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2. Ambiente de montaña

Como fue explicado, este trabajo se originó en ese deseo de adentrarse en las circunstancias que rodearon a los accidentes sucedidos a colegas montañistas durante el transcurso de sus actividades. Lo que, dado el léxico involucrado, debería implicar que se está hablando de eventos sucedidos en montaña. ¿Cierto?

No. Bueno... no del todo. En realidad... depende. De qué se entienda por “montaña”. O sea, de nuevo, el mencionado problema de las definiciones.

Está claro que la mayoría de las personas no tendría dificultades en entender el significado de tal palabra, “montaña”, pero si tuvieran que ponerlo por escrito más formalmente, y sin usar el viejo recurso de emplear sinónimos (tales como decir que es un cerro o monte), se las verían en aprietos para cubrir todas las posibilidades. Un enredo del cual ni siquiera la Real Academia Española (RAE) está libre, tal y como se constata al observar su definición actual para “montaña”:

1. Gran elevación natural de terreno.

2. Territorio cubierto y erizado de montes.

Estas acepciones son razonables pero abren nuevos frentes para la discusión. ¿Qué se entiende por “gran elevación”? ¿Cuándo un terreno deja de ser “no-grande” y pasa a ser “grande”? O bien, ¿a partir de qué punto un lugar con desniveles promedio pasa a ser considerado como uno “erizado de montes”?

Preguntas que no son para nada retóricas. Inciden directamente en determinar cómo han de tratarse los numerosos eventos de accidentes fatales que han sucedido en zonas de transición geográfica. Entre ellos, los de aquellos montañistas fallecidos al regresar de sus actividades, como por ejemplo Iván Caviedes en 1973 (perdido en los bosques circundantes del volcán Osorno tras realizar su ascenso) o Giuseppe Bortoluzzi en 1981 (ahogado en el río Portillo después de intentar el cerro Alto de los Arrieros).

Existe otro factor que hace las cosas más complicadas todavía. A medida que el montañismo se fue desarrollando y expandiéndose por el mundo, comenzó a manifestarse de formas más diversas, algunas de las cuales lo sacaron de lo que era su contexto original (las montañas); como la escalada en roca (que se puede practicar incluso a orillas del mar) o las travesías polares (que transcurren sobre extensiones planas de nieve, hielo o agua congelada). Expresiones en las que se producen regularmente fatalidades que también deberían ser evaluadas por este estudio para determinar si corresponde incluirlas; como el caso del escalador Máximo Bombardiere (fallecido haciendo boulder en la playa de Punta de Tralca en el 2001) o el de los 3 miembros del programa antártico británico que invernaban en la base Faraday (desaparecidos en 1982 tras salir de la isla Petermann).

Sin profundizar por el momento en la tangencial cuestión sobre si es correcto que estas últimas acciones sean consideradas parte del montañismo, las elaboraciones realizadas permiten entender que definiciones como las de la RAE (o similares) son inadecuadas para esta investigación, porque descartan de raíz situaciones como las descritas a pesar de que algunas de ellas históricamente han sido vistas como parte del fenómeno de la accidentabilidad que aquí se desea estudiar. Por lo tanto, para resolver este dilema se necesita usar otro criterio que, en vez de enfocarse en el ente físico en sí (las montañas), lo haga en los desafíos que plantean las características que allí normalmente se dan. Un concepto al cual a partir de ahora este trabajo denominará “ambiente de montaña” y cuyo planteamiento formal es el siguiente:

Ambiente de montaña es una región sólida y no controlada de la superficie terrestre, cuyos principales rasgos topográficos, climáticos, ecológicos y culturales plantean dificultades semejantes a las existentes en las montañas; tales como difícil desplazamiento, terreno abrupto, relevante altitud, apreciable desnivel, temperaturas extremas, abundante precipitación, fuertes vientos, intensa radiación, acentuado aislamiento u otras similares.

Claramente esta definición es imperfecta, vulnerable y, en ocasiones, más que una eximia declaración pareciera ser una conveniente evasiva. No obstante, aún así, con todos sus defectos, entrega un mejor punto de partida para este trabajo, al permitir abarcar los incidentes ocurridos tanto en las montañas (y sus zonas aledañas) como aquellos otros que presentan similar problemática (por ejemplo, las áreas remotas).

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