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Siglos XII-XIV

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Esta época nos ofrece el momento culminante de la fama de Paladio: copias abundantes que circulan por la mayor parte de Europa, el primer testimonio de sus otras dos obras menores, glosas, extractos, menciones de eruditos occidentales y árabes, y las primeras traducciones.

Entre estos siglos se escalona la inmensa mayoría de los manuscritos de Paladio y se amplían lógicamente las zonas de expansión del Opus Agriculturae: aparte de los manuscritos franceses, todavía abundantes, pertenecen a esta época los manuscritos italianos, especialmente M , del siglo XIII /XIV , el único qué ofrece también el libro de Veterinaria y el Carmen de Insitione .

De los cuatro códices conservados hoy en El Escorial, uno de ellos (a) probablemente sea el que figura citado a finales del siglo XII en el inventario de la biblioteca del Obispo de Cuenca, Gonzalo Palomeque 79 , aunque el tratado de Paladio circuló en España desde mucho antes, como prueba el que San Isidoro hubiera tenido acceso a su texto.

En la Europa insular quizás existió un antiguo ejemplar en escritura irlandesa y con incipiente división de palabras, que consideramos el modelo perdido de un grupo de diez manuscritos conservados hoy en distintas bibliotecas europeas; pero varios de ellos de comprobado origen insular 80 .

La obra de Paladio, con más de ochenta manuscritos de estos siglos, debía de ser el manual agronómico más corriente, a juzgar por el número escaso de copias coetáneas de los demás agrónomos: un sólo testimonio de Catón y Varrón, y ningún superviviente de Columela.

Y no sólo el número de manuscritos sirve de índice de referencia de la fama de Paladio, sino la propia índole de los códices conservados: la contaminación tan acentuada que dificulta el establecimiento de un stemma codicum sin que pueda precisarse muchas veces las direcciones en que obró, las glosas marginales de varios códices en función de nuevos epígrafes, las interlineales de algunos manuscritos que, a veces desde tiempos más antiguos, se deslizan y se incorporan al texto de otros, mostrándonos así una forma muy productiva de nuevas interferencias, cuando el códice glosado entre sus líneas vuelve a ser copiado: el escriba duda entre las dos lecturas y transcribe las dos en cualquier orden, o una sola a su elección; en copias sucesivas la contaminación alcanza así un efecto multiplicador.

Estas glosas, generalmente en latín y alguna vez en lengua nacional, existen ya en los manuscritos anteriores, pero alcanzan proporciones mucho más notables en esta época hasta el punto de aparecer compartidas por manuscritos que no tienen ningún parentesco especial en su textos o son distantes en el tiempo 81 : son lecturas explicativas que parecen remontar a ejemplares perdidos destinados a la corrección, o a una especie de tradición independiente de glosas, que muestran el interés de los lectores por entender un texto cuya terminología científica se les escapaba muchas veces ya.

Otro grupo de códices de la época (s, f, m, ç, e) ofrece lecturas originales y grandes omisiones que tienden a coincidir con unidades de sentido. Acaso su modelo representa un primer intento erudito de ofrecer un Paladio parcialmente abreviado. Otro resumen, muy sucinto (frutales, conservación de productos, viñedo y elaboración de vinos), de un tal Gotfridus, Gotefridus o Godefridus debió de conocer también cierto éxito como muestran alrededor de una decena de manuscritos, varios del siglo xv, que ofrecen este Palladii liber breviatus82 .

Eruditos medievales del Occidente europeo y del mundo árabe constituyen otros ecos del Opus Agriculturae:

Hugo de S. Víctor, en el siglo XII , ofrece una de las muestras más claras de su conocimiento de Paladio en la obra De Vanitate Mundi (P. L ., 176, 766): al tratar de la agricultura, como una de las partes en que se divide la mecánica, utiliza con pocas variantes el pasaje de San Isidoro, Etym . XVII 1: … Aemilianus, sive Columella insignis orator … Como probablemente no reconoce a Paladio en el Aemilianus isidoriano, añade: Palladius quoque de agricultura scripsit , referencia sin duda importante, porque indica que era el único agrónomo que él pudo añadir al margen de la cita de autoridad.

San Alberto Magno se sirvió ampliamente de Paladio en su De Vegetabilibus VII. También en el siglo XIII fue uno de los modelos de Vicente de Beauvais (Speculum naturale, historiale et doctrinale XXXIII), especialmente en los libros X-XV dedicados a botánica, así como también de Pedro Crescencio (Ruralium commodorum XII), y de Tomás de Cantimpré (De natura rerum XX). Precisamente estos tres eruditos que citan con propiedad a Paladio, sólo dan muestras de conocer indirectamente a otros agrónomos, como Columela por parte de V. de Beauvais, o Gargilio Marcial por P. Crescencio y T. de Cantimpré.

Todavía otras referencias sobre Paladio se encuentran en autores como Odón de Meun y Esteban de Tournai 83 .

También Paladio parece haber tenido acogida entre los árabes hispanos. Parte de la producción agronómica árabe se ha perdido 84 y en la conservada, directamente o por traducciones, no resulta factible saber si el uso de las fuentes es directo o depende de otras obras perdidas 85 .

