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LA ORIGINALIDAD DEL OPUS AGRICULTURAE

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Las fuentes de Paladio fueron uno de los primeros aspectos que se estudiaron del Opus Agriculturae . Ya en el prefacio de la edición de Schneider 31 , se ofrecía una relación que, en líneas generales, sigue siendo admitida hoy: Paladio había tomado pocas cosas de Catón y Varrón, mucho de Columela; en los temas de arquitectura se había basado en Vitrubio y sus compendiadores; en los de arboricultura y horticultura había utilizado a Gargilio Marcial y por último las Geopónicas , que Paladio había leído en un ejemplar más correcto y extenso que el que hoy se conoce, habían inspirado los capítulos sobre conservación y elaboración de productos y recetas varias.

Pero la cuestión distaba de quedar zanjada: dos fuentes de Paladio, las Geopónicas y Gargilio Marcial, planteaban problemas de difícil solución. La primera, que hoy conocemos con el nombre de Geopónicas , es una refundición del s. x, donde se encuentran, entre otros autores, restos de dos recopilaciones de la Antigüedad tardía que se puede pensar que hayan influido en Paladio: la de Vindanio Anatolio y la de Dídimo de Alejandría. De la obra de Gargilio Marcial, sólo se conservan fragmentos escasos. En las dos recopilaciones griegas confluyen la tradición agronómica griega y latina de un modo harto complejo: por un lado, han recogido parte del material latino, entre otro, excerpta de Columela y acaso de Gargilio, y por otro lado, remontan en primera instancia a una tradición antigua en la que se inspiraron, a su vez, los autores que se consideran fuentes latinas de Paladio. Gargilio Marcial depende también de una tradición anterior, especialmente de Columela; cuáles podían ser las fuentes directas —y las indirectas— de Paladio era un asunto difícil de precisar ya de por sí, pero más intrincado por la imprecisión de la cronología tanto del propio Paladio como de todas sus fuentes, salvo Columela.

En este estado de hechos, en los casi dos siglos siguientes a la edición de Schneider, se realizaron avances notables favorecidos por tres hechos claves en la investigación de las fuentes de Paladio: la aparición de dos manuscritos 32 que permitieron la identificación del compendiador de Vitrubio que más directamente había influido en Paladio, M. Cetio Faventino; el descubrimiento de un palimpsesto de Nápoles, por el cardenal A. Mai, donde aparecían fragmentos de la obra perdida de Gargilio Marcial De arboribus , y la aparición de un nuevo libro de Paladio, el XIV, sobre veterinaria, inspirado directísimamente en Columela.

El primero de estos hallazgos daría paso a una polémica sobre los modelos de Paladio en materia de construcciones rurales, todavía no concluida. Sobre este tema se publicaba en 1877 el trabajo de H. Nohl 33 que constituía el primer estudio dedicado exclusivamente a las fuentes de Paladio. Nohl confrontó los pasajes comunes de Vitrubio, Faventino y Paladio, y pudo demostrar que Faventino era el modelo más directo de los capítulos sobre arquitectura, e incluso uno de los menos modificados por Paladio. No obstante, registró algunos lugares donde Vitrubio parecía una fuente más cercana: en algún que otro pasaje había entre Vitrubio y Paladio ciertas correspondencias de términos que Faventino había omitido; este hecho pudo interpretarse en el sentido de que Paladio había podido remontarse, en algunas ocasiones, al propio Vitrubio.

La interpretación de Nohl sobre Faventino como fuente primordial de Paladio resultaba clara, pero la relación de las coincidencias entre Vitrubio y Paladio abría una discusión sobre el influjo directo de Vitrubio. Los detractores consideran que Faventino es la única fuente de Paladio: las correspondencias entre Vitrubio y Paladio se explicarían por el carácter interpolado de los códices de Faventino, ya antes de que Paladio tuviera acceso a su obra (Krohn 34 , Plommer 35 ); además, se trataría de paralelismos muy escasos, reducidos a términos insuficientes para sostener que Paladio se hubiera inspirado directamente en Vitrubio (Svennung) 36 .

