de él, a estas emisiones de pequeñas partículas animadas de vibraciones muy rápidas, muy poderosas y susceptibles de ser registradas y captadas por otros cerebros, el hombre puede ir muy lejos por el espacio, tan lejos como el sol. La ciencia materialista todavía no lo ha estudiado todo, y por eso no debe pronunciarse.

Un día que os dije que las piedras volaban por el aire, os preguntabais qué mosca me había picado... Pero ¿qué es el polvo? ¡Son pequeñas piedras que flotan! Se trata de la misma materia, puesto que el polvo viene de la tierra, y la tierra de las rocas que se han desmenuzado. Y el agua también puede elevarse en forma de vapor... De la misma manera el hombre con sus pensamientos, sus sentimientos, su quintaesencia, se eleva por el espacio y va a unirse a otros seres. Los cuerpos están separados, pero las almas se encuentran y se fusionan como dos perfumes.

¿Qué es lo más importante, los vasos o los perfumes?, ¿el continente o el contenido? Todo depende del punto de vista que decidáis adoptar, de si os interesáis por lo exterior o por lo interior, por la corteza del árbol o por la vida que circula en él, por el aspecto mecánico o por el aspecto vivo de las cosas... Si tenéis un punto de vista mecanicista, evidentemente el sol no está vivo, ni es inteligente; pero si consideráis el aspecto vivo del universo, no existe nada más poderoso ni nada más sensato que el sol. Podéis elegir entre los dos puntos de vista, simplemente debéis saber que mientras os quedéis en el aspecto mecánico y muerto del universo, seguiréis estando ciegos, enfermos, y siendo desgraciados.

Las pocas palabras que acabo de deciros os harán comprender cómo, gracias a sus cuerpos sutiles, el hombre tiene la posibilidad de alcanzar el Alma universal y unirse a ella. Y ésta es la razón de ser de la oración. La oración no es otra cosa que un intercambio con el Creador, un acto mediante el cual nos elevamos por encima de nosotros mismos, por el que nos sobrepasamos para crear unas obras absolutamente perfectas, unas obras divinas. Ahí tenéis aún otro punto esencial de la moral cósmica. Si un creador quiere dar una obra maestra eterna, inolvidable, no debe quedarse únicamente al nivel de los cinco sentidos, como hacen la mayoría de los artistas de hoy. En el arte, hoy está de moda pararse en los detalles más prosaicos. La mayoría de los artistas ya no saben cómo elevarse para contemplar la belleza sublime: sólo proponen al público banalidades y monstruosidades, las “górgolas”, porque han olvidado el secreto de la verdadera creación.

Así pues, aquí tenéis ahora un tercer punto de la moral cósmica: si queréis salir de todas vuestras dificultades y llegar a ser un creador formidable, conectaos con la Divinidad para recibir de ella algunas partículas que comunicaréis después a vuestra creación, y de esta manera vuestro hijo, o vuestra obra, os superará por su belleza y su inteligencia. He ahí, queridos hermanos y hermanas, unas perspectivas increíbles, unos horizontes nuevos: saber hacer intercambios con todo lo que es superior, saber que la oración, la meditación, la contemplación son medios de creación.18 No tendréis suficiente con una existencia entera para explorar todas estas posibilidades, de tan vastas cómo son.

Aquéllos que no quieren reconocer la necesidad de elevarse para crear, deben saber que están serrando la rama sobre la que están sentados. ¿Cómo llegarán a ser unos seres superiores? Van a secarse, y una vez resecos ya sólo serán buenos para ser cortados y echados al fuego. No hay nada en todo el universo que sea más importante que la conexión con el Creador. ¿No os habéis dado cuenta de que el nacimiento de los niños está basado en esta misma ley: la madre que debe unirse con el padre, fusionarse con él? Toda creación necesita la unión de un padre y de una madre. Pero si, en la concepción, no interviene este aspecto sutil que es el alma, la imaginación, para captar unos elementos superiores, entonces la creación será una creación fallida, o si no es completamente fallida, no se beneficiará de ninguna mejora. Pero la creación, no es un estancamiento, una simple reproducción, una copia, sino un paso adelante, una evolución. Gracias a este instinto de crear cada ser evoluciona, el cosmos entero evoluciona. Porque, excepto Dios, todo debe evolucionar.

Bonfin, 5 de agosto de 1968

13 Acuario: llegada de la Edad de Oro, Obras completas, t. 25, cap. III: “La juventud y la revolución”.

14 La clave esencial para resolver los problemas de la existencia, Obras completas, t. 11, cap. XIV: “¡Dad al César lo que es del César!”

15 El grano de mostaza, Obras completas, t. 4, cap. XII: “Creced y multiplicaos…”

16 Lenguaje simbólico, lenguaje de la naturaleza, Obras completas, t. 8, cap. VII: “El primer día de primavera”.

17 Meditaciones a la salida del Sol, Folleto nº 323.

18 “Conócete a ti mismo” – Jnani yoga, Obras completas, t. 18, cap. VI: “Concentración, meditación, contemplación, identificación”, y cap. VII: “La oración”.

Las leyes de la moral cósmica

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