Sería necesario un estudio interdisciplinar para conocer el entronque de esta tradición con la grecolatina. En las obras árabes que hemos examinado, siempre por traducciones, hay efectivamente claros paralelos con textos de Paladio y otras veces se cita su nombre. Pero, a simple vista, da la impresión de que la pervivencia de los agrónomos latinos entre los árabes es diferente de la occidental. Quizás por la lectura de las Geopónicas , nombres como los de Columela, Gargilio Marcial, y aun Varrón, aparecen con una vigencia que no tuvieron en el Medievo europeo.

Es éste el caso de Ibn al-Awwām (Abū Zacaria) de Sevilla que escribió entre los siglos XII /XIII una extensa obra de agricultura en treinta y cinco libros: Kilāb al-Filāha 86 . En el prólogo (artíc. VII) cita sus fuentes, que son grecolatinas y árabes 87 . Por confesión de parte, el uso de los agrónomos latinos es indirecto 88 , pero, en cualquier caso, las citas de Columela priman sobre todos los demás agrónomos de la Antigüedad. Paladio, pese a la mención del prólogo, juega un papel reducido 89 .

Mayor repercusión debió de tener, en cambio, la obra de Paladio en otros autores del mismo entorno, como, por ejemplo, en Ibn Wafid (Abencenif), del siglo XI , a juzgar por las citas de G. Alonso de Herrera 90 y por la tradición posterior que unió los nombres de Abencenif y Paladio haciéndolos circular juntos en algún «lunario», como el de G. Cortés (cf. infra ).

En otros textos de agricultura árabes quizás se encuentren huellas de una utilización de Paladio: Ibn Bassal (ed., J. M. Millás Vallicrosa - M. Aziman, Tetuán, 1955) no cita las fuentes de su Agricultura pero existen algunos loci similes de Paladio con esta obra y con la de su compatriota del s. XIII Ibn Luyun (ed. J. Eguaras Ibáñez, Granada, 1975), a pesar de que éste no menciona tampoco entre sus modelos a Paladio 91 .

Fuera de este entorno comienzan también por esta época las traducciones de Paladio: al inglés medio, en verso 92 ; al italiano, quizás ya a mediados del siglo XIV 93 ; al catalán.

Es ésta, desde nuestra perspectiva, la versión más interesante de Paladio. Su autor, Ferrer Sayol, protonotario de la reina doña Leonor de Sicilia, realizó su traducción entre los años 1380 y 1385. No es la única traducción catalana de Paladio: se conserva otra de finales del siglo xv y un fragmento de una tercera en un códice mallorquín. Pero la de Ferrer Sayol debió de ser la más autorizada, como prueba el que nos haya llegado por una reproducción manuscrita de fines del siglo xv (Biblioteca Serrano Morales de Valencia) y por una traducción castellana de comienzos del siglo XVI (Biblioteca Nacional, ms. 10211) que no parece proceder directamente del códice Serrano Morales 94 .

Esta versión del Opus Agriculturae es muchas veces una paráfrasis que incluye la experiencia personal del traductor 95 , y sus esfuerzos ante una terminología que no siempre conocía. Un ejemplo es el texto de PAL ., III 29, 3, Tunc opon Quirenaicon, quod Graeci si appellant , en la traducción castellana (f. 97), tomada directamente de la catalana, se dice: «un licor que es dicho en griego Opocafrenaycon. Aquesta licor no he fallado expuesta en sinonimas nin en otros libros de gramatica nin el libro del palladio no la declara en otra manera. Mas he fallado en un libro del palladio arromançado quel aqueste es opio que es suco de castalio o papaver…», y sigue una digresión sobre las virtudes del opio 96 .

La empresa obedeció a esta exigencia práctica de fijar los términos técnicos. Paladio seguramente empezaba a ser un autor oscuro, no por su sintaxis ni su estilo, sino por su vocabulario científico. En el prólogo, Ferrer Sayol advierte precisamente esta dificultad de partida, e indica además que existían ya otras traducciones de Paladio como correspondía a una obra que entonces se calificaba de utilidad pública 97 .

El carácter libre de esta versión y el mismo hecho de que hubiera otras anteriores, que, a lo mejor, el traductor consultó, no permiten saber con seguridad cuál era el manuscrito de Paladio que había traducido. Pero hay un dato sorprendente: la enorme coincidencia de esta traducción precisamente con las glosas de los manuscritos escurialenses A, Ñ y del florentino f 98 —en medida un poco menor, en este caso—.

Si Ferrer Sayol conocía estos códices, eso querría decir que ya en los finales del siglo XIV alguno de ellos o algún directo antecesor o pariente ya estaba en España. Pero no parece probable, porque no suele seguir el texto de estos manuscritos, sino sólo sus lecturas interlineales 99 . Quizás no tuvo acceso a ellos, pero sí, en cambio, a unas glosas de Paladio coincidentes con las de los manuscritos hispanos e italianos, que circulaban independientemente del texto, como antes hemos supuesto; seguramente son esas y no otras las que el traductor, en la versión castellana, llama «sinónimas»: aclaraciones por vía generalmente de la vulgarización terminológica que demuestran la difusión y la autoridad de Paladio.

Tratado de agricultura. Medicina veterinaria. Poema de los injertos.

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