Los partidarios destacan la importancia de las coincidencias como un hecho que denota que Paladio había leído la obra de Vitrubio, y quizás otras (Poppe) 37 . En materia de arquitectura, Paladio había tenido ante sus ojos los dos textos, el de Vitrubio y el de Faventino y habría ido tomando términos del uno o del otro; por este uso de los dos autores se explicarían las palabras del prólogo de Paladio (I 1, 2), cuando alude, en plural, a sus modelos: secundum fabricandi magistros (Martin) 38 .

Pero esta última hipótesis tiene, a nuestro entender, algún inconveniente. Quizás no sea una objeción grave que el nombre de Vitrubio no aparezca en la obra de Paladio; sería un argumento ex silentio pretender que no hubiera utilizado a Vitrubio porque no lo mencione. Pero no deja de ser llamativo que mientras figuran correctamente citados otros autores como Columela o Gargilio 39 , sólo Vitrubio quede al margen de cualquier referencia expresa.

Un dato más importante es el método que siguió Paladio para utilizar sus fuentes. El plan general de su obra consiste precisamente en seleccionar un autor para cada materia. Incluso dentro del tema agronómico, que es el eje central de su tratado, suele elegir un único modelo para cada sección (Columela para cereales, Gargilio para horticultura, por ejemplo); si utiliza dos en el mismo capítulo, es porque exponen teorías distintas, o porque uno de ellos añade algún aspecto nuevo y, entonces, sitúa uno tras otro, pero sin entremezclar las palabras de dos autores diferentes en la misma frase, como sería, en cambio, el caso de los términos de Vitrubio que aparecen más o menos salteados en períodos que proceden, en su mayor parte, de Faventino. La técnica del «mosaico sintáctico» no parece ser la práctica de Paladio 40 , y, además, tampoco se comprende cómo para tan poco uso hubiera tenido que acudir a una fuente tan compleja como Vitrubio. Por otra parte, si se admite como hipótesis de trabajo la teoría de Krohn, las coincidencias de términos entre Paladio y Vitrubio se explicarían sencillamente como interpolaciones o glosas en el texto de Faventino, cuya transmisión textual, como la de gran parte de los compiladores y refundidores de la Antigüedad tardía, estaría marcada desde sus inicios por la contaminación que suele acompañar a los textos más leídos y de mayor circulación.

Al estudio de Nohl siguió el trabajo de M. Sirch, publicado en el año 1904, donde el autor dedicaba dos capítulos a la descripción de cada uno de los modelos de Paladio y al modo de utilizarlos: sus citas, preferencias e incongruencias, a veces. Sus conclusiones sirvieron para confirmar con un material filológico más considerable y mejor estudiado, las ideas de Schneider acerca de las fuentes, pero con precisiones importantes, como el uso no directo de los agrónomos anteriores a Columela, la discusión sobre el pretendido influjo de Plinio y la indicación de que otras citas de autores en el Opus Agriculturae habían llegado por la vía indirecta de las recopilaciones griegas, o a través de una fuente latina 41 .

El trabajo de Sirch se benefició de los avances en el conocimiento de las recopilaciones griegas, debidos a los estudios de Gemoll y Oder 42 ; pero, sobre todo, del descubrimiento por A. Mai en el año 1826 de un palimpsesto en la biblioteca de Nápoles, que contenía fragmentos del De arboribus de Gargilio Marcial 43 , al que Paladio citaba, como el autor comprobó, dos veces en los capítulos De hortis y once en los De pomis . Los fragmentos del palimpsesto ofrecían una relación evidente con los textos correspondientes del Opus Agriculturae , lo que permitió precisar la importancia de Gargilio como fuente directa de los capítulos donde precisamente Paladio lo había citado; la hipótesis de Gemoll de que Paladio había conocido a Gargilio a través de las recopilaciones griegas quedaba definitivamente arrumbada 44 .

Pero el descubrimiento por Mai de una parte del Gargilio perdido, repercutiría en una de las tesis más radicales sobre las fuentes de Paladio. Su autor, M. Wellmann, confrontó los escasos textos conservados de Gargilio Marcial, con los pasajes paralelos de las Geopónicas , Columela —e incluso Magón y Plinio— y con los correspondientes de Paladio, y demostró que, en varios casos, Paladio tenía como único modelo directo el texto de Gargilio Marcial, y sólo indirectamente, a través de Gargilio, conocía a los demás autores. Hasta aquí la tesis de Wellmann podía estar basada en datos filológicos, pero su conclusión fue más allá de lo que permitían los hechos, al considerar que esta misma influencia se daba en la práctica totalidad de la obra, incluso en los temas arquitectónicos, aunque esto no pudiera demostrarse porque la obra de Gargilio, que de por sí era un compendio de distintos autores, se había perdido. Concluyó entonces, como ya anunciaba el título de su artículo, que Paladio era el compendiador de Gargilio Marcial 45 .

Esta teoría, tan ingeniosa como parcial, sirvió para provocar la refutación de Svennung, que defendió la pluralidad de modelos del Opus Agriculturae sentando las bases de lo que hoy se considera doctrina recepta en materia de fuentes, con su trabajo, ya citado «De Auctoribus Palladii».

Algunos años antes de la publicación de este estudio, Svennung descubría en un códice de Milán (ms. 212 inf.) al final del Opus Agriculturae , otro libro dedicado a veterinaria. Hasta entonces no se tenían noticias de que tal libro fuera de Paladio; ni Casiodoro, que es el primer autor que enjuicia a Paladio, hace ninguna alusión a esta obra, ni aparecía en ningún otro manuscrito. No obstante, basándose en una serie de pasajes de la Veterinaria , donde había remisiones a los libros anteriores del Opus Agriculturae , Svennung argumentó sólidamente que la autoría del opúsculo De Veterinaria Medicina debía atribuirse a Paladio 46 . Su descubrimiento y posterior edición demostraban que Columela era la fuente más directa y palpable, hasta el punto de que la imitación de los libros V y VI de Columela era casi textual, aunque Paladio había utilizado también las Geopónicas y quizás fuentes populares, en casos contados.

Con este aval, abordaba dos años más tarde la cuestión de las fuentes de los trece primeros libros que constituyen el Opus Agriculturae . En coherencia lógica, la parte central de su estudio, frente a la teoría de Wellmann, se centró en la reivindicación de Columela como fuente principal del tratado agrícola. Paladio había leído directamente el texto de Columela, como demostraba el gran número de coincidencias, a veces literales, entre los dos autores. Sólo podría admitirse que hubiera conocido indirectamente el libro I; pero resultaba evidente la dependencia directa en los demás libros, sobre todo por el aprovechamiento que Paladio había extraído del libro II del agrónomo gaditano.

Incluso comparando las coincidencias entre los dos autores, Svennung sostuvo que Paladio disponía de un ejemplar de Columela muy correcto. Por eso, en los pasajes donde la imitación era cercana, el texto de Columela podía ser corregido confrontándolo con el de Paladio. De esta forma se abrían dos vías para las enmiendas textuales: de Columela a Paladio y la inversa, todavía más segura dado que el compendiador era, por supuesto, mucho más próximo cronológicamente a su fuente y por lo tanto representaba una tradición más directa que cualquiera de los manuscritos conservados 47 .

Por lo que respecta a Gargilio, Svennung reconocía que era el modelo principal de los capítulos sobre horticultura, frutos e injertos (Columela, al que remontan en última instancia varios de estos capítulos de Gargilio, es, en estas cuestiones, fuente indirecta de Paladio). También Faventino y la recopilación griega de Vindanio Anatolio eran fuentes de primera mano en otras secciones de su obra 48 .

Hay además una serie de capítulos de procedencia desconocida; en parte, pueden ser originales del autor, pero en otra parte —y ésta fue otra de las grandes aportaciones de Svennung (ibid ., pág. 16 y sigs.)— puede sospecharse su origen por el lugar donde están colocados en el Opus Agriculturae , dado que Paladio, siguiendo un orden bastante estricto de distribución de autores y materias, tiende a situar al comienzo de cada libro los capítulos que toma de Columela, a continuación los que proceden de Gargilio Marcial, y los de arquitectura —de Faventino— y recetas varias —de origen griego— al final.

Hasta aquí el balance de las fuentes. Que Paladio debe mucho a sus predecesores es innegable, y que sus innovaciones en el contenido son escasas, también es cosa reconocida. Su originalidad es metodológica: la nueva reorganización de la materia que convierte su obra en la más estructurada y sistemática de las que circularon en la Antigüedad. Después de una larga tradición de obras de agricultura basadas en una serie de estudios monográficos sobre cada labor o producto del campo, Paladio imponía un cambio de método, pues enfocaba el tema agronómico de acuerdo con un criterio cronológico: el resultado fue un calendario agrícola que inauguraba la serie de los almanaques, cuyo éxito conocemos todavía hoy.

El hallazgo de esta nueva presentación tenía ciertos precedentes, ya que los tratados antiguos solían dedicar algunos capítulos al calendario; una de las grandes innovaciones de Paladio consistió en ampliar este calendario agrícola hasta incluir en él todo su tratado agronómico.

Otra novedad de este libro radica en un hecho que no ha sido destacado: Paladio ofrecía por primera vez un almanaque basado exclusivamente en el calendario civil y político, sin superposiciones astrológicas.

El que aparece en el tratado de Varrón (I 27-37) es fundamentalmente un calendario astral. El año se dividía en estaciones, de duración desigual; a su vez se subdividía en ocho períodos, también desiguales, marcados por el comienzo del Favonio a primeros de febrero, los equinoccios, las dos fases de la constelación de las Pléyades, los solsticios y la Canícula. Estos ocho intervalos son la base de su calendario, y a cada uno corresponden determinadas labores del campo.

Varrón consideraba que era de gran utilidad; pero los cambios del calendario civil— especialmente tras la muerte de Varrón— y la dificultad consiguiente de establecer la correspondencia entre ambos, debieron de contribuir, entre otras causas, a que el siguiente de los autores de agronomía conocidos, diera otras indicaciones sobre el establecimiento de un calendario.

Se sabe que Columela había escrito un libro sobre astrología que no nos ha llegado. Se refiere a él (XI 1) cuando va a abordar el calendario agrícola y nos informa de que allí había criticado a los caldeos porque afirmaban que los cambios de tiempo respondían invariablemente a días fijos del año.

Su calendario, expuesto a lo largo del extenso capítulo segundo del libro undécimo, es todavía buena prueba de la primacía del criterio astral sobre la división civil del tiempo, a pesar de que, en parte, es una fórmula de compromiso entre los dos sistemas. El año empieza, siguiendo a Virgilio —y en realidad la tradición del año astral— en la primavera 49 , pero puede retrotraerse el inicio de la estación unos quince días antes, para que comience coincidiendo con el primer mes del calendario civil, aunque a mediados —para iniciarlo en Acuario: XVIII Kal. Feb.—; a partir de ahí, se cuenta el resto del tiempo por intervalos de medio mes, concluyendo por tanto el año con los quince primeros días de enero, lo que implica no respetar tampoco el año civil como unidad. Cada período, que abarca desde mediados de un mes hasta primeros del siguiente, comienza con la descripción de los signos zodiacales, constelaciones y su influencia en la climatología y en las tareas agrícolas, o a veces religiosas.

En Paladio no hay ninguna mención a ritos religiosos y las referencias a las constelaciones son mínimas y absolutamente subordinadas a la unidad mensual 50 . Al margen de que la mentalidad cristiana que transmitió la obra de Paladio en la Edad Media hubiera podido valorar positivamente estas ausencias, lo importante es la gran simplificación que suponía la división por meses enteros, de Enero a Diciembre, sin dar mayor importancia a las subdivisiones del mes romano (calendas, nonas e idus), no siempre bien entendidas en la sociedad medieval, que contaba los meses por semanas y que mantuvo inalterada la unidad de tiempo mensual.

El almanaque de Paladio tenía, por tanto, una presentación natural: estaba dividido en tantos libros como meses del año, precedidos de unas instrucciones generales (generale praeceptum) sobre la enseñanza de la agricultura, partes de que consta, condiciones y ubicación de la vivienda del propietario, dependencias de la casa matriz, avicultura y utillaje. Estos temas, por su contenido, se adaptaban mal a la distribución mensual del calendario; en consecuencia, al situarlos como libro primero podían considerarse una especie de introducción general donde se establecían las condiciones de partida que debía reunir una explotación autónoma con pretensiones de ser autosuficiente.

En los libros restantes se descubre un intento de distribución ordenada de los temas a lo largo de cada libro. Así, los primeros capítulos se refieren a preparación de los terrenos, siembra, plantación, injertos y labores varias; siguen, en los meses oportunos, los dedicados a la vid y el olivo; a continuación aparecen, en todos los libros sin excepción, dos capítulos sobre hortalizas y frutales, seguidos de otros sobre animales domésticos, apicultura y diversas recetas de preparación de productos, concluyendo invariablemente con un último capítulo donde se contiene la duración de las horas de cada mes.

Su proyecto, expuesto en líneas generales en el primer capítulo de su obra, consistía en que los doce libros que componían el núcleo del calendario agrícola desarrollasen las labores propias de cada mes; sin embargo, no siempre consiguió ser fiel a este programa. Él mismo, en el prólogo, advierte que no fraccionaría entre los distintos meses el tema relativo a los árboles frutales, sino que en el mes correspondiente a la plantación de cada especie desarrollaría exhaustivamente todas las labores concernientes a su cultivo: era la manera de solventar el problema de adecuar la monografía de Gargilio Marcial sobre los frutales al nuevo formato de un almanaque. En otros casos, los problemas le resultaron difíciles de solucionar y, así, se explican algunas incongruencias, muchas reiteraciones, a veces innecesarias, y recomendaciones que figuran al azar en un mes como podían aparecer en otro 51 . Pero basta pensar en las difíciles circunstancias en que esto hubo de hacerse en la Antigüedad, para que Paladio no pueda ser considerado un compilador acrítico; es innegable que su forma de compilar implica una reorganización personal considerable: hubo de reconvertir monografías adecuándolas a las divisiones mensuales y dentro de cada mes al orden programado para cada cuestión; además, había utilizado varios autores sobre los mismos temas, lo que le obligaba a una selección entre las fuentes buscando la teoría más autorizada e incluso, en ocasiones, rebatiendo con la suya las opiniones de sus predecesores. Quizás se debió, en parte, a este esfuerzo, el éxito casi inmediato al autor, de la obra de Paladio. Su tratado fue la obra de agricultura más leída en el Occidente europeo durante la Edad Media.

Sin embargo, el contenido de su tratado era sensiblemente inferior al de sus predecesores; apenas aportaba novedades de mención salvo ciertas discrepancias en puntos muy concretos o algunos capítulos, como los dedicados a cronometría, que parecen ser de su factura personal. Por eso, la popularidad de su escrito no puede achacarse a una riqueza mayor de fondo, hay que atribuirla, por el contrario, a esta simplificación ordenada del contenido, a la que ya nos hemos referido y sobre todo, a cuestiones de forma.

Ciertamente su tratado estaba mejor presentado, debido, en parte, a que su autor lo escribió concibiéndolo como un libro —cuando ya las obras circulaban con tal formato— con múltiples subdivisiones e índices de capítulos que contribuían a hacer sus páginas más claras y legibles, y esto era una ventaja frente a las obras de agricultura anteriores a la suya, escritas para ser leídas en volúmenes y que difícilmente podían mejorar cuando posteriormente fueron convertidas en códices. Hay que añadir, además, el acierto de una técnica de composición tan cuidada que da la impresión de que más que una obra para ser leída de principio a final, se trata de un libro de consulta donde el lector podía encontrar el dato concreto requerido —acudiendo simplemente al índice de capítulos que precedía a cada libro o localizándolo directamente en el cuerpo de la obra, ayudado por el orden secuencial de los temas de cada mes— con una rapidez y comodidad que no ofrecían los tratados ya consagrados de Columela, ni de las demás autoridades en materia de agricultura 52 .

Tenemos noticia de que el éxito del libro de Paladio no se hizo esperar, pues si se considera, como defienden los partidarios de la cronología tardía, que este autor vivió en el s. v d. C., ya desde el siglo siguiente hay datos del eco de su obra, de forma que pueden establecerse los siguientes grandes hitos de la fama de Paladio a lo largo del tiempo, que, además, permiten apreciar los vaivenes de su popularidad posterior.

Tratado de agricultura. Medicina veterinaria. Poema de los injertos.

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